Patxi Salaberri Zaratiegi es un voraz depredador de antrotopónimos: casi todo topónimo que acomete acaba asociado a un antropónimo, esto es, acaba ligado al nombre del supuesto primitivo propietario (o tenente) del lugar. Es lo que se desprende del recién publicado Araba / Álava. Los nombres de nuestros pueblos, que con esmero ha editado Euskaltzaindia. El nuevo nomenclator interpreta cada uno de los nombres de las localidades (o nucleónimos, como los llama Ander Ros Cubas) de Álava, difundidos muchos de ellos como ilustres apellidos por el mundo: Apellániz, Apodaca, Aranguiz, Arbulo, Arrieta, Arrilucea, Arroyabe, Ayala, Azúa, Baroja, Betoño, Bujanda, Buruaga, Corres, Durana, Eguileor, Elorriaga, Elorza, Esquível, Galarreta, Gámiz, Gauna, Gopegui, Guereño, Guevara, Guinea, Heredia, Illaraza, Jócano, Letona, Maeztu, Marañón, Matauco, Maturana, Mendívil, Mendoza, Murga, Olano, Oquendo, Retana, Trocóniz, Zárate, Zuazo, o Zúñiga, por citar solo algunos. (Perdón, es cierto, Marañón y Zúñiga no son alaveses sino navarros, pero por escasos metros
Categoría: La bibliografía
Fue Isabel Echevarría quien nos señaló este valioso trabajo de Ander Ros Cubas sobre la toponimia del Alto y Medio Nervión, que ofrecemos en versión fragmentada como un ejercicio más del proyecto NeLHi: Enlazando la historia de nunca acabar (Universidad de Deusto, topHistoria).
- Ander Ros Cubas (2013). Apuntes críticos de onomástica vasca. Las lenguas antiguas del Alto y Medio Nervión https://www.academia.edu/5627526/Apuntes_críticos_de_onomástica_vasca
«Todo, evidentemente, es del color del cristal por donde se mira. José Luis Lizundia, en nombre de la Comisión de Onomástica de Euskaltzaindia, dictó que Barakaldo se debía escribir con k porque era una forma vasca, y para prueba daba Arakaldo (en clara argumentación circular) y Baraskaldo, nombre de un caserío de Mendata. Para éste último deberíamos de traer a colación Barasordas, nombre antiguo de la cala de Lemoiz de triste recuerdo de ensoñación nuclear conocida en la actualidad como Basordas. No sabemos qué puede ser Baraskaldo, por lo que estaríamos explicando lo oscuro por lo oscuro, actividad tan poco recomendable. Una grafía, ya sea k ya sea b no nos hace más vascos. No por decir o escribir Miribilla en lugar del genuino y único documentado Miravilla, o Miraballes por Miravalles nos hace más vascos, y sí más borricos, ignorantes y transgresores de la norma de respetar el sistema ortográfico de la lengua original a la cual pertenece el topónimo. Delika, Mendeika, Bitorika, etc. se escriben con k para reivindicar su vasquidad, sin que la lengua en la que se han formado sea la vasca. Diferente cuestión es que el uso durante siglos por hablantes vascófonos les hayan dado carta de naturaleza y en algunos casos incluso adaptación fonética a su lengua de adopción, lo cual podría justificar por sí solo sin más trampas que Barakaldo y Arakaldo, y los otros tres arriba mencionados, entre otros muchos, se escriban con k.»
Por fin Joseba Lakarra aplica su ciencia a uno de los temas –en mi opinión– más apasionantes de la historia lingüística vasca: el euskera común del siglo VI (o ‘vasco común antiguo’, o euskara batu zaharra, EBZ, como lo llama él en su artículo Gogoetak euskal dialektologia diakronikoaz: Euskara Batu Zaharra berreraiki beharraz eta haren banaketaren ikerketaz, traducido ‘Reflexiones en torno a la dialectología diacrónica del euskera: sobre la necesidad de reconstruir el vasco antiguo común así como de estudiar su fragmentación’), a cuya publicación (anunciada hace un año en FiloBlogia) no he accedido hasta hace escasos días: Irantzu Epelde Zendoia (comp.) (2014). Euskal dialektologia: lehena eta oraina. Anejos del Anuario del Seminario de Filología Vasca Julio de Urquijo, 69.
