Categorías
Expansión medieval del euskara Historia del euskera Las armas Siglo VI Vasco común antiguo

Aldaieta y la historia lingüística de Vasconia

Se cumplen 20 años de la publicación de ‘¿Reihengräberfelder al sur de los Pirineos occidentales?’, un artículo de Agustín Azkarate que destaca por varios motivos. El primero es que tiene como foco la réplica al estudio que el arqueólogo aleman, Horst Wolfgang Böhme, había publicado dos años antes interpretando Aldaieta como necrópolis de «miembros del ejército franco de Childeberto I y Clotario que, de regreso tras la expedición a Hispania del año 541, perdieron su vida a manos de los visigodos». Otro motivo es la correlación de esta fecha con la entrada del euskera en Álava que proponemos Mikel Martínez Areta, Emiliana Ramos y yo en un trabajo publicado en Palaeohispanica.

Imagen: Instituto Alavés de Arqueología [hilo sobre Aldaieta]

Uno de los primeros autores en reconocer la importancia de Aldaieta para la historia lingüística de Vasconia fue Joaquín Gorrochategui, de quien recogemos esta cita de 1998:

Ahora sabemos, gracias a los extraordinarios importantes hallazgos arqueológicos de Aldaieta (Naclares de Gamboa, Álava), de Basauri y de Buzada (en Elorz, Navarra), entre otros, que el País Vasco mantuvo unas relaciones estrechísimas con el mundo franco y en especial con la región aquitana durante los siglos VI y VII. Los historiadores deberán evaluar las consecuencias de estos hallazgos, pero no es descabellado pensar que este aporte cultural y social –quizá también poblacional- septentrional hubiera tenido una gran importancia en la creación de la Euskal Herria que poco más tarde surgirá a la historia

Gorrochategui 1998 apud Azkarate 2003

Vamos a publicar este borrador en Trifinium para dar un espacio monográfico a la polémica que acaba de abrirse en la entrada anterior sobre la relevancia del año 541 (30.09.2024) y el hallazgo de este Reihengräberfelder, o champ funéraire (Wikipedia), de tradición merovingia, con el que Agustín Azkarate nos empezó a dejar atónitos a partir de 1991.

En una entrevista de 2014 publicada en EuskoNews, Azkarate explicaba así la singularidad de Aldaieta:

Cuando se descubre Aldaieta en 1987 y se excava de manera continuada durante siete años, se rompieron todos los esquemas. Aparece una necrópolis estable en la que los fallecidos van acompañados de ajuares y depósitos funerarios inusualmente ricos y que no conocíamos en la arqueología vasca hasta entonces. Ajuares y depósitos funerarios que, sorprendentemente, no respondían a un contexto cultural visigótico, sino a otro norpirenáico europeo. Y aquí surgió el debate que aún continúa.

Y añadía:

En Aldaieta aparecen ajuares funerarios en los que llama la atención el elevado número de armas y sabemos que los visigodos nunca enterraban a los suyos con armas. En nuestro caso de Aldaieta un 60% de los enterramientos descubiertos aparecen con armas, que son de diferentes tipos: unas cincuenta puntas de lanza de hierro, algunas de gran tamaño; hachas de combate, conocidas en la historiografía como franciscas por considerarlas que son típicas de los francos. Se trataba de armas arrojadizas, de combate y en Aldaieta aparece una veintena de ellas, de cuatro tipos, teniendo tres de ellos sus paralelos en Europa y una cuarta que hasta la fecha es típica exclusivamente de Álava, ya que sólo ha aparecido en San Pelayo y en San Martin de Alegría-Dulantzi y en Aldaieta. También aparecen espadas cortas de un solo filo, a las que denominamos scramasaxes. Por lo tanto, en el ajuar funerario predominan las armas, similares a las que han aparecido en necrópolis de Francia y Alemania.

Otras entradas relacionadas con Aldaieta en Trifinium:

  • 19.02.2023. El *enos-kara de los ‘rusticani’, año 409. «En el artículo aportamos argumentos por los que la génesis del vasco occidental habría que buscarla en el entorno o hinterland de la basílica paleocristiana de Dulantzi y en su periodo de vigencia (coincidente grosso modo con el de la necrópolis de Aldaieta), es decir ca. 550-700/750″
  • 20.01.2020. Cenobios rupestres en la frontera vascorrománica, siglos V-IX. «Llama la atención el pronunciado contraste entre los rituales detectados en las necrópolis de San Martín de Dulantzi o Aldaieta, por un lado, y los de San Miguele de Morillas o Buradón, por otro. El factor distintivo es el enterramiento con armas»
  • 03.11.2017. Larrea Conde (2016). ‘Las tres iglesias de los vascones, siglos VI-VIII’. «El registro arqueológico de los vascones de los siglos VI y VII se ha venido formando con el conjunto de necrópolis caracterizadas por la inhumation habillée y el depósito de armas que han sido descubiertas o redescubiertas desde los años 80 del siglo pasado.»
  • 11.03.2015. Peterson (2012). ‘Antroponimia vasca altomedieval’. Cassiani. Nombre ausente de la diplomática altomedieval del entorno. Sí, en cambio, es frecuente al norte de los Pirineos, como indican Azkarate y García, quizás es indicativo de influencia cultural franca en Vizcaya, fenómeno constatado a través de la arqueología tanto en Álava (Aldaieta) como en Vizcaya (Finaga).
  • 05.07.2013, Enterrar con armas en el Occidente altomedieval: las necrópolis de Vasconia. Resumen de Conferencia de Juan José Larrea, 12 de junio de 2013, Museo Bibat, Vitoria-Gasteiz, con motivo de la exposición Vasconia tierra intermedia
  • 05.07.2013. Vasconia tierra intermedia. Reseña de la exposición de 28 de diciembre de 2012 a 5 de mayo de 2013 en el Museo de Arqueología de Bilbao y de 5 de junio a 8 de diciembre de 2013 en el Bibat de Vitoria-Gasteiz
  • 06.01.2010, Juan José Cepeda (2001). Resumen de La romanización en los valles cantábricos alaveses. El yacimiento arqueológico de Aloria. «Desde la arqueología se ha podido comprobar, por otra parte, que desde el siglo VI existen en el País Vasco peninsular elementos destacados en la cultura material, especialmente en los contextos funerarios de algunas necrópolis estudiadas por A. Azkárate -tales como las de Aldaieta y Alegría de Álava, Malmasín en Vizcaya, Pamplona y Buzaga en Navarra – que relacionan a sus poseedores, a partir del tipo de armamento y los ajuares localizados en las tumbas, con los ambientes norpirenaicos, situados directa o indirectamente en la órbita de la monarquía franca […] Esta nueva situación obligaría a replantear los términos del debate sobre la hipotética «vasconización» de los territorios más occidentales, distinguiendo las diferentes fases por las que pudo atravesar y los factores históricos que concurrieron en el proceso»

