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Expansión medieval del euskara Historia del euskera Siglo X

Western Wasconia, year 1025

[Actualizado 3 de noviembre de 2025]

La Reja de San Millán es un testimonio de excepcional valor para conocer la situación lingüística del occidente de Vasconia hace mil años. También ofrece indicios muy valiosos sobre la organización socioeconómica del territorio en dicho periodo. Refleja, por otra parte, el contacto entre dos lenguas que además de competir por el espacio estaban inmersas en un activo proceso de diversificación dialectal. Si hace 2.000 años el oficio de la marmolería obró el milagro de la supervivencia del euskera, creemos que mil años después fue la metalurgia la que tomó el relevo.

Reclamé hace poco en Zuk.eus que el milenario de la Reja de San Millán se merecía un gran congreso monográfico, vg. La Reja de San Millán y la historia lingüística del País Vasco. Es un deseo compartido con algunos colegas, principalmente con David Peterson o Emiliana Ramos. Pero me temo que finalmente va a haber que esperar otros mil años para celebrar la efeméride como se merece.

Presentación de los actos conmemorativos (7 de julio de 2025). Los organizadores, de izquierda a derecha, Javier Fernández Bordegaray, Ana del Val, David Peterson, José Antonio Sainz Varela. Imagen y más información Zuk.eus

El Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Álava, en colaboración con el Archivo de Álava y la Universidad del País Vasco, ha programado un ciclo de charlas para el mes de octubre, con la participación de David Peterson, Ernesto Pastor, Fermín Miranda, Agustín Azkarate, Julen Manterola y Patxi Salaberri (ver programa completo en Zuk.eus). También en el First International Conference on the History of Basque habrá un pequeño bloque dedicado al estudio de la Reja. Por cuenta propia algunos ayuntamientos, concejos y barrios (Adurza, Añua, Arraia-Maeztu, Arratzua-Ubarrundia, Laño) han organizando charlas divulgativas para sus vecinos, impartidas entre otros por Ramón Díaz de Durana, Ismael García Gómez (entrevista 17/04/2025) o Roberto González de Viñaspre. Pero se echa de menos un gran congreso monográfico entre especialistas, por los motivos que exponemos a continuación.

[Añadido el lunes 3 de noviembre]

La última conferencia del ciclo celebrado en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa a cargo de Patxi Salaberri no defraudó. El conferenciante traía los deberes bien hechos y demostró haber estudiado a fondo el documento. Esperamos impacientes la publicación del texto porque cuando se haga posiblemente se convierta en uno de los estudios lingüísticos más pormenorizados de la Reja hasta la fecha. El ponente dio pruebas de conocer a fondo su problemática, desde las primeras transcripciones (Ibáñez de Echávarri 1754, Landázuri 1798, Lorrente 1806-18-08, Fita 1883ab), hasta los análisis más recientes (Mitxelena 1964, Ubueto 1976, Caro Baroja 1980, García Andreva 2010, EHU-FSMC-Cilengua 2013). Por problemas de espacio se limitó a repasar algunas de las principales cuestiones abiertas, así como sus posibles soluciones (errores y variantes de transmisión, dudas de interpretación, etc.), dejando claras cuáles son a su juicio las principales aportaciones de la Reja al conocimiento de la historia lingüística de Álava y del País Vasco (tal vez se puedan aportar algunos ejemplos en el apartado de comentarios).

Cabe destacar que Salaberri no dejó pasar la oportunidad de reiterar su opinión de que topónimos de la Reja como Estarrona son prueba de que la tesis de la ‘vasconización tardía’ no tiene base. El nombre de este pueblo proviene, según este autor, de *Eztarro, onoma antiguo no documentado pero de segura tradición vasca (que también estaría en la base de los pueblos navarros Ustarrotz y Uztarroze), en contraste con otros nombres de origen foráneo que se han tomado prestados (como Gardele, Sanso). De ello se deduce que debía hablarse euskera en Álava cuando se acuñó el topónimo. Pero este argumento, en lugar de refutar la tesis, la refuerza: si Estarrona deriva del mismo nombre que el navarro Uztarroze, en la base de ambos topónimos hallaríamos Ahoztar, derivado del onoma aquitano Ahoiss, documentado en el Alto Garona en el siglo II . Ahoztar pertenece al stock onomástico de los hablantes de vasco común antiguo que entraron en la Llanada alavesa en el 541 y de él contamos con abundantes testimonios en la diplomática vasca altomedieval (ver ‘También sabemos cómo se llamaban‘, o mejor Mikel Martínez Areta ASJU 57, 2023). El origen de Sanso, en cambio (como Fortún), está en Navarra y es de una cronología posterior.

Salaberri incurre en una muy extendida falacia para refutar nuestra tesis, conocida como petición de principio (petitio principii). Usa la adaptación fonética de los nombres latinos como prueba del sustrato vasco, presuponiendo que el euskera estaba antes de la llegada del latín, cuando es esa misma presencia la que está en cuestión. He solicitado a la IA asistencia para evidenciar la circularidad del argumento de Salaberri y no puedo decir que me haya defraudado (véanse las respuestas una y dos), aunque sospecho que su entusiasmo por mis observaciones roza la lisonja (politeness bias, respuesta tres, ver copia en Gdrive).

[Añadido el martes 28 de octubre]

Ya solo queda la conferencia del jueves 30 de octubre, a cargo de Patxi Salaberri (‘La importancia que los nombres de la Reja tienen para el análisis de la toponimia vasca’). Como no ha asistido a ninguna de las conferencias previas, supongo que no hará colofón de nada, salvo de sus propias ideas. Es por esto que siento una gran decepción. Tres enfoques desde la historia (Peterson, Pastor, Miranda), uno desde la arqueología (Azkarate) y dos desde la lingüística (Manterola y Salaberri), pero después de la última conferencia, únicamente orientada a las innovaciones toponímicas en euskera, y conociendo el perfil del próximo ponente, nadie va a abordar el auténtico aporte de la Reja a la historia lingüística del País Vasco. Voy a enumerar las piezas del puzzle, subrayando las que nadie quiere mencionar:

  • La Álava nuclear del siglo XI es el resultado de un proceso que se inicia los tres/cuatro siglos anteriores (Pastor)
  • Tras una crisis económica y demográfica en torno al siglo V, en los siglos siguientes, sobre todo entre los siglos VIII-X, se produjo un aumento de población que culminó con la fijación de la red de aldeas entre los siglos X-XII (Pastor, Azkarate)
  • La toponimia es claro reflejo de este fenómeno (Pastor, Manterola)
  • La toponimia vasca de la Reja ofrece innovaciones lingüísticas, sobre todo desde el punto de vista de la gramática histórica, que no son anteriores al siglo VIII (Manterola)
  • Estas innovaciones gramaticales se extienden por la toponimia de los territorios colindantes, por el norte hacia la cornisa cantábrica (Urgell, Zuazo), por el sur hacia la Rioja Alta y Burgos (Mitxelena, Peterson).
  • Manterola solo menciona las coincidencias de estos rasgos en la toponimia vasca medieval, pero omite hablar de este foco innovador de la Llanada central (cf. Urgell, Zuazo, Abaitua, Martínez Areta y Ramos)
  • Perviven ecos de una tradición onomástica latina (sobre todo en los topónimos estudiados por Caro Baroja, sufijos -ana, -ain), pero no son prueba de una continuidad en la gestión del territorio, que experimenta una reestructuración a partir del siglo VII (Pastor)
  • La toponimia de la Reja de San Millán se distribuye de oriente a occidente, siguiendo en gran medida el eje de la calzada romana, predominando la toponimia vasca en oriente y la romance por occidente (ningún conferenciante ha incidido en esto, aunque es un aspecto bien conocido, subrayado entre otros por Caro Baroja, Ramos, Abaitua, García Gómez, etc.)
  • La pervivencia de la tradición omomástica latina se distribuye a lo largo de este eje oriental-occidental, con evolución romance en el área occidental y con mantenimiento de rasgos arcaizantes por oriente, en consonancia con los rasgos propios de la fonética vasca (nadie de momento ha incidido en este aspecto)
  • La tradición omomástica latina de la Álava nuclear es congruente con los cinco siglos largos de romanización que había experimentado este territorio, surcado por una importante vía de comunicación, jalonada de mansiones, y que conectaba importantes urbes (Pompaelo, Veleia, Deobriga)
  • La metalurgia destaca como activiadad económica de la Álava nuclear de este periodo (Azkarate)
  • Se observa una gran pericia en la fabricación de herramientas de hierro, congruente con la calidad de las armas halladas en Aldaieta (Azkarate)
  • Se observan prácticas onomásticas y funerarias muy diferentes entre las necrópolis de la Llanada central (Dulantzi, Aldaieta) y Treviño (Las Gobas), en este periodo de los siglos VI-VIII (Azkarate)
  • El aspecto «arcaizante y vascofrancés» (por las hh, cf. Mitxelena) de la Reja hay que interpretarlo en clave medieval (cf Textos arcaicos vascos), con innovaciones propias de ese periodo (Manterola)
  • Manterola no se atreve todavía (por la duda metódica en la que tanto insiste Azkarate) con la toponimia más antigua, aunque ve en ella la posibilidad de hallar un paleoeuskera u otras lenguas antiguas (acaso de tipo céltico)
  • La abundancia de hh [pese a que aparezcan en un documento del siglo XIII] le hacen percibir a Manterola un posible euskera antiguo en topónimos que suenan a vasco aunque deriven de onomástica céltica, como sería el caso de Harhahia < Araius (sic)
  • Manterola ha pasado por alto elementos de un estrato prerromano, de tipo céltico (Albertos, Caro Baroja, Salaberri), como Carcamo o Torissu, además del mencionado Harhahia

En definitiva, la Reja constituye un testimonio que no deja lugar a dudas sobre la riqueza y complejidad de la estratigrafía lingüística de la Álava medieval. Sin embargo, en este ciclo de conferencias se ha optado por centrar la atención exclusivamente en el componente vasco, sin duda el más singular de nuestro patrimonio, pero cuya consideración aislada corre el riesgo de ofrecer una visión parcial y de sesgar la comprensión de nuestro pasado en toda su dimensión real.

[Añadido el lunes 29 de septiembre]

El jueves 25 arrancó el ciclo de conferencias en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa con una presentación de David Peterson. La exposición tuvo como principal objetivo avalar la autenticidad del documento, en contraste con el claro falsario de Los Votos de San Millán.

Estos días he estado leyendo como un poseso los trabajos principales del propio David (2007, 2009, 2011a&b, 2012, 2013a&b, 2015, 2019, 2020), así como el fundamental de Pastor y Larrea (2015) y el de Emiliana Ramos Remedios, que no acaba de aportarme jugosa materia de reflexión.

[Añadido el martes 8 de julio]

El documento De ferro de Álava, nombre de la Reja dentro del cartulario de San Millán, describe un territorio que destaca por su capacidad siderúrgica. En esta línea se inscribe el trabajo de David Peterson ‘La lengua del hierro. Nexos medievales entre Álava y la Demanda’ (2018), que profundiza en la hipótesis de que «siderurgia y euskera pueden entenderse ambos dentro de un mismo paradigma migracionista que unía la Demanda y Álava en el Altomedievo».

El origen de la especialización en esta actividad económica resulta difícil de rastrear (Meunier 2024), pero desde luego no entra en contradicción con las prácticas funerarias que definen el ámbito cultural de los vascones entre los siglos V y VIII (ver Enterrar con armas en el Occidente altomedieval: las necrópolis de Vasconia). Planteamos, por ello, que los vascones occidentales (o vascongados) de los siglos V al X habrían desarrollado una pericia técnica notable en la práctica de la siderurgia, lo que les habría conferido una posición distintiva respecto a las comunidades circundantes. Tal especialización productiva debió de ser determinante en el desarrollo de su identidad colectiva, en la que los aspectos lingüísticos desempeñaron nuevamente un papel destacado.

En la Reja se detecta un euskera dialectalizado, con rasgos propios que había incorporado préstamos latinos en evolución romance que lo diferencian de las variedades orientales. Sobre estas cuestiones hablé en la entrevista publicada en Zuk.eus  y ahondaré en una comunicación para el  First International Conference on the History of Basque.

[Añadido 4 de agosto de 2025: contenidos para ICHB1]

La Reja de San Millán delimita una distribución lingüística muy nítida del occidente de Vasconia. Así, destaca sobre todo el alfoz de Ossingani [?Osiñán], plenamente romance, frente a la mayoría de distritos que como Harhazua [Arrazua], se manifiestan de habla vasca. El contraste es sorprendente, por un lado, una mayoría de topónimos plenamente romances, Poves, Basconguelas, Cassicedo, Castellu, Padul, Biloria, Lagus, Antepardo, Moliniella, Moscatuero, Torreziella, Ripa, Torrisu, Carasta; por otro nombres transparentes en un euskera ya dialectal, Hurivarri, Sansoheta, Arroiaha, Mendivil, Elhorriaga, Sarricohuri, Borinivar, Huribarri, Haberasturi, Huriarte, Hascarzaha. La cuestión es cómo interpretar esta distribución tan marcada. Hay un dato clave que apenas ha recibido atención en la bibliografía: entre algunos nombres de la zona vascófona se vislumbra un substrato latino que es revelador y resulta esencial para entender la história lingüística del territorio. La conclusión desde el punto de vista de la estratigrafía de las lenguas es que sobre una base latina común a partir de un momento surgen dos áreas, una de evolución romance y otra en la que el sustrato latino se congela total o parcialmente ante la llegada de una nueva lengua, el euskera. Este fenómeno se produce a partir del siglo VI. Sobre ello tratará mi intervención en  First International Conference on the History of Basque.

Adelanto algunos ejemplos:

  • Ermua: empiezo por un caso paradigmático, por reflejar un apelativo latino en plena evolución romance (síncopa de -e- interior, de donde surgirá luego yermo, «a causa del acento heredado del modelo latino», Michelena 1984:287). Esta forma romance se distingue del préstamo vasco general más conservador, con mantimiento de e interior, eremu (OEH; ver también TopeEusNa). Excepcional el compuesto Ermusautu de Zuya.
  • Zalduondo representaría el fenómeno contrario, al incorporar el préstamo zaldu frente al apelativo en plena evolución romance sautu (que da lugar a soto), y que está presente en varios topónimos occidentales, Ermusautu, Onsoñosautu, Sautuaburu, Sautuola, etc.
  • Angelu: diminutivo del latín angulus, angellus «hondonada». Se constata en algunos nombres compuestos: Angelubidea, Angeliturria, Aparrengelu, Aramangelu, Ibarrangelu, Urangelu, etc. Posiblemente también sea el origen de Agellu, actual Aguillo (cf Nieves Sánchez).
  • Borinivar: El término romance molin entra como préstamo, borin, únicamente en el euskera de Vasconia occidental, en uso complementario con errota. Los primeros testimonios mantienen la –r– intervocálica propia de los préstamos más antiguos. Luego deriva en –l-, borin > bolin y borun > bolun. Ambos caerán en desuso (¿a partir del siglo XVI?) y no forman parte del léxico común.
  • Gersalzaha, Kessala: ambos en el alfoz de Harrahia, con el significado de ‘salinas’. Son nombres de lugar descriptivos a partir de probables préstamos lat. aquae sal (FHV 560) que habrían entrado en el léxico común de la lengua, cf. gezal, kresal (OEH).
  • Moio: Del romance boyo ‘boyal’, latín bovem. Sólo en topónimos menores: Boioaldea, Boiaieta, Boiaran, Moiokolarrinbea, Moiokoperraia, tampoco ha pasado al léxico común. En la Rioja «en una escritura de hacia 1067, ‘Lope de Boyo netrega a San Martín de Albelda toda la hacienda que tiene en Boyo, excepto el solar de su casa’. Para 1094 parece que Bueyo era ya todo del monasterio» (Julián Cantera, 1961)
  • Opacu: Del latín opācus ‘sombrío’, opuesto a ‘solano’. Apelativo latino que en romance sonorizó por partida doble en Ubago (nombre antiguo de Miravalles, en Vizcaya, y de un concejo de la Merindad de Estella). No llegó a entrar en el léxico común, ni en euskera ni en romance.
  • Oto: de lat. altus. Mucha tela que cortar con este topónimo, teniendo en cuenta la proximidad de Billodas, Altube, Altuna, Ganalto, etc.
  • Padura: De lat. padule, metátesis de palude ‘charca’. Es muy frecuente en la toponimia del occidente de Vasconia, con evolución a madura (a partir del siglo XII-XIII, que sugiere una pérdida de su contenido denotativo), en el oriente de la Llanada y Montaña alavesa, y a fadura en el norte de Vizcaya. Típica evolución vasca de -l- a –r-. En la Reja, en zona romance, hay Padul, abundante en toponimia menor con caída de –d– intervocálica, paúl.
  • Paidu: Actual Faido, del romance faedo ‘hayedo’ (variante ahedo), latín fagetum. Seguramente relacionado con Fayoeta (1257), actual Payueta (EODA), para el que, sin una justificación clara, se ha adoptado Pagoeta como forma normalizada en euskera. En la Reja se documenta también la forma vasca Bagoeta, alfoz de Ubarrundia, a partir, esta vez sí, del préstamo vasco bago (lat. fagus) + sufijo abundancial -eta.
  • Urca: lat. furca ‘horca’, habitual en toponimia La Horca, Horcajo, Horcajada, etc. nombre relacionado con accidentes geográficos (como cerros o peñas) o con antiguos usos judiciales o simbólicos.

Otros: Burgelu (con sufijo diminutivo latino), Cimentu (con fricativa inicial), Kircu ‘cerco’, Lucu ‘bosque sagrado’ (importante resaltar el mantenimiento de la oclusiva inicial e intervocálica, que todavía no ha palatalizado antes de i, o sonorizado entre vocales, fenómenos que se producen a partir del siglo VI). Langu [ˈla.ɲo] de planu (con el significado de ‘allanado, llano, roturo’, cf. Sánchez González de Herrero 1984). Pudio < lat. podium (posible versión fosilizada de poyo, puy, puèg, puig).

En definitiva, los datos de la Reja de San Millán son congruentes con una llegada del euskera a Álava en el siglo VI (como proponemos Emiliana, Mikel y yo). En su llegada, la lengua se superpone a una capa latina que estaba en plena evolución hacia un romance local. Eso explica casos como el de un erĕmus evolucionado ya a ermu en la Llanada, e interrumpiendo el paso hacia yermo. Más al oeste, en el valle de Ayala, en las cercanías de Llodio (Santa María del Yermo), donde el euskera posiblemente llegó al menos un siglo más tarde, el proceso de yotización en cambio sí se cumplió. Además, buena parte del occidente de Vasconia es zona de contacto donde con seguridad convivieron las dos lenguas desde los primeros momentos.

185 respuestas a «Western Wasconia, year 1025»

Buenas tardes señor Abaitua, felicitándole de nuevo por su extraordinario trabajo asi como al resto de los iintervinientes. En referencia a la historia lingüistica del País Vasco de la cual me he empapado algo pero sin tener obviamente los conocimientos de los intevinientes me acordé de ustedes al observar ciertas palabras sardas del idioma nurago que muy sugestivamente me recordaron al aquitano, protovasco, eusquera o como prefiera llamarse. Me llamó la atencion Urtzula,Tzirima,Lotzorai

Gracias, Neville. De las relaciones entre el euskera y el nurago (paleosardo o sardo antiguo) se ha elucubrado mucho. En junio de 2018 dediqué en Trifinium una entrada a Eduardo Blasco Ferrer (1956-2017), autor de Storia linguistica della Sardegna. Reproduje la siguiente cita de un artículo suyo de 2013:

«el azar no puede explicar de ninguna manera la equivalencia perfecta entre los morfemas reconstruídos o documentados del (proto)euskara y los morfemas documentados en numerosísimas unidades toponímicas libres, derivadas y compuestas del paleosardo» (Blasco Ferrer 2013:50).

Blasco Ferrer, Eduardo (2013). Paleosardo: un nuevo Stammbaum. Palaeohispanica. Revista sobre lenguas y culturas de la Hispania Antigua, (13), 49-63.

Me parece oportuno destacar el matiz terminológico que distingue mediante prefijos las dos variedades lingüísticas, paleosardo y protovasco.

En el debate participaron de manera destacada Ander Ros y Octavià Alexandre.

Muchas gracias por recordarlo, señor Abaitua.
¿Cuántos topónimos de raíz euskérica se han conservado únicamente porque fueron registrados en los legajos del monasterio de San Millán de la Cogolla?
Resulta paradójico que, en la actual Euskal Herria —una sociedad con una actitud abiertamente anticristiana—, una parte significativa de su memoria lingüística más antigua haya sobrevivido gracias al gran esfuerzo de una institución religiosa.
Hoy, en una sociedad vasca que rechaza la Iglesia, no solo se ha roto con una institución, sino con todo lo que oliera a tradición, herencia o continuidad. Curiosamente —aunque seguro que es pura coincidencia—, esa liberación ha venido acompañada del vaciamiento de los templos, de las plazas y, poco a poco, también de las casas. Pero tranquilos: todo va según lo previsto. Al fin y al cabo, ¿quién necesita raíces cuando se tiene progreso?

Sabias palabras Arandio. La versión new-wave que gusta a los desgarramantas es que el cristianismo (como elemento exógeno) terminó con Mari y la primitiva religión solar de los vascos. Nada mas alejado de la realidad. El mayor vector de cristianización (contra las practicas religiosas romanas e indigenas) y de euskerización fue precisamente el cristianismo. ¿No eran acaso euskaldunes los que cambian el nombre a los días de la semana en el dialecto occidental, haciéndolos «mas cristianos»?.
No se puede entender el euskera sin el apoyo de la iglesia durante 1800 años (no en todos los siglos apostilla Koldo Zuazo). ¿Quienes son pioneros en escribir euskera?, pues los curas y monjes, no hay duda. ¿Quién era el padre Larramendi (s. XVIII)?. ¿Quién era el elantxobetarra Imanol de Berriatua (1914), firme defensor del euskera batua?, ¿quien era Axular (s. XVII)?. Y así miles y miles de personas. La deuda del euskera con la iglesia es enorme. Incluso jugaron papeles de unificación de la lengua sin saberlo (me vienen a la cabeza esos sacerdotes del beterri gipuzkoano a los que su diócesis les destinaba al Debagoiena, y a donde llevaban sus giros y expresiones plasmados en sermones, o incluso el también cura Leizarraga). Mucha ignorancia sobre todas estas cuestiones. Parece mas productivo hoy en día decir que la religión fue destructora de la cultura vasca, con curas españolistas e inquisidores siempre dispuestos a atacar a «ese lenguaje de perros». Una pena de ignorancia, y un error que pagaremos como sociedad.

Estos dias me he encontrado unas cartas escritas por mi abuela de Zerain a su esposo en Azpeitia hace un siglo. Está en su casa natal de Zerain cuidando de sus mayores y desde allá escribe a su esposo en Azpeitia. Su familia de Zerain son humildes pastores en Urbia, relacionados tambien por apellidos y tal con la llanada. Lo primero que me llama la atencion es que habiendo nacido a finales del XIX en Zerain escribe bastante bien en castellano. En la carta no hay ninguna palabra en euskera. Ninguna. Sobra decir que esa familia de Zerain es absolutamente vascofona. Y su esposo azpeitiarra practicamente monolingue. Probablemente en casa de Azpeitia alguien ha de leer y traducir la carta al vasco. Sus nombres Maria y Cruz. Si no llega a ser por los apellidos , que no aparecen en la carta, seria atribuido a castellanizados del todo. No sé si sirve la anecdota pero es complicado con lo poco escrito de hace 2000 años que ha llegado sacar tesis robustas. Razonables sí … pero conscientes que habrá elementos que pueden escaparse a los marcos hipotéticos y razonables. hace un siglo y hace 2000 años

A mí hay algo que no deja de sorprenderme en relación al vascuence a la orilla izquierda del Bayas; que en Valpuesta o en el propio Becerro Galicano se hable de gentes de esa zona que llevaban nombres como Obeco, Andere, Vela, etc, etc, etc. ¿Cómo es posible que una zona que supuestamente nunca conoció el vascuence, se hallaran gentes de esos nombres? Lo pregunto desde la absoluta curiosidad, es fascinante.

Un abrazo, adoro este blog.

Obeco (las atestiguaciones de Valpuesta son sin hache: debe de ser hobe- + -ko “meliellus, mejorcito”) es un nombre formado en Álava por los vascones alaveses en los siglos VI o VII (y digo vascones porque lo que las fuentes visigodas llaman “vascones” ya son plenamente euskaldunes).

Andere no hay ninguna en el cartulario, aunque sí una domna Ander (Andere con apócope), colona en San Jorge de San Millán, en el Becerro Galicano. Lo que sí hay en Valdegobía es la sierra de Anderejo, con sufijación poco clara pero que parece tener Andere- como base.

El problema de Vela -los conde Vela aleveses- es complejo, y además se solapa con otros vocablos inequívocamente euskéricos. Hay varias posibilidades abiertas. Sin entrar en honduras, creo que, itxurak itxura, lo más viable es que Bela/Vela, variante de Beila/Veila y Vigila, no es un nombre euskérico, sino visigodo (aunque se le puede añadir el sufijo euskérico -ko). Vigila pudo entrar en Álava por trasiego antroponímico, o bien porque hubo líderes desterrados de facciones visigodas que se refugiaron en Álava.

Te dejas la joya de la corona, tanto en el cartulario de Valpuesta como en la Bizkaia altomedieval: Ahoztar (con diversas variantes gráficas). Antropónimo con doble sufijación aquitana (-iz- + -tar). Hay cuatro en Valpuesta, todos ellos en la primera mitad del siglo X (hasta 956). Pero sobre todo hay un delicioso topónimo: Aostri (de Losa), sin sufijación clara (¿< *Ahozt(ar-u)ri?) pero cuya base es claramente nuestro antropónimo (dos o tres Ahoztar del cartulario están en la misma zona). Joseba Abaitua y yo lo hemos visitado (por separado), para sacar una foto al cartel, que en realidad no es del pueblo o pedanía sino que pone “Aostri de Losa, a 100 m”. El pueblo son dos casas y un pabellón con artilugios de la cosecha y un tractor, escena típicamente losano-burebana.

En general, de acuerdo con Joseba Abaitua. Son rescoldos antroponímicos de alaveses euskaldunes que por medio de “pressuras” repueblan el norte de Burgos a partir de la segunda mitad del siglo VIII, algunos de cuyos nombres sobreviven hasta el X. Posiblemente hubo bolsas de núcleos euskaldunes hasta un tiempo indeterminado, pero la región, Castilla Vetula, acabó por castellanizarse.

Perdona, Mario, pero ayer me tomé la licencia de googlear tu nombre, y terminé viendo tu podcast/tertulia literaria. Enhorabuena por tus logros y suerte con tus proyectos. Qué alegría saber que hay gente joven -mejor dicho, gente a secas- que lee cosas decentes. Dado que agosto ya es un poco “happy hour” en Trifinium, y cabe -supongo- la tertulia literaria, diré que yo leí Paz en la guerra no como adolescente, sino ya treintañero. Soy un zote para entender tramas complejas de novelas, y también para recordar el hilo esencial al cabo de un tiempo. Normalmente suele quedárseme una escena que me suscita mil recuerdos. En este caso, la de la arratiana con “ojazos de vaca” que le habla en vizcaíno a Ignacio Iturriondo (porque ella, castellano de Bilbao, no entender), le ríe juguetonamente, retoza en la hierba… Es como una versión decimonónica de Kutsidazu bidea, Ixabel. En su momento, me recordó a un anuncio que vi de pequeño, en los 80, no sé si de pan de molde o así, en el que para ensalzar la bondad de los productos naturales, dos jóvenes están en un granero, en un ambiente bucólico. A cámara lenta, ella coge un puñado de harina y le restriega con ésta la mejilla. Luego se ríe de cómo le ha puesto la cara, llevándose la mano a la boca. Él, ingenuo, en un primer momento se siente como ofendido, pero al final la broma le parece una bendición.

En un plano más académico, sabrás que Unamuno era catedrático de griego y que en Paz en la Guerra hay guiños, además de a Tolstoi (creo que el título es una transposición de “Guerra y paz”, espero no estar diciendo ningún disparate), a la Ilíada, tanto en lo macro (carlistas vs liberales, troyanos vs aqueos…), como en lo micro: los “ojos de vaca” de las mujeres arratianas no es un piropo estrambótico por el que las lectoras contemporáneas de esa comarca deban ofenderse, sino que imita con un punto de ironía la figura de la Hera Boóòpis “Hera la de los ojos bovinos”.

He encontrado el pasaje en cuestión, para corta-pegar (abajo). Qué maravilla de prosa. Diría que es el más tórrido de los pasajes intrahistóricos de Unamuno. Alguna línea las pasaría canutas para pasar la censura hoy. La treta de Ignacio Iturriondo para sortear la barrera lingüística recuerda mucho a la del caballero de Colonia Arnold von Harff, con la navarra, cuatro siglos antes…, [ne]schatuwa ne tu so gausa moissa (cualquier cosa que ello quisiera decir, que nos lo imaginamos).

Al amanecer corría de nuevo a la vieja casería del monte; al paso encontraba la de la moza de ojos bovinos, con quien había bailado el día de la boda, y aunque tal paso no era por el camino derecho, siempre iba por el. La muchacha, al verle, sonreía, suspendiendo un momento la labor. Ni ella sabía castellano, ni él vascuence, y era un juego para los dos repetir las pocas frases sueltas que cada cual conocía del idioma del otro.

– ¡Buenos días!

– ¡Egun on!

– Bilbaño loco, burla aldeano.

– Nescacha polita, ederra…

Echábase ella a reír con todo el pecho y toda el alma, mientras Ignacio se la comía con los ojos. Un día que la halló en un montón de heno, fué tal el efecto del olor de éste, que le subió una oleada de sangre a la garganta, y sintió con palpitaciones, impulsos de violencia, mientras ella le miraba sonriendo. Era su hermosura reflejo de salud, hija de los aires, las aguas y los soles; su alegría calmosa como la del campo. Había en su cara la frescura de la tierra, asentábase en el suelo como un roble, aunque ágil además como una cabra; tenía la elegancia del fresno, la solidez de la encina y la plenitud del castaño. Y sobre todo los ojos, ¡aquellos ojazos de vaca, en que se reflejaba la calma de la montaña! Era como un producto de la aldea, condensación del aliento de las montañas; estaba amasada con leche de robusta vaca y jugo de maíz soleado. En ella se resumió para Ignacio toda la labor que la vida de aldea ahondó en su alma, todas las sensaciones de aquellos días las llevó congregadas y condensadas en la imagen de la muchacha.

Vaya, Mario García-Atucha desapareció. Yo que tenía idea de organizar una mesa redonda estival o un UIK en torno a “Paz en la guerra”…

Los becerros contienen testimonios de un amplio territorio y sus protagonistas no están circunscritos a las propiedades que se les atribuyen. Por otro lado, hubo colonos de habla vasca en Valdegobía y más al poniente, pero no llegaron a imponer su lengua sobre una población mayoritariamente romance.

Aprovechando el happy hour del mes de «angosto», andábamos por Garazi visitando los pueblos de Eiheralarre (eihera – molino…¿de «egira» – girar? ¿Como “errota” – rotar?) cuando buscamos sombra en el pueblo natal del santo del siglo XIX: Michel Garikois – Saint-Michel-Pied-de-Port (Baxenafarroa).

Michel Garikois – Garikoits – Garikois…Mira por dónde, el santo era natural del caserío «Garaikoetxe».
Joiño !!!

Y me pregunté (y pregunto aquí):
–«Garikoitz» proviene del nombre de su caserío natal: «Gar(a)ikoetxe» o es mera casualidad?

Y la derivada:
–Y si -etxe > itxe diera -its(e), -itz(e) ¿no es posible que Aoiz < aho-itx(e) / Gorraitz < Gorra-itx(e) y así docenas de topónimos?
O preguntado de distinta manera:
Ese sufijo -IZ, -IS como sinónimo de "lugar de", ¿podría ser "casa de"?

–Y si -etxe > itxe diera -its(e), -itz(e) ¿no es posible que…?

Eta nire amonak gurpilak izango balitu, bizikleta bat izango litzateke.

Mikel, perdona que haya sido inoportuno con mis preguntas vulgares cuando tu nos estabas deleitando con tus fantasías eróticas en el pajar. Jarrai zurean.

El caso es que ahí esta: “garaikoETXEA > garikoITS – GarikoITZ (casa Garaiko)
–A(h)OIZ geográficamente está ubicado a la entrada a la angosto cauce por donde baja el Irati pero Alfonso Irigoien propone para Ahoiz : “propiedad de un romano de nombre AIO” 🙁
–¿OLA+IZ – CASA OLA?
Para Julio Caro Baroja el topónimo OLAIZ tiene el significado de «lugar de propiedad de Olaicus.»
Sin embargo, mirando el contexto: el valle OLAIBAR está compuesto (debajo arriba) por Olabe, Olaiz, Beraiz, Enderiz, Osabide, Osakain, Zandio…
Otras etimologías de Caro Baroja:
–Gorriz, «lugar propiedad de Gorricus».
–Mezquiriz: < de un tal Mesquiricus.
–Ariz < de un romano de nombre Araicus…

¿Fundus? ¿Villae? ¿De verdad creéis que, cuando se fundaron estas casas o aldeas, quedaba algún "romano" por allí?

En fin, el tema de los topónimos creo que está bastante "escorado" por ese miedo ancestral de "enfadar". Creo.

Volviendo a mi pregunta : ¿el sufijo -IS, -IZ podría provenir < de ETX(e) – ITS(e)?
Esperaré paciente a que alguien conteste por qué sí o por qué no.
Arratsalde on.

Antton, probatu al duzu galdera horiek egin aurretik Mitxelenaren Apellidos Vascoseko «etxe» eta «-i(t)z» sarrerak zein autore beraren Fonética Histórica Vascako «Sibilantes» kapitulua irakurtzen?

Antton:

Al hilo de tu comentario, copio esta propuesta de Miguel Costa «Cossue» (febrero 2007) para esta lista de topónimos gallegos terminados en -iz

Aldariz < *(villam) *Elderici, de Eldericus (Hild + ric) Allariz < *(villam) Aliarici, de Aliaricus; castro Aliarici Arís, Ariz < *(villam) *Aderici, de Adericus (Hade + ric) Ascariz < *(villam) *Ascarici: de Ascaricus (Asc + ric) Beleiriz < *(villam) *Bellarici, de *Bellaricus (Bell + ric) Escariz < *(villam) *Ascarici, de Ascaricus (Asc + ric) Esmoriz < Esmorici 12 aldeas y una única mención a Esmorici en doc. medieval Maris/Mariz < Malarico Mondariz < *Monderici < Mondericus

Aspaldiko, Borja! Osiñán < Ossingani irakurketa proposatu dut beste izen batzuekiko analogiaz; digrafo [ng] normalean [ñ] ematen duelako eta [-ani] [-án]:

  • Erdongana > Ordoñana
  • Licingana > Leciñana
  • Mengano > Miñano
  • Sancti Iuliani > San Julián
  • Sancti Romani > San Román
  • Olibani > Oliván

Baina, egia esateko ez dakit non geratu den gaur egun Osiñan hori!

Zureari erantzunez (topónimos gallegos en -iz), eskerrik asko, Joseba.

Queda dicho que traje aquí la evolución de Garaikoetxea > Garikoits como una pregunta a los entendidos, sin más. Ya he dado por hecho que es (será) pura casualidad.
¿O no.?
Para seguir enredando:
Si viviera Julio Caro Baroja, propondría «Garikoits» < de un nombre latino "Gariconus+iz"

Para "Ostiz" se propone que proviene de "Ostius"+iz
Ya, bien, pero igual no es tan "así". O sí.
Hay monedas iberas que nos hablan de la conocida ceca de "O+T+TiKeS» que podría haber dado «OTsTiCeS» y de ahí a «OSTIZ» actual.
Si fuera así, en este caso el sufijo -iTZ provendría del sufijo ibero -iKES > -iCES con el significado de «gentes de».
Como los UNTIKES, gentes de Untika, ceca «unti+kes+ken; o los ILTIR+KES y su ceca «iltir+kes+ken»; o los URKES (ceca Urkes-ken)…

Si OTsTiKeS dio Ostiz, URKeS > URITZ? (1)
Pregunto 😉

(1) Para URITZ, «Julio Caro Baroja cita varios nombres de persona como Uri, en genitivo, en inscripciones romanas del Pirineo…» (Toponimia navarra).
El caso es que, encima de URIZ en Artzibar, está URIZAR, antiguo castro de la edad del hierro.

