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La bibliografía Siglo VI

Koldo Mitxelena (1981)

Aviso de 14 de mayo de 2016: Este artículo de 20 de diciembre de 2009 necesita urgentemente una profunda revisión y actualización


En esta entrada vamos a reseñar «Lengua común y dialectos vascos», un artículo fundamental en la argumentación sobre la hipótesis de la vasconización tardía, que Koldo Mitxelena publicó en 1981.

Como anécdota comentaré que ese curso de 1980-81 retomé yo la carrera de filología vasca (1980-83) en la recién constituida Facultad de Filología, Geografía e Historia (hoy Letras) de la Universidad del País Vasco en el campus de Álava, un año después de abandonarla en la Universidad de Deusto (1977-80). Tenía yo 20 años y recuerdo la fascinación que me causó la teoría y, en particular, la datación aproximada de la lengua común o koiné vasca. La copia del artículo que guardo está sacada de una versión con anotaciones manuscritas de mi compañero de curso Kepa Mendia. La referencia completa es:

Koldo Mitxelena (1981). Lengua común y dialectos vascos. Anuario del Seminario de Filología Vasca Julio de Urquijo, 15(1):291-315.

Reproduzco simplificados los fragmentos (pp. 291-297) que considero más relevantes para la hipótesis en cuestión:

  • Estas consideraciones [van a ser] retrospectivas [y] tratarán […] del pasado de la lengua vasca, en un intento de aproximarse a su origen […]. Nuestro caso es según toda evidencia análogo al del griego anterior a la época helenística […]: hay dorio o dialectos dorios, hay arcado-chipriota, hay jónico-atico, hay lo que se quiera, pero no existe un griego por antonomasia que asuma y elimine, englobándolos en una síntesis posterior, estos particularismos. Y no es que faltaran normas de uso, de uso escrito por ejemplo y hasta propiamente literario, antes de Alejandro; había un dialecto épico, homérico por su modelo, que era en sí mismo una conflation de elementos de muy diversa procedencia […]. Y tales variedades asociadas a géneros literarios siguieron vivos al lado de la koiné. Este ‘dialecto común’ tiene su propia base dialectal. Junto a ella subsistieron, cada vez más borrosos y apartados de la luz de la escritura, los dialectos tradicionales, hasta que la koiné los suplantara casi por entero. Tampoco en nuestro caso han faltado normas, sino que más bien han sobrado. Ninguna de ellas consiguió imponerse a la mayoría del país, aunque todas y cada una se extendiera fuera de los límites que se les podría considerar naturales: también en la Grecia clásica se hallan más que restos aislados de una koiná occidental, que no tuvo la fortuna de la koiné.
  • Es posible que las diferencias [de los distintos dialectos vascos] le parezcan muy grandes al hablante ordinario no iniciado a fondo más que en el euskera de su círculo local o comarcal, pero para un comparatista, las divergencias son desesperadamente pequeñas. De acuerdo con la opinión clásica, la que se defiende en esta exposición, los dialectos de cualquier lengua proceden de la diferenciación de una lengua común: ésta, según toda evidencia, no era ni podía ser unitaria, pero el margen de variación que podía observarse dentro de ella era menor que el que iban a mostrar entre sí los dialectos formados con posterioridad.
  • Por lo que hace a nuestros dialectos, siempre me he mostrado de acuerdo con la opinión expresada por Hans Vogt (1955, p. 260), que nada tiene de comparatista a ultranza:
  • L’unité primitive des parlers basques ne fait acun doute. La structure phonétique et morphologique es sensiblement la même partout, et derrièr la masse énorme d’emprunts, surtout romans, on entrevoit un vocabulaire basque assez homogène. Le basque commun -l’origine commune des parlers actuels- ne doit pas être très différent de ce que ces parlers sont de nos jours.
  • O, en otras palabras, a juicio de Vogt los dialectos vascos aún en nuestros días están poco diferenciados, y la coincidencia en las estructuras subyacentes (fonológica, morfológica, vocabulario) se debe a que proceden en comúnde un protovasco cuyas características más importantes casi podemos tocar con los dedos.

    Unas cuantas líneas más adelante (saltamos los detalles que con el tiempo transcribiremos en otra página) continúa (p. 307):

  • Creo que, de acuerdo con lo que llevo expuesto, es razonable suponer que en algún momento, aún  por fechar ni siquiera aproximadamente, existió algo que  con todo derecho podemos llamar protovasco (no *protovasco), que no fue una simple vue de l’esprit ni un espejismo de la reconstrucción, sino la fuente unitaria de los dialectos vascos históricos.