Podcast (20.06.2022) de La Mecánica de Caracol con entrevistas a Agustín Azkarate, Iñaki García Camino e Íñigo Olalde, ‘Arqueología y estudios genéticos para construir el relato histórico de Vasconia en la antigüedad tardía’.

19.08.2020. EITB. Un Historia de Vasconia

90 respuestas a «Aldaieta y la historia lingüística de Vasconia»

La Cantabria referida a principios del siglo VII por el cronista Fredegario englobaría un territorio al norte de Amaya y Pamplona. Las evidencias arqueológicas de influencia franco-aquitana sobre las que reflexionaba Gorrochategui en el 98, habrían de vincularse, como evidencia en el mismo sentido, y en consonancia, a la explícita expansión del dominio franco en la Cantabria tardoantigua que asevera la crónica de Fredegario: “[Sisebuto] sometió la provincia de Cantabria, que en otro tiempo habían poseído los francos, al reino de los Godos; un dux, de nombre Francio, que dirigía la Cantabria en época de los francos, había pagado tributos a los francos durante mucho tiempo” (Fredegario. Chron., IV.33).

Paralelamente, la Epistula Sisebuti, carta escrita por el propio rey Sisebuto a San Isidoro de Sevilla, narra el ataque por mar contra vascones y cántabros en el año 613, en la que el rey visigodo se habría embarcado para combatirlos. De todo esto, cabría deducir que el dominio franco en la Cantabria que refiere Fredegario habría de haberse establecido en algún período del siglo VI, y que esos cántabros y vascones a los que combate Sisebuto, se encontrarían liberados del dominio franco antes de combatir a Sisebuto y, probablemente, antes de haberse enfrentado a Leovigildo.

Los francos tuvieron problemas en la retirada de la incursión a Zaragoza al llegar a los pasos pirenaicos. Según la versión de San Isidoro porque los visigodos cerraron los accesos pirenaicos a la Galia, y, después, a cambio de dinero, permitieron pasar los Pirineos a los cinco monarcas y su séquito, pero masacraron a la retaguardia. Según la interpretación de Venancio Fortunato por Barbero y Vigil, hubo enfrentamiento entre francos y vascones al intentar los monarcas merovingios forzar los pasos pirenaicos navarros, sin éxito.

Estás dos versiones coinciden en lo principal, la retirada franca tuvo problemas para pasar los Pirineos. Las dos son creíbles y pueden ser complementarias, puesto que finalmente los francos pudieron pasar los Pirineos, aunque supuestamente los vascones les hubieran impedido el paso de vuelta por Pamplona, por el mismo camino de ida, después de haber saqueado todo a su paso, lo que debió de «incomodar» a los «rústicos» del lugar, y estos «obligarían» a los francos a acceder por otro sitio. El que masacraron a la retaguardia franca, recuerda a la futura batalla de Roncesvalles, aunque en este caso San Isidoro afirma que la masacre fuera a manos de los visigodos. No vemos a San Isidoro, muchos años después de los hechos, reconociendo el hipotético papel de los vascones con lo poco que les apreciaba.

En el 541 la situación de los visigodos en Hispania era inestable y débil. De hecho, los ostrogodos dirigen las acciones para el control discutido y parcial de Hispania, mientras los visigodos se desangran en crisis de sucesión permanente tras las sucesivas derrotas en la Galia a manos de los francos. Es probable que la incursión a Zaragoza fuera promovida por Justiniano, que había sellado años antes una alianza con los reyes merovingios, y conocía de primera mano la debilidad visigoda, lo que querría aprovechar para su plan de anexionar Hispania de nuevo al Imperio. No es descartable que vascones y visigodos pudieran ser aliados puntuales en esta incursión franca. En ese momento, las fuerzas visigodas no podrían ser el enemigo que años después fueran para la supervivencia neovascona, a partir de Leovigildo; por el contrario, los francos sí que suponían una fuerte amenaza para la supervivencia de la nueva Vasconia, sobre todo en la vertiente septentrional pirenaica.

Dicho de otro modo, parece lógico que el comienzo de la fase expansiva del euskera en el País Vasco se produjera antes del 541, bajo la presión de los francos tras expulsar a los visigodos del reino Tolosa y dominar la Cantabria tardoantigua. Incluso puede que el inicio de la fase expansiva se produjera con anterioridad bajo la presión visigoda desde Aquitania, durante los vacíos de poder en el caótico siglo V, y la quiebra del medio de vida de los hasta entonces fieles rusticani.

Sobre el pasaje de Fredegario:
Importantes estudiosos de esta misma fuente, si no los mayores, no lo cuestionan. A juicio de Wallace-Hadrill (1962: 89-90) sería un episodio verídico más de los añadidos por Fredegario. Al igual que Collins (1989: 114-116), quien señala los antiguos territorios no vascones de autrigones y várdulos en Bizkaia y Gipuzkoa, atribuyendo la incursión a la expedición encabezada por Teudoberto y Teudorico en 602 contra los vascones (CF IV.21). Es decir, Fredegario manejaría fuentes clásicas para nombrar un área cuyas antiguas denominaciones habían perdido significado.

Al negarle veracidad a la noticia apenas se ha profundizado en el significado y empleo de los términos empleados en textos coetáneos, singularmente en la propia crónica y en sus fuentes. De modo que al leer estas pocas líneas se ha prescindido de las implicaciones que tenían en los relatos construidos en aquella época.