Claro, Antton. Las series con nombre propio + sufijo posesivo son una forma de jugar seguro en toponimia, pero hay que estar atentos a las excepciones. Por eso, no tiene sentido incluir Arana en la serie Adana, Antezana, Antoñana, Añana, etc. Cuando hay un apelativo descritpivo con fundamento, creo que debe prevalecer frente a la hipótesis deantroponímica.

El sufijo patronímico -iz < -ici- es muy productivo en romance y puestos a elucubrar es seguramente la opción más segura para Ostiz, siempre que haya un antropónimo candidato, como el Ostius que propone Julio Caro Baroja. ¿Pero es realmente un buen candidato? Podemos consultarlo:

En la Roma antigua, ostiarius era un cargo doméstico en casas patricias, y más tarde se convirtió en un ministerio menor en la Iglesia cristiana primitiva, encargado de abrir y cerrar las puertas del templo.

Como nomen, Ostius aparece ocasionalmente en inscripciones epigráficas, aunque no fue común como praenomen (nombre personal).

Nombres como Ascaricus o Malarico parecen más fiables que otros peor documentados (Aliaricus, Eldericus). Hay casos como Adana que no tienen fácil respuesta.

Joseba, creo que nadie pone en duda que el sufijo -IZ sea muy productivo en toponimia.
La clave es saber cuándo -IZ es un sufijo posesivo añadido a «nombre propio» o a un «elemento descriptivo», etc.

Por eso, mi pregunta sigue en pie: viendo la evolución natural del caso «garaikoetxe» > «garikoits», ¿es posible que ese sufijo -IZ tenga algo que ver con «eche/iche»? Esa era la pregunta original
–¿De dónde proviene «eche/iche»?
–La toponimia en -IZ tan abundante en la península ¿Tiene muchos paralelos al norte de los Pirineos?
–¿Hay alguna posibilidad de que fuera una evolución al romance de algún sufijo ibero: iKe > iCe? OTsTiKes > Ostitz? Porque esa /K/ ha sonado de distinta manera: K, Qu, C, CH…(perdón si mezclo churras con merinas, que seguro que sí)

(Y ya puestos, sigo haciendo el ridículo, aprovechando que es finde y casi nadie me está viendo: hablas de ostiarius como cargo doméstico y religioso, ¿quizás de ostendere?, término bastante polisémico, portero, guarda, custodio, el Custodio, ostensorio, lugar de exposición, mostrador…Y a lo mejor: OTs+IRTAN en Irulegi se refiere a mostrador + irtan: lugar cerrado…es decir, tienda…¿Demasiado «prosaico» quizás?
Barkatu 😉

Creo que aquí estamos obligados a mencionar los dobletes en -ana/-ama, que seguro que tú, Joseba, tendrás acceso más fácil a algún banco de datos donde se pueda apreciar mejor este «fenómeno», si es que es tal.
A mí, a bote pronto, se me ocurren Lezana/Lezama, Aldana/Aldama, Arana/Arama (en este caso Arana dejaría de ser descriptivo). Tenemos Bezana, en la provincia de Burgos, en zona donde parece que pueda haber antigua toponimia vasca (Hoz de Arreba), y el giputz Beizama.
Seguro que hay más por ahí.

El resultado /y/ en Menoyo es propio del asturianu (en sentido lingüístico, no geogràfico).

Ez bada, ez !! Ni pekatari; ez dut irakurri Mitxelenaren «Apellidos Vascos» eta ez dut uste irakurtzerik izanen dudanik ere. Herri koxkor batean bizirik, halako liburuak eskura izatea ez baida erraza izaten (enpatia pittin batez ulertuko duzunez, Mikel.)

Kontsulta xume bat egitera etorri natzaizue Kontsultara eta Vademecum-a irakurtzera bidaliko al nauzu bueltan etxera?

Mikel Belaskoren “Diccionario etimológico de los montes y ríos de Navarra” hori bai badut etxean eta Toponimiari buruzko gauza franko internetez lortzen dut…Handik atera ditut Caro Barojaren Gorricus, Mesquiricus, Araicus, Olaicus… inork inoiz ezagutu ez dituen xelebre horien izenak. Mitxelenaren usteak eta iritziak ere jasotzen ditu Belaskok berean… baina nik galdetzen dudana gauza oso zehatza baida.
-IZ atzizkia < -ITX(e) izenatik etorri ote izan zenik ba al daki norbaitek hemen? Edo baztertu behar da "atarramendu" hutsa delako?

Egunon, Antton
Kasualitatea besterik ez da «Garaikoetxea/Garikoitz» hori. Ez buelta lar emon

Eskerrik asko, Adrian, erantzuteagatik.
Zuk diozun eran, Garaikoetxea > Garikoits kasualitatea hutsa izan daiteke, seguraski hala da; gainera XVIII-XIX mendekoa dela ez dut ahantzi nahi.
Baina mendiaren beste magalean haenbeste -IZ – AURITZ, AGOITZ, ANTXORIZ, ARDAIZ, GORRITZ, GORRAITZ, ITOIZ… eta den-denak etxe multzoak, batzutan etxe bakan batzuk, baina eraikinak, bizitokiak…kontxo, ez dakit bada. Argi gehixeago nahiko nuke nonbaitetatik.

(Bestalde: uste dut herrixka askok hartzen dutela beretzat -IZ atzikia, hori ere hala da. Gainera kasu batzutan gaurko -IZ < AITZ edo ITZA zela uste dut (adibidez GORR-AITZ edo ITOITZ, niretzat ITOITZ(a) – ITURISSA Antoninok aipatzen duena, Iruñea eta Summus artean.

Volviendo al tema que nos ocupa, la Reja de San Millán, me gustaría poner la lupa en uno de los pueblos citados en esta, en concreto, Garonna en Hiraszaeza, llanada alavesa a escasos kilómetros de Alegría-Dulantzi. Hoy es el pueblo de Gauna, y cómo no, ha dado lugar a apellidos como Gaona y compuestos con Gauna.
Resulta llamativo su similitud con el hidrónimo Garona de Aquitania, o con la toponimia menor de Navarra ( La Garona-Castilnuevo) y foz de Garona ( Zaragoza ), a escasos kilómetros del primero.
Estamos ante una voz aquitana que se expande hacia el sur? Es producto de la casualidad o prueba de que en estos tres lugares habitaban personas con una lengua común?.

Es probable que fuese una errata de Garonna en vez de Gaona, por su similitud con Garoña del valle burgalés de Tobalina. No es habitual la pérdida de la «r» intervocálica tan temprano, y la «n» geminada posiblemente quisiera representar esa «ñ». De todas formas, si no hay errata, estaría bastante claro que estamos ante el mismo nombre en los casos que citas y en el del valle de Tobalina.
El significado es toda una incógnita, aunque seguro que hay por aquí quien le otorga un origen céltico. Eso podría representar un problema por las ubicaciones que has mencionado.

El topónimo Garona aparece con frecuencia en la vertiente sur de los pirineos. En Navarra, al menos 2 veces, en los términos de Urraul Alto y Castillonuevo. En Aragón al menos me constan 3: en la Jacetania al norte de los Mallos de Riglos; en el Sobrarbe encontramos la Garona de los Molinos en la vertiente norte de Peña Montañesa que desagua en el río Cinca, y en la Ribagorza un barranco que desagua en el rio Esera entre Castejón de Sos y Campo. Todos vinculados a corrientes de agua.

A. Holder, sin proponer una etimología concreta, entiende que la forma genuina es Garunna y la relaciona con el topónimo Gerunda que él considera ibérico. En el marco de la ibero-vasquidad del hidrónimo, la idea que cunde en la actualidad es que se trata de un compuesto cuyo primer elemento es kar- ‘piedra’. Y respecto al segundo… nos lleva a un grupo -nd-. [Para] Garunna ( Gerunna > Gerona (> Girona) es paralela a la de Garunda > Garunna > Garonne (Garona). El riguroso cognato Garonda, hidrónimo de Mallorca. El hidrónimo lituano Gìrandas.

Los hidrónimos -ndo lituanos y al menos una parte de los hispanos no pertenecen a las lenguas indoeuropeas históricamente conocidas en una y otra zona (báltico, celta y latín) sino a arqueo-variedades de la familia extendidas desde Anatolia con la difusión del Neolítico.

La ciudad hispana de Gerunda, probablemente se llama así por trasferencia de uno de los nombres antiguos del río que la baña, el Ter, otro de los cuales fue posiblemente Alba. De hecho -nd-, variante diatópica y diacrónica de -nt-, es una formación hidronímica corriente en Europa y Anatolia.

Garunna procede de Garunda en virtud de un fenómeno fonético corriente, que puede repetirse independientemente en varios puntos. Precisamente el lugar del nacimiento del río Garona, en el cuadrante nororiental de la Península Ibérica, es uno de esos puntos en los que endémicamente se produce.
Garunda tiene diversos cognatos antiguos y modernos en ese cuadrante noroccidental de Iberia. Para empezar Gerunda, que sufre el mismo proceso fonético > Gerunna > Gerona. También en el Alto Aragón el cognato Garanta, hidrónimo moderno con la variante sorda que, como tal, no sufre el proceso asimilatorio de la variante sonora. Además tenemos los hidrónimos Barranco de la Garona (Huesca y Zaragoza), Barranco Garoneta (Huesca), Valle de Girones (Lérida), Fuente de Girona (Huesca), Barranc de Girona (Castellón de la Plana), Barranco de Garanona (Valencia). De esas formas hay un ejemplo algo más al sur en el río Girona (Alicante).
(EL GARONA Y SUS IGUALES – Francisco Villar – 2011)

Esker mila, Mikel, oso itzulpen polita. Gainera, “haragui” itzultzen du “sarx”, eta ez, Elizen Arteko Bibliak bezala, «gizon».

Juanen ebanjelioaren hasiera da, txikitan mezetara joaten ginen asko elizatik urrutiratzearen arrazoietako bat, beste askoren artean. Ez genuen tutik ere ulertzen. Orain ere, nekez. Ulergarritasuna erraztea, haatik, ez da ezinezkoa.

Esaterako, “Hatxarrian Elhia zen” hori (EABn “Hasieran bazen Hitza. Hitza Jainkoarekin zegoen eta Hitza Jainko zen”), gero “haragui” edo “gizon” egingo zen Hitza: zer arraio esan nahi du horrek? Hasieran Hitza zen. Super arraroa.

Aldiz, esaten badizute Juanek hor «Logos» darabilela, eta estoikoen mundu hartan jainkotiarra zela Logos hori, kosmosaren ordena inpertsonal arrazoizkoa, eta kristauen berrikuntza Logos hura pertsona egitea izan zela, orduan zentzu apur bat hartzen du. Sinetsi ez arren, ulergarria da bederen.

Beste esaldi batzuk berez dira ulergaitzak, giza logika gainditzen dutelako, Markosen hauxe bezala: “Daukanari emango zaio, baina ez daukanari, daukana ere kenduko zaio”. Jainkoaren editoreek ez zuten maila eman.

Markos, ondo diozu. Estoikoek uste zuten Logosa -edo Arrazoia- existentzia osoa sorrarazten zuen jainkotiar elementu bat zela, eta zuzen nazazu oker banago baina ideia hau platonismotik abiatzen da: platonistentzat, logos jainkotiarra espiritua eta materia elkarri eragitea ahalbidetzen duena da. Helenismoarekin ideia hauek Mediterraneo ekialdar osoan barrena zabaldu zirenean, juduek ere xurgatu zituzten, baina…, nola egokitu judaismora? Bada, erraz zuten, judaismoaren tradizioan bazelako kontzeptu abstraktuak -eta batez ere Jainkoaren atributuak- “hipostasi jainkotiar” gisa interpretatzeko ohitura. Horixe bera dugu Esaera Zaharrak 8-an, zeinetan Jakinduria lehen pertsonan mintzo den: “Jaunak berak sortu ninduen bere lanaren hasieran…”. Hortik helenismoarekiko kontuaktuaren ondorioz Jakinduria Logosarekin trukatzera pauso txiki bat besterik ez dago…, eta pauso hori Filon Alexandriakoak eman zuen. Beronen pentsamenduan, Logosa izakirik altuena zen, Jainkoaren irudia, zeinaren arabera unibertsoa taxutua den.

Ez dago argi Joanen Ebangelioaren egileak -zeinahi ere zen berau, ez baitago argi- Filonen lana irakurri zuen. Ez du zertan, sinkretismo greko-judutar hau giroan baitzegoen. Izan ere, gaur egun aditu gehienek uste dute Joanen Ebangelioaren hasiera jatorriz aparteko poema bat zela, ebangelioaren egileak bereganatu -ziur aski ez berak sortu- eta baliatu zuena beste ebangelio bat sortzeko (sinoptikoez zeharo bestelakoa izan arren, egileak sinoptikoak irakurri zituen inondik ere, iritzi zabalduenaren arabera). Pasartearen izaera poetikoa “staircase parallelism” motako egituran antzeman daiteke. Ingelesez jartzen dut, Bart Ehrmanen “How Jesus became God” (274. orr.) liburutik kopiatzen baitut (haren etzanak, nik larriz):

In the beginning was THE WORD
And THE WORD was with GOD.
And GOD was the WORD. (Jn 1:1)

In him was LIFE,
And the LIFE was the LIGHT of humans.
And the LIGHT shines in the DARKNESS.
And the DARKNESS did not overcome it. (1:4-5)

Argudiaketa luzea da (ikus Ehrman), baina lehen hogei bertsikuluetatik Joan Batailatzaileaz esaten dena (1:6-8, eta 1:15) erauzten badugu, poemaren jarioa oso naturala da. Hortaz, ematen du egileak aurretiaz ezagutzen zuen aparteko poema honekin hasten den ebangelio bat egin nahi izan duela; aurreko ebangelioen narrazio-hari minimo bat mantentzeko, baina, “Joan Batailatzailea = Jesukristoren aitzindaria” elementua sartu behar da hasieratik. Horregatik txertatu du ideia hau poemaren lerroen artean.

Poema horrek Esaera Zaharrak 8-aren antz nabarmena izango zuen, bietan hurrenez hurren Logosa eta Jakinduria hasieran baitziren (Genesiaren 1:1-en imitazioz, inondik ere, “Hasieran zen…”), Jainkoarekin zeuden, bizitza ematen dute, argia ematen dute, etab.

“Hasieran Hitza zen” ez da hain arraroa kontuan hartzen bada egilearen helburua Logosaren inguruko pentsamolde hau guztia Genesiaren hasierarekin egokitzea dela: “Hasieran zen…” (Gn 1:1), eta beheraxeago: “Eta Jainkoak ESAN (= Logos) zuen: izan dadila argia…” (Gn 1:3). Genero midrashikoa da; esaten den orok arrazoi bat dauka, elementu ñimiñoenari ere sinbolismo bat dario.

Jakina, aurreko ebangelioetako Jesukristoa haragi bihurturiko (Jainkoaren atributu bat den) Logosa baldin bada, orduan kristologia izugarri altuko planteamendu bat egiten ari da ebangelio honen egilea, Jesukristo nola edo hala Jainkoa baita (formalki aurreko ebangelioetan bezala bere buruari Jainkoaren Semea esan arren, gogora bitez “ni eta nire Aita bat gara” Jn 10:30 eta “ni ikusi banauzu, Aita ikusi duzu” Jn 14:9); hortik Hirutasunaren arrakastan ebangelio honek izan zuen garrantzia eta Nizeako Kontzilioan izan zuen pisua.

Zenbat gauza, Mikel! Nire txikitako mezetan apaizaren alboan egon bazina sermoiak azaltzen, pertsona gorrei bezala, kristau izango nintzen gaur egun beharbada. Edo zerbait ulertuko nuen, bederen.

Filosofiaren historia irakasten duzunean, Heraklitorena da aipatzen den lehenbiziko logosa, oker ez banago. “Mitotik logosera” izena du hasierako betiko kapituluak. Eta oso aspaldikoa da halaber kontrajartze horri egiten zaion kritika: logos asko dago mitoan, eta mito asko logosean. “Logoi” deitzen die hain zuzen Platonek Politeiako mito ospetsuei (Giges, leizezuloa, Er).

Uste dut jadanik Heraklitok aditzera ematen duela Mikelek iradokitakoa, Platonek eta estoikoek bere egingo zutena: unibertsoa logos delako uler dezake giza logosak: bat datoz logos handia den kosmosa eta logos txikia den giza arrazoimena, isomorfoak dira. Edertasun grekoa ere, armonia kosmologikoa harri zizelkatuan edo mihisean mamitzea da, giza maila txikian barnebiltzea eta adieraztea.

Juduen eta grekoen arteko aldea, begirada estetikoari dagokionez, Erich Auerbachek azaldu zuen ezin hobeki Mimesis liburuan. Mundua ikusi egiten zuen grekoek; juduek, berriz, hitza erdi autistikoki entzun. Eta juduen eta grekoen mundu-ikuskerak adosteko orduan, Alexandriako Filon duzu doike figura erabakigarria.

Barka, logos gutxi eta kaos handia erantzun honetan, baina nire puzkerrera noa, ikasleek esaten duten bezala (indoeuroparren inbasio etengabea hizkuntzan!)

Egundoko betekada daukat udan kristautasunaren hasierari buruzko liburu gehiegi irakurtzeagatik, eta ezusteko ederrak hartu ditut.

Jesusen lehenbiziko dizipuluek, arrantzale analfabetoak, ez zekiten grekoz, baina oso-oso zabalduta zegoen inperioko eta Mediterraneoko jendearen artean grekoaren ezagutza. Lukas ebanjelariak ondo zekien, Markosek txarto, baina, edozein jatorri etnikoa izanik ere, jendea moldatu egiten zen, idazleak bai behintzat.

Badena badoa, haatik, hemen ere Heraklitok arrazoi, eta azkar ari ziren joera linguistikoak aldatzen: harrituta gelditu naiz Peter Brown bezalako aditu ezin fidagarriago bati irakurrita oso inprobablea dela San Agustin ez izatea latindar elebakarra. Ez zekien grekoz, ez zekien amazigh, ez zekizkien inguruko hizkuntza punikoak. Eta ez zuten kostaldean hazi, baizik 2000 miliatara barrualdean, itsasotik 600 metrotara zegoen goialde batean, Mediterraneotik ondo bereizirik.

Bukatzeko: seguru aurretik ere atera dela Trifiniumen, eta beraz barka berriro, baina ez nekien Juan Bataiatzailearen burua ebakiarazi zuen Herodiasek bolada luzea pasa zuela Lugdunumen. Eta bere anaia Herodes Agripa judu zeharo helenizatu eta erromatartuak, Kaligularen adiskideak —baina San Pauloren solaskidea ere bai hala ere—, horrek ere babesa aurkitu zuela Lugdunumen, zorrez itota zebilela hartzekodunen presioak Erromatik ihes egitera behartu zuelarik.

Historialari bikainak dira Catherine Nexey eta Peter Brown, eta oso ondo kontatzen dituzte gauzak. Literaturan, Emmanuel Carrèreren Le Royaume (El Reino, El Regne) da Lukas, Paulo, Juan, Herodes Agripa, Flavio Josefo eta sasoi hartako figurei buruz irakurri dudan nobelarik onena (bueno, bakarra).

MZ. Jesusen lehenbiziko dizipuluek, arrantzale analfabetoak, ez zekiten grekoz, …

MM. Baina Markos, benetan ari zara? Benetan uste duzu izan zirela fisikoki, literalki, arrantzale analfabeto batzuk arameoz hitz egiten zutenak eta albotik igarotzen zen lehen predikatzaile ezezagunak deituta batak bestearen ondoren sareak, familia eta ondarea bertan behera utzi eta jarraitu ziotenak? Ebanjelio osoa, eraikuntza midrashiko bat den Jesusekin hasita, alegoria bat da! Ez diot nik, Markosek berak (alegia, lehen ebanjelioaren egileak, zeinahi ere zen berau) dio:

Mk 4, 10-12
10 Bakarrik gelditu zirenean, Hamabiekin batera Jesusekin zebiltzanek parabolen esanahiaz galdegin zioten. 11 Eta hark esan zien: “Zuei Jainkoaren erregetzaren misterioa ezagutzea eman zaizue; KANPOKOEI, ordea, DENA parabola bidez ematen zaie. 12 Zeren eta, Liburu Santuak dioen bezala, ikusten dute, bai, baina ohartzen ez; entzuten dute, bai, baina ulertzen ez; horrela, ez dira Jaunarengana bihurtzen eta ez zaie barkatzen”.

MM. Iniziatu-talde horretan ez gaudenoi (ebanjelioaren irakurleoi), den-den-dena parabola bidez ematen zaigu. Bestela esan, Markosek dioena da: ez hartu gauzak hitzez hitz, ez interpretatu kontatzen ari natzaizuen hau guztiau literalki. Interpretazio literal, azaleko horrekin geratzen bazarete, ikusi bai baina ez zarete ohartuko, entzun bai baina ez duzue ulertuko.

Ergo, Markosen beraren hitzetan…, ebanjelio OSOA parabola bat da.

Mikel, ez zait iruditzen Markosen DENA horren interpretazio posible bakarra zuk adierazitakoa denik. Hori bai, uste dut mitistak arrazoi gero eta sendoagoak ari direla pilatzen. Ane Lindane ere erakarri dute, duzue. Gainera, Apokalipsiko Jainkoak nahiago zaituzte, gu epelok baino: goitikatu egiten gaitu gu.

Richard Carrier irakurri eta konbentzitu egiten nau (Onfrayk baino hobeto aldezten du mitismoa). Baina Paul Veyne eta gisako historialariak irakurtzen pasa dut uda. Paul Veyne, adibidez, ateoa da goitik behera, baina eszeptikoen eldarniotzat du mitismoa.

Narrazioak dira ebanjelioak, eta Emmanuel Carrèrek narraziogilearen ikuspuntutik aztertu ditu Le Royaumen, bere burua batez ere Lukasekin identifikaturik. Ondorioa: mitismoa “operetako nietzscheismoa” da.

Beraz, ez dakit. Baina seguru taberna batean zurekin hamar minutuz mintzatu eta zeharo mitista irtengo nintzatekeela.

Abstraktuan, arrazoi duzu, Markosek Mk 4, 10-12n Jesus pertsonaiaren bidez irakurleari ebanjelio osoaren inguruko mezu sekretu bat igorri nahi diola, interpretazio bat baino ez da. Baina kristautasun goiztiarraren testuingurua eta Markosen ebanjelioaren egitura osoa xeheki arakatzen badira, interpretazio hori askozaz onena da, nire ustez. Batez ere, bi gauza hartu behar dira kontuan (eta ez dira kontuan hartzen):

1) Jatorriz, kristautasuna misterio-erlijio bat zen, alegia helenismoarekin Mediterraneo ekialdar osoko kultura guztiek garatzen dituzten misterio-kultuen bertsio judutarra. Eta, misterio-erlijioetan, elementu horiek guztiak (iniziazio-graduak, kanpotarrak/barnetarrak binomioa, interpretazio literala eta alegorikoaren arteko jokoak, irakaspen sekretuak, lerroen artean ulertu beharreko mezuak, gainulertuak, azpiulertuak, asmakizunak, etab.) ohikoak ziren.

2) Ebanjelioak ez ziren sortu denak batera (edo bateratsu), modu hierarkizatu batean baizik, bakoitzak aurrekoari zuzentzeko edo zerbait gehitzeko asmoz: lehen Markos (nagusiki paganoei zuzendua, besteak beste Paulok gutunetan transmitituriko mezu hipermistiko eta iluna modu ulergarrian jartzea zuena helburu, Pauloren Jesus zerutiarra baliabide midrashikoen bidez pertsonaia historiko bihurtuz), geroago Mateo (kristau mezua edukiz betetzen eta judutartzen saiatzen da, osagai misterikoa nabarmen lausotu eta osagai literala azkartzen delarik), geroago Lukas-Eginak (aurreko bi joeren sintesi bat, hari historikoa -zeharo fiktizioa- are gehiago sendotzen dela), eta azkenik Joan (bere kasa doa, sinoptikoen hariari uko eginik, neurri batean ildo gnostikoa urratuz). Beraz, Markosen egitasmoa ulertzeko, hortik aurrerako ebanjelioez (Mateo, Lukas, Joan) ahaztu behar dugu. Eta hau ez da egiten, beti edo ia beti abiatzen garelako ebanjelioen ikuspegi pankroniko batetik (edo are okerrago, Itun Berrian lehenago agertzeagatik Mateo oinarrizko narrazio-haria delako ideiatik).

Dena dela, Markosen ebanjelio osoa “parabola zabaldu” edo “extended parable” bat delako ideia ez da ez nirea (ez zait niri bat-batean Trifiniumen bururatu), ezta Richard Carrier-ena ere, John Dominic Crossan apaiz ohiarena baizik. Amildegia ikusita, baina, ikertzaile honek ondorio logikoa atera gabe atzera jo eta historizismoaren milagarren bertsio bat asmatu zuen (Jesus = predikatzaile zinikoa, oker ez banago).

Richard Carrier-ek azaltzen du, hemen, 07:45-09:45 bitartean…

https://www.youtube.com/watch?v=lDpEeHD54Mo

Nik ulertu dudana: Alemaniako exegesiak XIX. mendean Markosen lehentasun kronologikoa ezarri zuen. Baina aldi berean bi iturrien hipotesia ere adierazi zuen, eta gaur egun ia inork ez du inpugnatzen.

Hipotesi horren arabera, bai Mateok eta bai Lukasek, nork bere aldetik, Markosen testua kopiatu egin zuten: hori da lehenbiziko iturria. Adibidez, Mariari buruz dioen guztia kopiatu zion Lukasek Markosi. Markosen ebanjelioaren erdia baino gehiago jaso zuen Lukasek bere horretan.
Baina bigarren testu bat ere erabili zuketen, Markosen ebanjelioa baino zaharragoa, Markosek ezagutu ez zuena, eta laster galduko zena.

Ez da aztarna materialik gelditu, baina ia aditu guztiek onartzen dute dokumentu horrek existitu behar zuela, eta Adolf von Harnack exegetak 1907an proposatu berreraikuntzaren antz handia izan behar zuela. Q deitu zion von Harnackek (Quelle-tik, iturria).

Von Harnacken berreraikuntza ahalbidetu zuen printzipioa: Markosengandik ez datozen Mateoren eta Lukasen pasarte komunak Q-tik datoz. Pasarte asko dira eta ordena berean ageri dira Mateorenean eta Lukasenean.

Hamar bat orrialdeko bilduma da Q, 250 bat bertset baino ez, eta deigarria: hamarretik bederatzi ez dira Jesusen bizitzako pasadizoak, Jesusen hitzak baizik.

Objekzio posiblea: Mateok zein Lukasek bi iturri berdin erabili bazituzten, eta ordena berean, ez al ziratekeen beren testuak berdinak izan behar?

Ez bada: zeren, gainera, hirugarren iturri bat ere baitzuten biek, bakoitzak berea, alemaniar exegetek Sondergut deritzotena, ondasun propioa, norberaren altxorra. Munta handiko hainbat pasarte dira Lukasek berak asmaturikoak: samaritar ona, seme galduaren parabola, Magnificat-a…

Alegia, Lukasen ebanjelioaren erdia Markosenetik dator, laurden bat Q-tik, eta beste laurdena Sondergut duzu (Mateo berdintsu).

Zalantzak daude, Jesus existitu ote zen; eta, existituz gero, inoiz ez dugu jakingo zer esan zuen hitzez hitz. Dena den, Carrèreren ustez, inon ez gaude Q-n bezain hurbil jatorritik, inon ez da Jesusen ahotsa argiago entzuten, hipotesi filologiko baten ondoriozko dokumentu birtual hutsa den arren. Jesusek Q-n bere burua ez du Kristotzat, ez Jainkoaren semetzat, ez Mesiastzat. Q-n mintzo dena gizaki hutsa da, eta inoiz ez digu eskatzen berarengan sinestea. Paulok asmatu zituen Kristo, Jainkoaren semea, Mesiasa.

Carrère (gutxi gorabehera): “Demagun Paulo ez zela existitu, ezta kristautasuna ere, eta Jesusengandik, Tiberioren garaiko galilear predikariarengandik, Q hautespen laburrak baino ez duela iraun. Demagun hebrear Bibliari profeta berantiar gisa emendatu zitzaiola, edo bi mila urte geroago aurkitu dela, Itsaso Hilaren eskuizkribuen artean. Uste dut bere originaltasunak, bere poesiak, bere autoritate eta ebidentzia doinuak zur eta lur utziko gintuzkeela, eta, edozein elizatik at, leku bat hartuko zukeela giza jakinduriaren testu handien artean, Budaren eta Lao-Ziren hitzen ondoan”.

Kuantitatiboki, arrazoi duzu, baina teologoak ez diren 2025eko mundu anglo-saxoiko punta-puntako Itun Berriaren ikertzaile (historizista zein mitizista) gehienen artean, gaur egun mainstream-a da Q hipotesiak konpontzen dituenak baino arazo askoz gehiago sortzen dituela. Berez, kritizismo hau 70eko hamarkadan hasi zen Oxfordetik zabaltzen (Austin Farrer, Michael Goulder), baina gai honetan eskema zaharrei eta betiko klitxeei eusteko joera bereziki indartsua izan da eta izango da. Hortaz, luzaroan jarraituko dugu kasuen %95etan irakurtzen Q hipotesia aditu guztiek edo ia guztiek onartzen dutela, edo are Q dokumentua hizpide izaten hipotesi bat ez baizik eta egitate bat bailitzan. Berriro ere, Carrier-ek azaltzen du, atzo jarri nuen bideoaren bigarren partean, kasualitatez tarte bertsuan. 07:45-10:45 bitartean, hemen…

https://www.youtube.com/watch?v=UmboG2xm5tY

Edo Mark Goodacre (zenbat Mark, Markos…, kontu honetan) historizistaren beste hau…

https://www.youtube.com/watch?v=2jFdOmWExkk

Emmanuel Carrère-ren “El bigote” oso dibertigarria da, baina nik ez nuke Carrère kristautasunaren sorreraren arazoan autoritatetzat hartuko.

Carrèrek berak ere ez du bere burua autoritatetzat hartzen. Baina zintzoa da, eta Le Royaumen aldez aurretik abisatzen dizu: hipotesi hauek goitik behera asmatu ditut, ez da ezinezkoa Flavio Josefori hori gertatu izana baina ez dago egiaztaturik, Renani hartu dizkiot ideia hauek…

Edonola ere, Paul Veynek aitortzen du harrituta gelditu dela Le Royaumen aurkitutako seriotasunarekin eta egiarekin.

Youtube honetan, 10:30-12:00

https://www.youtube.com/watch?v=17pxWNgus0s&t=1326s

Veynek erabat fidagarritzat du Carrère. Historiari dagokionez, inpekablea ei da. Gainera, aurkikuntza originalak ere egin ditu, aditu eta erudituei ihes egin dieten arren Veynek berak egiantzekotzat dituenak: Santiagoren gutunaz, Apokalipsiaren espiritu antipaulinoaz, Lukasen espiritu fabulatzaileaz…

Mikel, ez ote gaude bi tradizio exegetikoen artean harrapatuta, anglofonoa batetik eta aleman-frantsesa bestetik? Ez dira bloke monolitikoak, baina filosofian ulergarria bezain praktikoa den bezala kontrajartzea batetik uharteetako enpirismoa eta zentzu komuna, eta bestetik kontinenteko idealismoa, antzeko zerbait gertatuko da agian exegesi biblikoan ere.

Harrigarria da filosofiaren historian gertatutakoa: alde batera, Occam, Hobbes, Locke, Berkeley, Hume, Bentham, Stuart Mill segida uharteetan, Bertrand Russell eta gaur egungo jarraitzaileak arte, eta AEBetan Peirce, Dewey eta William James; eta bestera Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibniz, Kant, Hegel, Kojève…

Noski, asko dira bikoizketa hori gezurtatzen duten salbuespenak. Adibidez, enpirista erradikala zen Gilles Deleuze.

Eta, erran gabe doa, bikoizketaren oinarrian ez dago arraza: Hegelen esanetan, Spinoza juduarena da judaismotik gutxien duen filosofia (ondo ohartu ziren sinagogan, eta anatema maranatha ezarri zioten), eta Kant goy-a da filosoforik juduena (lege arrotzaren eta zatiketa barneratuaren pentsalaria den heinean).

Hala ere, ezin eragotzi Carrierri enpiristen musika sumatzea, eta kontinentalena Veyneri. Aurreiritziak eragindako sugestioa beharbada, ez dakit zer irudituko zaizun.

Ez nuke esango mitizismoa tradizio enpiristarekin korrelazionatuta dagoenik, hori bada esan nahi duzuna. Lehen mitizista esanguratsua (ez termino honekin) Bruno Bauer dugu, bera alemana eta tradizio arrazionalista alemanean ezin murgilduagoa (batez ere txarrerako). Hegelen ikaslea, eta geroago belaunaldi ezberdinetan Marxen eta Nietzscheren irakaslea izan zen. Marxek gaztaroan kritika zorrotza egin zion (“San Bruno” esaten zion), are liburu edo idazki baten izenburuan beragan oinarrituriko erreferentzia bat sartzeraino (Die heilige Familie, 1844koa).

Itun Berriaren inguruko ikasketetan gaur egun mugimendu interesgarrienak Ingalaterran eta batez ere Estatu Batuetan garatzen ari dira, baina ez enpirismoagatik. Ingalaterran, tradizioz oso ondo lantzen dutelako papiro eta eskuizkribuen estematika, eta kontu hori pil-pilean dago IBaren ikerketan, batez ere lehentasun martzionita delako hipotesiaren karietara. Estatu Batuetan, filologo klasiko “laikoak” aurreko beste edozein garaitan baino neurri handiagoan sartu direlako tradizioz erlijiozkoa den eta erlijiozko erakundeek finantzatu duten jarduera batean. Horrek aurrerapen askotarikoak ekarri ditu, adibidez ebangelio generoaren sorreraren ulermen hobeago bat, orain genero hau ez meteorito baten moduan baizik eta literatura grekoko generoen testuinguruan ikertzen baita. Saltsa horretan sortu da azken urteotako mitizismo estatubatuarra.

Beste gauza bat, Markos. Mitizismoa ez da, edo ez du zertan izan, hiperateismo bat. Egia da Estatu Batuetan aktibismo ateoarekin aski korrelazionatuta dagoela (Richard Carrier-ekin hasita). Baina berez ez da bloke monolitiko bat. Are gehiago, sinetsi edo ez, kristautasun mitizista ez da halabeharrez oximoron bat, kristau mitizista batek beti aldarrika dezakeelako Markosen ebangelioaren jatorrizko interpretaziora (alegorikora, sakonekora, historiak lehenetsi zuen literala eta azalekoa bizkar-gainetik kenduta) bueltatu behar dela. Alegia, kristautasunak bere jatorrietara, bere abiapuntura itzuli behar duela, eta hor orain bi mila urte baztertu zen bidea oraingoan hautatu.

Hau gertatu egin da, zenbait kasutan. Ezagunena Thomas Brodie dominiko irlandarrarena da. Ebangelio Berriari ezin konta ahala buelta eman ondoren, 2012an “Beyond the Quest for the Historical Jesus: Memoir of a Discovery” liburua argitaratu zuen, Joan Batailatzailea > Jesusen narratiba osoa goitik behera Elias > Eliseo profeten ereduan oinarrituriko kontakizun asmatua dela defendatuz. Bere kristautasunari uko egin gabe. Guztiarekin, Dominican Biblical Institute-tik kanporatu zuten, eta ez dakit Ordenatik (dominikoenetik) ere egin duten. Spinozari gauza bera gertatu zitzaion, Moisesek Tora idatzi ez zuela esatera ausartzeagatik (nola liteke, Moises bera Toran hiltzen da-ta?).

