Alguien tiene que decirlo. Si ese texto hubiera estado en euskera, el euskera habría desaparecido. Habría desaparecido el euskera como desaparecieron las lenguas celtibéricas, o el ibero mismo. Nadie en territorio vascón habría sido capaz de entender ese texto en el siglo II d C. Para entonces esa lengua había desaparecido.
Categoría: Antigüedad del euskera
Artículo publicado en El Correo (18 de octubre de 2016) que reproducimos en Trifinium para ser fieles a la palabra dada a Ricardo Gómez @Filoblogia (ver tuit). Trata de responder a la carta enviada a Naiz (5 de octubre de 2016) por Aitzol Altuna, Juan Martín Elexpuru, Mikel Sorauren, Koldo Urrutia, Leopoldo Zugaza, Jose Luis Lizundia Askondo, Patxi Zabaleta, Jose Luis Orella Unzue, Iñaki Sagredo, Gontzal Mendibil, Joan Mari Irigoien, Jose Mari Esparza, Eneko del Castillo, Pako Aristi, Gotzon Barandiaran, Eñaut Etxamendi, Patxi Azparren, Juan Antonio Urbeltz, Jabier Goitia, Antton Jauregizuria, Nerea Rementeria, Ander Iturriotz, Mikel Urkola, Jon Nikolas, Fernando Sanchez Aranaz, Patxi Alaña, Iñaki Mendizabal Elordi, Joxe Austin Arrieta Ugartetxea, Jon Gorriño, Juan Madariaga Orbea y Jerardo Elortza.
Todavía muchos vascólogos, algunos de ellos discípulos de Koldo Mitxelena, recurren a dos mitos historiográficos cuya base científica ha prescrito: son los mitos del saltus vasconum y el trifinium. Su arraigo en la historiografía es tan hondo que la identidad de los vascos como país y pueblo parece depender casi exclusivamente de ellos. Es urgente que este paradigma cultural se revise.
El mito del saltus vasconum sirve para explicar la supervivencia del euskera frente a las sucesivas oleadas de pueblos colonizadores, celtas, romanos, visigodos, árabes, francos, o castellanos. Los bosques (o ‘saltus’) de la cornisa cantábrica habrían servido de refugio a las poblaciones indígenas, que así pudieron mantener sus esencias inalteradas frente al asedio aculturizador de los invasores. La vertiente umbría del país contrastaría con la cerealística y menos agreste vertiente mediterránea, ager vasconum, representada sobre todo por las cuencas de Pamplona y Llanada alavesa, en las que los invasores habrían dejado múltiples huellas.
[Actualización 11.09.2015]
He mantenido conversaciones con colegas sobre la noticia que reseñamos más abajo y parecen confirmarse las dudas sobre la representatividad de las muestras analizadas, tanto de los individuos calcolíticos de la cueva del Portalón, como de su cotejo con los datos genéticos de la ‘actual población vasca’.