Orlandis o A. Barbero y M. Vigil, en cambio, lo encuentran verosímil y realizan diversas hipótesis. Entre ellos Larrañaga (1993), quien, en un amplio trabajo dedicado exclusivamente a esta noticia, plantea distintos escenarios que harían comprensible el pasaje. Trata los diferentes aspectos problemáticos de la noticia, desde el carácter excepcional de la misma hasta la localización de territorio, pasando por la identidad de Francio. Y realiza unas observaciones particularmente pertinentes según veremos.

Más recientemente Barroso, Carrobles y Morín (2013) identifican esa Cantabria con la Gallia Comata referida por Eulogio de Córdoba en la carta que a finales de noviembre de 851 escribió al obispo Wiliesindo de Pamplona. Gallia Comata también mencionada en un documento de Siresa fechado en 867 y que estaría bajo el gobierno de Alfonso III. Así, localizan la Cantabria de Fredegario en las zonas orientales de Álava y Bizkaia, el territorio guipuzcoano, parte del norte de Navarra y la zona de ultrapuertos, es decir, con el continuum peninsular de la Gallia Comata aquitana dominada por el conde gascón Sancho Sánchez de acuerdo a la misma misiva de Eulogio.

Al negarle veracidad a la noticia apenas se ha profundizado en el significado y empleo de los términos empleados en textos coetáneos, singularmente en la propia crónica y en sus fuentes. De modo que al leer estas pocas líneas se ha prescindido de las implicaciones que tenían en los relatos construidos en aquella época.

A tenor de las fuentes, Fredegario no remite al Imperio oriental sino a un pretendiente merovingio procedente de Bizancio, enfrentado a los monarcas francos en torno al Garona y a los Pirineos.

El núcleo de la noticia parece ser veraz si recurrimos a otros textos coetáneos y leemos la crónica con detenimiento. Según se entenderá su contenido resulta comprensible, y verosímil, atendiendo a fuentes contemporáneas como la propia crónica de Gregorio de Tours.

(ONOMÁSTICA Y FRONTERA VASCONA (SIGLOS VI-X) – 2022 – Iker Basterrika Cereceda – tesis dirigida por Lakarra y Larrea).

Gracias, Paloma, por la mención a la tesis de Iker Basterrika, con quien mantuve una interesantísima conversación hace casi 15 años. No conocía la publicación de su tesis doctoral y ayer mismo me puse a leerla. Todavía no tengo una opinión formada, salvo comprobar que ha trabajado de lo lindo, que ha consultado de forma pormenorizada fuentes y autores, y que se ha atrevido con temas muy peliagudos, tanto históricos como lingüísticos, entre los que me ha interesado de manera muy particular el estudio del sufijo -ika.

Con relación a la Crónica de Fredegario citas autores como Wallace-Hadrill (1962), Collins (1989), Larrañaga (1993), Barroso, Carrobles y Morín (2013), pero pasas por alto a Besga Marroquín (1997, 2007), compañero mío de Deusto. Y ya sabrás que no da mucho crédito a este testimonio. En fin, yo me considero en esto un muy muy interesado lector que agradece enormemente vuestros comentarios, que sigo expectante.

Gracias, Joseba, por tu amable comentario.
Con más frecuencia de lo que sería deseable, quizá hay un “gusto” en tratar de invalidar algunas fuentes primarias escritas porque no parecen encajar en lo esperable, o no son completamente interpretables, u ofrece datos aparentemente contradictorios. A veces se llega a torturar el testimonio escrito de las fuentes hasta que declare algo parecido a lo que sería de suponer.
Qué intenciones perversas tendría Fredegario para que afirmarse meridianamente claro y sin lugar a interpretación que los francos dominaban la Cantabria tardoantigua, qué pretensiones aviesas habría para que el Dux Francio pagara tributos a los francos durante mucho tiempo.
Ante los escasos de testimonios en los años oscuros cuando tenemos uno de la importancia, claridad y trascendencia de Fredegario, su resplandor puede cegar según qué visiones, en lugar de aceptar que a veces la vista no alcanza a interpretar todos y cada uno de los detalles históricos desconocidos.

Una noticia sobre Hispania dada por un borgoñón con su particular agenda narrativa, décadas después de los presuntos hechos, de la que no hay el más mínimo rastro en ninguna otra fuente…

De todas formas, Paloma, insisto, lo que dices implicaría: (a) que el euskera sobrevive en Aquitania hasta el siglo VI (para mí, improbabilísimo, mientras que es más verosímil que lo haga hasta el siglo IV(-V), y luego los rusticani > bacaudae > vascones lo mantengan ya en Navarra porque es uno de los rasgos aglutinadores en su etnogénesis, dentro de la que también va el binomio adverbial *enos-kara / erd-ara, que ellos crean), (b) que la diócesis de Pamplona se geste en latín, antes de la penetración del euskera, y (c) que los rustacani de Orosio, año 409 (la misma “gens effera” continuada por los bacaudae aracelitani y los vascones de los siglos VI-VII) no fueran euskaldunes.

Estamos de acuerdo en lo fundamental (hay que explicar la penetración del euskera, como mínimo en Álava y vertiente atlántica, entre la Antigüedad y la Alta Edad Media); diferimos en el cómo.

No entiendo por qué lo descrito en base a los datos disponibles implicaría a), b) y c).

Fase expansiva anterior al 541:
– Siglo IV: los rusticani que refieren las fuentes, tropas locales fieles del emperador cuya misión durante el Imperio habría sido el control de los pasos pirenaicos occidentales, y probablemente de la “vía aquitana” en su trayecto por la región.

– Siglo V: en el marco del caótico s. V, descomposición del Imperio, despoblación, vacío de poder, bagaudas, el tradicional papel rusticani se quiebra con el nuevo orden visigodo, primero en Aquitania y después en la Tarraconensis. Participantes de las bagaudas en las revueltas de oposición al rumbo que había tomado el Imperio, los visigodos, como federados del Imperio, serán los efectivos encargados de liquidar definitivamente a los bagaudas. Tropas guerreras eukaldunes que se expandirían en el territorio del País Vasco, habrían de tener su origen en los rusticani, que en este nuevo contexto, sin el sustento de su medio de vida, emergerán en forma de élite guerrera, posicionados al frente de la vanguardia que impulsaría el nacimiento de la nueva Vasconia a ambos lados de los Pirineos resistiendo a los visigodos. En la Galia el choque de las élites aquitanas con los visigodos desencadena el apoyo a los francos y la consecuente expulsión de los visigodos de Aquitania. La nueva Vasconia queda en manos de euskaldunes.

