La Reja de San Millán es un testimonio de excepcional valor para conocer la situación lingüística del occidente de Vasconia hace mil años. También ofrece indicios muy valiosos sobre la organización socioeconómica del territorio en dicho periodo. Refleja, además, el contacto entre dos lenguas que además de competir por el espacio estaban inmersas en un activo proceso de diversificación dialectal. Si hace 2.000 años, el oficio de la marmolería obró el milagro de la supervivencia del euskera, creemos que mil años después fue la metalurgia la que tomó el relevo.
Portada de la iglesia San Martín de Igoroin a finales del siglo XIX
Los hagiotopónimos, o nombres de lugar formados a partir de advocaciones religiosas, representan una nada desdeñable proporción de la toponimia europea. Algunos de estos nombres no son totalmente transparentes: Santibañez (Sant Johannes), Tórica (Santa Engracia), Santurce, Sandijurgi, Juandenurgi (San Jorge), Santorta, San Tys, o San Tutir (San Tirso), Donakuilar (Done Jakue larra), Durruma, Juandeurruma (Done Errumane, San Román), por lo que a veces se convierten en un reto de interpretación para los filólogos.
Los historiadores, sobre todo aquellos que estudian la reorganización del territorio altomedieval (siglos V-XI), también se interesan por las advocaciones de ermitas y otros centros religiosos (iglesias, monasterios, etc.), porque ayudan a acotar la cronología de fundación de parroquias, aldeas u otros núcleos de población.
Esta entrada de Trifinium indaga sobre la cronología de dos significativos hagiotopónimos del Real Valle de Laminoria en la Montaña Alavesa: Santa Pía y Santo Toribio. Santa Pía fue una abadía que desempeñó un destacado papel desde 1085 hasta su abandono en 1785, año en el que la Real Cámara de Castilla decidió suprimirla y ceder sus primicias a las seis parroquias del valle de Laminaria, así como a la de Bujanda. La ermita de Santo Toribio sigue en pie.
Lápida romana de San Pedro de Elorriaga (Lemona): D(is) M(anibus) / SECVNDIANVS / AT(tiae) LICILLE VXO(ri) / P(ivs) P(osuit) AN(norum) P(lus) M(inus) / XX Consagrado a los dioses Manes, Secundiano puso piadoso esta lápida a su esposa Atia Licila, de poco más o menos veinte años
Y es que, como a Lakarra, nos intrigan las novedades que sobre la Vasconia tardoantigua y altomedieval (siglos V-VIII) pueda aportar Mikel Pozo en su tesis. En esos siglos se esconden las claves que explican el origen de los dialectos vascos actuales. En los siglos V-VI situamos el desarrollo del vasco común antiguo (Mitxelena 1981, Zuazo 2010, Lakarra 2014). De ese tronco común se desgaja entre los siglos VI-X la rama occidental, que se expande desde la Llanada Alavesa (o Álava nuclear)hacia la Rioja Alta, zonas limítrofes de Burgos (Mitxelena 1976, Peterson 2010), así como hacia los valles cantábricos, entre las cuencas de los ríos Deba y Nervión (Zuazo 2010).
Nos hemos reunido con Mikel Pozo en un par de ocasiones, así como con su director de tesis, Juan José Larrea, con la esperanza de obtener algún anticipo, pero mutis. Sin embargo, desprovisto de los pormenores, Lakarra en su nota 150 ofrece este sustancioso avance (la traducción es nuestra):
Existe en el siglo V unaformación sociopolítica singular en el territorio que abarca la cuenca de Pamplona y los Pirineos, que se expandirá hacia el oeste en las generaciones posteriores y que tendrá conexión directa con el origen del reino de Pamplona a partir del siglo VIII.
Para otros este periodo oscuro de tránsito entre el poder imperial y las nuevas monarquías germánicas tiene entidad propia. Es el germen de lo que con el paso de los años devendrá, casi en línea directa, en los estados europeos contemporaneos.
Un puñado de cronistas de los siglos VI y VII (Gregorio de Tours, Isidoro de Sevilla, Procopio de Cesarea, Fredegario) apenas alumbraron los principales hechos y protagonistas de aquellos sombríos años posteriores a 476. Son siglos en definitiva para los que las aportaciones de la arqueología se hacen tan necesarias como para la prehistoria.