Mila esker, Mikel!

Dena den, nik ezin dut eragotzi enpirismoarekin lotzea “Ingalaterran tradizioz oso ondo lantzea papiro eta eskuizkribuen estematika”. Arreta hori euskarri materialari eta eskuizkribuen ezaugarri zehatzei ez dago lotua anglofonoek biografiak idazteko orduan duten nagusitasunari? Ez soilik autore anglofonoei buruzkoak; Marko Aurelio, San Agustin, Spinoza, Diderot, Wittgenstein, Simone de Beauvoir, Hannah Arendti buruzko biografiarik onenak ere anglofonoek idatzi dituzte. Xehetasun errealari arreta, janzkerari eta txutxu-mutxuei… Aldiz, kontinenteko joera ondo adierazten du Heinek Kanten bizitzaz idatzitakoak: “Jaio zen, lan egin zuen, hil zen”. Kito. Zuzenean ideietara. Maizago gertatuko da ziurrenik filosofian hizkuntzalaritzan baino.

Bestalde, miresgarria egiten zait nola kontrolatzen duzun ebanjelioen inguruko eztabaiden bibliografia. Pentsatu nahi dut hizkuntzak hor garrantzi berezia duelako sakondu duzula horrenbeste. Igandean, estropadak ikusten ari nintzela, pentsatu nuen: Mikeli edozer galdetu behar diot, ea zer iritzi duen Etiopian kristo aurreko V. mendean ogiaren salneurriak izan zituen gorabeherez; edota kooperatiben egoeraz Suedian joan den mendeko 60ko hamarraldian. Seguru erantzuna ezustekoz beterik etorriko dela. Baina gero iruditu zitzaidan galdera horiek urrutiegi daudela Trifiniumen izaeratik.

Azkenean egia izango da jakintzaren funtsezko zeregina, hipotesiak sortu baino gehiago, aurreiritziak desegitea dela: dominikar mitistaren kasuak oroitarazi dit arrazari eta politikari loturiko nire aurreiritzi baten urraketa: juduak dira Hamaseko zenbait militante, DeepSeekek ezinezkotzat jotzen duen arren, eta ez derrigorrez Mossadekoak.

Zer esan nahi du «datu arkeologikoak ezin direla horrela erabili»? Arkeologoen baimen bereziren behar ote dugu hizkuntzalariok datu arkeologikoak erabili ahal izateko?

Abuztuak baimentzen duenez, hitz beste: Las Eretaseko arkeologia museoan badago Errensa jainkosari eskainiriko aldare famatu bat, Larragan aurkitua. Baina badago halaber Berbintzanako Calixtínek traktorean luzaro eramandako harri bat, latinezko inskripzioekin. Eminentzia bat zen Berbintzanan Calixtín, atzera eta aurrera beti traktorean. Pisua handitu eta goldea lurrean sakonkiago sartzeko zerabilen Calixtínek harria, ildoa hobeto zehazteko.

“Eretas” horrek “era txikiak” esan nahi du, “larretxoak”. “Calle Las Eras” “Larrain kalea” da Berbintzanan. Biltegia zeukan Calixtínek museoaren ondoan. 90eko urteetan alabak generamatzan biltegiko burdinazko atera gauez, atean jarri eta berehala baitzetozkigun antzarak, ahateak, zakurrak eta Calixtínek han zeuzkan gainerako animalia zaratatsuak, alaben harridura eta poza piztuz.

Urtero joaten gara museora, azalpen bikainak ematen ditu Chari arduradunak, nola burdin aroko herri berreraikiaz hala museoko ondareaz: aurten, besteak beste, museoa egiteko XIX. mendearen erdialdean eraikitako industria-gune bat zaharberritu zutela ikasi dugu. “Sagartxo” izeneko kontserba-fabrika zegoen hor.
Ezustekoak ere gertatzen dira: iaz, bisoi bat sartu zen museo arkeologikoan.

Javier Armendarizek zuzendu zuen Las Eretaseko indusketa, eta Charik “El arqueólogo” deitzen dio, Erdi Aroan Aristotelesi “Filosofoa” deitzen zioten bezala, antonomasikoki.

Armendariz Berbintzanan agertu eta Calixtínek jakin zuelarik indusketak abiaraziko zituztela gauzaki oso zaharren bila, jakinarazi zion urteak zeramatzala zahar-zaharra zirudien harria traktorean jarrita, eta letra ulergaitzak zituela gainera. Miliarri bat zen, Konstantino enperadorearen garaikoa!

Aurtengo abuztuko erdi aldean, Nafarroako Museoan udarako prestatzen dituzten bisitaldi lagundu horietako batean, antzeko harlandu bat erakutsi digute, beste nekazari nafar batek traktorean erabilia, erantsitako pisu gisa, ildoa sakonkiago jorratzeko. Ondo landutako harriak izaten dira inskripzioak darakuskitenak, traktoreko atzealdean eroso ipintzeko egokiak. Zer ez ote genuke aurkituko, orain bertan kolpez Nafarroako traktore guztietako harri guztiak ikusiko bagenitu! “Arraneseku Selatsehe eraukon. Eturissan ekien Ilumberriars” irakurriko genuke agian horietako batean.

Oso pozgarria zait, Orkeikelaur, benetan.

Eturissan ekien Ilumberriars zatian, Eturissan idazten ausartzeko Irulegiko OTirtan horren enea inesibotzat jotzen dutenen ikuspuntua hartu dut aintzat, eta ekien Ilumberriars-erako Gorrotxategirena Andeloko “Bilbiliars” irakurtzeko: Bilbilikoen estiloan egina. Ez da zeharo ezinezkoa beste Calixtín batek traktorean mosaiko astun bezain dotore bat eramatea, eta Ilumberrin ere arte propio bat edukitzea mosaikogintzan. Gainera, “ars” hori ez dagokio ezinbestez mosaikoak sortzeko moduari.

Bide batez, Trifinium irakurtzen duen lagun batek ipuin bat bidali dit: idazki epigrafiko bat aurkitzen dute Las Eretasen, eta horren berri aditu gisa telebistako albistegian “Mikel Orduña”k edo “Paloma Orduña”k ematen du, oraindik ez daki zer jarri.

Mikel, ez da gauza berdina: Markosek ez zuen bere baskonikoa asmatu; ezagunak diren testu baskonikoak egokitu besterik ez zuen egin, izen propioak aldatuz. Horien interpretazio partzial bat adierazteko modu praktiko bat izan daiteke, nire ustez.

Quería aportar algunos vocablos de «ese sustrato latino congelado» en la zona de Natxitu (hoy perteneciente al municipio de Ea) y alrededores.

Angelutxu proveniente de la «casa de Angelua» (Mendieta 1616) y que amablemente ya ha comentado Joseba.

Un poco mas arriba de Angelua está la casa de Longa (presumiblemente recogería un topónimo anterior). El mismo Natxitu provendría de *Nassitum», algo así como «la nariz» en referencia al promontorio que hace el pueblo. La estela de Natxitu del s.I-II , y en las bodegas del Arqueológico de Bilbao apoya la ocupación humana en esa época. A mi personalmente me da que les bajaron de Arrola allí a hacer un faro o alguna forma de señalización marítima donde hoy se encuentra la que en otro tiempo fue muy venerada por los marinos iglesia de Sta. María de la Consolación.

Bedarona en el mismo municipio de Ea también muestra esos rasgos de época romana. En Ibarrangelu monte Armendu (*Armentum, nótese que no utiliza la habitual «Armenta» del Becerro G. para referirse a los ganados, rebaños).

Por otro lado añadir a la lista otro vocablo romance no presente en el becerro G. que es «Angio» (dehesa) de donde sale Angiozar y Angiz barrio de «Aiusti» = Aulesti (vaya deriva). Donde vemos un sufijado -IZ no deantroponimico, sino descriptivo (esas excepciones) igual que Arboliz (en Ibarrangelu que viene de Arbuliz) se conecta con Arbulo en Araba y lo que nos está describiendo la vegetación del lugar (Arsbulu como zona arbustiva dice Salaberri). Así que cuidado en comentarios con esos -IZ al menos con los alabeses y bizkainos que creo no se pueden equiparar con los – -ITZ centrales y orientales y que para mi son bastante mas abstrusos.

Por otro lado quería preguntar si ese paleo-sardo no se deberá a posibles relaciones comerciales con uno de los pueblos mas avanzados en navegación y culturalmente en la edad del hierro y de los que hablamos muy poco ( ni que fueran los romanos fueran los primeros en arribar a península) y me estoy refiriendo a los etruscos que tenían base en Cerdeña. El registro arqueológico es muy débil pero…. ¿Un pidgin entre aquitano y sardo-etrusco?. ¿Cómo lo veis?.

También preguntar si el «Diccionario latín-romance» de Nebrija, es interesante o funcional para desentrañar toponimias o si no me merece la pena.

También preguntarte Joseba si esos «boyal» pueden haber evolucionado en Urdaibai a «Motrollo» (Motrollu, Motrolloeta), que son bastante habituales en la zona y de las que no saco un significado claro (¿mortuorio acaso?).

Saludos.

A finales de 1024, los documentos del centro-norte peninsular atribuían a Sancho III el Mayor la condición de gestor preeminente en uno u otro grado de los territorios que colgaban de una considerable fracción de la cornisa cantábrica y de la vertiente meridional del Pirineo centro-occidental. En un contexto de ese tenor, los cilleros de la Cogolla encuestaron en el transcurso de 1025 los derechos del monasterio en 307 parajes de la Llanada Alavesa y de su entorno, dando forma a la pesquisa universalmente conocida como la Reja de San Millán. En apenas cuatro páginas, la minuta en cuestión denota con precisión la pujanza que había adquirido el Modo de Producción Feudal en la depresión vasca a comienzos de la undécima centuria, registrando lo sustancial del engranaje estructural: la pequeña explotación agropecuaria familiar como forma social de producción encargada de subvenir la alimentación; la propiedad parcial diferenciada como relación social garante del acceso a los medios de producción y la superestructura geminada feudal como andamiaje institucional encargado de dispensar defensa física y amparo anímico.

Permite, a su vez, intuir que los vascones silvoganaderos desalojados del Baztán por Reccaredo el año 588 no sólo habían completado su reconversión cristiana y agropecuaria en la depresión vasca sino que se habían posicionado en la estructura del Modo de Producción Feudal como élite dominante, ganando cuotas de liderazgo institucional como esforzados adalides de la repoblación del portillo del Alto Ebro y de las serranías ibéricas para dar salida al desarrollo demográfico y cobrando relevancia en el plano cultural como exitosos divulgadores de su lengua vernácula.

Nuestra contribución en este blog a la exaltación de una efeméride tan relevante como el Milenario de la Reja de San Millán no consistirá, sin embargo, en desmenuzar analíticamente su contenido sino, más bien, en glosar de forma introductoria la larga serie de movimientos político-institucionales que acompasaron la expansión del Modo de Producción Feudal y la proclamación de Sancho III el Mayor como rex ibericus.

Para sacar adelante dicho propósito, utilizaremos la fórmula ensayada con anterioridad -véase Cantaber en También sabemos cómo se llamaban-, que combina la representación cartográfica de los procesos históricos con su glosa literaria. Espigaremos, pues, seguidamente lo fundamental de las principales mutaciones geopolíticas que experimentaron las formaciones sociales del centro-norte peninsular durante el largo período que media entre la Edad del Bronce y los años finales del primer tercio de la undécima centuria de nuestra Era.

En entradas anteriores he subrayado con firmeza que el ideal de vida de los euskaldunes estribó en preservar la estabilidad del régimen pastoril. A tal efecto, idearon estrategias complejas. Así, por un lado, para aliviar las tensiones que provocaba en la urheimat el desarrollo demográfico, perfilaron dos opciones: primero, el nomadeo por tierras lejanas, que dio pie a las euskaldunizaciones tempranas; después, la trashumancia por las vertientes pirenaicas, que deparó algunas euskaldunizaciones individualizadas. Por otro lado, sortearon las tensiones bélicas que les salieron al paso -entre ellas el impacto de los indoeuropeos de primera y segunda generación- beneficiándose de la configuración laberíntica del saltus.

En términos de materialismo histórico, la Iª Edad del Hierro (750 – 350 a. C.) fue una genuina fase de Transición intersistémica -encuadrada entre el Modo de Producción Comunitario Primitivo (1.400.000 – 750 a. C.) y la Formación Social Antiguo-Esclavista (350 a. C. – 762 d. C.)- y en sus cuatro siglos de existencia se produjo la suplantación de la Prehistoria por la Edad Antigua. Para entender la naturaleza y sentido de esta crucial fase de Transición es primordial tener en cuenta dos aspectos básicos: en primer lugar, que los protagonistas del cambio fueron las propias etnias indígenas tiempo antes de la llegada de los romanos y, en segundo lugar, que las transformaciones afectaron -bien que de manera diferencial y distanciada- tanto a los inquilinos de los llanos como a los habitantes de los altos.

Es bien sabido que los productores cerealícolas de las campiñas del valle del Ebro dieron pasos muy rápidos desde el Bronce Final (1.300 – 750 a. C.) hacia un nuevo orden social, sustituyendo sin solución de continuidad tanto la forma social de producción (el linaje agroganadero por la pequeña explotación agropecuaria familiar) como la relación social (la propiedad comunal por la propiedad quiritaria) y la superestructura político-institucional (la jefatura redistribuidora personalizada por el régimen tributario). De esta manera, confirieron carta de naturaleza histórica -entre otras- a la familia nuclear, al poblado campesino, a la producción agropecuaria, a las instituciones formalizadas, al asamblearismo político, a los impuestos, a los castros y aún a los primeros oppida o ciudades-estado.

En los ambientes montanos los cambios se iniciaron avanzada la Iª Edad del Hierro y cristalizaron en el decurso de la IIª (350 a. C. – Cambio de Era). Ello fue así porque las antañonas trashumancias concertadas en los espacio abiertos entre los pastores euskaldunes y los cerealícolas cantabrienses se tornaron problemáticas cuando los celtíberos -indoeuropeos de segunda generación- se adueñaron del fondo del valle del Ebro, circunstancia que tuvo dos efectos sucesivos y acumulativos: obligó a los pirenaicos a replegarse sobre sus lares ancestrales y les exigió replicar en el corazón del saltus el módulo de avenamiento de recursos que acaban de perder en el ager.

A tal efecto, eligieron los valles como marcos de supervivencia, utilizando los pastizales de altura y las masas forestales como sustento del animalario y reservando las vegas bajeras -en general, más amplias y abiertas- para el cultivo de los cereales. En los módulos adaptativos precedentes -respectivamente, el nomadeo y la trashumancia-, las praderías de altura habían jugado papeles relevantes pero en la fase trasterminante se convirtieron en la piedra angular de un específico régimen de subsistencia.

Hasta tal punto fue así que el aprovechamiento de las brañas operó como demiurgo de un nuevo orden social, imponiendo el acotamiento de los territorios, la concertación de pactos con los circunvecinos, la reglamentación del acceso a los recursos, la elección de líderes sociales responsables de aplicar las normas con ecuanimidad y tiento, la regulación del emplazamiento de los poblados y de los terrazgos, la estricta temporización de los ciclos productivos, la fijación de los beneficiarios y de los excluidos y la conformación de una idiosincrasia cultural identificativa, prioritariamente apoyada en su lengua. Corrieron, en definitiva, con la responsabilidad de dar entrada en la historia a las comunidades de valle.

Por el tiempo en que Roma desembarcó en Ampurias, las etnias indígenas circumpirenaicas llevaban centuria y media organizadas en comunidades de valle, circunstancia que les convertía a ojos de los colonialistas en entidades estables, susceptibles de ser tratadas como interlocutoras fiables. Lo más atractivo para la potencia conquistadora estribaba en el hecho de que tanto a uno como a otro lado de la gran barrera funcionaban con parámetros organizativos muy similares: jefaturas reconocidas, pautas de actuación, instituciones solventes, economías parecidas y cierta experiencia en las relaciones contractuales.

Bien es verdad que en los últimos ciento cincuenta años habían despuntado en la vertiente peninsular algunas líneas evolutivas que complejizaban la situación. Cabe mencionar cuatro de ellas. En primer término, un creciente enconamiento de las relaciones entre las fracciones que hasta hacía bien poco habían integrado las etnias aborígenes, como sucedía entre los iacetanos montanos y los lacetanos llaneros. En segundo lugar, la intensificación de algunas prácticas económicas complejas, como ocurría con los cerretanos augustanos (airenosios y andosinos) y los cerretanos iulianos, crecientemente implicados en el mercadeo de los productos del pastoralismo porcino. En tercer lugar, el acceso de algunos colectivos a formas geopolíticas novedosas y rompedoras, como acontecía con los iacetanos, articulados recientemente en torno a un potente oppidum o ciudad-estado. En cuarto y último lugar, la difusión del euskara, expandido hasta Andorra y la Tierra de Yanguas por vía de nomadeo y hasta el Adour y las tierras medias navarras por vía de trashumancia y convertido en los siglos previos al cambio de Era en lengua franca de una significativa fracción de las comunidades de valle.

Todas y cada una de estas novedades evolutivas se manifestaron durante la sumisión del mundo circumpirenaico a Roma, cuya aspiración primordial inicial no fue otra que neutralizar los desfiladeros para evitar que se reprodujera el descubierto de vigilancia que estuvo a punto de costarle la existencia a la propia ciudad del Tíber en el arranque de la Segunda Guerra Púnica. Y en tal sentido los pastores euskaldunes estaban en condiciones de jugar un papel importante, pues eran los señores del campo, estaban bien organizados, apenas experimentaban tendencias disruptivas, controlaban los corredores del Pirineo occidental y su prestigio era considerable por el vigor que habían alcanzado su cultura y su lengua. La potencia colonial tomó en consideración todas estas circunstancias y promovió una concertación amable con ellos -probablemente con todas y cada una de las formaciones vallejeras-, valorando el hecho de que el flanco pirenaico aquitano se escapaba todavía a cualquier aproximación.

La entente no solo fue provechosa en origen para las partes contratantes sino que, tras el sometimiento de los iacetanos y de los lacetanos por la fuerza, los romanos consideraron que merecía la pena otorgarle a la alianza con los euskaldunes mayor vuelo territorial e institucional, operación que comportaba el beneficio añadido de concentrar en una sola circunscripción la gestión de la totalidad de los pasos del Pirineo centro-occidental. El resultado fue la agrupación de los euskaldunes, de los iberos cantabrienses, de los iacetanos y de los lacetanos en una entidad político-administrativa de nueva planta, dando vida con ello por obra y gracia de Roma a la renombrada etnia colonial de los vascones.

Dado que ninguno de los colectivos afectados nunca se autodenominó así, sospechamos que el origen del apelativo remontaba al que en su día habían utilizado los viejos iberos cantabrienses -ba(r’)s’kunes- o los celtíberos recientemente asentados en el valle del Ebro –ba(r)skunez– para designar a sus convecinos del norte, los euskaldunes de siempre. La locución se habría prolongado hasta los romanos a través de dos secuencias concatenadas: inicialmente, petrificada en el apelativo que, con ínfulas de capitalidad, había privatizado un oppidum de nueva planta -Ba(r)skun– y, seguidamente, acuñada en las numerosas monedas que emitía como renombrada ceca desde la segunda mitad del siglo II a. C.

Consolidada ya en lo fundamental la presencia de Roma en Iberia, Augusto percibió con claridad en torno al cambio de Era que era imposible proseguir el programa conquistador en los confines del mundo civilizado sin apoyo tributario del campesinado agropecuario, que, o bien nunca había enraizado en los bosques de Centroeuropa (limes septentrional), en los desiertos norteafricanos (limes meridional) y en las aguas del Atlántico (limes occidental), o bien mediatizaban los partos (limes oriental). Para minimizar los efectos del parón militar que se avecinaba, decidió poner al día la trama administrativa, sentando las bases constitutivas de los Conventus Iuridici. Sabemos por Plinio que lo hizo respetando la idiosincrasia y territorialidad de las etnias con la finalidad de hacerles más llevadera la inserción en la administración militar, jurídica y fiscal. La creación de los Conventus nos parece relevante, pues vino a fortalecer el encuadramiento institucional de los vascones, que, además de formar parte ya de la Provincia Citerior Tarraconensis, quedaban ahora adscritos al Conventus Caesaraugustanus.

Cantaber, en qué basas para adscribir a los airenosios y andosinos a los cerretanos augustanos que refiere Plinio.

Estimada Paloma, pido disculpas por mi tardanza en contestar. He estado de viaje. Respecto del contenido de tu pregunta, no me cabe decir otra cosa que mi propuesta sobre el emplazamiento de los cerretanos -al igual que la de tantos otros que se han esforzado por cartografiar las etnias indígenas- es eminentemente tentativa y se mueve a medio camino entre la intuición y la empiria.

La lingüística acepta mal que bien la posibilidad de que los airenosios habitaran el valle de Arán y los andosinos la Andorra actual. A su vez, los datos históricos de época romana muestran a los cerretanos -habitantes de las “serretas”, es decir, de las serranías del espinazo pirenaico- divididos en augustani y iuliani, inequívocamente ubicados estos últimos en torno a Iulia Livica -la Llivia de nuestros días-, circunstancia que, por pura lógica, me ha llevado a situar a los augustani a occidente de aquéllos, identificándoles con los habitantes de Andorra y de Arán. Por otro lado, las fuentes musulmanas certifican con insistencia una fuerte proximidad de los baskunish (a poniente) y los sertaniyyin (a levante) en el Pirineo centro-occidental.

Con estos pocos mimbres me he atrevido a plantear a título tentativo una identificación nominal y locacional de los cerretanos, que -tal vez- pueda tener algunos visos de realidad. Por lo demás, según mi manera de ver las cosas, los airenosios y los andosinos fueron alcanzados en tiempos del nomadismo primigenio por la expansión demográfica de la urheimat euskaldún, resultando afectados en grado no despreciable por lo que repetidamente he denominado euskaldunizaciones tempranas.

En consonancia con esto último, no tengo mayor inconveniente en aceptar la hipótesis de que los euskaldunes que -al decir de San Isidoro- removió Pompeyo para colonizar Lugdunum Convenarum pudieran provenir de las inmediaciones del valle de Arán. Probablemente este forzado vaciamiento puso en pie de guerra a los restantes cerretanos coterráneos, circunstancia que les arrastró a un repetido enfrentamiento con la potencia colonial. La derrota les insertó en el mundo romano en posición bien distinta a la de los euskaldunes pactistas del Pirineo occidental y su temprana y potente implicación en la actividad mercantil a través de la curación de carne porcina -acreditada por Estrabón- desactivó en fechas muy tempranas y para siempre cualquier barrera material y cultural que hubieran podido oponer al avance de la romanidad y, por consiguiente, a la expansión del latín como lengua vehicular.

¿No será más bien, Cantaber, que los andosinoi (= Andotz + lat. -in-) -y quizás también los airenosioi (¿= aran + -otz-?)- constituyen la verdadera Urheimat euskaldún, en lugar de que se vieran alcanzados por una expansión geográfica de la pretendida Urheimat euskaldún (que supongo asumirás en territorio vascón basándote en la atemporal equivalencia vascones = euskaldunes, ya se sabe que los vasco(ne)s no datamos)?

En mi opinión, la marca de nacimiento del euskera pudo plausiblemente ser el formante Andotz. Un observador externo que visitara toda la región en torno al cambio de era y tuviera que redactar un informe concluiría algo parecido a que la lengua del entorno que tiene aspiraciones y africaciones finales es la lengua de los Andotzes, no la lengua de los vascones.

Y, para hilarlo con el tema de la entrada, yo diría que esa marca de nacimiento proveniente de Andorra y recogida por Polibio sobrevive en la Reja de San Millán, en forma de pueblo del alfoz de Barrandiz: Andozketa. Lo fundó un Andotz.

¿Alguien ha ensayado los métodos típicos de los indoeuropeistas en la búsqueda de la Urheimat, es decir, el análisis del léxico? Quizás podría ser interesante. Por ejemplo, si no me equivoco, falta en euskera un término patrimonial para designar el haya. Ello excluiría Andorra como Urheimat, y apuntaría a climas más secos, como por ejemplo el valle del Ebro.

Tomas de la indoeuropeística no sólo el método -la paleontología lingüística- sino el ejemplo concreto (el del haya). Pero en realidad en esa disciplina ni el método ni la cuestión del haya (o del mar) han conducido nunca a ningún resultado concluyente, luego no sé si es una buena idea aplicarlo al euskera (ni a ninguna otra lengua). El tema lo trata Villar en su clásico “Los indoeuropeos y los orígenes de Europa” (págs. 34 y sigs.). Cualquier razonamiento sobre tipos de árboles u otros elementos aislados no pasa de conjetura. Con el mismo razonamiento, tendríamos que deducir que el euskera no viene de Calahorra (que supongo que es por donde vas), porque entonces los proto-euskaldunes no conocerían el mar y habrían tomado la palabra para este concepto del celtíbero o del latín, pero en su lugar tienen una palabra patrimonial (quizás no muy antigua, pero al menos común a todos los dialectos). Para empezar, las lenguas disponen a menudo de palabras que designan realidades conocidas por referencias y no por experiencia inmediata. En el caso del euskera, mi interpretación de que puede provenir del entorno de Andorra / Cerdaña / Aran, en primer lugar no es una hipótesis que la haya formulada en tono solemne fuera de este blog, y en segundo lugar no quiere decir que esa comunidad primigenia viviera encerrada en el interior del Pirineo. Con toda probabilidad practicaba la trashumancia y conocía el mundo conceptual de la llanura, peninsular y/o continental, y posiblemente hasta tenía noción de que había dos mares, uno a cada lado de la cadena montañosa.

El método de la paleontología lingüística puede ser útil si en lugar de considerarse elementos aislados, como especies de árboles o animales, se toman conjuntos léxicos más amplios, y aun así más como orientación general -en referencia más en torno al cómo que al dónde- que para dar con ubicaciones precisas. Por ejemplo, el protoindoeuropeo seguramente carecía de agricultura, ya que los términos relativos a este campo semántico son diferentes en las principales lenguas en sus estadios más antiguos, y por tanto innovaciones independientes. Eso apunta más a la estepa euroasiática que a las llanuras europeas como mejor candidata a la Urheimat. Aun así, la estepa es enorme. Sin otros criterios -las culturas materiales y últimamente la genética-, la paleontología lingüística no podría precisar más.

Estimado Míkel. Mi propuesta sobre la ubicación de la «urheimat» euskaldún en el extremo occidental del Pirineo se fraguó específicamente en el intento de proporcionar la mejor explicación posible a un hecho lingüístico particularmente desconcertante, a saber, que los restos del más viejo euskara que ha llegado hasta nosotros convergían en el tiempo -inmediaciones del cambio de Era- pero divergían significativamente en el espacio, como lo prueban los 252 kilómetros lineales que separan el crisol del Castillo de Irulegui del hogar de los andosinos, los 108 que median entre el valle de Aranguren y la Tierra de San Pedro Manrique y los 313 que hay entre Andorra y el corazón de la Cordillera Ibérica. El reto consistía en desentrañar el misterio científico que subyacía a una foto fija: una misma lengua, registrada por todas partes en torno al año cero, que, sin embargo, se encontraba dispersa por escenarios agrestes ampliamente distanciados entre sí.

Para proporcionar alguna congruencia explicativa a tamaña dispersión geográfica acudí al materialismo histórico en busca de un «primum movens» que, por su andamiaje constitutivo y su habilitación para proyectarse en el espacio y en el tiempo, fuera capaz de interconectar dichos extremos y de dar cuenta razonable del conjunto de ellos. Descartados los inmigrantes indoeuropeos por la naturaleza de su lengua y tras darle varias vueltas al argumentario que podía esconder tan infernal triángulo ecogeográfico, llegué a la conclusión de que el único motor históricamente capacitado para interconectar espacios tan extremos como agrestes antes del acceso de Roma no podía ser otro que el pastoralismo y que el mejor comprobante que podía corroborarlo empíricamente era el megalitismo que llevaba aparejado, expresivo del nomadeo primigenio.
La hiperconcentración de ortostatos denotaría la ubicación de la «urheimat» peninsular (el valle del Baztán y su entorno, prioritariamente) y los regueros megalíticos progresivamente decrecientes hacia los extremos montanos marcarían los puntos más lejanos de la expansión euskaldún, de genética eminentemente demográfica: el territorio de los Andosinos a levante y la Tierra de San Pedro Manrique a poniente. A partir de ahí, el seguimiento sin concesiones de la dinámica histórica del primum movens pastoril me ha permitido completar con relativa comodidad a través de las trashumancias y de las trasterminancias el complejo puzzle que compone la historia del euskara y de los euskaldunes hasta la plena configuración sistémica del Modo de Producción Feudal.

A la espera de que mi argumentación sea falsada o no por los especialistas en la historia y en la lengua, tributo un extremo respeto a cualquier propuesta explicativa que se arriesgue a entrar en el juego del mercado científico, con una sola salvedad, de raigambre sistémica: acostumbro por principio a poner en cuarentena aquellas aproximaciones de base histórica que excluyen al euskara de su problemática científica -que las hay- y a las de base lingüística que se desentienden de la historia, que también las hay.

Mikel: “En el caso del euskera, mi interpretación de que puede provenir del entorno de Andorra / Cerdaña / Aran”.

Bueno, siendo así, parece que se puede dar otro pasito y señalar a los de zerreta (cerretanos), como grupo étnico que ocupaba el territorio, los valles del Pirineo central-oriental y central-occidental, y entonces no queda más remedio que recordar las palabras de Ferrer y Olesti (2023):
“Hay inscripciones sin problemas de lectura que presentan pocos elementos relacionables con lo que conocemos de la lengua ibérica. Hay que tener presente que, a pesar de la aparente unidad de la lengua ibérica, probablemente se trate de un continuo dialectal que podría llegar a enlazar con el continuo dialectal de la zona vasco-aquitana (Ferrer i Jané 2021), con pequeñas variaciones en territorios adyacentes que podrían llegar a ser significativas en los dialectos más separados, como podría ser el caso de la Cerdanya respecto a los territorios ibéricos más meridionales.
Entre las inscripciones plausiblemente duales por su paleografía, pero sin dualidades explícitas, estaría la inscripción de Bolvir aŕamtaŕśu (GI.03.01ª, fig. 2, 12), formado por un onomástico, aŕamtaŕ, que va seguido del morfema śu (Ferrer i Jané 2010, 56). Desde la perspectiva ibérica, la inscripción encajaría en un esquema X + (V) + śu, donde entre el onomástico inicial y śu se intercala un elemento, quizá verbal, que en Bolvir no aparece, quizá por tratarse del verbo ‘ser’. Curiosamente, si esta inscripción hubiera aparecido en la Vall d’Aran podría interpretarse perfectamente como aquitana y si hubiera aparecido en Navarra, como vascona, pero, puesto que ha aparecido en la Cerdanya, es ibérica”.

Gerri de la Sal parece representar un indicio de carga paleoeuskérica en el área cerretana.

Lugar de suministro de sal desde su explotación, datada arqueológicamente como mínimo a partir de la Edad de Bronce, que servía a la industria jamonera para la conservación de perniles y la exportación de larga distancia, dentro una extensa red comercial, donde Roma se encontraba entre sus principales destinos, ya desde s. I a.C., lo que da cuenta de la importancia de este comercio en el desarrollo económico y social cerretano.
Sabido es que la sal en la Antigüedad era un producto muy preciado, lo que queda reflejado en la Via Salaria de Roma o la Puerta Herculanensis de Pompeya (“puerta de la Sal”). Condición necesaria para poder mantener la cabaña ganadera, especialmente bovina, la sal sería de gran importancia para uno de los principales medios de vida de los cerretanos. No en balde, antes de la llegada de los romanos, la sal resultó clave para los asentamientos ibéricos en el entorno del Noguera Pallaresa, y el consiguiente proceso de iberización y etnogénesis cerretana, que se abre a partir de s. IV a.C.

Gerri, de etimología con apariencia euskérica. Para Corominas:
Molt més probable un origen preromà, paleopirinenc…
Em decanto per a tots aquests noms [Gerri, Ger, Gerrí] per un origen en l’element basc agirr-, agerr- ‘manifest, obert, palès, exposat al vent’, que ha donat el nom basc Agerre (Zuberoa), etc. Aquest valor semàntic s’aplica perfectament a un poble com el de Gerri de la Sal, situat en un lloc obert i dominant la conca de la Noguera.
Podria tractar-se, doncs, d’un topònim bascoide amb el significat de ‘turó’ o ‘lloc elevat’. Compareu amb Ger, llogaret del Donasà (Coserans), i amb Gerrí, alhora llogaret de la Vall d’Aran. Tots ells em semblen congeners i de la mateixa arrel preromana ger-

Como difícilmente el topónimo pueda ser vasco o evolución románica por contacto con el vasco, de época medieval, tendría que ser de origen prerromano, la lengua hablada por los cerretanos que explotaban la sal para la conservación de sus famosos jamones, como parece apoyar el hecho de que la explotación de sal se remonta como mínimo a la Edad de Bronce. Ello nos lleva a relacionar, otra vez, la lengua de los cerretanos con el continuo dialectal vascoaquitano.

Contestando a Paloma sobre Ger, Gerri, quería hacer un comentario que no afecta a lo esencial de su argumentación: aunque pienso que muchos de estos topónimos en -arre, -erre (o -arri, -erri) no son prerromanos (a lo sumo podría serlo la fortición de la vibrante final, que obliga a desarrollar una -e o -i epentética en romance), este sí que creo que lo es. La etimología de Coromines puede parecer plausible a primera vista, pero resulta que, por una vez, tenemos pruebas documentales (que Coromines no pudo conocer) de que es incorrecta. Me refiero a un reciente artículo de Guillermo Tomás Faci y José Carlos Martín, donde publican cuatro nuevos documentos de Asán, coetáneos del testamento de Vicente (s. VI). Uno de ellos menciona el topónimo Iderbe, que corresponde al actual Gerbe, cerca del monasterio, claramente un derivado de Ger o su variante Gerri (parónimos como Ciscar/Siscarri, Aler/Alerre, etc.). Por lo tanto parece claro que Ger deriva de un anterior Ider, que pienso que tal vez (aunque esto es aquí lo de menos) podría relacionarse con ibérico ildiŕ, lo cual se aviene con la amplia difusión de esa base en nombres de población. No creo que -be tenga nada que ver con vasco -be «debajo de», yo pensaría más bien en una especie de determinante.

Orkeikelaur, en el artículo que has adjuntado los autores dicen:

“A nuestro juicio, no existen indicios que sugieran que nos encontremos ante falsos documentales tardíos ni de que su contenido haya sufrido más cambios respecto a su primitiva redacción QUE LOS INHERENTES AL PROCESO DE TRANSMISIÓN” (pág. 275).

¿No es posible que, en ese proceso de transmisión, algún copista entendiera un Gerbe por Iderbe y lo transcribiera así? De otra manera, ¿puede explicarse un cambio Iderbe > Gerbe, en la fonética del entorno? ¿Cómo?, ¿Iderbe > I.erbe > Yerbe > Gerbe, o similar?

Lo digo porque el Gerri que menciona Paloma podría hacer juego con el Cerretani (del que evoluciona de alguna manera Cerdaña), que sí remonta a la Antigüedad con seguridad. Entiendo que en este tribónimo tenemos la aglutinación sufijal grecorromana -et-an-i (la misma que en Suessetani, Ausetani…), luego nos queda una raíz Ker-, si no se ha perdido un Kerr(i)etani o así. ¿Cómo podría relacionarse con Gerri?