Comencemos por el resumen de Lakarra (2014):
«La obra de Mitxelena de 1981 Lengua común y dialectos vascos supuso un hito en la dialectología histórica del euskera. Desde entonces el protovasco ya no se considera el punto de partida de los dialectos vascos modernos, sino que habría que asociar su origen a un vasco común datable en los siglos V o VI, en el marco histórico descrito por Barbero y Vigil. Nuestra aportación persigue dos objetivos. En primer lugar, exponer la necesidad de una definición lingüística del vasco común antiguo, ya que Mitxelena dejó inédita esta tarea, y hacerlo además en la línea de otras tradiciones lingüísticas consolidadas, es decir, tomando como base las innovaciones de los estadios previos de la lengua, nominalmente del protovasco moderno. Con este fin, nuestro punto de partida será el análisis de dos docenas de innovaciones fonológicas y morfológicas. En segundo lugar, nos proponemos aclarar que la fragmentación de la forma común en las 8, 12 o 6 variantes dialectales contemporáneas no se produjo de una vez, sino, como en otras partes, en forma de ramificaciones binarias progresivas. Finalmente, deseamos probar la necesidad de basar la investigación no en el entendimiento del panorama actual como un estadio ucrónico perpetuo, sino en la variablidad inherente a cualquier lengua, incluso dentro de la propia dialectología diacrónica del euskera.»
¿Tiene que ver la ‘diversidad lingüística’ con los ‘gradientes latitudinales de biodiversidad’? ¿Es la diversidad de una especie mayor en el lugar de origen que en los lugares de expansión? Expongo a continuación las fuentes que en orden cronológico he encontrado como respuesta a estos interrogantes, entre las que destaco la publicación científica de Michael C. Campbell y Sarah A. Tishkoff (2008) y el trabajo fin de grado de Janire Allende López (2013), quienes coinciden en señalar que «África es el hogar ancestral de todos los seres humanos modernos y el continente con mayor nivel de diversidad genética entre todos los continentes».
Compartimos en Trifinium una versión fragmentada de un artículo que plantea una profunda revisión del primer siglo (718-842) del Reino de Asturias. El lector podrá acceder pronto a una versión traducida sin fragmentar. Por expresa voluntad del autor, rogamos que todo uso que se haga de esta traducción remita al texto original:
Julio Escalona (2004). ‘Family Memories. Inventing Alfonso I of Asturias’. In Building Legitimacy. Political Discourse and Forms of Legitimation in Medieval Societies, Isabel Alonso, Hugh Kennedy, Julio Escalona (eds.): 223-62. http://hdl.handle.net/10261/44838
A día de hoy (29 octubre 2014), Google Scholar menciona solo cinco citas para un artículo que consideramos merece mayor impacto. Así Carlos Reglero en su reseña para Edad Media: Revista de Historia 7: 168-172 lo define como de ‘obligada lectura’. A nosotros nos parece muy esclarecedora la revisión que hace Escalona del relato tradicional sobre el origen del reino asturiano, cuya principal y hasta hace poco exclusiva fuente ha sido la Crónica de Alfonso III. Desde el punto de vista de Trifinium, por otra parte, el autor introduce una serie de elementos interpretativos que ayudan a contextualizar la historia lingüística del País Vasco, particularmente los siglos en los que la lengua vasca se estaba expandiendo, verbigracia desde Álava por Treviño hacia la Rioja Alta y la Bureba burgalesa. A esta cuestión hemos dedicado dos entradas recientes: Mitxelena (1976) e Hirarzaeza y Harrahia: ‘alfoces’ que fueron cuna del euskera occidental (ss. VI-X). Tienen mucho que ver también dos reseñas anteriores: González de Viñaspre (2010) y Besga Marroquín (2001).