– Siglo VI: a principios del siglo los francos se apoderan de Aquitania y de la Cantabria tardoantigua de la que formaban parte la cuenca de Pamplona y el territorio del País Vasco, desde Amaya hasta Pamplona.

– 541 escaso argumento como detonante de la expansión suroccidental.

Mikel, para poder entender, qué de la fase expansiva descrita implica a), b) y c), y por qué que el 541 sea el detonante no lo implica.

¿Por qué dices que la expedición de 541 no pudo ser un detonante de la expansión SUROCCIDENTAL? ¿Por qué SUR-? Independiente de que la expedición sea un elemento detonante (como pensamos Mikel Pozo y otros) o no (como crees tú y JaverPH), ¿por qué lo que estás buscando en ese momento (año 541) es un elemento que genere una expansión SURoccidental, y no occidental a secas (que es lo que creo yo que detona la expedición, porque considero que el VCA lleva ya como mínimo siglo y medio en la cuenca de Pamplona)? Eso es lo que me hace pensar que lo que tú crees es que en el siglo VI todavía el euskera no ha cruzado los Pirineos, está sólo en la vertiente continental, y de ahí infiero (a), (b) y (c).

Por cierto, Mikel, me doy cuanta de que llevo tres mensajes diciendo lo mismo, y nadie rebate argumentos, lo único que se hace es repetir posicionamientos pro y contra. Espero (y deseo), que alguien me los rebata. Salud, gauon.

Creo que en s. V se inicia la expansión del euskera en el País Vasco por tropas euskaldunes originadas en los rusticani que conocían bien desde antes del s. IV por su misión en la “vía aquitana” en su trayecto por la región.

Creo que la expansión se profundiza y completa a partir del dominio franco-aquitano de la Cantabria tardoantigua en el inicio del s. VI, con nuevos euskaldunes procedentes de la vertiente septentrional occidental pirenaica.

Paralelmente, no tengo argumentos para negar la existencia de rusticani euskaldunes en la cuenca de Pamplona en el s. IV que pasan en el s. VI a Álava.

Por otra parte, me parece lógico, bien argumentado y sustentado sobre evidencias vuestro trabajo de cómo se expande el euskera desde Pamplona a Aldeaita, etc. en el s. VI.

En fin, que el 541 fue el detonante de la expansión no es la mejor de las argumentaciones de la destacada tesis de Mikel Pozo. Y sobre todo, el tratamiento del capítulo que dedica a Fredegario no honra a su muy extenso y notable trabajo; da la impresión de que pasa un poco de puntillas para por válido algo que no ha sido objeto de su investigación, pero que supongo le encajaría mejor en el conjunto de su narrativa. Si no recuerdo mal, tu mismo has descartado la visión panvascónica de su trabajo.

Mikel: “Una noticia sobre Hispania dada por un borgoñón con su particular agenda narrativa, décadas después de los presuntos hechos, de la que no hay el más mínimo rastro en ninguna otra fuente…”.

Si tuviéramos que invalidar un testimonio porque es único, y además en los años oscuros, me temo que habría que invalidar otro cuantos más: ¿cuántos enterramientos francos había hasta Aldaieta? Que un borgoñón hable de Hispania no parece tener nada de extraño, al contrario, la relación de Hispania con Borgoña ha sido una constante, varios reyes, reinas de origen borgoñés, por no hablar de la bandera de Borgoña de los tercios. Todas las fuentes tienen su particular agenda, es habitual que las fuentes hablen sobre acontecimientos del pasado varias décadas después: ¿habría que invalidar toda la información que nos proporciona San Isidoro porque tenía su propia agenda narrativa y habla de noticias décadas después?.

En cuanto a que no hay el más mínimo rastro en ninguna otra fuente: ¿a quién podría interesar que la expansión de los francos había llegado a rebasar los Pirineos durante un período en un pequeño rincón entre Amaya y Pamplona en el s. VI, a parte de a nosotros quince siglos después?.

Me sorprende este comentario de ti.

¿Por qué no lo iban a contar Isidoro de Sevilla y Juan de Biclaro, más cercanos a los hechos, si al fin y al cabo se trata de un episodio en que los godos vencen o quitan territorio a los francos?

Fredegario dice (copio de la Guía… de Alberto Pérez de Laborda, pág. 224; texto en castellano con realia y frases clave en latín):

“En este año, Sisebuto subió al trono de Hispania a la muerte de Witerico; hombre sabio, lleno de piedad y muy alabado por toda Hispania, ya que luchó mucho contra el poder público. La provincia de Cantabria, que había estado en manos de los francos, la sometió al rey godo [= Provinciam Cantabriam Gothorum regno subegit, quam aliquando Franci possederant]. Francio, un duque que había tomado Cantabria en tiempos de los francos [= Dux Francio nomine, qui Cantabriam tempore francorum subexerat], había tributado a los reyes francos durante mucho tiempo [= tributo francorum regibus multo tempore impleverat]; pero como los godos hubiesen conquistado Cantabria [= fuerat Cantabria revocata] para el imperio, tomó Sisebuto varias ciudades costeras del imperio romano (en Levante), y las destruyó hasta las raíces. Y como el ejército de Sisebuto matase a las tropas romanas, Sisebuto, con piedad, decía: “¡ay mísero de mí, en cuyos días tanta sangre humana se derrama!”, y liberaba a cuantos podía. De esta forma se afirmó el reino godo en Hispania desde la orilla del mar hasta los Pirineos”.

¿Qué interés iba a tener, por lo menos Isidoro de Sevilla, en silenciar estos hechos? Por contraste, al hacer referencia a la incursión franca de 541, Isidoro nos dice (copio de la edición de Rodríguez Alonso de la Historia de los Godos…, pág. 241):

“Teudis, enviando a Teudisclo, infligió una gran derrota a cinco reyes francos, que tenían sitiada Zaragoza, y sometida a la guerra y al saqueo a casi toda la provincia tarraconense, obligándoles a salir del reino, no por medio de negociaciones, sino por la acción de las armas”.