Hace ya veinte años Joseba Lakarra sugirió que en alguna fase del proto-vasco, anterior a un cambio k-, t- > h-, algunas raíces podrían formar parejas que no constituyeran pares mínimos propiamente dichos sino que estuvieran semánticamente relacionados; en términos de André Martinet, que la segunda articulación no estuviera plenamente desarrollada (este último parafraseo es mío). Copio el fragmento en cuestión de Lakarra, en “Prolegómenos…”, incluyendo el caveat que apostilla, con amplitud para que se aprecie la idea y la serie entera:

“Si volvemos ahora a una oposición parecida (lenes/fortes en nuestro caso) con valor morfológico en las oclusivas iniciales PV, ha de señalarse, antes de nada, que dicha oposición no tiene por qué darse con el mismo valor que el que encontramos en las lenguas arriba citadas; bastaría, de momento, con suponer, p.ej., que la mutación conllevaba algún tipo de cambio de valencia7 en los verbos implicados. Como la reconstrucción de este punto de la gramática PV ant. no es ciertamente un tema baladí que podamos dar por cerrado aquí y ahora, me limitaré a citar algunas parejas de formas que parecen indicar que esta vía de investigación puede llegar a ser razonablemente rentable y no corresponde a meros espejismos comparativos…

a. *dor «conseguir»: *thor «venir»; lor(tu) podría derivar del primero y et(h)orri es el producto evidente del segundo. Por otra parte, de lor podría derivarse *e-lor-i > erori «caer».

b. *duts «coger, sostener»: *thuts «vaciar». Cf. eutsi «coger, sostener» y huts «vacío», B utsitu «vaciado».

c. gal «perder»: *khal «tomar». Para el primero cf. galdu «id» y quizás gari (de *gal-i) y para el segundo hari-tu «tomar» (Etxepare) que, en principio, tanto podría venir de *har como de *hal.

d. *gel «parar»: *khel «llegar». Para el primero, cf. geldi «quieto», geldo «parado, pusilánime» y gelditu «parar(se)»; en el segundo tendríamos *kh- > h- (heldu).

e. *ger «ceñir»: *kher «cerrar». Cf. gerri, garri «cintura» ~ hertsi «cerrar» (< *her-tz-i, *her-tz-te- > *her-ts-te-) y tal vez herri «pueblo» (< *KheR-i).

f. gor «pelado»: *khor «tapado (¿)». El 1.º, además de en la toponimia (cf. Arrigorriaga), ha pervivido todavía en vasc. moderno como «desnudo». Para el 2º, cf. horri «hoja» (de *hoR de *khoR + -i).

g. *guz «juntar (??)»: *khuz «lavar». Cf. guz-ti «todo» y ekhuzi «lavar».

Posiblemente no todos pasen un examen más detenido; esperemos, sin embargo, que el estudio de algunos de ellos, —y de otros que puedan añadirse—, nos ayude a comprender mejor este recurso a la oposición consonántica de la gramática PV (cf. Lakarra, 2004b)”

(J. Lakarra, “Prolegómenos…”, 2005, págs. 429-430)

MM. La pareja relevante es e. Podríamos tener gerri ‘cintura, elemento ceñido, constreñido (población)’ / *kherri ‘pueblo’. Ambos pasarían al aquitano, y en aquitano cercano a la montaña, quizás en época altoimperial kh-, th- > h-, luego kherri > herri (aunque donde la oclusiva no estuviera en posición inicial, como en verbos no finitos de estructura *e-CVC, el cambio no se producía). En la llanura no sucedería este cambio (Tals-co-, Tals-eia, frente al Halsco-), pero el euskera histórico procedería del aquitano más cercano a la montaña, de ahí que pasen al Vasco Común Antiguo gerri “cintura” y herri “pueblo” .

También es posible que sólo existiera una raíz *kher, con posible alargamiento *kherri, que en la Ur-ur-heimat tampoco se produjera kh- > h-, y que en un caso sonorizara por razones indeterminadas (Kerri > Gerri), pero en Kerretani (> Cerdaña) no.

Noto que había omitido partes del texto de Corominas sobre Gerri de la Sal, y que rescato, a la intensa luz del comentario de Mikel, porque tiene relación con lo apuntado de Lakarra:
“Em sembla molt més probable un origen preromà, paleopirinenc, relacionable amb el basc gerri ‘cintura’ (que és també topònim freqüent al País Basc), o amb el també basc gerr-i ‘a la cinta’, però també ‘al turó’ (cf. Geru ‘cim, turó’). Aquesta darrera acceptió encaixa bé amb la situació del poble de Gerri, al peu d’un turó”.

Aprovecho la crítica al Iderbe > Gerbe. Cuando leí el artículo enlazado pensé que, para que la evolución tenga valor de regla, deberíamos tener algún otro caso similar, de lo contrario, quizás habría que ponerlo en cuarentena, al menos, por desconcertante.

Por otra parte, ¿no debería entenderse el nombre Cerretani con el topónimo vasco “zerri” o “zerra”, ‘cerdo/sierra’, y del que deriva Cerdaña?, su etnónimo parece transparente: Zerri/Zerra -> Zerreta-ni -> Cerretani.

Pd.: Pongo todo el texto de Corominas sobre Gerri de la Sal:
“És un topònim d’origen incert. S’ha pensat en el llatí GERREA ‘lloc de gossos, gossera’ (cf. Esp. Guarida, d’un fr. Garenne), però és poc convincent. Em sembla molt més probable un origen preromà, paleopirinenc, relacionable amb el basc gerri ‘cintura’ (que és també topònim freqüent al País Basc), o amb el també basc gerr-i ‘a la cinta’, però també ‘al turó’ (cf. Geru ‘cim, turó’). Aquesta darrera acceptió encaixa bé amb la situació del poble de Gerri, al peu d’un turó.
Més exactament, jo em decanto per a tots aquests noms [Gerri, Ger, Gerrí] per un origen en l’element basc agirr-, agerr- ‘manifest, obert, palès, exposat al vent’, que ha donat el nom basc Agerre (Zuberoa), etc. Aquest valor semàntic s’aplica perfectament a un poble com el de Gerri de la Sal, situat en un lloc obert i dominant la conca de la Noguera.
Podria tractar-se, doncs, d’un topònim bascoide amb el significat de ‘turó’ o ‘lloc elevat’. Compareu amb Ger, llogaret del Donasà (Coserans), i amb Gerrí, alhora llogaret de la Vall d’Aran. Tots ells em semblen congeners i de la mateixa arrel preromana ger-
No hi veig, en canvi, cap relació amb el llatí ERRARE ‘vagar’, que ha donat cat. Errar, per més que algun vulgui fer veure que el nom ve d’un suposat ERRES, genitiu d’un hipotètic ERRO, -ONIS”.

En relación a Iderbe, Gerbe y Gerri, traigo, para más inri, el extracto siguiente:
[Sobre Ayerbe] “La mayor parte de las explicaciones subrayan su origen prerromano y se centran fundamentalmente en voces vascas con la posposición del elemento -be ‘bajo’, considerado igualmente eusquérico: aiar, aier, variante de aiñar ‘brezo’; ahier ‘arce’ (‘arces de abajo’); atari ‘portal, paso’ (el ‘paso de abajo’).
Por la influencia que ha tenido en los estudios posteriores destaca de entre todas la interpretación formulada por Joan Coromines en Estudis de toponímia catalana, posteriormente recogida en los mismos términos en el Onomasticon Cataloniae, en donde Ayerbe comparte explicación con Gerbe, Gerb y Gerri. Para este autor, Ayerbe es un compuesto vasco agírre-be ‘sota els paratges oberts’ en el que el primer elemento es una base prerromana vascoide agirr-, agerr- con el significado de ‘manifiesto, patente, abierto’ y también de ‘expuesto (al viento, etcétera)’, y el segúndo es el elemento pospuesto -be ‘bajo’. (LA NATURALEZA LINGÜÍSTICA DE LA TERMINACIÓN -BE EN LA TOPONIMIA DEL ALTO ARAGÓN – 2022 – MARCELINO CORTÉS VALENCIANO)

Gracias por la generosa respuesta, Cantaber.

Efectivamente, se desconoce la ubicación de los cerretanos augustanos a los que se refiere Plinio. Algunos autores los colocan al este de la Cerdaña, en el área de Ripollés, en mi opinión torturando en extremo con muy poco fundamento una posible interpretación del topónimo Augusta en un texto corrupto de Ptolomeo. Coincido que más lógico es que estuvieran situados a occidente de la Cerdaña, al oeste Iulia Livica, entorno a la cual, como bien denota su nombre, se encontraban los cerretanos iulianos.

Estrabón y Plinio informan que los cerretanos ocupan la parte central del Pirineo, por tanto, lo más lógico es que, como no hay duda de que los iulianos se sitúan en la Cerdaña, por descarte, los augustanos tendrían que ocupar la parte central del Pirineo que señalan Estrabón y Plinio, o sea, a occidente de la Cerdaña iuliana. Por pura lógica probabilística.

Hay bastante consenso en que los atributos iulanos y augustanos responden al ámbito territorial de dos civitas diferenciadas, a las que se está refiriendo Plinio cuando enumera las poblaciones pirenaicas. Fatás, Amela, Rivero y Olesti, entre otros, que conforman opinión de mayor consenso, postulan que andosinos, areinosinos, bergantinos, y quizá jacetanos, formaban parte de una misma agrupación, cerretanos, lo que encaja con la situación geográfica que nos proporcionan Estrabón y Plinio. Un indicio clave, como señalan, es la lista de Plinio:
“…Cerretani, quorum Iuliani et Augustani, dein Arenosii…”
La interpretación es que la partícula “dein” no introduce un pueblo totalmente ajeno, sino un pueblo relacionado dentro de la misma estructura organizativa superior. Es decir, la lista de Plinio estaría describiendo la composición del conventus de Caesaraugusta en la zona pirenaica, encabezada por los Cerretani (con sus dos civitates internas) e incluyendo a otros pueblos asociados.
El hecho de que Plinio liste justo después (dein) de los cerretanos a los Arenosii indica que, para Roma, formaban parte de la misma unidad organizativa superior, pueblo asociado, cliente o agrupado bajo su misma jurisdicción administrativa romana. Quizá, también, se pueda interpretar que los cerretanos augustanos puedan pertenecer al conventus caesaraugustanos, y los cerretanos iulianos al conventus de Tarraco.

Así pues, tenemos dos civitates para los cerretanos, en torno a las cuales se organizan administrativamente, quizás con diferentes estatutos jurídicos u obligaciones. Por lógica histórica, la primera en conformarse tiene que ser la iulina, y la segunda la augustana. Ello coincide cronológicamente en cómo se produce el proceso de avance de romanización, que como es bien conocido tiene dirección de Oriente a Occidente. Primero, en la fase de Octaviano, se crea o potencia la civitas de los Cerretani Iuliani (con Iulia Libica). Posteriormente, ya en la era de Augusto, se crea o potencia la civitas de los Cerretani Augustani. Además, encaja con el hecho de que los cerretanos occidentales son los últimos de todos los pueblos pirenaicos occidentales de la vertiente meridional en ser dominados por los romanos.

Respondo a Orkeikelaur
El haya, Fagus sylvatica, esté en expansión desde el E desde hace miles de años. Hay muchos mapas (en internet por ejemplo), de esta evolución desde Asia Menor hacia el W. Por esta zona del Pirineo parece que llegó hace unos 2.000 años (desplazando posiblemente a un bosque “más frío” de abedules y pinos, como en Escandinavia). Una de las cosas más curiosas del monte alto (a partir de los 500/600m) en Galicia es que no hay hayas… es decir, todavía “no ha llegado” tan al W (en Asturias, sí, en cambio). No sé si los 2.000 años largos de su llegada para la zona central del Pirineo dan para poder sacar conclusiones. Pero parece seguro que hace unos 3.000 años no había apenas hayas en la mitad W del Pirineo.

Según Joan, los dos textos más oscuros desde el ibérico, ubicados en Osséja, son estos dos siguientes:

TEXTO 1
taŕbamukuinaribam+++
ausibisośa
bikintiteŕ takumu+++

TEXTO 2
osotureadinelatosoḿbaŕkin

En este segundo texto Joan Ferrer identifica las secuencias “adin”, “ḿbaŕ” y el inicio “ośo-“ de “ośoture” . El formante “ośo” lo relaciona con el “Osson/Oxson” aquitano y con el antropónimo ibérico “ośortaŕban” en la estela de Casp (Z.16.1), de forma que se daría la alternancia -n/-r/ -∅, perteneciente tanto al vasco antiguo como al ibérico.

Joan identifica la desinencia benefactiva -e, en “osotur” y “adin”, por lo que las relaciona con divinidades -el sería un paralelo a la terminación de divinidades ibéricas

Sobre “ḿbaŕkin”, sugiere que podría ser una forma verbal de dedicación.

Tiempo después, para paliar los efectos de la profunda crisis que removió las entrañas del Imperio en la segunda mitad del siglo III, Diocleciano profundizó las reformas, afinando la trama conventual. Así, por un lado, restringió el Cluninesis a la Meseta Superior, recortándole Cantabria, que pasó al Asturicensis, y despojándole de Autrigonia, Caristia y Vardulia, que fueron agregadas al Caesaraugustanus; por otro lado, liberó a éste y al Tarraconensis de algunos parajes de gestión compleja o a desmano, reciclándoles en una provincia de nueva planta, la Carthaginensis, facilitando con ello el ajuste administrativo del noreste a los estrictos límites geofísicos del valle del Ebro; en último término, potenció el Caesaraugustanus para compensar la descentrada posición de la capital provincial: Tarraco. Este creciente ajuste del andamiaje superestructural a una realidad en proceso de cambio tuvo -cuando menos- dos efectos relevantes: por un lado, relegó las viejas entidades indígenas a la penumbra y, por otro lado, convirtió el espinazo del Pirineo en divisoria indeleble de las circunscripciones que colgaban de sus vertientes.

Es de dominio público que el edificio imperial experimentó una feroz sacudida en la primera mitad de la quinta centuria, acosado por un sinfín de agresores internos (latrocinantes, bagaudas y nativistas) y externos (invasores, piratas y mercenarios bárbaros). No nos detendremos en los detalles porque están por todas partes. Haremos, no obstante, dos reflexiones de alcance. Los bagaudas tuvieron su momento de gloria a mediados del siglo V pero en década y media se extraviaron en su propio paroxismo depredador y se evaporaron, aunque no sin dejar pistas suficientes sobre el hecho de que la clave explicativa del declive del Imperio residía en una interesada manipulación social de los medios materiales. Por su parte, las élites dominantes, al igual romanas que nativas, enganchadas a la tributación o al esclavismo, desertaron pronto de las civitates y se acogieron en cierto número a las villae campestres, desentendiéndose pronto de la vida pública, ocupadas en salvar el pellejo y en sacar adelante sus aspiraciones particulares.

Es bien sabido, sin embargo, que, en medio de la debacle general del mundo romano en Iberia, la Provincia Tarraconensis mantuvo el tipo como nadie y que sobrellevó honorablemente la adversidad hasta bien entrada la década de los sesenta de la quinta centuria de la mano del dux Vincentius. Ello fue así, indudablemente, porque el valle del Ebro se había convertido en un potente bastión de la romanidad y porque la Iglesia se había comprometido a fondo en su preservación por interés propio. Pero algo más tuvo que haber, pues era una región muy expuesta a todo tipo de agresiones. Uno de los factores que contribuyó a la resistencia fue -a nuestro parecer- la resiliencia del pastoralismo del Pirineo centro-occidental. Es bien sabido que, cuando las civitates de Iulióbriga, Veleia y Lapurdum entraban en recesión, cuando la zona se vaciaba de legionarii y de comitatenses y cuando se confiaba a los honoriacos la seguridad del Imperio, los únicos que salieron al paso de los invasores suevos, vándalos y alanos fueron los nativos del Pirineo occidental, dando pie a la “leyenda” de los rusticani y a sus variadas interpretaciones.

En anteriores aproximaciones he caracterizado a dichas gentes como “agropecuarios de los corredores montanos financiados por Roma mediante la entrega de parcelas y de numerario para controlar la circulación por los desfiladeros pirenaicos, de cuya actuación conocemos tan solo dos cosas: la gesta del 407 contra los invasores y su temprana desaparición de la escena histórica”. Ahora, sin embargo, estoy en condiciones de afinar mi apreciación, tarea que realizaré con la misma naturalidad con que hice constar en este blog que los individuos enterrados en las “necrópolis merovingias” no eran otros que los soldados francos que no pudieron retornar a casa tras el descalabro militar que sufrió la expedición del 541.

Percibo claramente en este momento que la locución empleada para denominar a dichas gentes tanto servía para designar a los vallejeros pirenaicos en general como al grupo que intervino en la refriega del 407. No se trataba, realmente, de formaciones de campesinado agropecuario financiadas para ejercer dicha tarea, sino, más bien, de milicias pastoriles montadas que cumplían los acuerdos pactados en su día con la potencia colonial para vigilar los desfiladeros. En definitiva, los rusticani eran los integrantes de las comunidades de valle y quienes salieron al paso de los bárbaros conformaban el brazo armado que cumplía expresamente las tareas consignadas en los compromisos firmados.

Desde esta perspectiva, su temprana desaparición del primer plano de la escena histórica no puede ser conceptuada como una deserción sino, más bien, como una opción congruente con el rumbo que tomaban las cosas, pues, desbaratado el Imperio, los pactos se convirtieron en papel mojado. Dado que lo perentorio del momento era salvar el pellejo, lo que hicieron los pastores pirenaicos -es decir, los rusticani de las fuentes- fue buscar amparo en la maraña del saltus, estrategia que habían aplicado siempre -y, en general, muy bien- en circunstancias de peligro inminente.

Parapetados en la anfractuosidades, los rusticani apenas mostraron incomodidad alguna al quedar oficiosamente adscritos al estado que los visigodos levantaban a caballo de la barrera pirenaica, entre otras razones porque Eurico -gran gestor y ferviente arriano- no tenía nada contra ellos ni contra su modo de vida sino -más bien- contra los francos del norte, contra las aristocracias de Aquitania y del valle del Ebro y contra los seguidores del cristianismo niceano a uno y otro lado. Al socaire de la voluntariosa superestructura visigoda emergente, los euskaldunes sobrevivieron sin contradicciones significativas hasta el 484 de nuestra Era, batiendo un récord de estabilidad pastoril que se acercaba al milenio y medio.

Los visigodos entraron en el Imperio huyendo de los hunos el año 376 y, como tantos otros pueblos, trataron de labrarse un futuro en su interior. Tras diversos tumbos por Oriente, se movieron hacia el centro y el occidente del Mediterráneo, encontrando finalmente el año 418, bajo el mandato de Wallia, una tierra de promisión en el suroeste de la Galia como federados de Roma con el compromiso de liberar Hispania de los devastadoras correrías de suevos, vándalos y alanos.

Desde el reinado de Eurico (466-484) se desentendieron del Imperio e intentaron dotarse de un reino a caballo de los Pirineos, proyecto que, con no pocos agujeros negros, cristalizó entre el Golfo de Cádiz y el curso del Loira en sus mejores momentos. El asesinato del gran rey provocó, sin embargo, su desmantelamiento, cuarteado por la arrolladora expansión de los francos, por la animadversión de una parte significativa de la aristocracia aquitana y por el visceral rechazo del arrianismo que cultivaban los galorromanos. Los coletazos finales son bien conocidos: en oleadas intermitentes primero y de forma masiva el 508, los visigodos abandonaron el grueso de la Galia tras la derrota de Vogladum.

A comienzos del segundo cuarto del siglo VI, del reino de Eurico apenas quedaban dos cosas al norte de los Pirineos: un ámbito administrativo más o menos indemne en la Narbonensis I -el Reino de Tolosa de la historiografía hispana- y una difusa intención de recuperar el territorio perdido. A cierto plazo, pues, la pugna de los visigodos por mantener sus posiciones en la Galia terminó mal y, con ella, el intento de buscar un hogar estable como herederos del Imperio. Al final no les quedó otra opción que hacerse un hueco en la fracción hispana del descalabrado reino de Eurico.

Los francos, por su parte, entraron en Imperio en el siglo III. La facción de los salios se instaló en la Gallia Bélgica como federada y, bajo el mandato de Clodoveo, alcanzó el curso del Loira el 476 tras haber concitado bajo su liderazgo al resto de los francos y a la generalidad de los galorromanos. Después, se movieron con rapidez desde el noroeste hacia el sur y sometieron a los visigodos el 507, a los burgundios el 534 y a la réticos el 537.

Aunque el proceso de construcción no fue idéntico, lo sustancial de la aventura geopolítica de los visigodos se parece a la de los francos en que, a cierto plazo, los dos colectivos consiguieron dotarse de entidades estatales estables. A ello cabe añadir otra semejanza relevante: ambos fracasaron por igual cuando trataron de apurar el conflicto, aquéllos en su afán por recuperar el territorio perdido en la Galia y éstos en el deseo de poner un pie en Hispania. Los visigodos fueron frenados en Saintes el año 531, en tiempos del rey Teudis, y los francos en la campaña de los cinco reyes contra la Tarraconensis el 541 y en las intentonas promovidas por Gontrán los años 565 y 585. Arruinadas tales expectativas, el espinazo del Pirineo se convirtió en la frontera canónica entre unos y otros, reproduciendo el viejo limes entre la Tarraconensis y la Aquitania III Novempopulana.

Para mejor entender el inmediato futuro, conviene recordar que esta divisoria, establecida por Roma medio milenio antes, cortaba administrativamente por mitad en sentido latitudinal el ámbito cultural configurado en el Pirineo centro-occidental por las euskaldunizaciones tantas veces citadas, aunque, al mantenerse la totalidad del hogar pastoril en el seno de un mismo y solo estado -el imperial romano-, la funcionalidad de las comunidades de valle no experimentó contratiempos ni sufrió desgarros. El producto resultante fue, por tanto, un escenario complejo, separado por la ecogeografía y la geopolítica pero unido por la cultura y la socio-economía. De ahí que desde muy pronto prosperaran a ras de suelo nociones geográficas y culturales que denotaban tanto la diferencia –Wasconia allende y Vasconia aquende- como la semejanza: el genérico Vasconias, acuñado para designar el conjunto espacial -emplazado a uno y otro lado de la divisoria de aguas- en que los suevos causaron estragos a mediados del siglo V.

No cabe, pues, dudar de la vitalidad del mundo pastoril enganchado al espinazo pirenaico y destilado por las vertientes hasta latitudes relativamente bajas. Más inciertas eran sus expectativas de futuro: ¿en caso de desfallecimiento del Imperio, podría sobrevivir dicho constructo a las tensiones generadas por fuerzas tan encontradas como la fragmentación que promovían la geografía y la política y la convergencia socio-económica y cultural que reclamaban con urgencia extrema las comunidades de valle?

Dado el cariz negativo que tomaban los acontecimientos en el ámbito pirenaico a comienzos del último cuarto del siglo V, el tenor de la respuesta a la pregunta anteriormente formulada no podía ser más que descorazonador: en caso de desarticulación del andamiaje imperial, la cultura euskaldún quedaría abocada a cierto plazo a lo peor. En esta aproximación dejaremos al lector que se ocupe por sí mismo de reconstruir lo qué ocurrió en Wasconia -le sugerimos a tal efecto que nunca pierda de vista la fecha y la vertiente en que acaecieron los hechos documentados, cosa que no siempre hacen los propios historiadores- y trataremos de darle cuenta razonada de lo que aconteció en Vasconia.

Para entrar en materia con naturalidad, es preciso rememorar las expectativas que tenían inmediatamente antes de la quiebra del Imperio los propios actores del drama: de un lado, los romanos y euskaldunes, implicados desde siempre en su destino, y, de otro, los francos y visigodos, recientemente involucrados en el mismo.

La experiencia acumulada había demostrado a euskaldunes y romanos que la integración de las dos vertientes montanas en un solo estado era la clave de bóveda de la supervivencia de las comunidades de valle del Pirineo centro-occidental y que la partición de la gran barrera entre entidades geopolíticas con intereses distintos no tardaría en desmontar un andamiaje tan sensible como aquél por la pura y simple razón de que los rusticani de uno y otro lado quedarían incomunicados entre sí y los pastizales de altura serían fragmentados, inhabilitados -en consecuencia- para cumplir el papel de salvaguarda alimentaria de los rebaños en períodos tan comprometidos como las veranadas.

Como recién llegados que eran, los francos y visigodos se afanaron por construir un argumentario favorable sobre su condición de herederos de Roma en la Galia e Hispania, estatus que vinculaban a los pactos de naturaleza político-institucional concertados con el Imperio, urgidos por sus propias necesidades pero también por las demandas de una potencia colonial cada vez más debilitada. En caso de debacle, nadie podría poner en duda que ellos serían los llamados a preservar los fragmentos del estado universal que les encomendaban las autoridades imperiales, incluidas sus fronteras y divisorias.

La documentación prueba que los bárbaros se tomaron al pie de la letra la segmentación latitudinal del Pirineo centro-occidental y que la llevaron a término de forma radical tanto en el orden ecogeográfico como en el político-institucional. Demuestra, igualmente, que fueron los francos los que tomaron la iniciativa y que lo hicieron sin ningún tipo de miramiento con las expectativas de los naturales. Atacados por el rey Clotario el 561 y por el duque Bladastes el 581, los rusticani de Wasconia -organizados desde tiempo inmemorial en comunidades de valle para preservar sus medios de vida- saltaron como un resorte, sabiéndose con ventaja a la hora de ventilar los choques en el corazón de la barrera montana. La tremenda derrota que endosaron al duque aquitano el 581 y las rapiñas que emprendieron por los espacios bajeros de la cuenca del Adour el 587 fueron sus intimidatorias cartas de presentación.

Para el reino hispanogodo, el tema de Vasconia era prioritario y estaba incluido en el programa político-militar que había puesto en marcha con la finalidad de recuperar el espacio perdido a manos de pervasores y tirani. Su realización estaba tan avanzada que el año 581 Leovigildo sometió partem Vasconiae, es decir, el sur de Autrigonia, Caristia y Vardulia más el territorio de lengua euskaldún que por las alturas de Urbasa, Andía y Aralar se extendía hasta los bordes del Baztán y de la cuenca de Pamplona. Por tratarse de un espacio próximo a la divisoria fronteriza, el monarca se ocupó de su fortalecimiento: dotó el territorio recién conquistado con un microcondado con capital en Victoriaco/Veleya y utilizó las tramas parentelares para intimar con los convecinos del norte, promoviendo el casamiento de su hijo Reccaredo con Riguntha, hija de Chilperico.

Esta última maniobra no rindió los frutos deseados por los imponderables de la historia, como tampoco los repetidos intentos de firmar la paz con Gontrán. En su lugar, Reccaredo se encontró con la sorpresa de que los choques de Wasconia suscitaban correrías predatorias entre los rusticani de Vasconia. Sin perder tiempo, se dirigió al Baztán, principal teatro de operaciones. Y con finura geoestratégica procedió a solventar el problema removiendo a los revoltosos el 588 mediante sistemáticas y sostenidas campañas de acoso. Tal nos parece el sentido de encomendar al ejército maniobras militares a la manera de las ensayadas en el juego de palestra. Sospechamos que -más allá de intentar atajar las correrías de los rusticani cismontanos- el monarca pretendía generar un cierto espacio de tierra quemada para desconectar por medio del vaciamiento humano la vertiente de acá de las tensiones que tenían su origen en la vertiente de allá.

Con la campaña de reconquista del 581 y el desalojo de nativos del 588, la parte occidental de Vasconia pasó a control del reino hispanogodo. Aparte de lo que restaba por someter en la cornisa cantábrica, quedaba al descubierto todavía el importante tramo de la barrera pirenaica que mediaba entre el umbral de la cuenca de Pamplona y el curso del Cinca, donde se reproducían las correrías de los rusticani por reflejo de las presiones ejercidas por Gontrán. Si hacemos caso a las crónicas y aceptamos que las acuñaciones de Cestavi, Labeclosa y Volotania -respectivamente, Gistau, Labitolosa y Boltaná– no tenían otro finalidad que financiar las campañas de castigo, la contención de las cabalgadas que infestaban el valle del Ebro corrió a cargo de monarcas tan reputados como Reccaredo, Gundemaro, Sisebuto y Suinthila.

Como bien sabemos, las agresiones de los franco-aquitanos contra Wasconia en su afán por someter a control político y fiscal a los montañeses de tradición euskaldún que habitaban el espacio que mediaba entre la línea de cumbres y el curso del Adour desbarataron la estabilidad de las comunidades de valle y provocaron una furibunda reacción de los naturales, pues se jugaban la supervivencia. No eran, ciertamente, unos cualquiera. Se trataba de colectivos bien organizados, que se movían ágilmente a caballo por los vericuetos serranos. Su personalidad venía determinada, lógicamente, por la actividad pastoril y por la estabilidad de su cultura pero también por los conocimientos acopiados durante el medio milenio largo que compartieron con Roma. Ni los aquitanos en su acendrada propensión romanizante, ni los francos en su obsesión por dotarse de un estado se habían ocupado de conocerles a fondo y les calibraron particularmente mal cuando decidieron imponerles por la fuerza su voluntad.

En la vertiente meridional, la colisión entre hispanogodos y euskaldunes no fue provocada sino sobrevenida y se desarrolló de manera estratégicamente diferente según escenarios. Reccaredo desactivó el bandidaje del Baztán el 588 mediante el desalojo de una fracción significativa de los revoltosos hacia los antiguos territorios de aguas al mar de caristios y várdulos. Se trataba de espacios que sobrevivían todavía al margen del reino hispanogodo, donde los desplazados pusieron pie prevalidos de su número, de su organización y de su cultura. Como muy tarde, desde finales del siglo VI se encontraban en condiciones de ofrecer protección a los desnortados hispanorromanos que desde hacía una centuria penaban por la zona sin ningún tipo de amparo.

Al margen del segmento de la cornisa cantábrica que permanecía irredento, en el amplio espacio que mediaba entre la vertical de Pamplona y el curso del Cinca, el bandidaje inicial se transformó pronto en mercenariato y la estrategia empleada para neutralizar una y otra práctica fue diferente: las correrías predatorias fueron desbaratadas en campo abierto y las comitivas a sueldo fueron sistemáticamente perseguidas y tenazmente reintegradas a las serranías.

Apaciguadas por la fuerza las algaradas, los espacios recién controlados fueron integrados en una misma y sola circunscripción político-administrativa: el comitatus Vasconiae. Sospechamos que fue fundado por Suinthila en torno al 621, tras someter la cuenca de Pamplona y autoproclamarse primer rey visigodo de la generalidad de Hispania. Presumimos que la razón de ser del mismo estribaba en ejercer en la divisoria pirenaica la función de frontón político-militar contra posibles veleidades franco-aquitanas. En anteriores entradas nos hemos negado vehementemente a identificarle con un Ducado de Cantabria que nunca existió en la vertiente meridional del Pirineo Occidental ni en las campiñas del Ebro medio. Es de señalar, sin embargo, que sabemos muy poco sobre él, apenas que le gestionó un comes hispanogodo de nombre Casius -caracterizado como qumis al-tagr (conde de la frontera) tras haber islamizado el 714- y que, a su muerte, le dividió entre sus vástagos, miembros natos de la dawla banuqasi.

Entretanto, los euskaldunes desplazados por imperativo geoestratégico al tramo irredento de la depresión vasca prosperaron de tal manera convertidos en élites gobernantes y en adalides de los desamparados hispanorromanos prelitorales que en la década de los sesenta del siglo VII el mismísimo rey Wamba tuvo que salirles al paso y, tras batirles en el campo de batalla, les adscribió al citado Comitatus Vasconiae. Se trataba de los últimos pervasores/tirani que operaban por libre en la Hispania visigoda, cuya posición dominante habían fortalecido sabiamente adaptándose al agropecuarismo y al cristianismo que practicaban los acogidos a su protección.

Un cierto tiempo después, las Crónicas Asturianas atribuyen a Alfonso I (739-757) el sometimiento al reino astur de las comarcas de Vizkay Alaba, Alaón y Urdunia, pero no las de Berrocia, Degius y Pampilona, precisando que estas últimos siguieron en manos de sus dueños. Nosotros interpretamos que dicha operación fue capitaneada por su hermano Fruela -que actuaba desde Cantabria en función de la división del trabajo que había concertado con el monarca- y que los territorios ahora expropiados no eran otros que los integrados por Wamba el 673 en el Comitatus Vasconiae tras parar los pies a los euskaldunes irredentos y específicamente los mismos que -tras la quiebra del estado hispanogodo a manos del Islam el 711- pasaron a formar parte del espacio fronterizo gestionado por Casius, qumis al-tagr. La expropiación que de ellos realizó Fruela, hermano de Alfonso I, a mediados del siglo VIII fue posible por el profundo estado de postración en que se encontraba por esas fechas la dawla muladí tantas veces citada.

Hasta aquí hemos restablecido con la maxima fiabilidad posible la dinámica mutacional de las entidades político-institucionales y militares que contribuyeron a perfilar la defensa física que demanda la condición humana. Antes de proseguir en el propósito de sistematizarlas hasta el reinado de Sancho III el Mayor, cabe contener un tanto la marcha y dedicarle un tiempo a la restitución histórica de las transformaciones habidas en el seno de los organismos de naturaleza eclesiástico-religiosa encargados de proporcionar el amparo anímico que con similar urgencia reclama la humanidad.

Tras lo expuesto hasta aquí, conocemos aceptablemente bien tanto la naturaleza y la topografía del régimen conventual perfilado por Augusto como la del régimen provincial redefinido por Diocleciano. Cabe subrayar que, en la génesis y decantación de dichas circunscripciones, fueron tenidos muy en cuenta los espacios de supervivencia de las colectividades indígenas, con sus correspondientes divisorias y fronteras. Por lo demás, es de dominio público que la Iglesia -en cuanto que entidad responsable de la gestión del credo cristiano niceano- calcó su trama administrativa sobre la parrilla diseñada por Diocleciano, dando prioridad, lógicamente, al factor humano, en cuanto que destinatario del mensaje de trascendencia que difundía.

A los Conventus se les atribuyó el papel de contenedores de la fundación de sedes, la primera de las cuales terminaría, generalmente, por elevarse a la condición de metropolitana de las constituidas en el marco de cada Provincia Ecclessiastica. La iniciativa creativa correspondió a los obispos pioneros, que actuaron sin contradicción alguna en cada circuito conventual hasta que los enredos históricos y las ambiciones personales e institucionales alteraron los protocolos. Son bien conocidas las turbulencias que experimentó el Caesaraugustanus a mediados del siglo V, cuando, frente a la práctica bonancible de constitución de sedes que había emprendido la pionera prelatura zaragozana en Calagurris (365) y Tirasona (449), se alzó sin miramientos el obispo Silvanus de Calahorra justo en el momento en que aquélla intentaba hacerlo entre los vascones del saltus. Contra toda costumbre, Silvanus se arrogó la promoción de sedes en Birovesca (457) –trasladada probablemente a Auca el 508- y en la propia Pampilona (465).

Aún con estas y otras turbulencias, la dinámica de constitución de cabeceras episcopales siguió su marcha triunfal hasta alcanzar la plétora en la fase terminal del reino hispanogodo, como lo refleja el mapa general que hemos elaborado sobre el estado en que se encontraba la parrilla diocesana a finales del siglo VII en las Provincias Eclessiasticas de Gallaecia, Lusitania, Tarraconensis y Carthaginensis. Por lo que respecta al escenario específico que centra nuestra atención en este blog, cabe destacar vehementemente que la conformación de diócesis se ajustó exquisitamente al espacio vernáculo de las comunidades indígenas, según se infiere de la distribución territorial de las fundadas en el segmento noroccidental del Conventus Caesaraugustanus.

Para una mejor lectura de esta última simulación cartográfica, se han de tener en cuenta dos aspectos puntuales: en primer termimo, que algunas etnias, inicialmente integradas en una diócesis concreta, pasaron con posterioridad a contar con sede propia, tal y como ocurrió con los berones, que -en su condición de indoeuropeos de segunda generación- quedaron inicialmente adscritos a Tirasona junto a belos, titos y lusones y, sin embargo, a finales del siglo VII llegaron a disponer de una con cabecera en Alisana (Alesanco); en segundo lugar, que el pertinaz irredentismo geopolítico de una fracción significativa de la depresion vasca retrasó severamente la consignación de una diócesis específica a los territorios de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, que se mantuvieron durante siglos bajo la tutela directa de Calagurris. Tan solo muy tardíamente, en el siglo IX avanzado, llegaron a contar con una diócesis propia, con cabecera en Veleya.