    Más adelante, concluye (pp. 312-313):

  • El siglo V y buena parte del VI debieron de ser tiempos por estos parajes, si no de liberación, sí al menos de extremo aflojamiento de dependencias externas, de modo que, cuando la presión de los francos y la del reino de Toledo se dejan sentir a finales de este siglo (cabe recordar, como ilustración, las fechas del 581 con la campaña de Leovigildo y la de 587 en que tuvo lugar una expedición particularmente sonada por las llanuras de lo que ya entonces se estaba seguramente convirtiendo en Gascuña), hay fuerza y organización suficiente para oponer resistencia que a la postre quedó victoriosa.
  • Todo esto tuvo que suponer cambios de adaptación a las nuevas condiciones: así disminuyó posiblemente la importancia de los lazos de parentesco y aumentó la jerarquización de la sociedad con la desigualdad consiguiente (tanto mayor cuando más abierta era la zona y más ‘progresiva’ la estructura de la sociedad).
  • Lo que tuvo que crecer es el intercambio, la tendencia a una mayor unidad y centralización, con consecuencias inevitables sobre la lengua, desfavorables a la fragmentación y al aislamiento dialectal y favorables al establecimiento de formas comunes de la lengua, capaces de saltar por encima de las barreras comarcales y regionales.
  • La introducción y el asentamiento del cristianismo, para los cuales se dan fechas muy diversas (válidas posiblemente las tempranas y las tardías a la vez, para diversas partes del país), contribuyeron a la consolidación del nuevo orden, cuya culminación podemos poner en el establecimiento del reino de Navarra, nuestra mayor realización política.
  • Yo no olvidaría tampoco, aunque se trata de una entidad menor, lo que había de ser el señoría de Vizcaya (y Durango), que presenta en muchos aspectos caracteres de extremo arcaismo, aunque de fachada muy modernizada.
  • Tampoco me parece nada clara esa inserción en la esfera astur-leonesa que algunos creen obvia. No es que uno quiera volver a escribir Bizcaya por su independencia ni crea que la batalla de Arrigorriaga se dio el 888 con muerte del caudillo leonés, pero no se puede menos de pensar si en nuestro actual rechazo de mitos no nos estamos pasando. Lo de Arrigorriaga y anejos se testimonia ya en la primera mitad del siglo XIV, cosa poco frecuente entre nosotros, y puede contener algún fondo de verdad, estilizado y exagerado. De cualquier modo, no parece aventurado pensar que fue Vizcaya la región vasca que tuvo y retuvo una personalidad más acusada, y que fue más refractaria a influencias llegadas desde Pamplona u otros centros situados fuera de su territorio.
    En esto, sumado al carácter lateral, se podría encontrar una explicación de esa acusada personalidad del dialecto vizcaíno que todos, y yo el primero, le reconocemos, siempre que no se trate de convertir autonomías en independencias.

En resumen, Mitxelena sugiere la génesis de una koiné vasca hacia los siglos V-VI, hablada de forma común por todo el territorio de caristios, várdulos y vascones, con sus pequeñas particularidades [de sesgo vizcaíno, guipuzcoano y navarro], propiciada por los siguientes factores:

  1. El aflojamiento de dependencias externas
  2. La fuerza y organización suficiente para oponer resistencia que a la postre quedó victoriosa
  3. Los cambios de adaptación a las nuevas condiciones
    • La disminución de la importancia de los lazos de parentesco
    • El aumento de la jerarquización de la sociedad
    • El crecimiento del intercambio (entre tribus)
    • La tendencia hacia una mayor unidad y centralización
  4. La introducción y el asentamiento del cristianismo
  5. La consolidación de un nuevo orden, culminado con el establecimiento del reino de Navarra

Las consecuencias sobre el protovasco que sobrevivió a la colonización romana es según Mitxelena de reforzamiento de formas comunes de las lenguas tribales, capaces de saltar por encima de las barreras comarcales y regionales, y , reducción de la fragmentación y el aislamiento dialectal.

Pero una explicación más sencilla es que dicha lengua común o koiné era ni más ni menos la lengua que traían consigo, como equipaje de viaje, los vasco-aquitanos que se desplazaron hacia occidente en el siglo VI.