Es decir, que se volvieron a Francia con el culo caliente, de la tunda que les dimos. Sea verdad o no, Gregorio de Tours no cuenta este detalle, en su versión de 541. Se supone que IdS estaría interesado en contar todo lo que fuera dar estopa a los francos.

Por último (hablo a ojo de buen cubero, sin haber leído en profundidad sobre la cuestión, salvo el otro día en lectura rápida Larrañaga 1993 vs Besga 1997, la controversia sobre esta cuestión), con todos los nombres que hay para que se llame un duque franco, ¿se tiene que llamar “Francio”? ¿No huele a personaje legendario, producto de alguna invención del propio Fredegario, o interpolación posterior de los continuadores de la crónica, o algo de ese orden?

Mikel: «¿Por qué no lo iban a contar Isidoro de Sevilla y Juan de Biclaro, más cercanos a los hechos, si al fin y al cabo se trata de un episodio en que los godos vencen o quitan territorio a los francos?».

Para cuando Sisebuto conquista parcialmente parte de la Cantabria tardoantigua hace tiempo que el dominio franco había quedado reducido a manos de cántabros y vascones antes y después de Leovigildo, por eso Sisebuto y San Isidoro se refieren a los vascones. De hecho, Fredegario no remite a los francos sino a un pretendiente merovingio procedente de Bizancio, enfrentado a los monarcas francos en torno al Garona y a los Pirineos.

Mikel. No todo es blanco y negro. He expuesto mis dudas, solamente mis dudas, acerca de que una expedición de menos de tres meses, que pasó por aquí x días, estuvo 41 días a 180km al S sitiando Zaragoza, no lo consiguió, y se volvió por donde vino, tuviera una capacidad de transformación tan potente de una sociedad, o al menos de algunos de sus ritos más «internos». Nada más. Otra cosa es que algo más importante y transformador hubiera acontecido. Pero no tenemos manera de saberlo. Cierto es, en todo caso, que todo lo que empieza a moverse hacia el W de Pamplona y su cuenca, parece ser posterior a esta fecha… pero a esta fecha específica de 541? o más bien a comienzos del VI, como fecha «genérica»‘? Tampoco es fácil argumentar que, «pasa un gran ejercito, luego vuelve y se va», y entonces a «nuestros guerreros» les da por expandirse en dirección W… Creo que faltan datos para elaborar una tesis coherente.

Permite que intente responderte yo, Javier, en mi condición de coautor del trabajo de marras en el que planteamos la fecha del 541 como detonante de ese fenómeno.

En algún momento concreto había que datar el comienzo del proceso de colonización del actual territorio alavés desde la cuenca de Pamplona por el corredor de la Sakana navarra. Suevos, vándalos y alanos habían cruzado la frontera del Rin en 406 y nuestros autores de referencia atribuyen por entonces el control de los pasos pirenaicos a unas tropas auxiliares de Roma que las fuentes coetáneas denominaron rusticani y que siglo y medio después estos mismos autores identifican con los vascones de las fuentes visigodas.

Lo que nosotros hacemos es elegir la fecha que consideramos más propicia para explicar el detonante de ese proceso (un proceso de expansión lingüística), que es además congruente con la horquilla de datación de las necrópolis de influencia merovingia, primero en la Llanada alavesa y luego en las cuencas vizcaínas. No sé si esto sirve de explicación. Tal vez no haya entendido bien tus argumentos. Puedo intentar ser más explícito.

Entendido perfectamente Joseba, es la fecha más lógica para proponer un «desplazamiento» hacia el W, y como toda la cronología de las necrópolis es posterior, parece que se puede decir que vuestra propuesta funciona. Y creo que sí que funciona. Pero, dos matices:
a) mi me parece que el paso de un ejercito por una vía (no por un territorio, Mikel), no da para tanto, pero como las fechas coinciden… cabe la duda.
b) por eso me da cierta rabia que los datos sean siempre «tan occidentales», si tuvieramos las dataciones de todas las necrópolis, incluídas las del E (Argaray, Butzuaga, Saratsua, Muru-Astrain… ), tendríamos un dato más para que, o bien afianzar vuestra propuesta (que, por ejemplo, las de la cuenca de Pamplona fueran anteriores), o un dato que fuera más neutro (que por ejemplo, todas las necrópolis fueran de la segunda mitad del VI o mas tardías, que nos estaría dando otro tipo de pista)
Nada mas.

De todas formas (aquí me dirijo a ambos, Javier PH y Paloma), los datos en la región occidental (Álava y Bizkaia, básicamente), son significativos en sí mismos, independientemente del detonante que los genere o de lo que ocurra en Navarra. Tenemos:

1. Antigüedad (0-300): un área hispanocelta en vías de latinización.

2. 300-900 (con alguna cosita desde 759): apagón de las fuentes lingüísticas, y pocas y vagas referencias cronísticas de autores contemporáneos.

3. 900-…: el euskera aparecen en las fuentes en todo su esplendor.

Tenemos eso, y por tanto hay que tratar de explicar cómo y cuándo el euskera pudo penetrar en el territorio, no necesariamente por qué o cuál fue el elemento detonante. ¿Qué habrá que hacer? Buscar en la fase 2 algún proceso disruptivo en los registros que tengamos, con el que plausiblemente se pueda correlacionar la entrada del euskera. Y resulta que a pesar de la casi nulidad de fuentes, el registro arqueológico sí que ha aumentado muchísimo en los últimos años, y constata un ruptura en los modos de poblamiento a partir de los siglos VI-VII, y además en la misma época necrópolis con inhumation habillée, algo sumamente idiosincrático, en Aldaieta (a tutiplé, con cronologías de siglo y medio), en Dulantzi (basílica), en San Pelayo, los Goros, Finaga, Santimamiñe.