Sobre el brillante panorama eclesiástico-episcopal del centro-norte peninsular se abatieron desde comienzos del siglo VIII dos abominaciones, aunque de muy diferente intencionalidad desbaratadora: desde el 711, el Islam, que actuó de forma contemporizadora, y, desde el 745, los primeros reyes astures, auténtico martillo pilón de la demolición de la trama diocesana hispoanogoda. Al Islam cabe atribuir la precipitada salida del obispo Félix, titular de Calagurris, hacia Los Cameros y Cangas de Onís, tal vez por incompatibilidad existencial con la dawla banuqasi, cuyo ancestro Casius se adhirió al credo musulmán el 714, abjurando del cristianismo en presencia del mismísimo califa de Damasco. Las restantes diócesis del centro-norte peninsular -entre ellas, Auca y Pampilona– no experimentaron, sin embargo, merma funcional alguna, sino, más bien, se beneficiaron de los pactos concertados con los nuevos dueños del campo. Tal fue, por ejemplo, el caso de Valentín de Auca, arropado probablemente durante très decadas por el cuerpo de ejército musulmán acantonado en Las Olmayas.

Otra cosa bien distinta fue lo que ocurrió con los reyes astures Alfonso I y Fruela I desde mediados de la octava centuria. Con manifiesto afán desestructurador, el primero arrastró sin miramientos hacia el norte al obispo de Auca y arrinconó aún más en la Cordillera Ibérica al prelado de Alisana (Alesanco), que se refugio en Tobía. El segundo removió algo después, entre otros, al titular de Uxama Argaela. Finalmente, Valentín de Auca encontró acomodo en la corte regia de Cangas de Onís y Eterio de Osma, en un monasterio del valle de la Liébana.

Los prelados desafectados de sus sedes no se resignaron, sin embargo, al desarraigo. El de Auca, tras acudir con Fruela I a la fundación del monasterio femenino de San Miguel de Pedroso el 759, no tuvo finalmente más remedio que replegarse sobre el litoral cantábrico tras el asesinato de su mentor regio, Fruela I (768). Acaso por sugerencia de Alfonso II, el de Uxama Argaela abandonó la Liébana y se asentó en Valpuesta a comienzos del siglo IX con el nombre de Juan. También se puso en marcha el pontífice de Calagurris, que, tras residir en Cangas de Onís con el nombre de Reccaredo -en compañía de otros prelados astistió el 812 a la consagración de la basílica de El Salvador de Oviedo-, se trasladó con su comitiva familiar a León, atraido por la recuperación de la ciudad para la cristiandad el 845. Desde allí la saga episcopal que representaba se encaminó hacia el monasterio de San Vicente de Ocoitza (Alava) el año 863 con el nombre de Bívere, sentando plaza en Veleya desde el 881 y enterrándose en Bolívar con el nombre de Álvaro el 885. Sin tardar mucho se acomodaría en Armentia.

Los prelados en cuestión actuaban impulsados por el imperativo canónico de residencia, es decir, por la ineludible obligación de retornar con su grey a poco que mejorara la situación. También lo hacían, lógicamente, por interés particular, ya que fuera de sus sedes históricas eran poco menos que nada tanto en el orden institucional como en el socio-económico. Como puede facilmente comprobar el lector a través de la cartografía que ofrecemos, cada movimiento migratorio de los prelados recortaba un tanto más el espacio que mediaba entre su nueva residencia y el emplazamiento de sus sedes originarias.

Los prelados removidos vivían sobre la marcha, encontrando asilo y cobijo en los monasterios, que se convirtieron en sustento primordial durante la ruda edad de hierro que se abatió sobre el episcopado del centro-norte peninsular en los siglos VIII y IX. Sobrevivían del ejercicio a ras de suelo de las funciones que les eran privativas -bautizar y consagrar clerigos y templos-, atendiendo los inexorables relevos generacionales con la inmediata consagración de los miembros más caracterizados de sus menguados séquitos. La desestructuración político-institucional promovida por los monarcas astures -en gran medida interesados en importar personal cualificado (incluido el episcopal) para repoblar su escuálido reino litoral- endosó a la Iglesia del centro-norte peninsular un doloroso varapalo, que la obligó a replegarse sobre sí misma y a mendigar amparo en el monacato, pero no renunció a restaurar la trama desmantelada, manteniéndose vigilante y activa en virtud del imperativo de residencia.

El proceso de reestructuración no siempre concluyó de forma bonancible y acorde con los derechos adquiridos. Así, por ejemplo, en tanto que el titular de Auca retornó honorablemente a casa el 885 con el nombre de Sancho, instalándose en el monasterio de San Felices de Oca al amparo del potente burg levantado en el Arlanzón medio el 884 por Diego Rodríguez Porcelos, el de Uxama Argaela –probablemente con el nombre de Silo- intentó hacer lo propio pero con resultados harto decepcionantes. En efecto, apenas cinco años después de la recuperación de la civitas para la cristiandad el 912, el portillo del Alto Duero se convirtió en el formidable teatro de operaciones en que la cristiandad y el Islam comenzaron a ventilar su porvenir en Iberia. En circunstancias tan caóticas como amenazadoras, el prelado oxomense no pudo por menos que recular el 929 con el nombre de Oveco hacia el castillo de Muñó, paraje situado a distancia de la melée militar, emplazado en el extremo septentrional de la diocesis, donde quedó inerme a la espera de una oportunidad mejor.

En todo caso, nada resultó fácil en ningún sitio. Aun en los procesos exitosos, la reestructuración casi siempre resultó controvertida. El paradigma de la complejidad lo alcanzó la diócesis de Auca, que, para salir adelante, hubo de promover medidas que chocaban abiertamente con los cánones. En efecto, con la finalidad de controlar mejor un escenario tan comolicado como el territorio vernáculo autrigón -que se extendía desde los Montes de Oca hasta el Cantábrico y desde la Sierra de Atapuerca hasta el curso del Nervión- y con la esperanza de mejorar la gestión del mismo -dada la posición excepcionalmente descentrada a efectos administrativos del monasterio de San Felices de Oca, emplazado en el extremo sur de la diócesis-, el obispo Fredulfo (894-906) decidió dividir el espacio jusrisdiccional aucense a comienzos del siglo X en dos ámbitos de gestión diferenciados, aunque subsidiarios entre sí. Él mismo se ocuparía desde Auca del segmento emplazado al sur de los Montes Obarenes y su sobrino Diego haría lo propio desde Vallisposita con el tramo que se extendía hasta el borde cantábrico. Cabe presuponer con la mejor de las intenciones que la temporum neccesitas justificaba hasta cierto punto el carácter doblemente anticanónico de la maniobra: por un lado, la titularidad de dos prelados sobre una misma diócesis y, por otro lado, la relación interparentelar de ambos.

Como ya hemos expuesto repetidas veces en este blog, el materialismo histórico que nosotros cultivamos se sustenta en la percepción de que la condición humana se encuentra severamente lastrada por cuatro vulnerabilidades estructurales, originarias: la necesidad de alimentarse, la propensión a reproducirse, la obligación de contar con defensa física y la conveniencia de encontrar amparo anímico. Todas y cada una de ellas contribuyen a modular el comportamiento humano y, por extensión, a condicionar su desenvolvimiento como especie, obligándole a neutralizar los potenciales efectos negativos de tamaños agujeros negros mediante la configuración de los Modos de Producción, es decir, de diferentes modalidades sistémicas de organización de la supervivencia.

En la exposición cartográfico-literaria que ahora mismo tenemos entre manos, no nos hemos ocupado de la trayectoria de la primera ni de la segunda, pero sí de la tercera y de la cuarta, manteniendo en su restitución histórica una escrupulosa separación metodológica de la dinámica evolutiva de las instituciones afectadas a una y otra. Éstas siguieron en el pasado trayectorias cambiantes y complejas. Así, durante la fase imperial, la política se superpuso a la religión, reduciéndola a poco más que a una magistratura más. A la desaparición del mundo romano, funcionaron a su aire, aunque la proveedora de amparo anímico -la religión- operó frecuentemente como factor determinante del ahormamiento de la sociedad en momentos de dificultad, comportándose los prelados al igual como pastores que como líderes laicos.

Desde comienzos del siglo X iniciaron, sin embargo, una relación colaborativa tan densa e intensa que sentaron los fundamentos de una instancia sistémica nueva: la Superestructura Geminada Feudal. Cabe equipararla a aquella convergencia que gran parte de la historiografía percibe como sustento de la denominada Reforma de la Iglesia o describe como una singular habilidad política de la dinastía navarra. Con la entrada en la historia de la superestructura de referencia, el Modo de Producción Feudal completó a principios del siglo XI su andamiaje canónico, en conexión estructural con la Pequeña Explotación Agropecuaria Familiar (forma social de producción) y la Propiedad Parcial Diferenciada (relación social de producción).

Lo que estaba detrás de la citada colaboración interinstitucional no era prioritariamente ni una aspiración reformista ni una inquietud política sino, más bien, aquella amalgama de coacción administrativa e ideológica que necesitaba el sistema feudal para transformar la propiedad de hecho en propiedad de derecho y para naturalizarla socialmente. La colaboración entre la cruz y la espada operaba como un potente factor aglutinante del régimen dominante, donde el control social se ejercía a través de la mediatización de bienes y personas y se fijaba a través de la nueva fuente de legitimidad que constituía la documentación escrita, dando vida con ello a registros de recursos y derechos como la Reja de San Millán.

Hay varios episodios del período que centra nuestra atención que ponen claramente de manifiesto la potente colaboración que existió por entonces entre el sacerdocio y el reino. Por no extendernos demasiado, nos ceñiremos a un caso concreto, que, además, cuenta con la peculiaridad de que su desenlace tuvo consecuencias catastróficas, demostrando que la historia es mucho más astuta que lo que sus protagonistas —y los propios historiadores— son capaces de imaginar. Me refiero, en concreto, al episodio que se inició con la aplicación del testamento de Sancho III el Mayor en 1035, donde consignaba a su primogénito García Sánchez III —García de Nájera— la mitad oriental del condado de Castilla y a su hijo menor, Fernando, la mitad restante.

Tan sorprendente decisión se ha explicado prioritariamente como resultado de la omnímoda potestad que ejercía el rey navarro sobre el condado en cuanto que herencia de su esposa Muniadonna. A nuestro parecer, la cuestión tiene bastante más enjundia que el de una mera legación testamentaria, pues la fracción oriental del condado castellano que recibía el hijo mayor se extendía por occidente justo hasta la línea divisoria que había separado desde los tiempos de Diocleciano la Tarraconense de la Cartaginense. Al conceder esa precisa fracción a su primogénito —y no la restante o la totalidad del condado—, Sancho III no sólo estaba atendiendo los intereses expansivos del reino navarro por occidente a costa de Castilla sino que colaboraba con el colegio episcopal del valle del Ebro a la recuperación institucional de aquella fracción de la Provincia Eclessiastica que había escapado desde hacía tiempo al control jurisdiccional del primado tarraconense.

El desarrollo del inevitable choque militar entre el hermano beneficiario y el despojado es bien conocido, al igual que su luctuoso desenlace. En las faldas orientales de la Sierra de Atapuerca, por cuya cumbre pasaba la divisoria del espacio en disputa, Fernando venció a su hermano García, que murió en combate en 1054. La colaboración no siempre rendía los frutos que esperaban los actores del drama histórico, pero no por ello los poderes laico y eclesiástico dejaban de intentarlo, pues se jugaban el control del sistema vigente y de sus correspondientes dividendos. En cualquier caso, como es sobradamente sabido, en la historia no hay nada eterno, Pronto se desataría entre tan amigables colaboradores la tormentosa disensión que la historiografía caracteriza como la querella entre el Pontificado y el Imperio Romano-Germánico, que no fue otra cosa que una cuestión de reparto de los frutos conseguidos en tiempos de consenso.

Estimado Cantaber, voy a explicar mis discrepancias con el planteamiento que te lleva a postular el Pirineo occidental como Urheimat euskaldún. Creo que partes de algunas premisas de la teoría tradicional, a mi juicio endebles. Enumero tres de ellas, presentando en cada una mis objeciones. La cuarta objeción a tu planteamiento es de distinta naturaleza. Es posible que malinterprete alguno de tus razonamientos, en cuyo caso te ruego me disculpes y me corrijas.

1/ (premisa) Los vascones son un pueblo que preexiste a la romanización y que como su propio nombre indica se puede correlacionar con el euskera y el proto-euskera (en realidad, hasta aquí van dos premisas). Es decir, es el “centro de fuerza” ancestral de una vasta región mucho más extendida (en planteamientos extremos como el de Vennemann, abarcaría toda Europa), que a su vez sería el último reducto lingüístico de un proceso recesivo y agonizante. No obstante, entiendo que en tu planteamiento la direccionalidad sería más bien la inversa: sería el núcleo que irradiaba euskaldunidad a todo el espectro dentro del cual se encuentren testimonios euskéricos en mayor o menor medida, un poco en la misma línea que Oihenart, Gómez-Moreno, Schulten y Bähr, con diferentes matices.

MM (objeción). En la lingüística, y particularmente en el estudio que indaga en la Urheimat de cualquier lengua concreta, o de cómo se ramifican las diferentes áreas dialectales a partir de la protolengua, lo mejor que podemos hacer es olvidarnos de los etnónimos y los corónimos, meterlos en un cajón, y buscar sólo filiaciones lingüísticas en los rasgos lingüísticos que aportan los datos concretos (sobre todo de fuentes directas). Los indoeuropeístas, por ejemplo, cuando se fue tomando conciencia de que había algunas lenguas que no palatalizaban k ante e, i, y otras que sí, llamaron al primer grupo centum y al segundo satem (‘100’, respectivamente en latín y en avéstico), no al primer grupo “indoeuropeo europeo” y al segundo “indoeuropeo asiático” (denominación que en cualquier caso sería muy inexacta). Asimismo, los celtólogos distinguen celta-q y celta-p, según asimilen kw-p > p-p o kw > kw. Por esa misma razón, todavía mejor que aquitano-vascónico o paleoeuskera, yo creo –sin muchas expectativas de que mi propuesta tenga ningún éxito- que sería aún más apropiado llamar al euskera de la Antigüedad la “lengua de la h”, “lengua-h” o similar.

2/ (premisa) El euskera puede también correlacionarse con el nomadismo pastoril y con la cultura megalítica (cromlech) de la mitad occidental de los Pirineos y valles y llanuras adyacentes, fenómeno que habría servido de “primum movens” o fuerza irradiadora de euskaldunidad.

MM (objeción). Yo creo que esto son viejas ideas que han formado parte durante décadas –si no siglos- de un mismo círculo hermenéutico formado por varios conceptos (vascones, euskera, Pirineo occidental, cromlech, topónimos en -o(t)z…) que se retroalimentaban, hoy superadas o en vías de superación. No podemos saber en qué lengua hablaban los autores de unas construcciones megalíticas que se remontan en su estrato más antiguo a 1200-600 a.C., y su coincidencia (parcial e imperfecta) con el área euskérica en época de la romanización bien puede ser un espejismo en que se solapan épocas muy distantes entre sí. Es más, en toda esa área, los hidrónimos (Arga, Alagón, Aturris, Garona…) y topónimos de larga duración tipo U(l)zama (de célt. Uxama “la más alta”), etc., sugieren más bien un proceso poblacional de gentes indoeuropeas, en la cronología de los cromlech y quizás todavía en el Hierro II.

MM. Hasta hace poco, en el mismo paquete de conceptos iban los topónimos en –o(t)z, idea pulverizada por Gorrochategui en su capítulo de la “Historia del euskera” de 2018. Estos topónimos en –o(t)z (variante gascona –òs, aragonesa –wés), que sí es razonable correlacionar con el paleoeuskera, se forman, como otras construcciones toponímicas análogas marcadoras de possessores, con la crisis de la ciudad, a partir del siglo II d.C., y sobre todo en los siglos III-IV.

3/ (premisa) La lengua de la Mano de Irulegi es el “vascónico”.

MM (objeción). Mi objeción no es un no rotundo (a que sea paleoeuskera, lo reformularía yo), sino que no está claro y que es un problema más complejo en el que caben varias posibilidades: que sea peri-ibérico (un ibérico dialectal más periférico y por tanto quizás más arcaizante), una lengua intermedia entre el ibérico y el euskera, una lengua euskeroide pero no exactamente paleoeuskera, aquitano-vascónico (lo que yo llamo paleoeuskera) que luego se perdió con la latinización, o, en fin, aquitano-vascónico que sobrevive y da lugar al euskera histórico (teoría tradicional). En todo caso, aunque fuera paleoeuskera, es una inscripción de en torno al 75 a.C., una fecha siglo y medio posterior a los etnónimos que da Polibio.

Esto me lleva a la última objeción a tu planteamiento, que no es crítica a una premisa, sino al esquema “pancrónico” que subyace en tu razonamiento. Aun así la voy a poner en coordinación con la enumeración anterior…

4/ Hablas de “una foto fija” que ofrecen los datos euskéricos en la Antigüedad “en torno al año cero”, pero lo que los mismos sugieren es que la situación es dinámica y están sujetos a una jerarquización cronológica. Desde el año 218 a.C. hasta que decae la epigrafía altoimperial van casi cuatrocientos años en los que ocurren muchas cosas.

El primer dato con un rasgo paleoeuskérico es el Andosinoi que Polibio ubica en Andorra en 218 a.C. Lo es (a) porque contiene el mismo formante Andos(s)/x que aparece en el Alto Garona siglos después (ss. I-III d.C.), y éste muestra africación final de sibilantes, rasgo conectable con el euskera histórico, y (b) porque parece contener un formante And-, ausente en ibérico peninsular y con aspecto de ser común al galo, que además parece incluirlo en el mismo campo semántico de And-ere (con el que puede que formara un binomio), corriendo éste mejor suerte ya que no sólo aparece profusamente en la epigrafía aquitana sino que a diferencia de Andotz sobrevive hasta el euskera histórico como nombre común. Esta secuencia (Andos-in-oi en un punto fijo, Andorra, en 218 a.C.,… evolucionando a… Andos(s)/x desplazados a mucho más al oeste y esparcidos por multitud de valles del Alto Garona siglos después, en ss. I-III), parece hablar, más que de una euskaldunidad “expandida a Andorra”, de una euskaldunidad “expandida desde Andorra”. Cuál sería el “primum movens”, si la trashumancia, un crecimiento demográfico en la región de origen, un deficit demográfico en la región de destino, el circuito de tal o cual mercancía, la fundación de Lugdunum Convenarum por Pompeyo hacia 75 a.C., el espíritu de aventura, o una mezcla de varios de los anteriores o de otros, se lo dejo a los historiadores. Positivismo inglés. Prefiero centrarme en los qués antes que en los porqués.

¿Y en territorio “vascónico”? En mi opinión, no hay ningún dato del que podamos decir con absoluta certeza que contiene un solo rasgo diagnóstica y exclusivamente paleoeuskérico con anterioridad al conflicto pompeyo-sertoriano, y ni siquiera a la epigrafía altoimperial. No obstante, hay que tener naturalmente en cuenta la inseguridad inherente al alfabeto epicórico ibérico. Con anterioridad a 82-73 (conflicto pompeyo-sertoriano), tendríamos uno ubicable en el entorno de Belate hacia 100 a.C. (fecha aproximada de la única emisión) si en la leyenda uTanbaate tenemos “puerto de Uxama” (cuyo orden ónoma + apelativo en todo caso indicaría la secuencia de las lenguas en ese lugar: primero el celta, luego el paleoeuskera). Los caballeros segienses y ennegenses del Bronce de Asoli, que caen dentro del territorio vascón, comparten muchos formantes con el euskera histórico, pero casi ninguno si no ninguno con exclusión del aquitano. El epígrafe de Andelos en mi opinión no está en paleoeuskera, el del Bronce de Aranguren es demasiado fragmentario para sacar conclusiones y del de la Mano de Irulegi ya he hablado. Puede ser diagnósticamente paleoeuskérico el nombre en sí de Pomp-elo, formado hacia el 75-70 a.C. (sea porque acampó allí Pompeyo, o como ostentación de la conquista, opción que se prefiere últimamente), si como señala Villar el orden modificador-modificado que muestra es propio del euskera y no del ibérico (compárese il-urcis). Algo más tarde, el ik/gae de Lanz vete a saber qué es. Oiarso e Iturissa, aunque inequívocamente paleoeuskéricos, no sabemos hasta cuándo se remontan.

En resumen, en mi opinión, según la cronología de los datos lingüísticos, la direccionalidad de la euskaldunización va de oriente a occidente.

Recuerdo haber leído una crítica de la supuesta conexión entre crómlech pirenaicos y paleovasquidad del arqueólogo de Aranzadi, Manu Ceberio. Un tema muy bien ilustrado, si no recuerdo mal, por el historiador Eduardo Artica Rubio. La IA me aporta esta referencia de Ceberio 2009 (que copio en una versión permanente de Gdrive).

Da gusto, Mikel, que abordes este tema que plantea Cantaber y abras la vía al diálogo que caracteriza Trifinium. ¡Saludos a ambos!

Reproduzco un fragmento de ‘Vasco antiguo: algunas cuestiones de geografía e historia lingüísticas’ Palaeohispanica 9 (2009:546-547) [PDF] de Joaquín Gorrochategui, en el que reflexiona sobre la coincidencia parcial entre los crómlech pirenaicos y los topónimos en -os, considerados estos últimos como «indicativo inequívoco de aquitanidad»:

De todos modos existe un dato significativo para el debate de esta cuestión: la supuesta frontera cultural y lingüística entre vascones y sus vecinos occidentales que se sitúa en el curso del río Leizarán. Por un lado es el límite occidental de la distribución de cromlech de altura, que se localizan desde aquí hasta Andorra a ambos lados de la línea axial de los Pirineos y, por otro, es también el límite occidental de los topónimos en -os. Son datos que, unidos a la documentación onomástica citada antes, apuntan a una divisoria este / oeste entre vascones y sus vecinos occidentales, antes que a una frontera norte / sur a ambos lados de los Pirineos.

De todos modos, la coincidencia entre cromlech y topónimos en -os no es total, ya que aquellos se localizan en una zona muy estrecha de los Pirineos, en una franja que oscila entre 5 y 40 km. del eje central de la cadena (Peñalver 2004, 230), mientras que la distribución de los topónimos es mucho mayor, abarcando toda la Aquitania, y gran parte de Navarra y Huesca. Por otro lado, mientras que los túmulos de piedras son de la Edad del Hierro, no conocemos la cronología precisa de los topónimos. Siempre se han considerado como una especie de indicativo inequívoco de la aquitanidad del territorio y reflejo de la extensión de la lengua aquitana preromana. Aparte del argumento de la propia distribución geográfica que coincide con otros muchos índices de aquitanidad (onomástica, límites del gascón), está el hecho de su origen prelatino y, en parte, equiparable a sufijos aquitanos presentes en la onomástica (cf. Ilunn-o / Ilunn-os-i).

Pero aunque el origen de la formación debe anclarse en la lengua aquitana, existen topónimos que han sido creados en época plenamente romana, sobre nombres de persona latinos: Baliròs, sobre Valerius, Lauròs, sobre Laurus, Vidalòs, sobre Vitalis, etc. (Rohlfs 1970, 30). Existe además otra circunstancia totalmente llamativa: su gran cantidad, que en principio no sería esperable para topónimos que remontan a una época prelatina, de suerte que uno puede pensar que, al igual que los topónimos galoromanos en -acum conocieron todo su esplendor cuando se integraron en la lengua latina, de igual modo estos topónimos en -os mantuvieron su vitalidad en el latín y romance posterior. En este sentido, hay otro dato complementario de esta exhuberancia medieval y moderna: la carencia total de este sufijo en los topónimos antiguos de Aquitania, a excepción quizá de Boios (documentado en el tardío Itinerarium Antonini). Si observamos que en otras fuentes el topónimo aparece como Boiates, en el que se aprecia el sufijo de origen galo -ates, —por otro lado bien documentado en los nombres de muchos étnicos
aquitanos, como ya dijo Duval 1975—, quizá estemos ante una traducción o forma equivalente, que irá tomando más fuerza en la antigüedad tardía.

Consiguientemente, si este panorama aquí esbozado tuviera alguna verosimilitud, en Leizarán coincidirían territorialmente dos fenómenos de cronología diferente. Este hecho no invalida la función de frontera, incluso se podría pensar que lo refuerza, por tratarse de fenómenos que encajan en procesos de más larga duración, pero sin duda debilitaría la hipótesis de una vasconización tardía del País Vasco, bien desde el Norte o bien desde territorio vascón, en una época en que presumiblemente estuviera en vigor la formación de topónimos en -os.

Sorprende esta última afirmación de Gorrochategui, ya que la ausencia de topónimos en -os en el País Vasco es lo esperable desde nuestra hipótesis, por ser este precisamente un rasgo palpable de vasquidad antigua. En la expansión de la lengua hacia occidente, los hablantes habrían abandonando esta práctica a favor de otras de mayor implantación local, vg. topónimos con sufijos -ana, -iz, -ica. Creo recordar que Mikel ha abordado —o lo está haciendo— esta misma cuestión en alguno de sus trabajos recientes. En esta línea, esperamos con el máximo interés la comunicación que Joseba Lakarra presentará próximamente en el marco del ICHB1 ‘Oharrak -oz atzizkiaren jatorriaz eta euskara zaharraren mugez [Anotaciones sobre el origen del sufijo -oz y las fronteras del euskera antiguo]’

Por otra parte, antes he citado a Eduardo Artica Rubio porque tras alguna pesquisa, seguramente errada, deduje que este autor debía de estar detrás del desaparecido dominio Imago Pyrenaei. En ese dominio se publicaron durante los años 2011-2019 unas excelentes entradas ilustradas con unos preciosos mapas sobre temas estrechamente relacionados con Trifinium. Entre ellos uno sobre crómlech pirenaico que he visto reproducido en una entrada de Koenraad Van den Driessche en Ama Ata (09/07/2013). En el blog de Jon Obaldia Undurraga ArqueoTimes hay otro mapa de la ‘Distribución general de los crómlech pirenaicos’ (Fuente: Fito et al., 2016).

Quiero añadir que recientemente ha aparecido la que parece una secuela de Imago Pyrenaei, Tabula Pyrenaei, con nuevas entradas de extraordinario interés y nuevos mapas, ahora además dinámicos: ‘La moneda aquitana’ (abril 24, 2025), ‘Epigrafía paleohispánica’ (febrero 18, 2025), ‘La moneda ibérica’ (octubre 2, 2024), Lugdunum, urbs Convenarum. Epigrafía y arqueología (diciembre 24, 2024), ‘Calzadas romanas del Pirineo occidental. Arqueología e Historia’ (diciembre 27, 2023), ‘Epigrafía latina de época romana en los Pirineos’ (sin fecha). Del desaparecido Imago Pyrenaei todavía es posible recuperar un buen número de materiales en RSSing.com. Vaya desde aquí mi más honda admiración hacia el responsable de ambas plataformas.

Por último señalar que Artica es autor, entre otros trabajos, de ‘Los «cerretanos occidentales», revisión de un constructo moderno’ Príncipe de Viana 263 (2015:1149-1161), del que guardo unos apuntes anotados y que menciono porque se está hablando del asunto por aquí. También tomé apuntes de ‘Los vascones en las guerras sertorianas’ (2009).

Con lo bien que iba JG hasta la última frase… Aparte que si no recuerdo mal en este mismo blog se ha señalado que hay crómlech más al oeste del río Leitzaran.

Iba estupendamente hasta que ha dicho algo que no te gusta.
Su razonamiento tiene bastante lógica, aunque no sea decisivo ni probatorio de nada. Más o menos (más más que menos) como otros razonamientos que hacéis vosotros.
Joseba lo intenta lavar con la idea de que en su expansión los aquitanos abandonan la moda «-os» para acoger «-iz», «-ika» u otros, pero no hay razón, es algo lanzado al vacío como otro montón de ideas sin más valor que una pretendida (pretenciosa) autoridad. Pero es que meterse en el mundo de los sufijos toponímicos de naturaleza antroponímica vascos es un barrizal hermoso. Pretender usarlo para demostrar la Vasconización Antigua o la Tardía sale siempre rana. ¿Por qué «-iz» abunda tanto en Euskal Herria, aunque es especialmente prolífico en Vizcaya y Álava, y no se da casi en Castilla, Cantabria y Asturias y estalla con fuerza en Galicia? ¿Por qué «-ica», siendo al parecer doblete de «-iz», casi no sale de Vizcaya y Álava? ¿Qué hay de los «-ama» sobre todo guipuzcoanos, pero también alaveses y vizcaínos y que al parecer tienen dobletes en «-ana»? ¿Y los «-ain» especialmente navarros, pero también alaveses y guipuzcoanos? ¿Y los “-ona” y “-ano”?
Vamos, que entiendo el desconcierto, pero mirando el conjunto y sus peculiaridades yo veo una cosa clara: quitando el «-iz» que se da con fuerza inusitada en Galicia, no sé si con el mismo origen que en EH, porque podría ser una evolución convergente independiente, el resto son exclusivos de EH, aunque el origen pueda ser latino u otro.
Un panorama para volver majareta a cualquiera.
A «-iz» probablemente se le pueda seguir la pista por todo el norte hasta Galicia en forma confundida con el plural romance «-es», como en Musques/Muskiz o, tal vez Güeñes/*Goñiz y Urdiales/*Urdializ, aunque Castrojeriz.
O sea, que los únicos no exclusivos creo que son “-iz” y “-os”. El primero se extiende hacia occidente y el otro hacia oriente, pareciendo el primero de formación más moderna, pero con el mismo fin, esto es, denotar la propiedad de un lugar y asociarla a una persona determinada. “-iz” se pronuncia con fricativa en euskera (Lemoise/Lemoniz, Laukrise/Laucariz), por lo menos en Vizcaya y Álava, seguramente por influencia de la escritura, siendo africada en origen, muy probablemente.
Bueno, ¿y cómo se puede apoyar uno en todos estos datos, analizados profusamente en estos últimos tiempos por expertos como Patxi Salaberri, para defender una causa, la Vasconización Tardía, u otra? No creo yo, la verdad, que proporcionen datos que puedan generar conclusiones redondas, ni para unos ni para otros. Ahí estáis en la pelea, y nosotros, los que no tenemos autoridad, a ver quién va aportando nuevos datos y cómo los usa.
Mientras se intenta dilucidar todo eso lo gordo subyace en la discusión, el milagro de la expansión del garbanzo mágico. El enano y débil garbanzo que se multiplicó por gracia divina mientras los demás garbanzales, poderosos un día ellos, se marchitaban. El garbanzo elegido que reencontró su antigua tierra en occidente guiado por fuerzas magníficas mientras abandonaba sin pena el valioso oriente.
Hori bai Netflixerako pelikula mitiko eta sendoa. Ezbaibako arrakastatsu.

A la espera de lo que diga Cantaber, no entraré en vuestro debate sobre la direccionalidad de la expansión del euskera, de gran interés sin duda. Solo un par de observaciones sobre tus últimos comentarios:

Sobre el punto 1, si bien es cierto que centum y satem para el indoeuropeo o Q, P para el celta están libres de connotaciones geográficas o étnicas, en cambio «indoeuropeo» o «celta» no lo están. Si comparas con ellos «lengua de la h», parece que el equivalente a «celta» o «indoeuropeo» es «lengua», es decir, es un término tan neutro que no significa nada, parece decir que sea la única lengua con h. En cambio, paleoeuskera me parece perfecto, «euskera» por suerte solo tiene connotaciones lingüísticas, y el paleo- lo distingue perfectamente del euskera histórico.

En el punto 4 te refieres a los «Andosinoi que Polibio ubica en Andorra en 218 a.C.». Supongo que es un simple desliz, pues son los historiadores y no Polibio quienes sitúan a los Andosinos en Andorra. Pero es un desliz al que (me parece) ha podido conducir la evolución que va tomando en este blog la «propuesta andorrana», de simple posibilidad a hipótesis sólida, que puede usarse para contradecir otras (en este caso la igualmente endeble de los cromlech), sin más datos nuevos que el refuerzo mútuo entre algunos participantes. Tampoco la rechazo sin más, solo espero argumentos lingüísticos para justificar la muy problemática relación entre Andos- y Andorra, porque si And- es un prefijo y -otz se opone a -ere, me parece muy osado decir que -os (¡o -osin-, de Andosin-oi!) es lo mismo que -orra.

Sobre el orden modificador-modificado, es el mismo Villar quien afirma, correctamente, que es también el del ibérico salvo cuando el modificador es un adjetivo, como en euskera, basándose en el topónimo ibérico Iliberri. Lo primero es prácticamente seguro, pues por ejemplo NP-en antecede al apelativo. La posposición del adjetivo no tanto, pues necesitaríamos conocer con seguridad el significado de una palabra para saber si es adjetivo.

Por lo demás, hay cosas que comparto, como por ejemplo la anterioridad de lo celta en la zona occidental, incluyendo al menos buena parte de Navarra.

Respondo rápidamente a los dos puntos.

La cuestión es que un celtólogo no necesita buscar una denominación descriptiva (que sería “p- dropping language” para referirse al celta dentro de las lenguas indoeuropeas), porque todos los celtólogos saben que, cuando estamos hablando de lingüística, celta es eso y no hay peligro de que un etnónimo genere confusión. En cambio, bajo mi punto de vista, hablar de “vascónico” como de una lengua de la Antigüedad nubla el entendimiento y produce una serie de malentendidos en cadena, por lo que recurrir a la denominación descriptiva “lengua de las haches” o así, puede ser un procedimiento especialmente efectivo para que se visualice mejor que es la misma lengua en Aquitania, Navarra y TAS, y estando el foco con más quilates en Aquitania. Dándole alguna vuelta, quizás es mejor dejarlo en “paleoeuskera”, precisando en cuanto podamos qué entendemos por ello (lengua de la Antigüedad antecesora del euskera que muestra h y/o africación final).

Tienes razón, lo debería haber formulado de esta otra manera: Polibio ubica a los Andosinoi en algún lugar del Pirineo que algunos analistas identifican con Andorra, considerando posible que el elemento inicial del topónimo es el mismo. Por lo demás, de acuerdo, hay pocos datos para llegar a conclusiones firmes sobre si el proto-vasco lo consituían los Andosinoi, solos o en compañía de otros. Es una hipótesis que algunos participantes en Trifinium juzgan plausible y para la que aportan argumentos. Nada más.

Estimado Míkel, viniendo de quien vienen las discrepancias -dada tu reconocida competencia como lingüista y de tu acendrado interés por la historia- y tomándolas como legítimas argumentaciones encaminadas a falsar ciertos aspectos de mi tesis sobre el encuadramiento ecogeográfico de la Urheimat euskaldún en el Pirineo occidental, intentaré dar la mejor respuesta que pueda a las objeciones que has tenido a bien elaborar (04/11/2025, a las 09:07).
Para conferir lógica expositiva a mis razonamientos, dejaré para el final el cuestionamiento de las argumentaciones y me centraré por el momento en completar lo que cabe efectivamente denominar mi “esquema pancrónico” inicial. Como ya he señalado y repetiré ahora de manera más didáctica, entré en la historia de los euskaldunes buscando explicación a un hecho lingüístico empíricamente bien fundamentado, a saber, que en torno al cambio de Era existían rasgos paleoeuskéricos fehacientes en el Pirineo Central (218 a. C., Polibio, andosinoi), en el Pirineo Occidental (cambio de Era, Estrabón, Oiarso / siglo II d. C., Ptolomeo, Iturissa) y en las Tierras Altas de Soria (siglos I y II d. C., lápidas, Sesenco).

Como historiador, lo primero que me llamó la atención fue la circunstancia de que el euskara hubiera echado raíces en tres escenarios distintos, eminentemente agrestes y separados entre sí por importantes distancias. Estimuló, seguidamente, mi interés el hecho de que durante las cuatro centurias que median entre el 218. a. C. y el siglo II d. C. la “foto fija” perfilada en torno al “año cero” fue inmisericordemente desmontada por la expansión de una potencia colonial cuya lengua operó como un auténtico martillo pilón, consumando la demolición de las hablas vernáculas a principios de la tercera centuria. De sorpresa en sorpresa entré, finalmente, en auténtica estupefacción cuando interioricé el hecho de que el euskara había conseguido sobrevivir al desmantelamiento general, sin que nadie supiera explicar de forma convincente porqué.
Conocido el qué y estimulado por la excepcionalidad del proceso, pasé a ocuparme del porqué, es decir, de la causa que había permitido al euskara escapar a la extinción. Pronto tuve la sensación de que, si era capaz de averiguar qué factor había hecho prosperar a dicha lengua en el pasado remoto, estaría muy cerca de saber dónde y porqué había superado la adversidad. Finalmente, concluí -y esa es mi tesis- que tan sólo el desenvolvimiento histórico del pastoralismo del Pirineo centro-occidental está en condiciones de dar cuenta razonable y explicar con naturalidad la dinámica de vida, expansión, muerte y resurrección que sobredomina la excepcional trayectoria histórica del euskara inmemorial. Y quiero subrayar con determinación la suprema paradoja que representa el hecho de fuera el pacto que concertaron los pastoralistas del saltus del Pirineo occidental con Roma el que salvó al euskara de la quema.

Llegados al momento de abordar las objeciones, lo primero que tengo que decir es que no entraré en la problemática lingüística -por ejemplo, en la bondad o pertinencia de la técnica de las filiaciones- porque, aunque entienda el alcance y contenido de los procedimientos, carezco de conocimientos para valorar ponderadamente los resultados obtenidos.

Dicho esto, creo que cabe organizar los contenidos del escrito que has elaborado en dos conjuntos complementarios entre sí: ciertas apreciaciones de alcance teórico-metodológico, que considero discutibles, y varias discrepancias sobre el valor de prueba que tienen algunos de los argumentos que utilizo para localizar en la vertiente meridional del Pirineo occidental la Urheimat euskaldún.

Rechazaré pero no argumentaré aquí y ahora la existencia de una relación de proximidad científica entre mi planteamiento y la teoría tradicional, por mucho que haya algunos aspectos generales que -como no podía ser de otra manera- se parezcan entre sí. Lo mismo ocurre con algunas concordancias existentes entre mi propuesta y los contenidos de las obras de Oihenart, Gómez-Moreno, Schulten y Bähr. Ya me gustaría tener su talla, pero no eran materialistas ni se interesaban por el pastoralismo.

En cuanto a las discrepancias empíricas concretas, diré que, gracias precisamente a los apercibimientos que has hecho en este mismo blog, he corregido la identificación mecánica que siempre se ha hecho en mi gremio entre vascones y euskaldunes. Para que no haya confusión, he dejado de hablar de vascones cuando de lengua se trata y ahora sólo hablo de euskaldunes, pero siempre con la idea de que una fracción relevante de los integrantes de la etnia colonial de los vascones -invención expresa de la potencia colonial romana- hablaba euskara desde tiempo inmemorial.
Que tal sea así lo avala cada día un poco más el venero de información en que se ha convertido la vertiente meridional del Pirineo occidental en los últimos tiempos, donde los indicadores positivos se incrementan de manera exponencial. Ciertamente, ninguno de ellos definitivo -ni tampoco la “Mano de Irulegui”-, pero cabe concederme -al menos- la misma confianza que tienen depositada en dicho proceso algunos de los mayores expertos en paleohispanística del momento. En todo caso, siempre quedarán a mano los apelativos paleoeuskéricos de Iturissa y Oiaso, que -como es bien sabido- estaban ya operativos en la zona en torno al “año cero” y que han sobrevivido por su condición de enclaves urbanos.

En cuanto a la objeción de la correlación entre nomadismo pastoril y cultura megalítica, del papel de aquél y de ésta en la expansión del euskara y de la capacidad de todos estos factores para determinar la ubicación de la Urheimat enmarcaré tus objeciones en dos series de contrargumentaciones de distinto tenor.

Creo que el conocimiento científico del pastoralismo no ha tenido mucha suerte al quedar atrapado durante mucho tiempo en el revolutum de conceptos que ha integrado el exotérico círculo hermenéutico que tú mismo has detectado, circunstancia que ha minimizado su papel en la supervivencia de la sociedad pirenaica y ha incrementado la tendencia a ignorarle o a considerarle un simple comparsa. Algunas de las apreciaciones ajenas que aportas lo demuestran. No creo que la presencia en el saltus de los hidrónimos Arga y Alagón pruebe que el megalitismo sea cosa de indoeuropeos, cuando cabe explicarla con naturalidad aceptando que el influjo de los indoeuropeos de segunda generación, instalados en el valle del Ebro, consiguió penetrar puntualmente en los tramos bajos, agropecuarios, de los valles pirenaicos gestionados por las comunidades de valle.
Tampoco concedo valor probatorio al respecto al hecho de que el vocablo U(l)zama se localice en pleno santuario megalítico, cuando cabe contraargumentar que estaba enclavado allí porque los organizados silvopastoralistas vallejeros no se oponían a ello, porque los indoeuropeos habían incidido puntualmente en la zona, como ya hemos adelantado, y, más que nada, porque estaba emplazado en el poderoso corredor mercantil que, a través del puerto de Velate -tal vez referenciado en la leyenda uTanbaate-, conectaba desde tiempo inmemorial el arva pampilonensis con Oiaso y Aquitania.

En fin, que la aclaración gracias a Gorrochategui del sentido y alcance de los topónimos en -o(t)z -otro de los formantes del revuelto paquete de conceptos que ha integrado el susodicho círculo hermenéutico- sea indicativa de sorpresas futuras en el conocimiento científico del escenario que centra nuestra atención no me cabe la menor duda, pero que sea premonitoria de lo que le espera al corazón del saltus en relación con el pastoralismo y el megalitismo me parece harto improbable, porque los topónimos de referencia identifican possessores tardíos, de raigambre agropecuaria y localizados prioritariamente en el umbral en que la montaña se sumerge en el llano.

En todo caso y para terminar, creo que no es imposible contrargumentar razonablemente las objeciones puntuales. Más embarazoso resulta, ciertamente, hacer frente a la invocación de la existencia de grandes agujeros negros en el conocimiento de la zona, capaces de inducir espejismos sin cuento. Ello no obstante, los avances en el conocimiento de la genética de poblaciones, de los movimientos migratorios, de los comportamientos humanos en la larga duración, de la evolución de la fauna y de la flora, de las prácticas económicas, de la dinámica de las lenguas y de tantos otros campos del saber parecen autorizarnos a presumir que no hubo en la vertiente meridional del Pirineo occidental entre los años centrales del II milenio a. C. y la llegada de Roma movimientos de fondo de tanta potencia que dieran al traste con el modo de supervivencia de las etnias basado en el pastoralismo ni con su seña de identidad antonomásica: la lengua vernácula.

El problema principal que veo a la hipótesis tradicional del Saltus Vasconum, como origen del euskera, es que no tiene respuesta a por qué el área de influencia de Lugdunum Convenarum es el núcleo del euskera antiguo, ni respuesta a por qué la lengua de Irulegi es tan distante del euskera antiguo en apenas un siglo de diferencia entre una y otra lengua.

Para poder mantener mínimamente indemne la hipótesis del Saltus, habría de rebatirse lo que me parece particularmente esclarecedor del extracto de Mikel:
“El primer dato con un rasgo paleoeuskérico es el Andosinoi… 218 a.C. … contiene el mismo formante Andos(s)/x que aparece en el Alto Garona siglos después (ss. I-III d.C.), y éste muestra africación final de sibilantes, rasgo conectable con el euskera histórico, y… un formante And-, AUSENTE EN IBÉRICO PENINSULAR Y CON ASPECTO DE SER COMÚN AL GALO… en el mismo campo semántico de And-ere… que no sólo aparece profusamente en la epigrafía aquitana sino que… sobrevive hasta el euskera histórico como nombre común”.

Remarco la ausencia peninsular de And- y el aspecto galo característico del aquitano.

Es interesante ese prefijo And- (o sus variantes Ande-, Ando-), porque efectivamente es claramente galo. Incluso si acabara por aparecer en celtibérico (de momento hay andos y ando, que podrían estar relacionados), no cambiaría el hecho de que en galo tiene una presencia significativa en la antroponimia y en la toponimia, que en celtibérico no tiene en absoluto. Tampoco en ibérico, aunque es curioso que Indíbil aparece designado como Andobales nada menos que por Polibio, que ya es casualidad, pero de momento eso no pasa de ser una simple curiosidad. Tampoco puede descartarse (ni demostrarse, por el momento) que Andere aparezca ya en la Mano de Irulegi, bajo la grafía ateŕe. Qué lástima que no haya separadores en esa línea.

Cuando remarcas «la ausencia peninsular de And-» ¿tienes en cuenta Andelo(s)?
¿Hay alguna equivalencia entre And-elo y Pomp-elo o es simple homofonía?
(Perdón por entremeterme)

Creo que no sabría responder con precisión, aunque parece que Orkeikelaur ha reformulado la cuestión de fondo, no sé si el enunciante de la tesis podría acudir a mi socorro.

Pues es verdad, y creo que Gorrochategui en algún lugar, no recuerdo si de palabra o por escrito, reprocha a Villar que considere Pompaelo como el único topónimo vasco antiguo, olvidándose de Andelo. Aunque es cierto que este también corresponde a una ciudad romana.

Es interesante que, como en Andere, Andossus, And- aparezca como prefijo, como en galo. Pero hay que tener en cuenta además lo que dice Gorrochategui en su Vasco-Céltica: aunque es muy probable su relación con el celta *andera, conservado en varias lenguas celtas con sentidos como ‘mujer joven’ o ‘novilla’, el término debe adscribirse al vasco ‘o cuando menos a un fondo no IE’, pues en vasco, y ya en aquitano, entra en una serie de relaciones léxicas que permiten analizar And-ere y And-oss-.

En Andelo aparece también And- en primer lugar, y el segundo elemento sería el mismo que en Pompaelo, relacionado con ili ‘ciudad’.

Rescato la apreciación de Untermann sobre la posible configuración del área vascónica, en relación a la orientación del proceso de aquitanización recurrente, y la consiguiente posibilidad que me sugiere:

«Movimientos [de poblaciones que parece acusarse en los últimos siglos a. C. en la región entre los ríos Gállego, Ebro, Ega, Arga y los Pirineos Navarros] pueden consistir en una extensión de la lengua aquitana (o “paleo-vasca”) hacia la cuenca del río Ebro, y tal vez hay que contar, además, con inmigraciones de pequeños grupos que partieron de la Francia central, perturbando la situación étnica [ibérica] y cultural al sur de los Pirineos» (La Onomástica Ibérica – Untermann 1998).

Se puede deducir que el ibérico dominaría la región entre los ríos Gállego, Ebro, Ega, Arga y los Pirineos Navarros, hasta que en los últimos siglos a. C. movimientos de poblaciones de origen aquitano y de pequeños grupos de origen galo (río Gállego) se impondría en consecuencia el aquitano sobre el íbérico, propiciado porque ambas lenguas (ibérico y aquitano) compartían muchos elementos comunes.

Puede que la peculiaridad del vascónico se deba a la extensión, en los últimos siglos a. C., de la lengua aquitana (o paleo-vasca) en la región comprendida entre los ríos Gállego, Ebro, Ega, Arga y los Pirineos Navarros en dirección a la cuenca del Ebro, área que sería de lengua originalmente ibérica a la que se superpone el paleo-vasco, tal como apunta Untermann. Esto podría explicar también las características específicas del vascónico respecto del ibérico y por qué el signario ibérico es el utilizado en la zona.

En ese mismo área desde Aquitania un nuevo movimiento idéntico en su origen y destino se repetiría siglos después dando lugar a Umme Sahar y Sesenco, siendo interpretados por Abaitua y Martínez como aquitano (no vascónico).

Parece una constante histórica el desplazamiento desde Aquitania a este mismo área, que en los siglos VI y VII atendiendo a las fuentes se volvería a manifestar, y que posiblemente engrosaría la expansión del euskera hasta el siglo XI llegando a La Rioja y Burgos.

¿Se habló el vascuence en los Pirineos orientales en épocas prehistóricas? A esta pregunta algunos egregios lingüistas, como Tovar o más matizadamente Coromines, han respondido afirmativamente en virtud de algunos materiales de varia índole. Los datos que se han solido manejar han sido:
1. Ara de Narbona: Herculi Ilunno Andose
2. Teónimo de Moux (Aude): Larrasoni
3. Plomos de Amélie-les-Bains: Niskas.
4. Topónimo: Turissa > Tossa (Gi), cf. Iturissa (Ptol. Vascones), vasc. Iturri-za.
No cabe duda de la aquitanidad del primer testimonio, ya que el término Andos(s)us está abundantemente atestiguado en Aquitania como nombre de persona y varias veces como epíteto de divinidad; además sigue a Ilunno, otro epíteto bien documentado. En cuanto a Larrasoni, no se puede negar que bien pudiera ser también una divinidad aquitana, ya que la base Larra- se atestigua en otra divinidad de Navarra (y en el apelativo vasco larre ‘pasto’) y la terminación también es congruente con el sistema. El nombre niskas de los plomos de Amélie-les-Bains, como designación de las ninfas o divinidades de las fuentes, fue puesto en relación por Coromines con vasco neska ‘muchacha, joven’. Sabemos que la palabra era utilizada en aquitano, pero a pesar de la apariencia externa no podemos juzgar sobre su relación estrecha o no; nada impide —y mucho menos nuestro desconocimiento del origen del vocabulario vasco— que el término en cuestión lo hubiera adoptado el vasco de lenguas pirenaicas cercanas. (JOAQUÍN GORROCHATEGUI – LAS LENGUAS DE LOS PIRINEOS EN LA ANTIGÜEDAD – 2002)

Gorrochategui escribió en 2002 “Las lenguas de los prineos en la antigüedad”. Posteriormente, en el 2011 siguió hablando de la misma cuestión, en este caso respondiendo al trabajo de F. Villar del 2005 “Vascos, celtas e indoeuropeos. Genes y lenguas”
Villar sostiene que el vasco antiguo) no fue una lengua de Hispania sino solo de Aquitania, y que su expansión hacia el sur, a lo que hoy son las provincias vascas, se produjo de forma tardía, entre el siglo I a.C. y la Antigüedad tardía (siglos VI-VII d.C.).La principal evidencia esgrimida por la hipótesis de la vasconización tardía, según Gorrochategui, proviene de la distribución del topónimo con el sufijo *-os (considerados un claro indicador del ámbito aquitano antiguo) son muy escasos o están ausentes en las tres provincias vascas de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa, pareciendo no haber traspasado el valle del Leizaran hacia el oeste. Este patrón podría interpretarse como que la lengua aquitana no se extendió más allá de esa frontera, lo que daría la razón a los partidarios de la vasconización tardía.

Sin embargo, Gorrochategui ofrece una evidencia en contra de esta hipótesis desde la fonética vasca basado en que no experimentó dos cambios fonéticos comunes en las lenguas romances vecinas durante la época visigoda:
1. Sonorización de la oclusiva sorda intervocálica: Sondika (**Sondiga). Todos los topónimos -ika.
2. Palatalización de la velar inicial: Getaria (**ketaria)
El hecho de que estos topónimos no hayan adoptado estos cambios tardíos en el latín sugiere que el euskera ya estaba presente en estas zonas (Álava, Bizkaia y Gipuzkoa) cuando se produjeron los préstamos, lo que contradeciría la idea de una expansión tardía en el siglo VI.

Revisando las fechas propuestas de la vasconización tardía, siglo IV-V llegada a Navarra y siglo VI-VII a la zona occidental, este argumento fuerte de Gorrochategui queda un tanto en en conflicto con la vasconización en la zona occidental. Me gustaría saber cuál es vuestra opinión al respecto.

Por otro lado, el sufijo -os me parece de gran interés para esta cuestión. Os pido por favor, que transmitáis aquí las conclusiones de Lakarra al respecto, que va a ofrecer en la conferencia de la próxima semana.

Mitxelenarekin jarraituko dute ziurrenik 3025ean ere, gaur egun Aristotelesekin eta Sibiliako Isidororekin jarraitzen dugun bezala, oso noizean behin sortzen den jenio handi horietako bat delako. Ezinbestekoa da positibismo ingelesa, baina Mitxelenak datu zehatzetatik abiatuta jauzi egin eta hizkuntzatasunari buruzko kontzientzia orokor argi bat erakutsi zuen. Esplizituki adierazi zituen ideia nagusiak, baina muntazko intuizio asko oin-oharretan erdi estalirik daude, edo lerroartean. Hari horietatik tiraka Mitxelenaren hizkuntzaren filosofia deskiribildu eta ordenatu beharko genuke. Sapir-ek Hizkuntza idatzi zuen. Mikel, tamalez, ez da animatzen (oraingoz). Zer zatekeen Mitxelenak idatziriko Hizkuntza?

Markos, ezer baino lehen…, zorionak Euskadi Sariagatik !!!

Trifiniumlariok, mesedez, standing ovation eta txalo zaparrada Markosentzat…

Plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas-plas…

Zure proposamenari dagokionez, momentuz ea azken urteotako nire ikerketa osoa biltzen duen liburu pottolo samarra datozen hiruzpalau hilabeteotan bukatzen dudan (gaztelaniaz), eta aurrerago gauza bera, edo apur bat birmoldatua, laburrago (250 bat orrialdetan) eta estilo arinagoan kontatzen duen euskarazko liburu bat idatzi nahi nuke. Baina Mitxelenaren hizkuntzaren filosofiarena…, hori zerorri dagokizu!…, Txillardegirekin bikain egin duzun bezalaxe.

Bestalde (bakoitza bere zoroak bizi du), datorren asteartean, azaroak 11, amazon.es-en salgai izango dugu Richard Carrier-en liburu berria: “The obsolete paradigm of a historical Jesus” !!! Ni hortxe nauzu, amazon.es-eko atariaren aurrean, nire kanpin-dendan.

Hemen duzu esteka…

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Eta hemen aperitibo bat, MythVision Podcast-en (Derek Lambert-ek: “Ladies and gentlemem, thisss issss… Mythhhh Vision”)…

https://www.youtube.com/watch?v=I9PcG5M9lZ0

Orkeikelaur, helbide bat ematen badidazu bidaliko dizut, edo dizkizut (berehala argitaratuko dute «Ni, laiko»), edo eskura eman.

Albiste bikaina bi liburu horiena, Mikel, adi egongo gara. Gure belaunaldiko irakurle gehienok liburu-formatua eskertzen dugu; dena den, pantailarekin alternatu ahal izatea da egoera perfektua.
Hamaika aldiz saiatu naiz idazten zure zoriontzearen mailako erantzuna, baina kale. Akatsa da gorputzean garbi sentitutako esker ona ezin idatziz transmititzea, baina norberaren mugak onartu behar. Zu izan zinen aurrenekoa Txillardegi hizkuntzalari jendaurrean goraipatzen. Honezkero potoloegia da zorra.

“Ni, laiko” pare bat aste barru aterako da, eta «Espekulazioak» izeneko ipuin-liburuarekin batera emango dizut.

Erein argitaletxeak atera berri du Espekulazioak. Arrate Egañak idatzi du. “Las Eretas” izeneko ipuinean ageri zara. Zehazkiago, Eduardo Orduñak eta zuk osatutako hibridoa da ageri dena.

Testu bat aurkitu dute Berbintzanan, erdi Irulegi erdi Andelo, eta aditu batek, erdi Orduña erdi zeu, azalpenak ematen ditu telebistan. Horregatik du adituak Mikel Orduña izena. Dena den, susmoa dut adituaren azalpenekin ez zarela ados egongo. Trifinium ere aipatzen da.

Zure izenean utziko ditut fakultateko atezaintzan. Eskerrik asko ostera ere.

Ekoizleekin eta aktoreekin hizketan omen dabiltza. Protagonista, epigrafia aurkitzen duena, Santamane, zuharia da (zuhari, arabieraz lurraren astrologo, euskaraz ere erabiltzen da, gaztelaniaz zahorí).

Baina gaixotia da Santamane, eta zailak dira eszena batzuk: “bizkarra tenk eta begi beltz basatiak inora ez tinko begira, hondoratuak; ahoa erdi irekia, albo baterantz okertua, eskuak dardaraka”.

Hala ere, Itziar Ituñok eta Julia Garner-ek interesa erakutsi dute. Puntazo bat litzateke adituarena zeuk edo Orduñak jokatzea.

Arazoa, betikoa: dirua.

Berbintzanan agertu berri den agure ermitauari ere protagonismoa eman nahi diote:
https://www.berria.eus/bizigiro/berbintzanako-agure-ermitauaren-istorioa_2149718_102.html

Baina nik esan nahi nuen izango ote den Arrate Egañaren kontakizunean oinarrituriko pelikularik edo makroprodukziorik. Alegia, «Esku galduaren bila», «Mikel Orduña eta azken gurutzada»…, halako zeozer.

Esan nahi zenuen eta esan duzun horri erantzuten ahalegindu naiz, hain zuzen: finantzazioak zaildu egiten duen arren, pelikularekin ahalegintzen ari omen dira. Ez litzateke Ereinek argitaratutako narrazio bat zineman eta Netflixen amaitzen duen lehenbiziko aldia (Dolores Redondoren “Zaindari ikusezina”, konparazione).

Eta izenburu komertzialagoa iruditzen zait, unibertsalagoa, “Mikel Orduña eta azken gurutzada” “Santamane” baino. Komentatuko diet. Aurrera egingo balu, eta azkenik ez bazina animatuko telebistan azalpenak ematen dituen adituaren rola jokatzera (ondo pentsatu), ez zait ahaztuko exijitzea kredituetan nabarmen gera dadin zurea izan dela izenburuaren ideia. Nolanahi ere, ohartzen naiz: inoiz ez dut zorra kitatuko.

Kasualitate handia da, herri txiki batean inskripzio bat aurkitzea imajinatzea, eta gero Thot bera, idazkeraren jainkoa, han bertan agertzea.

«Mikel Orduña eta azken gurutzada» egokia litzateke spoof bertsiorako, baina spoof bertsioa egiteko lehen benetakoa egin behar da.

Nire zorionik beroenak, Markos. Beti gogoratuko dut iruzkin bat, arkeologo batek masajista baten intrusioaren aurrean izan zituen eldarnioei buruz… Non egongo da horren aztarna 🙄

Mila esker, Joseba. Kostata, baina azkenean ulertu dut zertaz ari zaren. Arazoa ez nuen ondo ezagutzen, eta agian horregatik ezin nituen motibazioak irudikatu. Orduan asmatu nuen zuk aipatu hipotesia. Nire bloga lau katuk irakurtzen dutela uste dut, baina mezu hura protagonistei iritsi zitzaien, eta min egin zien. Fribolo samarra zen mezua, eta ez nuen min hori aurreikusi. Txarto pasatzen ari denari min eragitea ez da harrotzeko modukoa. Askoz ere harroago nago zure lehengusu idazleak Irunen “gose naiz, emadazue jaten” eskatu eta zapiaindarrok ase izanagatik.

Eskerrik asko, Paloma!

Deigarria da zein garrantzitsuak izatera hel zaitezketen bizitzan aurpegirik ere jartzen ez dizuedan zeu bezalako adituak. Trifiniumen magia.

Besarkada!

Gracias, Paloma, por responderme. En mi modesta opinión, parece endeble volver a recurrir a un supuesto desplazamiento poblacional que habría aquitanizado el valle del Ebro. Pero si lo dice Untermann, sus razones tendrá.
No cabe duda que eso explicaría la presencia de «And- » al norte y al sur de los Pirineos (aunque nos queda «-elo») Y si me apuras, ese desplazamiento poblacional desde Aquitania explicaría la presencia en Irulegi del «SORION» como antropónimo o teónimo aquitano.

Pero en el caso de Irulegi, nos queda “pendiente” de explicación la /e/ de epéntesis, zori-on-e-ku/ke, no posible hasta muchos siglos más tarde, según artículos en FLV.
Sobre esto tengo una pregunta: ¿Sería una bobada contemplar la posibilidad –siquiera como posibilidad- de una lectura: «SORI+ÓNEKe»? Es decir, «SORI» (con el significado tal) más un demostrativo «ÓNEKe» (plural o dativo «ónehe»).
Parecerá demasiado actual un «(h)óneke» «vizcaíno» pero tambien los “are take” parecen demasiado cercanos pero estar, sí que que están y cumpliendo esa función o similar: Are take – heic sit… etc.
¿Digo una tontería?

Alguien debería explicar por qué se acepta con absoluta normalidad que los volcos celtas, originarios de Francia central, se asientan en el s. III a.C. en la vertiente sur de los Pirineos (río Gállego) colindante al Satus Vasconum, y, sin embargo, produce urticaria a tantos que nuestros íntimos hermanos aquitanos no indoeuropeos dieran un pasito, con su And- a cuestas, al sur de los Pirineos en diferentes puntos. Por no hablar que se acepta con normalidad que Anatolia y áreas circundantes son el origen tanto de indoeuropeos como no indoeuropeos. Misterios de la Santa Trinidad.

Hasta lo último, de acuerdo, pero, ¿el protoindoeuropeo de Anatolia? Yo tenía entendido que lo que se acepta desde el 2015 por la paleogenética es que la protolengua indoeuropea se puede correlacionar con la cultura yamnaya, en la estepa ucraniana. Es decir, que era Marija Gimbutas la que tenía razón, no Colin Renfrew.

Entiendo que los estudios genéticos parecen corroborar que gentes yamnayas expanden su lengua por Europa, pero ello no implica necesariamente que el denominado protoindoeuropeo tenga su origen en la estepa ucraniana. Al parecer, el hitita de Anatolia no tiene huella yamnaya, lo que puede ser un indicador contradictorio. Otros análisis genéticos de menor incidencia apuntan a otros focos circundantes (Cáucaso, Balcanes, Armenia, Anatolia). Para Villar el mayor porcentaje de la hidro toponimia procede de Anatolia. Más lógico es que tanto las lenguas indoeuropeas como no indoeuropeas fueran irradiadas en última instancia desde la Medialuna Fértil cuna de dominio del caballo y el metal, cuna de la civilización occidental, y que Anatolia sea el centro desde donde se proyecta a las áreas circundantes, entre las que se encuentra la estepa ucraniana. Quizás el cristianismo recorrió un camino parecido para expandirse por Europa.

PD.: Corrección, a los volcianos se les sitúa cerca de los bergistanos, según la narración de Livio sobre las guerras púnicas en el noreste peninsular, por lo que serían otros los galos que dan nombre al río Gállego. A pesar de la brocha queda patente el fondo de la cuestión.

Yo tenía en mente como que había leído en algún lugar otra cosa, que el río Gállego llevaba ese nombre por nacer, desde la perspectiva de la vertiente sur del Pirineo, en la Galia, cosa muy lógica por otra parte. Además, con tanta normalidad no será aceptado cuando luego rectificas lo de los volcos para sugerir alguna otra etnia celta indeterminada.
Me parece mucho más probable y razonable la idea típica, que por algo se ha pensado así desde mucho tiempo atrás, de un norte peninsular y más allá (indefinido) de gentes que hablaban lenguas de la familia del euskera y que comenzó a sufrir un desgaste con la llegada de pueblos de habla de tipo indoeuropeo, sea celta u otro tipo, que se fueron asentando y disolviendo aquella unidad familiar, tomando más fuerza en unas comarcas que en otras. Hablamos de incrustaciones indoeuropeas en un mundo paleoeuskérico o protoeuskérico o loquesequieraeuskérico. Hablamos de movimientos masivos de gentes indoeuropeas posiblemente por oleadas, de las cuales incluso hablan algunos cronistas de la época. Se habla, en fin, de la expansión de un tipo de lenguas bien atestiguadas y conocidas con referencias históricas. Cuando hablamos de lo “vasco”, entiéndase esto en su máxima extensión semántica incluido lo “aquitano”, hablamos de algo muy desconocido y proclive a toda especulación, pero a lo que no se le conoce pasado, ni se le ha hallado posible conexión genética saliendo de la península o, si se prefiere, el Mediterráneo europeo occidental. Cuando se hallan testimonios que todos o casi todos los expertos aceptan de tipo vascónico en lugares dispares lo más lógico es pensar en posos remanentes de algo anterior más fuerte, no de movimientos sin justificar ni atestiguar. No es lo mismo hablar de una familia de lenguas cuyos movimientos se pueden trazar con cierta objetividad que de una familia vascónica de la cual lo único que se sabe es que a la llegada de los romanos debía de cubrir un territorio comparativamente mucho más limitado y una cultura tecnológicamente más atrasada.
Esto es economía teórica. Es, con los datos que se tienen, lo más razonable.
¿Y por qué es lo más razonable? Por lo que se ha dicho en un sinfín de ocasiones, porque no existen lo milagros, y el euskera no es un milagro. Mientras lenguas cultural y, tal vez, identitariamente más fuertes, sucumben al latín y romances el euskera no, y eso, seguramente, sólo es posible si se hablaba profusamente por una masa importante de personas (masa crítica). Porque lo (casi) imposible es que un garbanzo haga un garbanzal en un alubiar.

En el trabajo de Lakarra y Gorrochategui “Nuevas aportaciones a la reconstrucción del Protovasco” se desarrollan la siguientes reflexiones sobre “and-«:

El elemento radical “and-” se ha relacionado tradicionalmente con la palabra vasca “handi” ‘grande’, como propusieron Luchaire (1876-77) y Mitxelena (1954). Sin embargo, Báhr (1948) criticó esta conexión porque la forma vasca tiene una “h” aspirada inicial, que no aparece en el “and-” aquitano. Sin embargo, en inscripciones halladas en el río Rin se ha encontrado el nombre Handossi escrito con H inicial, lo que sí coincide con el vasco.

Según la interpretación de Lakarra y Gorrochategui, el “and-” original era un prefijo galo (celta) con valor intensivo (‘muy’, ‘gran’), que se colocaba delante de raíces locales. Con el tiempo, este prefijo se mezcló con el elemento vasco “(h)andi” ‘grande’, de significado muy similar, y adoptó la “h” por influencia del vasco.

Por otro lado, Lakarra y Gorrochategui también defienden en este trabajo que la propia palabra vasca “handi” puede descomponerse como han- (raíz) + -ti (sufijo adjetival), similar a beldur ‘miedo’ → beldur-ti ‘miedoso’. En cambio, EHHE fija su etimología como handi < *han + di(n). En EHHE, a su vez, incorpora la raíz *han para la etimología de ahari < *han-hari y aker < *arker < *han-ker.

Por lo tanto, tendríamos una raíz “and-” gala (celta)y otra “hand(i)” vasca. Esta última, según Lakarra y Gorrochategui sustituyó al "and-" galo, por similitud formal y semántica, introduciendo la “h” inicial.

Sigo aquí desarrollando mi última intervención. Una hipótesis que permite explicar el sufijo -os desde Aquitania hasta Navarra y el sufijo -ika, de fonética vasca en la zona occidenta, es que en Álava, Bizkaia y Gipuzko existía un sustrato paleovasco prerromano relacionado con el ámbito paleovasco del Ebro.

El euskera histórico sería, por el contrario, el resultado de un proceso posterior de nivelación surgido en Navarra (Vasco Común Antiguo), donde se encontrarían y mezclarían dos variedades:

1. el paleovasco del valle del Ebro existente en la actual Navarra, Álava Bizkaia, Gipuzkoa y parte de Aragón (y quizás La Rioja). Sería el paleovasco documentado en los textos de Irulegi y Andelo.

2. y el paleovasco aquitano, con el nuevo sufijo -os y la nueva onomástica aquitana, tan excelentemente identificada por Mikel.

El contacto entre estas dos variedades habría generado una nueva forma común, el Vasco Común Antiguo. Esta nueva variedad se habría difundido e impuesto hacia el Oeste y hacia el Norte durante los siglos oscuros (V–VII), sobreponiéndose progresivamente a las hablas paleovascas locales y absorbiéndolas. Varios indicios parecen coherentes con este modelo:

1. El sufijo aquitano -os aparece difundido hacia el sur solo hasta el valle del Leizaran, lo que sugiere una influencia oriental que penetró en Navarra y parte de Gipuzkoa, pero que no alcanzó Bizkaia ni amplias zonas de Álava, donde persistieron rasgos más arcaicos.

2. La ausencia de la -z de tercera persona del pretérito en el dialecto occidental no sería una innovación, sino una característica arcaica del paleovasco antiguo del valle del Ebro, eraukon / egien, en sintonía con el ibérico ekiar. La presencia de la -z en los dialectos orientales se interpretaría, por el contrario, como una innovación o característica propia del vasco común antiguo surgido con origen en Aquitania.

3. Los topónimos finalizados en -ika en la zona occidenta, de fonética vasca y asociadas al paleovasco del valle del Ebro. Curiosamente Vecunia > Begoña muestra el cambio fonético romance, en contraposición al cercano Sondika. Ello mostraría que la zona la ría de Bilbao sería la zona límite de las dos lenguas

Me parece más económico asumir sencillamente que el Vasco Común Antiguo, procedente del aquitano, se expandió hasta la costa vizcaína, hacia finales del siglo VI y durante el VII, en una época en el que la sonorización intervocálica estaba en marcha pero todavía no se había completado. De ahí resultados distintos entre los -ika y *Vecunia > Begoña, en un punto que a partir de la Baja Edad Media es también plenamente euskaldún.

Por otra parte, en Ereño, Gautegiz-Arteaga o por ahí hay un precioso Ozamiz, que el propio Luis Mari Zaldua relacionó con los U(l)zama navarro y guipuzcoano. Se le habría añadido el -iz locativo, que en Bizkaia adquiere tal productividad que se le acaba añadiendo a casi todo (Lemona > Lemoniz, Lezama > Lezamiz…). Si es así, desde la teoría tradicional se esperaría +Uzamiz. Nótese que la sibilante se adapta al euskera como dorsal, como en los U(l)zama más orientales. El mantenimiento de la u breve en el U(l)zama navarro y en el de Ataun se podría explicar porque allí llega antes el euskera, quizás en el siglo IV.

En todo caso, en el País Vasco no hay ni el menor rastro de un presunto paleovasco, supuestamente lengua euskeroide prerromana emparentada con el aquitano, ni en la Antigüedad (donde los datos toponímicos y antroponímicos son abrumadoramente celtas, y el resto pueden ser salpicaduras de otras etnicidades, como las hay en todas las áreas), ni en la toponimia constatada a partir de la Baja Edad Media, donde se esperaría encontrar algún doblete en el que asomara aquel paleovasco inmemorial pero todo lo que encontramos es euskera occidental, evolución natural del vasco común.

Con esto casa también -y difícilmente lo hace con la existencia de un paleovasco anterior a la romanización en Bizkaia- el hecho de que los primeros antropónimos que se nos presentan cuando emerge la epigrafía vizcaína altomedieval, como Gendule (4), Ahostar (2), Andere (una Andere y una Anderazo) y Hoitarriezo, proceden de Aquitania.

Mikel: «En todo caso, en el País Vasco no hay ni el menor rastro de un presunto paleovasco, supuestamente lengua euskeroide prerromana emparentada con el aquitano, ni en la Antigüedad (donde los datos toponímicos y antroponímicos son abrumadoramente celtas»
Los datos toponímicos y antroponímicos son abrumadoramente LATINOS, lo de celta os lo sacáis de la manga. Pero, y si así fuera ¿qué significa entonces, que siempre estuvieron ahí los celtas? ¿No hubo nunca ningún otro pueblo que hablase otro tipo de lengua? Porque en caso de que antes hubiera habido otras gentes, según vuestra doctrina, debían haber dejado toponimia reconocible como «no céltica». No le vamos a exigir a uno lo que no exigimos a otro.
Así y todo seguimos sin poder resolver el problema de la milagrosa expansión vasca, y es que eso hace que cualquier explicación para esa presunta «abrumadora» presencia céltica que propugnas, por estúpida o especulativa que pueda parecer, sea aceptable.