Estos son los hechos y su secuencia (correlacionarlo con la entrada del euskera es, obviamente, una interpretación), y lo serían igualmente aunque no hubiera ninguna crónica que mencionara ninguna expedición franca en el año 541. Es más, imaginemos que mañana inventan un aparato muchísimo más preciso en datación de restos óseos, y se demuestra inequívocamente que al menos uno de los inhumados en Aldaieta con armas y ajuares de tipo franco tiene una horquilla de 530-535, en ningún caso posterior. Quedaría invalidada la interpretación de la expedición de 541 como detonante del proceso, pero el problema esencialmente no cambiaría.

Dicho todo lo anterior, a mí me parece -aunque no soy historiador- que un ejército atravesando un territorio puede ejercer un influjo no menor. Salvando las distancias (cada caso es distinto), pensemos en el periplo de Alejandro Magno hasta Egipto antes de partir hacia la India, o la entrada de las tropas napoleónicas en la Península Ibérica… En nuestro caso, por breve que fuera, a diferencia de otro tipo de contactos pudo suponer un contacto directo con los guerreros, que son los que con más intensidad practicaban esos ritos mortuorios tan característicos. Y se da la circunstancia (haya relación causa-efecto o no), que todos los casos de necrópolis con esa tipología en Navarra, Álava y Bizkaia en que se pueden realizar dataciones fiables son posteriores a esa fecha. Y en Aldaieta, en la que mejor y con mayor verosimilitud, abundancia y continuidad se pueden hacer dataciones, es a partir de la mitad del siglo VI, en la zona de hileras (Reihengraeberfelder), cuando empiezan a enterrarse, con ritos mortuorios de enterramientos con armas muy intensos al principio, que se van difuminando a medida que van pasando las décadas, hasta que la moda se diluye.

Mikel. Creo que te confundes. No defiendo para nada eso que dices que defiendo, así que tema cerrado. La cronología que proponeis es la más aceptable (efectivamente al margen de la incursión de 541 fue un catalizador o no). Por eso, como le he dicho a Joseba, lo único que no me termina de convencer es la potencialidad de esa incursión.
Por ejemplo, ese ejercito no viajó por un territorio, viajo por una concreta vía romana, esas que tenían unos 5m de anchura y posibilitaban que pasara un ejército, cientos de carros (con su rodadura), maquinaria para un asedio… sería como un «tubo o arteria» por el paisaje, el esto del territorio, quizás lo veía pasar como las vacas al tren.

Totalmente de acuerdo.

Únicamente señalar que no sabemos en qué fecha exacta se produjo el dominio franco-aquitano en la Cantabria tardoantigua. Sabemos que tuvo que ser en el período que va desde el 507 (Vouillé) hasta el 570 (Leovigildo).

Lo que sí está claro que este acontecimiento del que nos informa Fredegario supuso un cambio copernicano en el territorio de la cuenca de Pamplona y el territorio del País Vasco, desde Amaya hasta Pamplona, y que una vez parcialmente «conquistado» por los visigodos, se denominó como Ducado de Cantabria.

Concepción De la Rúa, catedrática de antropologia física, se hizo la pregunta: «¿Tienen los enterrados en la necrópolis alavesa de Aldaieta (VI-VII) alguna relación biológica con los grupos norpirenaicos de cultura franca?».
Ainhoa Alzualde/2005 responde en su tesis doctoral (2005): «Los datos mitocondriales muestran que el sustrato genético de la población de Aldaieta se enmarca dentro de la variabilidad que presentan las poblaciones actuales de la cornisa Cantábrica, por lo que sugerimos que la influencia de los grupos norpirenaicos fue sobre todo cultural.»
Y Agustín Azkarate: «Casi con seguridad se puede decir que eran gente del lugar, que muestra influencias culturales, sobre todo, del norte de los Pirineos. Es gente que vivía en el valle desde época romana e, incluso, antes. Lo que sucede es que a la hora de enterrar a sus muertos muestran unas influencias culturales que no tienen nada que ver con lo que era la moda en la Hispania Visigothorum de la península…»
Y al hablar del ajuar que ostentan muchos de los inhumados…«Porque debemos subrayar que Aldaieta no es única y que parecidas se encuentran en la propia Álava —San Pelayo y San Martin, de Alegría Dulantzi— en Bizkaia las de Santimamiñe y Basauri, y en Navarra tenemos la ya citada de Pamplona…y las de Monreal etc.»
«Su localización en Aldaieta, San Pelayo y Los Goros refuerza la idea de una producción local» ¿Ferrería de Bagoeta?.
Un equipo de la UPV-EHU, bajo mi dirección, descubrió el asentamiento alto medieval de Bagoeta, del siglo VII, coetáneo a Aldaieta. Se trata de una ferrería de esa época. Luego es legítimo pensar, habida cuenta de que en línea recta entre Bagoeta y Aldaieta existen cuatro kilómetros, que había relación comercial entre ambos puntos, y que las armas aparecidas en la necrópolis fueron construidas en dicha ferrería o en otras de la zona. Aldaieta muestra un tipo de industria armera propiamente alavesa…con industria capaz de fabricar con alta tecnología armas propias, tal como nos los muestran los estudios metalúrgicos realizados, que dan razón de un acero extraordinario que permitía producir los ajuares antes citados…»

Jejeje, la «influencia de los grupos norpirenaicos fue sobre todo cultural» y muy muy contagiosa. ¿Tal vez tan contagiosa como la influencia de Roma en la península ibérica, incluida la cornisa cantábrica?

Lo que dicen Alzualde y Azkarate sobre el acerbo genético de Aldaieta hay que enmarcarlo en un contexto muy concreto. En los primeros años de la investigación sobre Aldaieta hubo una polémica a partir de la sugerencia de Boehme de que los inhumados podrían ser soldados francos de la expedición de 541 que hubieran incursionado en Álava. Se trataba de dilucidar eso. Los marcadores genéticos son un método útil para la investigación, pero dan resultados significativos sólo a gran escala. Como dice Alzualde, el ADN mitocondrial concluía que la población de Aldaieta “se enmarca dentro de la variabilidad que presentan las poblaciones actuales de la cornisa Cantábrica”, es decir, no eran francos. Dicho de otro modo, si Boehme estuviera en lo cierto se esperaría que al menos parte de los inhumados mostraran rasgos marcadamente distintos de los habituales en la cornisa cantábrica, del norte de Europa al menos algunos. (Eso, al margen, de no tenía sentido que hubiera también mujeres y niños entre los inhumados.) Y el ADN mitocondrial no dio nada parecido, aunque resultó que dos individuos tenían una ADN mitocondrial claramente del norte de África (vete a saber cómo acabaron en Aldaieta, entre tanto euskaldún).