Yo no creo que tuviera que haber un límite zonal entre dos lenguas en ese punto ni en ninguno cercano. A veces nos imponemos fórmulas simples, como el que tuviera que haber una frontera que dividiera rigurosamente dos mundos culturales, que los partiera por la mitad, cuando es muy posible que sucediera lo que sabemos que ha ocurrido la mayor parte de las veces, que en los núcleos urbanos se hacía una vida más cosmopolita que permeaba muy escasamente en la periferia rural. Es decir, en las ciudades de cierta entidad se hablaría bastante latín o romance, según el momento y la situación de esa ciudad en relación al paso de mercancías u otras actividades y a la cercanía o no de comarcas no vascófonas, y posiblemente en la intimidad, fuera de las actividades comerciales, se hablaría más euskera, pero al rededor, en el medio rural, vivirían bastante ajenos a todo ese trajín. Sabemos que eso ya pasaba en el Bilbao de los últimos siglos y en otras ciudades, y seguramente ya ocurría en el Begoña primigenio. El viajero y el comerciante se detenían poco o nada entre villas, y cuando ocurría tenía un impacto muy bajo o nulo por no darse la confluencia de masas que se daba en las ciudades.
Lo que sí solían marcar los núcleos urbanos de cierta importancia eran las modas, como lo han hecho siempre, y ahí puede entrar el tema de la denominación de lugares. Igual que en los siglos XIX y XX se puso de moda la palabra ‘Villa’ delante de otro nombre para denominar a muchas casas, incluso en zona exclusivamente vascoparlante, o la forma innatural ‘-enea’ en vez de ‘-ena’. Pero eso no implicaba que se hubiera dejado de hablar euskera o que no se hubiera hablado nunca.

Lo que sugieres es, con algunos añadidos, una vuelta a la teoría de Georges Lacombe (quien por cierto fue muy amigo de Emil Cioran), según la cual el vizcaíno era en origen una lengua distinta. Según lo veo yo, es explicar “obscura per obscuriora”. O dicho de una manera menos pedante, meterse en un carajal.

En mi opinión, en Gracchurris no hay ningún (h)uri. No sé lo que hay, sencillamente. Diría que es el mismo elemento que en Calago/urris (¿no podría tratarse de alguna especie de mímesis onomástica o así a partir de éste, vacía de contenido semántico?, esto lo digo según va, sin más), que por cierto tampoco es claro, y en cualquier caso la vibrante fuerte -rr- (que la dan Tito Livio, Plinio y Festo) es ya de entrada totalmente incompatible con la simple de (h)uri. Para mí, hiri procede del elemento teonímico aquitano Ili- (como en Ili-xo-ni ‘al pueblecito (se entiende, divinizado)’ > Luchon), con h- adventicia. En vasco común formaba sólo descriptivos, como lo ha hecho siempre en la mitad oriental, desarrollando significados secundarios del tipo ‘cercanía’ (Zub-iri). Al pasar el euskera a la llanada alavesa, hiri se disimila en huri y termina convirtiéndose en un elemento que va con antropónimos para formar topónimos de repoblación. Pero no lo hace inmediatamente. En la llanada alavesa, apenas hay ninguno de este tipo. Los euskaldunes se traen -ain de Navarra pero pronto lo abandonan y en la llanada adquieren sobre todo el latino -ana (-a con tratamiento euskérico), como formante con esta función. Desarrollan NP-huri cuando en una segunda fase se lanzan a poblar lo que hoy es el Condado de Treviño, y al irradiar población a Bizkaia. Otro foco importante es el de los cursos bajos del Tirón y el Oja, fruto de las repoblaciones de García el de Nájera en el siglo XI, postuladas por David Peterson.

Para completar lo anterior, copio y pego parte de otra intervención mía del archivo de Trifinium (Veleya, antes de Iruña, 01/08/2024)…

>> Para mí ilun no viene de hili + on. La idea que tengo como más plausible de los hechos es la siguiente… En euskera común entran, desde Aquitania, dos apelativos documentados como formantes teonímicos: ilun/r e ili. En Aquitania, ambos se emplean en teónimos tópicos que hacen referencias a asentamientos o pequeñas ciudades, quizás con la función apotropaica o evergética de desearle prosperidad. De ahí los Ilunn-, deo Ilur-oni, Ilum/r-berri, [I]lur-gorri…; y los altares a Ili-xo-ni deo (“al dios Pueblecito”). En algún caso se toponimizan, como Ilixoni (que da Luchon) e Iluro > Oloron (aunque este Iluro lo conocemos por el Itinerarium Antonini, no por la epigrafía).

>> Al entrar en Navarra, ilun contiene un significado más específico -quizás acorde con el significado más sacro que muestra en los altares- y se utiliza para nombrar ciudades grandes, importantes, o bien añejas o antiguos núcleos de población abandonados de las que había conciencia de haber sido importantes. Así, Iruñ(ea) (= Pompelo), Irun (= Oiaso), quizás también Irulegi, y, al pasar a Álava llaman a Veleia, la que había sido ciudad principal en la antigüedad, Iruña, y en Bizkaia llaman Illunzar al antiguo castro. Se entiende que estamos hablando de ilun como forma original, que evoluciona a irun (salvo en Illunzar, quizás por disimilación preventiva). La ñ puede ser un problema, pero creo que no insalvable. Al menos para Iruña puede admitirse un desarrollo romanceado, tipo Zaballa. Comoquiera que sea, el apelativo ilun desapareció del léxico histórico, quizás fagocitado por hiri/huri.

>> Aquit. ili > eusk. hiri (> occ. huri), en cambio, tiene un significado más genérico, y es el que se convierte en generador productivo de topónimos, tanto descriptivos como -en occidente sólo- deantroponímicos. La falta de h- en aquitano, así como el significado -iri ‘cercanía’ en oriente, puede ser un problema para la asociación, pero a mi juicio no insalvable.

Las observaciones que señalas, Mikel, sin duda son muy relevantes y de peso. Sin embargo, me gustaría matizar mi planteamiento para evitar malentendidos, especialmente respecto a la referencia a Lacombe.
1. No se trata de una lengua distinta, sino de absorción de sustrato En absoluto sostengo, como hacía Lacombe, que el dialecto occidental fuera en origen una lengua distinta desconectada del tronco común. Mi propuesta es diferente: planteo que el euskera histórico occidental surge, efectivamente, de la expansión del Vasco Común Antiguo (originado en la órbita Navarra-Aquitania), pero que, al expandirse hacia el oeste, se superpuso a un sustrato paleovasco local (propio del valle del Ebro). En este proceso de nivelación y absorción, ciertas características arcaicas de ese sustrato local —que quizás ya no existían en el foco innovador navarro-aquitano— lograron perdurar en el dialecto occidental. No hablo de dos lenguas ajenas, sino de un tronco común que absorbe variedades dialectales preexistentes y afines.
2. Respecto a la evolución de hiri/huri, dudo de que el paso hiri > huri sea el más natural fonéticamente. De hecho, Mitxelena sugiere que el cambio inverso (huri > hiri) es fonéticamente más sencillo y explicable (cierre de vocal por influencia palatal o disimilación), y no al revés. Esto nos lleva a considerar que la forma huri podría ser una variante arcaica o paralela. Es interesante el dato que desde los primeros escritos aparece en toda Álava, Bizkaia y La Rioja uri, de forma absolutamente homogénea inicialmente. Este patrón de alternancia vocálica (u/i) tiene paralelos en raíces protovascas, como la alternancia zur- / zil-, y de forma paralela se podría postular, hur- / hil-. Reducir toda la toponimia en -uri a una disimilación tardía me parece, por lo menos, complicado. Y Mitxelena ya era muy consciente de este problema..
3. En cuanto a la imposibilidad de relacionar Gracchurris con uri debido a la vibrante fuerte (-rr-), creo que el texto de Irulegi obliga a revisar nuestras certezas sobre la fonología antigua de las vibrantes. La inscripción de Irulegi muestra un sistema con grafemas para lo que parecen ser tres vibrantes diferentes.. Esto sugiere que el «paleovasco del sur» tenía una variedad fonológica en las vibrantes que el alfabeto latino no podía interpretar correctamente. Es plausible que lo que los romanos transcribieron como -rr- en Gracchurris fuera el intento de representar una vibrante vascónica específica, al igual que sucede con Lar(r)he. La vacilación gráfica es esperable cuando se encuentran dos sistemas fonológicos distintos

Eneko, ¿de verdad crees que ese «sustrato paleovasco local (propio del valle del Ebro)» sobrevivió a la romanización hasta… digamos el siglo V-VI, probable momento de la expansión del VCA? ¿Ese paleovasco ribereño es el de los berones, autrigones, caristios? ¿Qué sabemos de él?

Aceptando que el dialecto occidental surge del tronco común del Vasco Común Antiguo, en mi opinión, este dialecto podría albergar al menos 3 características relacionadas con un sustrato paleovasco previo al Vasco Común Antiguo:
1. La falta de la z- inicial en el pretérito de tercera persona. Un elemento muy discutido y sin solución, por ahora.

2. La forma tripersonal con auxiliar *e(rad)utsi, en contraposición al *in central (según Urtzi Reguero innovación) y al era(d)un oriental. Hasta ahora se ha ubicado temporalmente la aparición de la forma tripersonal en el medievo. El texto de Irulegi aparentemente lo contradice.

3. Las formas (h)uri/(h)iri.
a. Lakarra propone que el original es hiri < *hertzi.

b. Eneko Zuloaga redactó un excelente trabajo sobre el dialecto occidental. Sobre este tema en concreto señaló lo siguiente: “Hiri /(h)uri bikotearen araberako banaketak ezartzean, diakronikoki ezin dira bi formak maila berean jarri, bata bestearen aldaera baita. Etimologia de la eta, baliteke hiri izatea zaharra eta mendebalak berrikuntza ekarri izana; baina, baliteke, alderantziz, zaharra huri izatea eta berrikuntzaren fokua Euskal Herriko erdi-ekialdeko beste eremu batean bilatu behar izatea. Are gehiago, azken kasu horretan erdiekialdeko hirik izango luke garrantzia, mendebalak aurretik zegoena gorde besterik ez baitzukeen egingo.”
Es decir, no tiene claro cuál fue de los dos el original en el VCA.

c. Mitxelena apuntó a que la forma (h)uri era la original: “Es de mayor entidad la oposición occid. (h)uri / or. (h)iri, "villa", cuya razón de ser no está nada clara, a mi entender: en la zona que es después de dialecto guipuzcoano, había sólo iri, a lo que parece, pero huri- cubría Álava, hasta su frontera oriental y aún más allá, ya que su área comprendía Arana, por ejemplo, y Val de Lana en Navarra. Los límites señalados por Menéndez Pidal en trabajos que luego aparecieron reunidos en el libro. En torno a la lengua vasca, Buenos Aires (Austral) 1962, pp. 73 ss., exigirían algún retoque dentro de la zona propia y seguramente vasca de lengua.Aunque Ili-, Irun- (-ilun-) se documenta cerca de un milenio antes que huri-, -(h)uri, yo me he inclinado a dar prioridad, faute de mieux, a estas últimas formas en la idea de que el cambio de vocal posterior a anterior era más simple, y estaba mejor apoyado por paralelos, que el contrario. En to do caso, para lo que aquí importa, la isoglosa, indicio de diversidad dialectal, ya estaba establecida por el año 1000. Lo estaba posiblemente antes, pero esto no es un hecho, sino una mera conjetura.”

Una hipótesis que puede dar solución a (h)uri/(h)iri es que (h)uri correspondería al sustrato paleovasco prerromano del valle del Ebro, dando sentido al topónimo Grachuris, e hiri correspondería a la influencia aquitana.

Creo que si en Grachur(r)is hay que identificar realmente uri, lo cual ciertamente es discutible, sería un argumento para rechazar que uri sea cognado de iri pese a las apariencias, pues este procede de ili con lateral. Sea lo que sea, y aunque sea una cuestión tal vez más cultural que lingüística, uri, a diferencia de iri, ha dado lugar a una larga serie de topónimos deantroponímicos, en los que uri desempeña el mismo papel que en Aquitania el sufijo -os. Por cierto, ya se puede consultar el resumen de la aportación de Lakarra a próxima First Internationa Conference on the History of Basque aquí, (página 38), donde ya apunta algunas propuestas que pueden dar que hablar aquí, pues afectan de lleno al tema de la VT. Como veréis, también los numerales ibéricos atacan de nuevo (p. 46).

Me parece especialmente necesario tener en cuenta esta nueva vía que se abre gracias a la datación escrita del ibérico (ss. V–I a. n. e.) para la reconstrucción del protovasco. Estoy convencido de que, además del subsistema numeral, aparecerán otros conjuntos con cognados comunes, por ejemplo en el campo de los nombres de animales. Recojo aquí el avance de Ferrer i Jané y Orduña de la charla que ofrecerán este lunes 24, a las 15:00, en Vitoria:
“Las similitudes entre los numerales ibéricos y los vascos son un hecho muy relevante para la historia de la lengua vasca, tanto si se trata de parentesco —hipótesis que defendemos— como si fuera debido al préstamo, con testimonios de hasta el s. IV a. C., muy anteriores a los aquitanos Laurco, Laureia, Borsei. Los numerales ibéricos demuestran la antigüedad de los diptongos au, ei y de la lateral inicial, adelantando el testimonio aquitano.
En cuanto a morfología, el numeral más interesante es ban, porque, al ser el más divergente de su equivalente vasco, es el que puede permitir avanzar más en la reconstrucción del protovasco. A partir de ban y de la variante bin de bi se podrían explicar los distributivos vascos en -na como un reanálisis de ban-a, bin-a, formados con el sufijo de adlativo, que es el usado en las formas orientales bedera, bira, irura.
La oposición entre bana, bina y bat, bi llevaría a un reanálisis ba-na, bi-na, con extensión de -na a los demás numerales. Así se explicaría mejor el artículo indeterminado plural roncalés banak ‘unos’, que estrictamente podría no ser sino el plural de ban.
Formas como bana o bakoitz no pueden derivar directamente de bade, que daría bada- en composición; en todo caso, deberían hacerlo de la forma moderna bat, lo cual resulta sorprendente en derivados de aspecto poco reciente. Además, de una variante sin nasal de ban, con una oposición como en ibérico bi/bin, se podría explicar la forma periférica bage ‘sin’, literalmente ‘sin uno’.”

No creo que eso obligase a rechazar uri=iri si tenemos en cuenta el ‘uli’ alavés y riojano (Galbárruli), que podría ser el reducto occidental de la original. Aguas abajo del Ebro se podría haber realizado ya el cambio l>r, aunque a mí me suscite dudas la etimología Gracc-huri.

Goorrocahtegui en su trabajo “Situación lingüística de Navrra y aledaños en l anatuguedad” no considera aceptable la explicación de que Gracc(h)urris provenga de un anterior *Gracuri (cf. De Hoz, 1981, 46) con el significado de ‘ciudad de Graco’. Sus razones son:
1. Implica un paso gratuito de -r- a -rr-, lo cual considera improbable en una lengua que mantenía una oposición fonológica entre dos vibrantes.

2. Propone que es más sencillo pensar en un elemento -gurris, -gorris, presente también en la cercana ciudad de Cala-gurris.

3. Sugiere que de un anterior *Gracco-gurris se habría llegado al documentado Graccu-rris tras una haplología (omisión de una sílaba o grupo de sonidos semejantes contiguos) bastante verosímil (p. 339 s. de su obra Onomástica indígena de Aquitania, 1984).

El argumento dado sobre las vibrantes, queda refutado por él mismo en la charla que hizo con Velaza sobre el ara con el teónimo Larahe. Apuntó a que el vascónico tenía un tipo de vibrante que no se identificaba bien en el alfabeto latino, ya que se daba una vacilación entre la vibrante simple y doble en Lar(r)ahe. Este argumento se podría trasladar a Gracchur(r)is.
Tampoco me convence el nombre de una ciudad basado en el nombre del fundador más el adjetivo «rojo». Me parece mucho.mas plausible basarse en el paralelo de Pompelo, ciudad de Pompelo.

Sobre la esperable lateral para relacionarlo con ili, es decir, Gracchuli, que comenta Orkeikelaur, es un problema grande pero no insalvable en mi opiniòn, ya ques es un cambio fonético que se ha dado, al menos, 2 veces en el vasco: l > r en el s I a. n. e., y r > l en el s. VIII (aprox.) Parece ser recurrente.

El problema debía ser la ‘r’ latina, que era de vibración simple, al parecer más suave que la vasca, parecido a como se pronuncia en el italiano estándar actual. Esto debía de provocar confusiones en la transcripción de palabras vascas.

Creo muy apropiado recordar cierto vocabulario exclusivo occidental que sumándolo a los ejemplos que expones refuerza esa teoría. Ya se han mencionado en otras ocasiones, pero conviene repetirlo. «Neba», «aube» o «aitobe», sobre todo las dos primeras, son imposibles de despreciar en esta discusión, y hay más que ahora no me vienen a la cabeza.

Pero, como bien dices, es difícil aceptar ‘huri’ como general anterior a ‘hiri’ si éste lo relacionamos con ilun/irun/iruin, pues parece que se atestiguan pronto en Vizcaya y Álava, Iluntzar e Iruña, de no ser que propongamos orígenes diferentes apoyándonos en una supuesta falta de aspiración inicial.
Estoy de acuerdo en que será difícil saber qué es lo que determina en cierto momento que ‘u’ pueda dar ‘i’ o viceversa, y si es más fácil que ‘u’ sea original. Yo no creo que una tenga más fuerza que la otra, porque si no a ver cómo valoramos uzen/izen, ime/ume, ukutu/ikutu/ukitu, udoi/idoi, urten/irte(n),… Leí en algún lugar la sugerencia de si pudiera haber sido en el pasado la ‘ü’ general a todo el euskera y haber dispuesto de 6 vocales. Tampoco creo que vaya a ser eso, pero sí puede ser que el rango de pronunciación vocálico esté más constreñido, que estén más juntas en su ejecución, y provoquen esa facilidad en la alternancia, que no sólo ocurre entre ‘u’ e ‘i’.

Cuando hablo de la zona occidental, me refiero específicamente al territorio Várdulo y Caristio (el eje Bizkaia-Álava), dejando a un lado a los Berones y Autrigones. La referencia al Ebro la hago asumiendo que fue la vía de llegada hacia Navarra, aunque sin atreverme a ofrecer una datación precisa de ese movimiento.
​Es cierto que los datos epigráficos en Bizkaia y Gipuzkoa son muy escasos, en contraste con la abundancia de Álava, donde la epigrafía es predominantemente celta. Sin embargo, mi reflexión se sostiene sobre dos vías principales:
​1. Análisis de lingüística interna:
Son argumentos que ya presentados, que considero determinantes para identificar un sustrato diferenciado:
​a. La abundancia y distribución de los topónimos en -ika de fonética vasca
​Casos de adaptación fonética antigua como Getaria y Guircu.
​b. El cambio fonético Hiri > Uri
​c. La morfología verbal: el pretérito de tercera persona sin z- (egien / eraukon).

​2. El argumento de la invisibilidad de Zaldua:
Como señala Luis Mari Zaldua en su último trabajo: invisibilidad no equivale a inexistencia. Zaldua propone que la onomástica indoeuropea presente en Álava y la Navarra occidental actúa como una capa superior (un superestrato de prestigio), vinculada a las élites, a la administración romana y al eje de la vía Iter XXXIV, pero que esto no eliminó el sustrato vasco de las clases populares.

​Por supuesto, estoy abierto a cambiar de opinión ante nuevos datos, especialmente si se basan en textos o fonética contrastada, tal y como propone Gorrochategui en su reciente trabajo sobre la hipótesis de la revasconización (idea de la cual parte mi propia propuesta). Vuestra aportación al estudio del euskera me parece increíble y necesaria; de hecho, el último trabajo de Mikel me ha convencido de la influencia aquitana en el VCA. No obstante, creo que los argumentos de la lingüística interna que he ofrecido siguen siendo sólidos

«La abundancia y distribución de los topónimos en -ika de fonética vasca. Casos de adaptación fonética antigua como Getaria y Guircu» ¿Pero de qué periodo son esos topónimos, Eneko? ¿No te has puesto a pensar que con muchísima probabilidad Kircu (SM, 1025) es de época altomedieval, es decir, posterior al siglo VIII, y Guetaria, poblada por gascones con el mismo fuero de San Sebastián, del XII? ¿De cuándo crees que son los Guernica de Álava y Vizcaya, el primero también documentado en SM 1025? ¿Tiene alguna lógica usar esos topónimos medievales para probar un sustrato paleovasco del siglo I?

Copio los enlaces a las diapositivas y guión de la comunicación ‘Apelativos latinos de sustrato en la Reja de San Millán (1025)’ que presentaré el martes 25, a las 13:15 en el centro Micaela Portilla en el marco del ICHBL1.

En la cuestión de la toponimia en -ika, me remito Gorrochategui, el cual es mi referencia principal para el conjuntó de las cuestiones sobre el vasco antiguo. Gorrochategui argumenta que estos topónimos deben haber entrado en la lengua vasca antes de los siglos V y VI d.C., situándolos en la época romana (Imperio). El razonamiento cronológico:
1. En las lenguas romances, la consonante sorda intervocálica (-k-) se sonorizó (convirtiéndose en -g-) en un proceso que estaba vivo durante los siglos V y VI d.C..
2. Dado que en euskera estos topónimos conservan la sorda (se dice Gernika y no Gerniga), el préstamo debió ocurrir antes de que esa sonorización se generalizara en el latín vulgar o romance.
Por tanto, Gorrochategui sostiene que el euskera debía hablarse en la zona durante los dos últimos siglos del Imperio (s. IV-V) o incluso antes, lo que permitió conservar la forma antigua sorda. Si el VCA llega desde Navarra en los s.s. VI y VII, las fechas no encajan entre las fechas propuestas para la llegada del euskera a la zona occidental y topónimos temporalmente previos acabados en -ika con fonética vasca.

Para el topónimo Getaria, Gorrochategui sugiere una antigüedad mayor, vinculada al siglo I d.C, ya que el nombre proviene del latín caetaria ‘fábrica de salazón de pescado’, y, además, en trabajos de arqueología se han descubierto restos de una factoría de pescado en la Getaria de Laburdi, que datan del siglo I d.C,
Lingüísticamente, la conservación de la velar inicial ante vocal anterior (la c- latina pasa a g-) indica que el préstamo latino antiguo, anterior a las evoluciones romances tardías, sufre una evolución fonética vasca.

Por supuesto, las reflexiones de Gorrochategui pueden ser rebatidas con nuevos datos bien fundamentados; pero, en este caso, por ahora son los argumentos que me resultan más convincentes en lo referente a datación y origen fonético de estos topónimos.

Eneko, el argumento (originalmente de Gorrochategui) es bueno, pero no es una “pistola humeante” que zanje la cuestión en favor de la teoría tradicional, como algunos investigadores lo interpretan. Lo tratamos en Abaitua & Martínez Areta & Ramos (2022, págs. 53-54). Te recomiendo leer esos párrafos y consultar la bibliografía dada ahí al respecto. Hay algunos artículos más que tratan el tema (de la sonorización intervocálica) aún en mayor profundidad, que leímos pero tuvimos que quitar para gestionar el espacio tope permitido. En cualquier caso, todos van a parar a lo mismo: la imposibilidad de determinar con certeza cuándo se produce en cada lugar, habida cuenta del apagón de fuentes directas (las que verdaderamente pueden reflejar el proceso) durante varios siglos. La fuente que puede ser más útil, las pizarras visigóticas, están muy alejadas (en cualquier caso no atestiguan sonorización).

En todo caso, un excelente y reciente trabajo de un gran especialista en esta cuestión, José Mari Vallejo (discípulo y colaborador de Gorrochategui, también de la UPV/EHU) es el siguiente:

Vallejo 2021: J. M. Vallejo, “Reconstrucción protorromance desde la fonética: problemas metodológicos y propuestas cronológicas”, ZrP 137(3), 2021, 703-743.

En la página 733 dice: “[c]uriosamente, en la península ibérica —salvado el caso de inmudauit—, los primeros casos de sonorización son del siglo VII: Lapesa (1986, §30.2) recoge pontiuicatus en el año 665 o eglesie en el 691”.

Y algo después, siguiendo con la sonorización en la península ibérica: “[e]n cualquier caso, tuvieron que ser escasos los testimonios de sonorización anteriores al siglo viii […]”.

¿Élites? Pero si ni siquiera son ciudadanos… En primer lugar, algunos de los focos más tupidos, como Contrasta y Gastiain, están en zonas montañosas alejados del Iter XXXIV u otras arterias viarias. Y en segundo lugar, no hacen epígrafes porque son ricos, sino porque hay caliza abundante y un taller epigráfico que funciona entre la divisoria entre la montaña alavesa y el Estellerri, ya estudiado por Elorza a finales de los años 60, en un estudio pionero donde adujo todos estos aspectos sociológicos. Es epigrafía rural. Tenemos el mismo fenómeno en otros lugares, como en el entorno de Belorado (asimismo con antroponimia celtibérica) o en Tierras Altas de Soria (con antroponimia paleoeuskérica), en ambientes sociológicos parecidos. Los finados y dedicantes son peregrinos de los siglos I y II. Ni siquiera han adquirido ciudadanía por medio de la adquisición del duo o tria nomina.

Se pueden arañar resquicios, retorcer indicios y dar importancia inmerecida a lo que nos convenga para el caso, pero lo principal es que resulta (casi, casi, casi) imposible e increíble que una lengua atestiguada en el s. I d. n. e. en Tierras Altas, en Navarra y probablemente en Álava y en el s. I a. n. e en Irulegi desapareciera y volviese a aparecer llegando desde Lugdunum C. adonde había llegado antes desde…Andorra. Cuando más fuerte parece que está y más prestigio se le presume en LC resulta que va y desaparece de allí para conquistar tierras de habla latina o, tal vez ya, romance (supermegaincreíble) donde un familiar muy familiar suyo ya había hecho sus pinitos antes de evaporarse. Le extraña a alguno el por qué iba a ocurrir algo diferente en un lugar y en otro, como el uso y tratamiento de la epigrafía por élites en un sitio y tal vez por gente más corriente en el otro, porque, claro, deberían de haber seguido idénticas pautas. No le extraña, en cambio, que la lengua vernácula hubiera desaparecido en uno y en el otro, al contrario, hubiera tomado más fuerza, siquiera para moverse al oeste. Hablando de esto, es curioso que donde se dan con más abundancia los hallazgos epigráficos que en la teoría tardista se tienen en cuenta es donde abruptamente en un momento determinado dejan de aparecer y desaparece también la lengua con la que se asocian.
Se habla también de la falta de sonorización de los ‘-ika’, que igual habría llegado el aquitano antes de su fijación, pero parece que ‘Begoña/Vecunia’ no llama la atención. Por cierto, esto se explica fácilmente mediante la idea de que en los núcleos urbanos de cierta importancia la cosa lingüística y consuetudinaria funcionaba de distinta manera a la de la periferia rural, en mayor medida en lo referente a lo oficial u oficioso.
Repito, y no me cansaré, cualquier explicación que se nos pueda ocurrir para la epigrafía y la relación de ciudades con nombres de tipo celtico será más fácil de tragar que la de la Vasconización Tardía desde Lugdunum C.
Una última nota, que creo que se comentó en su momento en otra entrada. Mencionó Mikel, creo, un par de nombres de persona de estas inscripciones, no sé si de la zona de Contrasta o de Lana. Creo recordar que uno era ‘Celta’ y otro ‘Galo’ con las desinencias latinas correspondientes, y comenté yo que ya era raro que unas personas celtas inmersas supuestamente en un mundo celta se llamaran así y que no tenía ninguna lógica más que si era por un afán de prestigio o por combatir complejos. No tiene sentido que en un sistema lingüístico y cultural específico alguien intente denotar su origen siendo éste el preponderante.

Miremos en el EDCS, clickemos Contrasta.

Individuos de Contrasta (este alavés), casi todos ‘idiónimo + patronímico’ (repito, tienen estatuto de peregrinos, NO son ciudadanos romanos), de los siglos I y II: Ambata Appae f, Ambatus Serani f, Araica Arai f, Cantabri Tritai f, Caricus Cari f, Segontius Ambati Vecti f, [T]uraesamus Cantabri f, M(arcus) Candidianus, A[m]eaicus [A]meani f (éste último los editores García & Sáenz de Buruaga & San Vicente 1985 la leen como A[m]baicus [A]mbani f, probabilísimamente [A]mbati). En otros núcleos del entorno (Ibarguren, San Román de San Millán, Urabain, Gastiain…), la etnicidad dominante de los antropónimos indígenas es del mismo aspecto general.

Teoría tradicional: son élites. Las “clases populares”, el sustrato, se halla por ahí debajo, subyacente. Sólo saldrán de su escondrijo y perderán la vergüenza en la Alta Edad Media, cuando llenarán todo el paisaje de Aguinaga, Aizcorribe, Amusagaña, Andasoro, Ascarreta, Bengoerrotaburua, Bengoiturri, Berrueta, Bidebarria, Celaicosoloa, Errotazabala, Echebarribitartea, Gastamendigaina, Iturraldea, etcétera, etcétera (son una pequeña selección de “Toponimia de Contrasta”, de López de Guereñu, fácilmente accesible en Google).

Cliquemos ahora en el EDCS Tibiran-Jaunac (¡Tiberio y Jaun!), al ladito de Saint-Bertrand-de-Comminges, antigua Lugdunum Convenarum. Copio todos los individuos, también de entidad peregrina, con ‘idiónimo + patronímico’, misma estructura que en Contrasta: Attacconi Siricconis f, Urbanus Attacconis f, Sennacius Attacconis f, Bonnoris Dunohoricis f, Rhexoni Hotarris f, Sabino Seniponnis f, Fusco Estenconis f, Severae Silvani f, Fuscinus (Fusci f), Rufino Selexconis f, Secundo Mundi f, Ingenua Calvini f, Senius Orcoli f, Faustae Hannabi f, Albinae (Senii) f, Albino (Senii) f. Hay también dos aras votivas, una a Ilurbe[rr]xion(i) y otra a Silva[no] deo.

¿Dónde están aquí las “clases populares”? ¿Por qué en Tibiran-Jaunac las “clases populares” aparecen en las inscripciones y en Contrasta no? ¿Por qué en un caso el euskera brilla como el sol y en el otro es «invisible»? ¿Por qué en un caso aplicamos el sentido común y en el otro el calzador?

Muchísimas gracias, Mikel. He probado a clicar ‘Contrasta’ en Epigraphik-Datenbank Clauss / Slaby y no he obtenido nada. Hay que preguntar por lugar: ‘Kontrasta / Contrasta’ y se obtienen 24 inscripciones:

Ambata / Appae f(ilia) / an(norum) L h(ic) s(ita) e(st)
publicación: CIL 02, 02951 = ERAlavesa 00024 = EpRom 2015_15_015 = HEp 2014/15, 00002

etc.

¡Extraordinario recurso! Y tu didáctica impecable, como nos tienes acostumbrados 🙇

A mí me aparecen los datos con solo poner Contrasta, en el espacio Lugar. Luego en la ficha de cada item aparece Lugar: Kontrasta / Contrasta, sí. Pero con Contrasta vale para buscar. Tanto en el ordenador como en el móvil.

Cierto, lo acabo de comprobar: es sensible a las mayúsculas. Funciona con “Contrasta”, pero no con “contrasta”. Muy sutil.

Eneko: “La onomástica indoeuropea presente en Álava y la Navarra occidental actúa como una capa superior (un superestrato de prestigio), vinculada a las élites, a la administración romana y al eje de la vía Iter XXXIV, pero que esto no eliminó el sustrato vasco de las clases populares”.

Se da por hecho que la evidencia de lo indoeuropeo es más moderna que la invisible supuesta presencia paleovasca, lo que no sólo no se comprueba, ni existen indicios indubitados, sino más bien al contrario.

La antroponimia (Ambatus, etc.), teonimia (Bilibio, etc.), etnonimia (autrigones, etc.), toponimia (Veleia, etc.), hidronimia (Deva, etc.), en las provincias vascas y Tierra de Estella navarra, es considerada pre-celta, vinculada con el lusitano, lengua de mucha antigüedad como la hidronimia pirenaica en las dos vertientes, no por casualidad en la situación geográfica más alejada de influencias externas (transpirenaicas y mediterráneas), con paralelos en el ligur, en todo caso anterior a las migraciones celtas, candidato a ser uno de los sustratos más antiguos de la Península.

¿Hay alguna evidencia o indicio de que lo indoeuropeo en las provincias vascas y Tierra de Estella navarra es más moderno que un invisible supuesto sustrato paleovasco?, ¿hay alguna evidencia o indicio de que lo indoeuropeo en las provincias vascas y Tierra de Estella navarra no era el sustrato de clases populares?. Lo del sustrato vasco de las clases populares, además de sin fundamento empírico conocido en el entorno cercano donde sabemos sin duda convivían indoeuropeos y no indoeuropeos, parece un poco naíf o de aurora boreal.

Pues insisto con la pregunta que hice al vacío respecto a este tema del sustrato, ¿fueron esos indoeuropeos, tipo lusitano, los primeros y únicos antes de los celtas y romanos en poblar el occidente vasco actual? Entiendo que antes nunca hubo nadie que pudiera haber dejado huella toponímica o, si no, que esos indoeuropeos la borraron por completo, pero los vascos, en cambio nunca fueron capaces de borrar la huella indoeuropea ¿Cómo se puede demostrar semejante ocurrencia? Se pretende que hay una lengua que hasta el momento no se ha podido relacionar con éxito con ninguna otra y que por tanto ha tenido que haberse desarrollado durante miles de años en Europa occidental y otra(s) que podemos trazar con bastante éxito y para las cuales se especula con el momento de su entrada en la península, o tarde o muy tarde, y la más antigua nunca llegó al Cantábrico, se quedó en el Pirineo. Eso sí se me hace a mí un poco naïf.
Está claro que para sacar conclusiones mínimamente fiables habría que tirar de estudios multidisciplinares complejos. No vale con la arqueología ni la genética, harían falta estudios antropológicos y demográficos para ver si las diferentes oleadas migratorias tuvieron la suficiente fuerza como para borrar las lenguas anteriores o si la cultura y la tecnología más avanzadas pudieron favorecer el sometimiento de los indígenas en algunas zonas o simplemente adquirir un prestigio frente a ellos sin hacerles perder su lengua, pero estableciendo ciudades, puertos y factorías, recibiendo éstos los nombres que les diera la élite dominante.

Hola, Joseba.
Quería llamar la atención de algo que probablemente ya seas conocedor, pero que, por si acaso, comento.
Cuando se hacía una búsqueda con Google sobre cualquier cuestión que se hubiera tratado mínimamente en este blog, siempre aparecían entradas del blog entre los primeros resultados como referencias. Sin embargo, desde hace unas semanas, de un día para otro, este blog ha desaparecido de los resultados de búsqueda, sea cual sea, aunque se acote incluso el título de una entrada concreta y el nombre del blog. O sea, este blog se ha vuelto invisible para las búsquedas de Google.

Cierto, Paloma. Sucede eso desde hace un par de semanas y no tengo ni idea de cuál puede ser el motivo.

Por si sirve como pista, la invisibilidad empezó a ocurrir a partir de que no se podía establecer conexión con el blog, se quedaba colgado sin respuesta el intento de acceder a la página, y cuando se pudo volver a conectar con el blog, bastante tiempo después, a partir de ese momento ya no era visible para Google.
Esto lo pude comprobar porque, desde ese momento, ya no he podido volver a acceder al blog como solía hacerlo através de la búsqueda en Google con las palabras siguientes: «blog Abaitua». Desde entonces estoy accediendo buscando en Google «trifinium.tophistoria.com».
Da la sensación como si para Google, a partir de que se produjo el problema de no conexión de la página, este blog es nuevo y no tiene indexadas las referencias claves que antes utilizaba para mostrar los resultados. En cualquier caso, parece claro que el problema empezó a partir del fallo de conexión de la página.

Creo que ya está arreglado. Gracias, Paloma, por los consejos, que quito de la sección de comentarios. Doy las gracias a nuestro administrador, Nando, que ha dedicado unas cuantas horas en esas labores. Mantener en buena forma una plataforma como esta no es una tarea trivial.

Hasta que Google tenga el antojo de indexar de nuevo las páginas del bog, habrá que realizar las búsquedas con Bing.

Si el blog hubiera residido en un sistema propiedad de Google, y éste no fuera un sitio de referencia, no habría fulminado Google la visibilidad del blog con la misma celeridad y sin avisar, y la recuperación sería inmediata.

A lo largo de esta entrada del blog he tratado de exponer sucintamente cómo evolucionaron en la larga duración los procesos de naturaleza político-institucional y eclesiástico-religiosa que a comienzos del siglo XI desembocaron en territorio navarro en una potente colaboración del sacerdocio y el reino, entente que dio pie a la conformación de una consistente Superestructura Geminada y, con ella, a la plena configuración del primer formato estructural del Modo de Producción Feudal. Como ya hemos adelantado anteriormente, dos de los de precipitados más relevantes que tamaña concertación deparó a ras de suelo fueron la transformación de la propiedad de hecho en propiedad de derecho y la consagración de la documentación escrita como instrumento de legitimación del acaparamiento de bienes y personas. Tal fue el sentido instrumental que tuvo desde el momento mismo de su confección la Reja de San Millán, cuyo milenario conmemoramos en la actualidad.

Para cerrar por el momento esta larga secuencia cartográfico-literaria, desearía condensar lo esencial del proceso histórico que perturbó sobremanera a la vuelta del cambio de Era la dinámica inveterada del euskara, induciendo el desbaratamiento integral de las euskaldunizaciones tempranas y reconduciendo su utilización como lengua vernácula a la sola Urheimat originaria.

La disolución a manos del latín en las Tierras de Yanguas y de San Pedro Manrique fue puntuada, es decir, consumada con una cadencia pautada. Fue siempre allí una lengua prestada, incapacitada para sobrevivir en tal islote tanto por su endeble sustento demográfico inicial como por la imposibilidad de recibir refuerzos. Al decir de los expertos, en el siglo II d. C. ya había decaído por completo.

En el Pirineo, el proceso fue diferente según segmentos. En el tramo central el euskara capituló por tiempos. Según la cronística (San Isidoro), fue desalojado intempestivamente de la línea de cumbres por Pompeyo en el siglo I a. C. por razones geoestratégicas de repoblación urbana y, según la epigrafía (lápidas mortuorias romanas), fue acosado sin tregua ni desmayo por la cultura romana en los valles novempopulanos de los Convene y los Consorani hasta asfixiarle por completo en el siglo IV d. C.

Por contra, en el segmento pirenaico occidental se mantuvo en la línea de cumbres y en la vertiente meridional en virtud del concierto que los euskaldunes alcanzaron con la potencia colonial a renglón seguido del sometimiento del oppidum de Iaca por Marco Porcio Catón el 195 a. C. Presumimos -por lo demás- que el acuerdo facilitó su densificación en la vertiente septentrional, tras haber sido neutralizada esta por Corvino Mesala en vísperas del cambio de Era.

En justa contrapartida a la colaboración en el control de los corredores occidentales de la gran barrera pirenaica, los romanos permitieron a los euskaldunes mantener en la Urheimat inmemorial su ancestral modo de vida, sus creencias y costumbres y su peculiar lengua vernácula. Ello resultó viable porque -en su condición de pastores trasterminantes- estaban eficientemente organizados en Comunidades de Valle. La concertación con Roma -expresa o tácita, no lo sabemos- no provocó ningún trauma entre los montañeses sino, más bien, se entendió como una feliz convergencia de los intereses foráneos con los suyos propios, es decir, con las funciones de autoprotección militar que venían realizando sin descanso desde la IIª Edad del Hierro contra cualquier agresor que pusiere en peligro las formaciones vallejeras.

Estaban, pues, capacitados desde el principio no solo para realizar dicha función sino para garantizar su cumplimiento en la larga duración. Cuatro siglos después, el año 407 d. C., los rusticani del saltus lo demostraron paradigmáticamente al contener la caballería de los suevos, vándalos y alanos en los desfiladeros pirenaicos. Aunque cabría presumir -siguiendo las intuiciones de Dídimo y Veriniano- que el apoyo de los rusticani no habría de ser suficiente para contener formaciones profesionales de infantería o para afrontar situaciones de guerra generalizada, no resultó, sin embargo, menos cierto -como certifica Orosio- que la actuación de dichas gentes en tiempos de paz y en las refriegas internas del saltus fue siempre de gran fiabilidad y de extrema utilidad.

En definitiva, pues, desde finales del siglo III d. C. no quedaba en pie en la Cordillera Pirenaica ningún otro bastión del euskara que no fuere el segmento occidental -tanto la línea de cumbres como en las dos vertientes-, circunstancia que, a nuestro parecer, implica la obligación de tomarle como punto de partida de cualquier intento de restituir en términos históricos la singular dinámica de la euskaldunización tardía.

Cantaber, me pillas inmerso en una corrección de exámenes a escala industrial. A ver si saco mañana por la noche un rato para responder a tu mensaje, y así reanudamos el debate que habíamos abierto. Como prolegómeno teórico, diré que el materialismo histórico -creo que no yerro demasiado si lo simplifico en la economía- puede explicar muchos procesos históricos o incluso una parte mayor o menor de todos o casi todos, pero en mi opinión no todos, y posiblemente pocos o muy pocos en su totalidad. No todo es buscar mejores pastos, o el modo de producción equivalente en cada época y lugar según el modelo económico correspondiente. Las pasiones humanas, los pecados capitales, las creencias religiosas, las ansias de aventura que instintivamente puede sentir el ser humano, la curiosidad por conocer el mar u otros lugares de los que ha oído hablar…, también pueden ejercer de «primum movens», dependiendo del contexto. En todo caso, para dilucidar una cuestión lingüística tienen preferencia, según lo veo yo, los argumentos lingüísticos sobre todos los demás. A ellos iré -o mejor dicho, a ellos volveré- mañana.

Para Fatás la razón por la que el euskera subsistió al latín en el Saltus Vasconum fue que las legiones romanas no tuvieron que desplegarse nunca en territorio del núcleo original vascón, por ser éstos aliados prioritarios de los romanos. Entiendo que en línea coincidente con Cantaber.

Para mantener esta posición, habría que explicar por qué en los siglos II-III desaparece la epigrafía euskérica en la vertiente meridional de los Pirineos, y sin embargo se muestra con una fuerza inusitada en el área aquitana convenae. La explicación más lógica, a la vista de la ausencia de evidencia euskérica, es que el latín barrería del mapa, a partir del siglo II, todas las lenguas al sur de los Pirineos sin excepción.

Cantaber, entiendo que tu planteamiento más o menos puede sintetizarse de la siguiente manera. El solar vascón es la “Urheimat inmemorial” de los euskaldunes, que se remontan al pastoralismo de la época de los cromlech (I y II Edad de Hierro), y siguiendo rutas trashumantes se expanden por el Pirineo hasta Andorra, por el norte por toda Aquitania, y por el sur hasta Tierras Altas de Soria, allende el Ebro (euskaldunizaciones tempranas, en tus términos). La romanización provocó la latinización de la mayoría de los territorios por los que el euskera se había expandido (para el siglo II en TAS, para el IV en el Alto Garona), y el euskera sólo pudo sobrevivir, al verse favorecida la tribu correspondiente por factores histórico-políticos, en territorio vascón, casualmente su Urheimat original. Aquí, y sobre todo en los valles pirenaicos y prepirenaicos se pudo dar una supervivencia del euskera a largo plazo, cuyo vestigio visible son los rusticani de Orosio, tropas fieles a Roma que en torno a 409 custodiaban los pasos pirenaicos. Estos constituirían el punto partida para una euskaldunización tardía posterior, entiendo que hacia la Llanada Alavesa y el País Vasco actual.

En este último punto estamos de acuerdo. En el primero discrepamos. Ya lo discutimos la vez anterior, e insistiendo en mi argumentación creo que el problema viene de aplicar los apriorismos de la antropología y sus clichés con el tema vasco a la lingüística sin que, en realidad, haya ningún elemento lingüístico que los sostenga. Es un círculo vicioso que en gran medida parte de la correlación entre cromlech y topónimos en -o(t)z. Me remito otra vez a Gorrochategui 2018, donde explica maravillosamente bien que los focos de ambos no coinciden, y que los segundos son formaciones en origen deantroponímicas, que son la versión euskérica del tipo toponímico possessores correspondiente a los latinos en -an-um/a y los galos en -ac(um), teniendo como éstos su punto de partida en el siglo II y su floruit de máxima productividad en los siglos III y IV.

Como esto ya lo debatimos la otra vez, me centraré ahora en el punto intermedio: que el euskera muere en territorio aquitano pero sobrevive en el territorio vascón, y que por tanto hay una continuidad entre esta lengua superviviente -vascónico, en la terminología comúnmente aceptada- y el euskera histórico. Voy dar seis argumentos que a mí me inducen a otorgar mayor probabilidad bayesiana (de los argumentos de la menor probabilidad bayesiana, que también los hay, hablaré otro día) a la asunción según la cual el antecesor directo del euskera histórico es el aquitano del Alto Garona, y que el paleoeuskera del territorio vascón murió, como mínimo en la capital Pompelo y actual zona media navarra, sin que se deba descartar que quedaran rescoldos paleoeuskéricos en los valles pirenaicos en una y/u otra vertiente.

Primer argumento. En los valles pirenaicos de la vertiente peninsular hay una gran concentración de topónimos deantroponímicos en -ain (sea cual sea su origen), -o(t)z, -iz, -ibar y cero, es decir del tipo possessores. Para las bases antroponímicas de varios de éstos puede probarse, según he argüido en Martínez Areta (2023), un origen aquitano, quizás cónveno. Hay cuatro que se repiten en varios topónimos, y que por tanto apuntan a que fueron nombres de persona muy frecuentes hacia los siglos III-V en este área. Se encuentran mayoritariamente en la zona montañosa de la vertiente peninsular, aunque alguno de ellos se extiende a la otra vertiente o bien al fondo llano de la cuenca de Pamplona. Son los siguientes: Azter (Esteribar de Azteribar documentado, Astrain), Aho(i)ztar (Uztarroz, Ustaritz), GenduLe (hay cuatro Gendulain), Oro (Oroz, Oronz, Oronoz). Se da la circunstancia de que dos de estos, Ahoztar y GenduLe, son dos de los antropónimos más tempranamente atestiguados en Bizkaia, cuando emerge la epigrafía altomedieval vizcaína. Ésta atestigua cuatro Gendule-s y dos Ahoztar. También se documenta Azter, aunque ya moribundo, en diplomas relativos a Bizkaia del siglo XI (en 1082 el padre del merino merino Blagga Ezteriz Cog571, y quizás en 1093 el abad Izterius de Albonica Cog576, además del topónimo Asterrika, documentado como Azterrika).

Segundo argumento. El léxico común del euskera histórico contiene asimismo algunos elementos que difícilmente pueden explicarse de otra forma que no sea asumiendo un origen ultrapirenaico. Alguno de ellos con formantes posiblementes prestados del galo o presentes también en territorio galo. Así: neska (aq. Nescato, Kantas Niscas de Amélie les Bains), seme (aq. Sembe-), sehi (aq. Seni-), gizon, andere , anaie (comúnmente relacionado con aq. Hanna-). Esto suele solventarse con el argumento de que el aquitano está sobrerrepresentado por su inusual hábito epigráfico, pero al sur tenemos también grandes conjuntos, como los segienses y los ennegenses del Bonce de Ascoli (en época anterior, tardorrepublicana), que entran en territorio vascón, y la total ausencia en estos de ningún Sembe-, Seni-, Gison-, Hanna-…, es por lo menos llamativa.

Tercer argumento. En Pompelo diversos hallazgos cerámicos han aumentado de manera considerable la nómina de antropónimos que conocemos para los siglos II y III (en proporción inversa al resto del territorio vascón), y de unos 20-25, todos son latinos. Cada vez que he debatido esto con algún defensor de la teoría tradicional, mi oponente suele objetarme con retórica (que la lengua euskérica por supuesto que nunca ha estado aislada, que la influencia del latín ha sido enorme pero que esto no quita que el pueblo preservara su lengua…), negándose a entender o a procesar el componente contrastivo de la argumentación: ¿por qué tal cosa no ocurre en el altar a Itsacurrinn-e por un Val(erius) Badan(-) Abisunsonis (siglo I, a sólo 8 km de Pamplona) o, ampliando algo el radio, en la estela de Lerga (asimismo del siglo I), donde concurren tres o cuatro antropónimos paleoeuskéricos? Sí, es un entorno urbano, pero es que de 20-25 no hay ni uno solo paleoeuskérico. Hay que tener en cuenta que los arqueólogos han documentado para Pamplona una contracción hacia el año 275, debida a las destrucciones de las invasiones germánicas. Desaparecen el barrio artesano y las termas, y se reduce considerablemente el perímetro. Es concebible que la resiliencia de las décadas y siglos posteriores tenga que ver con migraciones euskaldunes, si admitimos que una antroponimia enteramente latina era síntoma de latinización lingüística.

El resto de argumentos tienen más que ver con la lingüística diacrónica euskérica, y su idea principal es que algunos rasgos que basándose en los datos del euskera histórico los diacronistas reconstruyen para el vasco común pueden enterverse en aquitano, por defectivo que sea nuestro conocimiento del mismo. Voy a describirlos de manera muy sucinta.

Cuarto argumento. Para el vasco común se reconstruyen dos series de pronombres de primera y segunda persona, neutro y fuerte, según una ley que hoy se conoce como Ley Linschmann-Aresti: la variante fuerte aparece si su persona está indexada en el verbo conjugado correspondiente. Así (con dos frases en euskera moderno): ene ama hil da ‘mi madre ha muerto’, pero neure liburua irakurri dut ‘he leído mi libro’. Se da la circunstancia que en aquitano se documentan las dos variantes de estos pronombes: Enne- y Neure-.

Quinto argumento. Para el vasco común Mitxelena reconstruía un acento de intensidad del tipo [+2] (acento fijo en la segunda sílaba por la izquierda, con excepciones de acento [+1] y sufijos que atraen el acento). Entiendo que el mayor investigador del sistema acentual en las últimas décadas, José Ignacio Hualde, en sus últimas publicaciones ha dado un paso en la dirección de dar también prioridad diacrónica a este tipo acentual. Hay que tener en cuenta por otra parte que este tipo acentual es sumamente raro. Según un estudio de hace algunas décadas, sólo el dos por ciento de las lenguas del mundo tienen [+2]. Pues bien, el aquitano muestra algunos indicios de tener [+2]. Lo hace en la dubitación que muestra alguno antropónimo atestiguado más de una vez en marcar la aspiración o no marcarla en segunda sílaba tras r y l. Así, tenemos Barhos-is y Baros-is, donde parece que la aspiración está asociada al acento, como todavía en Leizarraga (1571), y al ser un rasgo suprasegmental se puede interpretar que aporta información o no. Tenemos también Belex, Belex-co-, Belex-eia, con -l-, pero una vez el híbrido aquitano-galo Belheio-rig-is. Pero sobre todo este otro caso: Andere- con o sin sufijo se atestigua unas diez veces, nunca con aspiración tras -r-, por estar en tercera sílaba. En cambio, tenemos Ere-se-ni, Erhe-xo-ni y Erhe. Es decir, el mismo elemento, si por no ir con And- tiene la -r- en segunda sílaba, en dos ocasiones de tres muestra aspiración, en una tercera no. Por otra parte, tenemos Baisothar, donde la aspiración (esta vez con oclusiva) va en tercera silaba, por ser el sufijo acentualmente marcado (atrae el acento).

Sexto argumento. Se admite que, en el momento justo anterior a su contacto con el latín, el euskera tenía dos tipos de verbos patrimoniales, ambos con raíz verbal canónica CVC. El primer tipo no admitía prefijación (aunque posiblemente sí sufijación para formar participio) y tampoco admitía conjugación sintética. Son los har-tu, hel-du, hil, haz-i, has-i, gal-du, bil-du, sal-du, sar-tu, etc. En total suelen postularse unos 15 o 20. El segundo tipo iba siempre con prefijo e- (e-karr-i, e-kus-i, e-bil-i, e-ser-i, e-zarr-i…), y en variantes causativas u otras derivaciones un prefijo intermedio (e-ra-karr-i, e-ra-bil-i, quizás de *e-la-, jausi, de *e-da-duts-i, etc.). Estos, además, admitían conjugación sintética. Pues bien, entre los del primer tipo hay varios casos con h- inicial, mientras que entre los del segundo tipo no hay ningún caso seguro con h-. Una posibilidad, que permitiría remontar todas las raíces a un tipo único, es que, en algún momento para el que no habría que remontarse muchísimo, se diera un cambio k(h)-, t(h)- a h- en inicial. Ninguna raíz del segundo tipo sufrió este cambio porque el prefijo e- salvaba a la C- de CVC de estar en posición inicial. Pues bien, ¿dónde encontramos un cambio k(h)-, t(h)- a h-? …en el Alto Garona: Halsco- y Halsco-tarr-, frente al Talsco- (ibérico Talscu-bilos, en Ensérune), Tals-eia de la llanura (donde también tenemos un Tarros, en Eauze, aunque sin correspondiente Harro- próximo a la montaña).

Ninguno de los argumentos cuarto, quinto y sexto constituye en sí mismo una “pistola humeante” a favor de una aquitanización tardía, y siempre puede aducirse la sobrerrepresentación de los datos aquitanos (un argumento razonable usado con moderación, pero que a mi modo de ver se usa de comodín para no conceder ni un centímetro a la posibilidad de revisar alguna idea). Con todo, cuando se indaga sin prejuicios en los datos aquitanos (que pese a limitarse al ámbito onomástico, la mera abundante cantidad hace que en ocasiones juntando piezas se extraiga información que puede ir más allá de la onomástica), a veces es inevitable exclamar (como los Luthiers): caramba, qué coinsidensia…, ¡como en vasco común!

¿Y si los movimientos fueron en la dirección contraria como otros (no me preguntéis quién, que seguro que vosotros os acordáis mejor que yo) ya han sugerido anteriormente?
Ya que aquí cada uno se monta su película me voy a montar yo la mía, sin que me la termine de creer del todo, ni mucho menos.
Comentaban (¿?) que en algún momento alrededor del s. I se pudo dar una reubicación o repoblación con gentes de Pamplona hacia Lugdunum Convenarum. Estos vascones, por lo que fuera, pudieron forjar una élite o muchos de ellos alcanzar un estatus superior o un prestigio. Pudieron, con el tiempo y con el soporte de las canteras cercanas, adquirir hábitos epigráficos diferentes a los de otras zonas y reflejar en piedra su personalidad y origen. No olvidemos que allí, en LC, el hábito epigráfico comienza más tarde que en el suroeste. Mientras en esta última zona empieza a perder fuerza la representación epigráfica indígena a favor de la prestigiosa latina en el Alto Garona, por su situación diferente respecto a Roma, ciudadanía o lo que fuera, hay un repunte de orgullo étnico que dura un par de siglos hasta que cesa, posiblemente por falta de fuerza demográfica de origen vascón. Una muerte anunciada, vamos.
Los nombres de las tribus aquitanas son en su inmensa mayoría explicados por el latín, el galo o el céltico peninsular según Domene Verdú, así que en ese aspecto no hay diferencia con los etnónimos cantábricos o sus colindantes.
La posible coincidencia (posible) de algún nombre aquitano con otros vascos altomedievales pudo ser porque se desplazaron desde la zona de Navarra en los primeros momentos, aunque allí no apareciesen en epigrafía pues los hábitos no serían los que surgieron más tarde en LC. Así se pueden entender mejor que en Vizcaya, mucho más cercana a Navarra que a Lugdunum C., se encuentren Ahostar, Orozko y variantes.
Mientras en la vertiente sur lo prestigioso, y, por lo tanto, ostensible, era lo latino o lo céltico, pero la mayor parte de la población seguía hablando vascón, en el noreste el orgullo y el recuerdo vascón había subido unos peldañitos y se mostraba en nombres de persona y divinidades, pero se dejaba de hablar el idioma. Es muy difícil creer (imposible) que en LC surja un movimiento expansionista hacia el suroeste y, justo en ese momento de orgullo y prestigio, muera en origen. Y, además, ¿por qué hacia el suroeste y sólo hacia allí? ¿y ya habría, acaso, población suficiente para lograr esa hazaña sobreponiéndose al latín de la zona? Ese fallo es esencial y de por sí debería cancelar la hipótesis.
El vocabulario se explica de la misma manera. De hecho, encontrarnos con un Sesenco, un Belsco o un Haurce en Tierras Altas es muy clarificador. Lo mismo que los Lar(r)a-, Sela(i)ts-, Lacubegi o Ummesahar navarros, o el Lutbelsco alavés. Hablamos del s. I (¡!). El que no se dieran en la forma y manera que un par de siglos después se dan en LC se explica por la diferencia de tiempo y situación, nuevas modas, etc. Respecto a esto de los tipos de nombres hay algo que siempre me ha llamado la atención; llamar a alguien con conceptos tan genéricos como Gizon o Andere no parece muy práctico. Diferente es cuando son acompañados de algún formante del que desconocemos su significado, o cuando se usan nombres descriptivos o de animales, por ejemplo.
Hay que insistir en que los nombres pueden haber seguido el recorrido contrario. No hay argumentos para pensar que un recorrido es más probable que el otro. El que se documenten en un lugar un tipo de nombres y en otro otro tipo se puede deber a lo dicho arriba, perfectamente, nuevos hábitos, modas…. Así, tampoco vemos en la vertiente norte ningún Sesen-, Bels-, Ummesahar, Haurce-, Larra- o Lutbels-, siendo éstos, la mayoría, euskera batua, como quien dice.
Ésta es una de las docenas de películas que nos podemos montar y, a mi modesto parecer, me parece más creíble que la película que se postula aquí.

Me parece muy interesante tu comentario, Mikel, sobre todo porque es claro, ordenado, y da el peso que se merecen a los argumentos lingüísticos. Al final yo creo que el quid de la cuestión está en los últimos argumentos, que dejan bien claro que el aquitano no es que estuviera relacionado con el vasco, sino que, como diría Michelena, es vasco a secas. La coincidencia es tan grande tras casi dos mil años, que de no ser por la autoridad de Michelena tal vez se hubiera rechazado por excesiva, como sigue ocurriendo con otras coincidencias llamativas. Por eso me parece que sumar la distancia geográfica a la cronológica es excesivo. Coincido por tanto contigo en que hay que aceptar que ha habido un desplazamiento, como mínimo, pues si el desplazamiento fue hacia Aquitania, en teoría sería posible un camino de ida y vuelta, aunque de entrada no me parece muy verosímil.

Para fijar la dirección del desplazamiento, o del desplazamiento inicial, con argumentos estrictamente lingüísticos, tus argumentos cuatro, cinco y seis no nos sirven, porque incluso con una documentación mucho más limitada, tenemos Enneges entre los segienses (ya sería mucho pedir tener también un Neure-, pues solo hay uno en Aquitania), y sobre todo estaría abundantemente documentado el acento [+2]: Serhuhoris, Narhungesi, Vrchatetelli, y a mi juicio también Sahar, padre de Vmme (pues no acepto Vmmesahar). En cuanto al sexto argumento, está tan escasamente documentado en Aquitania que también sería mucho pedir que lo estuviera al sur, aunque cabe la posibilidad, bastante insegura, de que tengamos -t(h)ar / -har (Ar[…]thar, Lesuridantaris / Abisunhari, Dusanharis.

Lo único que nos sirve de entre lo que mencionas para fijar la dirección del desplazamiento sería el posible carácter específicamente galo (y no celta sin más, pues también tenemos celtas al sur) de neska, seme, sehi, gizon, andere, anaie. Pero:
-Neska no es galo: las niscas de los plomos de Arles las atribuía Coromines a su fantasmagórico sorotáptico. Quizás no sea vasco, puede ser un término de sustrato en el sentido más vago, pero no hay ni siquiera indicios de que sea galo.
-Seme en galo es mapo-, sehi es camulos, gizon es gdonios y anaie brater. No veo ninguna relación posible, salvo quizás en gizon/gdonios, que me suena que alguien ha propuesto, pero parece todo menos segura.
-El único que podría tener un paralelo formal en galo sería andere, pero el galo anderos significa «inferior, infernal», y el sentido novilla/mujer joven solo aparece en las lenguas celtas modernas. No hay nada en galo que pueda justificar Andos.

Creo que la escasez de onomástica formada sobre nombres de parentesco en territorio vascón se puede explicar en parte por la muy escasa documentación de nombres personales en esa zona, pues lo que abunda más son los teónimos (y aún así tenemos Vmme, y en mi opinión también Abisun-, que relaciono con -aizun en el sentido de (hijo) adoptivo). En alguna zona, sobre todo entre los Ennegenses y Segienses del bronce de Áscoli, podría explicarse como rasgo cultural, dando preferencia a los nombres compuestos de tipo ibérico, o directamente ibéricos, aunque no falta algún posesivo afectivo de tipo aquitano: Enneges, y según Asier Gabikagojeazkoa también Gurtarno, aquí con la primera del plural, que me convence bastante.

En resumen, que está claro que hay la misma lengua en Aquitania y en territorio vascón, y que no veo argumentos claros en la lengua misma para decidir desde dónde se desplazó, aunque doy por hecho que efectivamente se desplazó. No me meto ahora con la toponimia, o con la eventual extinción en la cuenca de Pamplona, aunque el argumento de la onomástica de Pamplona me parece sin duda relevante.

Orkeikelaur: “Hay la misma lengua en Aquitania y en territorio vascón”.
¿La lengua de Irulegi (s. I a.C.) es la misma que la del área de Lugdunum Convenarum (euskera antiguo s. I-III)?, si la respuesta es no, la dirección sólo puede ser este>oeste, si la respuesta es sí, los datos lingüísticos pesan más en la dirección este>oeste, pero cabe la posibilidad inversa.

Sí, Paloma, para mí la lengua de la mano de Irulegi es muy probablemente la misma, aunque las limitaciones del signario y la falta de interpunciones la enmascaren bastante. Prescindamos de la segunda línea: partiendo de sorioneke oTiŕta?ese akari eŕaukon, transcripción que comparto con Ferrer (dejando de lado el signo T y el signo con interrogante), si nos lo hubiéramos encontrado escrito en latín, algo así como Sorionec O?irta?ese ahari eraucon, por ejemplo (o acari, o incluso achari), no existiría ninguna duda, creo yo, aunque el teónimo sea un hápax y no menos raro que otros como Peremusta. Bueno, pues lo que tenemos es perfectamente compatible con eso, lo que pasa es que la forma gráfica en que nos ha llegado deja margen al escepticismo.

Quiero dejar claro que no estoy seguro de nada, pero pensando en un desplazamiento de oeste a este, la variante Ombe en vez de Vmme me haría pensar en una procedencia desde algún área periférica de los vascones, más conservadora que la zona central donde se documenta Vmme.

Orkeikelaur, un desplazamiento masivo del euskera en dirección oeste a este como el que barruntas (todo ello para hacer que el aquitano proceda del territorio que nosotros conocemos como “vascón”, que como su propio nombre indica significa y siempre ha significado euskérico) se topa, entre otras muchas dificultades, con la exuberante abundancia en aquitano no ya sólo de Seni-, Sembe-, Cison- y Hanna-, sino sobre todo de los dos antropónimos alfa en el ámbito masculino y femenino: Andotz (más de 20 casos, con o sin sufijación) y Andere (10 casos, con o sin sufijación). No hay ni un solo caso de estos antropónimos en los conjuntos del Bronce de Ascoli que pueden ubicarse en territorio vascón (segienses y probablemente ennegenses). El último, Andere, evidentemente no lo podríamos encontrar en una lista de caballeros, pero su formante And- parece hacer juego con el de And-otz, el gran ausente fuera de Aquitania (…comodín de la sobrerrepresentación aquitana y escasez de documentación en todos los demás lugares). También parece ausente en la antroponimia de segienses, ennegenses y otras tribus de la cuenca del Ebro un elemento tan constitutivo del aquitano como el sufijo -oss-/-ass-/-iss-, sea cual sea su distribuación alomórfica original.

Por otra parte, no me parece apropiado descartar contacto prolongado y de antaño con el galo comparando concepto a concepto: seme (aq. Sembe-) en galo es mapo, etc. Es muy difícil dar una explicación a los trasvases semánticos y a las relaciones que a veces parecen hasta antonímicas que puede haber entre célt. seno- ‘viejo’ y Seni- ‘niño’, Sembe (= Sen+be) ‘hijo’, pero no parece casualidad que el aquitano esté contiguo al galo, donde hay gran abundancia de antropónimos con un formante parecido, y en el mismo territorio aquitano tenemos Sennacius (con sufijo derivacional galo, Barsous), Sennagi (Saint-Gaudens), Sennetari (Saint-Béat). Y lo mismo con And-. No sé si sería ‘inferior, infernal’, o prefijo intensivo, pero al otro lado de los Pirineos no hay nada semejante, mientras que en galo hay numerosos antropónimos que comienzan por And-/Ande-/Ando-. Con respecto a nesca, yo no he dicho que tenga etimología gala, sólo que el único caso atestiguado fuera de Aquitania es el de Amélie-les-Bains. Tampoco perdamos de vista Tals-co, Tals-eia, Halsco- Halscotar, con un match en el Talscu-bilos de Ensérune. Son correspondencias más claras y diagnósticas que las que pueda tener al otro lado de los Pirineos. Hay que admitir que también hay alguna exclusiva entre Aquitania y segienses / ennegenses, como el formante Enne- (si es que no está también en el Ena-sagin ilerdense). A mi modo de ver, de admitir una relación de jerarquía sería más recomendable la dirección contraria: el formante pudo penetrar de Aquitania hacia el suroeste en una época muy temprana.

En definitiva, el aquitano tiene todo el aspecto de haber surgido en un magma en el que convergían el ibérico (si es que no se desgajó de él, teniendo por tanto una relación de parentesco, posibilidad nunca descartable) y el galo.

Todas esas consideraciones no son prueba de nada, ni siquiera se las puede considerar indicios. Lo primero porque no hay ninguna seguridad en su interpretación, incluso en muchas de las galas hay disparidad interpretativa.
Como dije en el otro comentario, en la vertiente sur y a pesar de la escasez de elementos siglos antes, tenemos UMME, SAHAR, SESENCO, BELSCO, HAUR(CE), LUTBELSCO, LARRA-, LAKUBEGI, y alguna más que se me escapa, y no las tenemos al norte, pero son purito euskera. Más aún, se encuentran, las pocas que hay, desperdigadas en lugares muy dispares como TA de Soria, Navarra media, Navarra norte y Álava, lo que implica expansión de la lengua. Todo esto, insisto, siglos antes de la explosión epigráfica del Alto Garona.
Aún más, ¿qué impide que vocabulario o formas expresivas galas hubieran penetrado en el euskera aquitano y hubieran fluido hacia el sur como sabemos que ha ocurrido siglos después con formas gasconas? No hay nada extraordinario en ello.
Lo siento, pero no hay txitxa en esto.
Dicen arriba también:
“¿La lengua de Irulegi (s. I a.C.) es la misma que la del área de Lugdunum Convenarum (euskera antiguo s. I-III)?, si la respuesta es no, la dirección sólo puede ser este>oeste, si la respuesta es sí, los datos lingüísticos pesan más en la dirección este>oeste, pero cabe la posibilidad inversa.?”
¿Por qué si la respuesta es no la dirección SÓLO PUEDE SER ESTE>OESTE, pero si es sí, los datos lingüísticos PESAN MÁS en la otra dirección? Hay cosas que se dicen sin la mínima reflexión.

Estaremos de acuerdo que el inglés no es la misma lengua que el germánico y que el catalán no es latín. Las lenguas que denominamos del grupo paleovasco, o incluso con elementos vascoides en términos de Coromines, grupo en el que podríamos incluir el ibérico, para ser consecuentes no podemos denominar como vasco, por las mismas razones que utilizamos para diferenciar al inglés y catalán.
Si la lengua de Irulegi es la misma que la de Lugdunum Convenarum (s. I-III), no es que sea del grupo paleovasco o vascoide, sino netamentente vasco antiguo (o sea, sería el equivalente al inglés que es resultado de un proceso de formación que tiene como antecedente base el germánico). Entiendo que a la lengua de Irulegi para ser vasco antiguo le faltaría, al menos, el componente del latín en su composición, ¿no?.
Por otra parte, si decimos que la lengua de Irulegi es vasco antiguo, quizás habría que decir, por similares razones, que la lengua de las inscripciones rupestres de la Cerdaña es vasco, lo que nos llevaría a un indicio cronológico de su origen este>oeste.

El ibérico fue expansivo desde su núcleo, hacia el sur hasta Andalucía oriental, al noreste hasta Marsella, y al oeste como mínimo hasta el Cinca y en la vertiente norte hasta Cerdaña, y más allá hasta donde quiera que llegase el grupo étnico cerretano. El continuo dialectal vascoaquitano se ajusta al modo característico que adopta el proceso expansivo de una lengua, en este caso en el oeste hasta el Atlántico, y quizá sobre un sustrato indoeuropeo precelta como parece reflejar la toponimia de ambas vertientes y la propia composición del vasco antiguo cónveno. El continuo vascoaquitano conduciría desde su núcleo el vehículo que transporta la expansión de la lengua también en dirección a este>oeste.

En cualquier el caso, lo que no parece discutible es que el mayor porcentaje, con mucha diferencia, de los datos lingüísticos disponibles del euskera antiguo se concentran en el área de influencia de Lugdunum Convenarum en contacto intenso con el latín y el galo. Si se quiere mantener la hipótesis inversa (oeste>este) habría que refutar esta evidencia.

No entiendo qué diferencia hay entre una lengua que muestra signos bastante evidentes de vasquidad, como parece que lo es el aquitano a tenor de las palabras que aparecen en epigrafía, y que la mayoría de los expertos aceptan, con otra lengua que muestra las mismas evidencias pero con otro tipo de palabras, aunque no sean precisamente las mismas que las aquitanas. Y, encima, aparecen un par de siglos antes que las otras.
Lo de Irulegi ya se ha comentado. Las dificultades que conlleva el signario y la diferencia temporal. Se necesitará más tiempo y más muestras del estilo. Y aún en el caso de que se conviniera que no son la misma lengua, por ejemplo, que fuese ibérico u otra, con esa sola muestra no se puede concluir tajantemente nada. Sin más ejemplos que comparar es imposible decidir algo firme.
Tampoco porque en un lugar se hallen textos significa que ése sea el «urheimat» de la lengua que sea. Eso es de una simplicidad suprema.

Tendríamos que saber con seguridad que onbe=umme, y eso no es posible afirmarlo. Pero si tenemos en cuenta el topónimo vizcaíno de Laukiz, Unbe, del que desgraciadamente no he conseguido encontrar ninguna cita más antigua documentada, y lo asumimos tal cual apoyaría tal afirmación.

Ayer al meterme a la cama le empecé a dar vueltas al Tarro (doble sentido: al Tarro, el individuo de Eauze, y al tarro de “darle vueltas al tarro”), y me dije…, ¿no podría ser este Tarro una versión onomatizada (hecha antropónimo) y arcaica (sin cambio t- a h-) de lo que luego se presenta en euskera histórico como harro “orgulloso”, forma a la que evolucionaría en cónveno de la montaña, Urheimat del euskera histórico? Podría ser que el Tarro este fuera algo fanfarrón, o algo de ese orden.

En la misma línea, siempre he pensado para mí que el Borroco- del patronímico Borroco-nis de Burgalays podría equivaler a nuestro borroka “pelea”. Sería una especie de “Camorras” (a uno de mi pueblo lo llaman así). Aunque es cierto que hay problemas formales, y que también podría ser resultado de una anaptixis a partir de Borco-nis (¿o éste resultado de una síncopa de Borroco-?), atestiguado en Saint-Bertrand-de-Comminges.

Para terminar por hoy con este tipo de reflexiones, también se me ha pasado por la cabeza que en el Aho-is(s)- (atestiguado dos veces en Aquitania) del que el Ahoztar medieval es derivado podría subyacer algo así como “Boqu-ero”, esto es “Bocazas”. Pero como este punto no es esencial para el argumento general según el cual Ahoztar es un nombre que adquiere una extraordinaria prominencia en el paso del aquitano al vasco común, prefiero dejarlo como sugerencia informal, para no ofrecer un “hombre de paja” con el que salirse por la tangente.

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