“Los humanos más distantes genéticamente unos de otros en el mundo siguen portando un 99,8 por ciento de ADN idéntico, e incluso del neandertal nos diferenciamos en menos de un 0,5 por ciento de nuestro genoma. Por tanto, cuando hablamos de desplazamientos genéticos, se trata siempre de cambios en una parte mínima del ADN. Las poblaciones que están relacionadas geográfica y genéticamente, como, por ejemplo, franceses y portugueses, sólo pueden distinguirse entre sí con la ayuda de una secuenciación de alto rendimiento”. (Johannes Krause & Thomas Trappe, “El viaje de nuestros genes”, traducido en edit. Debate, 2020: 35)

En todo caso, Alzualde y Azkarate hacen sendas interpretaciones: “por lo que sugerimos que la influencia de los grupos norpirenaicos fue sobre todo cultural”, “que muestra influencias culturales, sobre todo, del norte de los Pirineos”, respectivamente. Repito, son dos interpretaciones, y a mi entender también hay que entenderlas en una contexto concreto: en el contexto de que, en la arqueología realizada a partir de los años 60 y 70 (a nivel mundial), las migraciones estaban muy mal vistas, eran casi anatema, y, a no ser que fuera clamorosamente inevitable la explicación por migración, tendía a explicarse todo por difusionismo, a veces de modo muy difuso (pretende ser un pun…). Los avances en paleogenética de los últimos años, con secuenciaciones genéticas de cronologías muy distantes y cada vez mayor información, ha mostrado que las migraciones han sido mucho más frecuentes y que su poder explicativo es mayor del que se ha pensado. Lo cuenta Carles Lalueza-Fox en “La forja genética de Europa”. Traigo aquí un extracto…

“A finales del siglo XX esto no hubiera sorprendido, porque en el paradigma relativista de entonces toda cultura nueva se interpretaba como un desarrollo local. La opinión prevalente entre los arqueólogos era que las ideas y no las personas eran las que viajaban. La narrativa de grandes migraciones humanas, que habían tenido lugar una y otra vez a lo largo del tiempo, se percibía como anticuada y, lo que era peor, típica de ideas conservadoras que en el peor de los casos entroncaban con el nazismo. Pero en apenas unos años la paleogenética había destruido el paradigma culturalista dominante y la mayoría de los arqueólogos no tenían problemas en asociar culturas con movimientos de gente. Ya no sonaba reaccionario”. (C. Lalueza-Fox, La forja genética de Europa, 2018, pág. 160)

Estaba yo en la facultad de Vitoria años después del hallazgo de Aldaieta; el cual no encajaba con el relato oficial sostenido hasta los años 90. Recuerdo que el historiador José Ángel García de Cortázar dio una conferencia de la que solo recuerdo esta frase: «parece ser que según Agustín Azkarate los francos han venido a bañarse a los pantanos de las inmediaciones de Vitoria». El sarcasmo denota el alto grado de escepticismo entre los historiadores acerca de aquel hallazgo; afortunadamente hoy se sabe más.

De acuerdo en eso, Mikel: del acerbo genético en Aldaieta había que deducir que los inhumados (entre ellos, 15 menores de 14 años) no eran guerreros francos (que era lo que en ese momento estaban debatiendo).
Bien.

Pero habrás observado que el acerbo genético tampoco apunta (más bien, desaconseja) una interpretación a favor de que fueran a ser gente «rusticani» o descendientes de aquellos guerreros procedentes de Comminges o de algún otro punto de Aquitania…O eso es lo que interpreto desde mi sentido común, (sobre interpretación de datos genéticos, ni puedo ni pretendo polemizar contigo en erudición ni en dialéctica).

Además (y sigo hablando como lector-observador) los así inhumados, gente dirigente, tampoco parecen «en expansión» en ese momento, ni presionados por nadie. Parecen grupos o clanes estables, bien implantados en el lugar. En la necrópolis de Aldaieta, “…en la parte más antigua…los enterramientos se organizan a modo de panteones. Al primer cadáver se le añaden a izquierda y derecha otros dos o tres posteriormente fallecidos. Más tarde a nivel superior se colocan otros tantos, y así hasta cuatro niveles. Lo que hace un número de aproximadamente quince individuos por grupo, enterrados como si hubieran sido depositados en pequeños panteones de carácter familiar. Y esto lo sabemos por los estudios de ADN mitocondriales antes citados, que muestran la relación entre individuos vía materna, habiéndose demostrado que los agrupados eran parientes entre sí. Ello sucede en la segunda mitad del siglo VI y principios del VII…

Y luego está el ajuar, la importancia del hierro en las herramientas (60 lanzas, 30 hachas “franciscas”, cuchillos, espadas o scramasaxes…), el contecto de la cercana ferrería de Bagoeta… (aún unos siglos después, el pago en hierro –rejas– en el Cartulario de San Millán).
Y no solo en Aldaieta; también en la necrópolis de San Pelayo…”señalar la extraordinaria similitud de algunos de los materiales recuperados en esta necrópolis con otros procedentes de Aldaieta. La semejanza es tan notable que puede sugerirse su procedencia de un mismo taller. El caso de las hachas es paradigmático. Los cuatro ejemplares procedentes de San Pelayo, de tipología diversa, tienen sin embargo su réplica casi exacta en Aldaieta. Está presente, incluso, la variante tipológica a la que Böhme se refería y que no tiene, de momento, paralelos europeos.”

Ha sido muy didáctica y moderada tu respuesta, Mikel. Pero todavía en la entrevista de junio de 2022 Agustín Azkarate, sin sonrojarse, defiende la idea de que se trata de población local la enterrada con armas en Aldaieta. Hay que imaginarse a los granjeros romanos de la Llanada, descendientes de los prósperos urbanitas de la recién colapsada Veleia, que habían resistido el paso de hordas de vándalos y bagaudas durante el siglo V, adquirir el hábito de fabricar franciscas y enterrarse con ellas a mediados del siglo VI. Todo por súbito contagio cultural. O tal vez tras asistir a un curso de verano en Poitier, o de haber servido de mercenarios en alguna campaña militar de Clodoveo. Y es que no solo se ponen a fabricar franciscas con inesperada destreza sino que además deciden copiar los nombres de unos lejanos vecinos de Cominges, dejando así de usar sus tradicionales Licinio o Lucio a favor de Ahoztar o Gardel, tan de moda en la Europa del siglo VI como hoy Jennifer o Jhonatan. Cualquiera lo puede entender.

Good point. Las inhumaciones de Aldaieta conforman una información lingüísticamente muda, pero, ¿podríamos tratar de deducir por criterios indirectos congruentes entre sí cuáles eran sus antropónimos? Seguro que no tenían un stock ilimitado en el que todos los antropónimos aparecían una o dos veces, sin ninguna jerarquización, sino que había unos pocos “antropónimos-estrella”, quizás tres o cuatro no más, como la tríada Juan / Pedro / Martín de la época post-Trento, o los Asier / Gorka / Aitor, etc., tradicionales en las décadas post-Satrustegi…, hasta que en los últimos años ha llegado inopinadamente Markel y se ha encaramado a la primera posición.

El escenario es el que irónicamente se pinta aquí, sin duda. Pero eso sería en un primer momento. A los años, siglos? Todo empezaría a trastocarse un poco: pérdida de know how, de circulación de materias (y de ideas), endogamia, autarquía…
En Gran Bretaña, una vez las legiones romanas abandonan la isla, se produce una clara “indigenización”, de modo que, los britano-romanos ya no seguirían siendo tan elegantes y urbanitas como antaño, volvió a dominar el britónico, hoy galés, aunque, a bien seguro, el latín era dominado por la élite eclesial (ese conocido “trasvase” de las élites imperiales hacia el poder religioso que se da masivamente en el siglo V). Y luego llegan los Sajones y demás gentes más o menos germánicas y empiezan a borrar ese mundo romano-britónico (hasta acorralarlos en Gales). Y eso es precisamente lo que se está discutiendo ahora en un libro que mencioné en otro lugar: si verdaderamente hubo mucho aporte de gentes germánicas, o se tira más bien de “influencias” como hace ese libro para escándalo de tantos escolares britanicos.

Por dar un tono territorial a esta discusión. En este blog se habla mucho de desplazamientos en la Antigüedad. Y creo esto está muy relacionado con el territorio. Un hombre andando o con un caballo o mulo, incluso descabalgado podía llegar a cualquier lugar. Pero deslazamientos masivos, pueblos, carruajes, maquinarias de guerra, solo lo podían realizar por unas vías de 5/6m de anchura, espectaculares y bien construidas (para que, por ejemplo no se encharcaran): las vías romanas. Hasta el siglo XVIII, según el especialista Isaac Moreno-Gallo, son las vías principales que articulan la península. No hubo un poder político lo suficientemente estable y desarrollado para generar nuevas vías con todo lo que ello suponía (de ser, algunos pequeños desvíos, o simples reparaciones). El divulgador Yeyo Balbás describe la conquista de la península a partir del 711, y se basa en todo momento en las vías romanas existentes, y la correlación vías romanas/avance de la conquista es muy alto (no total, pero sí muy coherente). Hay, como digo, algunos vías o caminos de los que no se tiene constancia que quizá eran secundario, pero el grueso de la red era claro.
No solo sería el desplazamiento de la expedición de 541, sino que en el caso de Aldaieta y el desplazamiento de gentes, guerreros y demás se defiende en este blog, desde el entorno de Pamplona, creo que, necesariamente habría que seguirlo por el iter34.
Para apoyar, refutar, o simplemente matizar ese desplazamiento, creo que es importante conocer la pizarra, el territorio, y también esa especie de “arteria” que lo recorre. Varias de las mansiones de ese iter34 parece que tienen “algo que decir” acerca de esa propuesta.
Me parece un acierto, colocar Aldaieta en el corredor que une Dulantzi con Arlaban como hacéis en el artículo de Palaeohispanica. Las ermitas de Aihala (sXIII) Dulatzi, y la de Estibaltz (sXI) parece que se ubican del mismo modo respecto a la vía romana: a menos de 100m… (cabría buscar su origen más atrás?).
Pero lo más llamativo es que nadie ha definido por dónde va el iter34 por Alava: nada de nada (mas que esos pequeños (e indiscutibles)tramos junto a Dulantzi o Arkaia). Ni gente que sabe mucho de ésto, Uriarte, Loza, o Gil, se suelen a atrever a grafiarlo. Curioso. Alguien se atreverá??
K. Larrañaga sí que considera que “el camino de los romanos” (por romeros, no por antiguos romanos), el que pasa junto a Aihala y Dulantzi lo es: Parece una propuesta sensata, pasa además muy muy cerca del yacimiento de Angostina.
Desde un punto de vista territorial, es curioso que Alba, o su mansio, se sitúe casi en la divisoria de aguas Zadorra/Arakil. Es decir, y a pesar de su poca pendiente, desde Gastehiz se va subiendo ligeramente, y en lo más alto estaba esa mansio. A partir de ahí,solo es bajada hacia Iruña. Y a la inversa, claro.
Un buen conocimiento de la pizarra/territorio, sabiendo además, que los movmientos importantes se produjeron básicamente por esa arteria de 5m de anchura, podría quizá coadyuvar a afianzar la tesis del desplazamiento… o quizá rebatirla?

Para poder funcionar con un mínimo de claridad, me parece obligado intentar despejar la maraña de situaciones que concurría en el Pirineo occidental y aledaños en torno al momento en que se produjo la detonación que arrastró a una fracción de los euskaldunes hasta la depresión vasca: presencia de francos en Cantabria, configuración del Ducado de Cantabria, movimientos de los bagaudas, actuación de los rusticani, cristalización de las reihengräberfelder, expedición de los reyes merovingios el año 541, etc.

Vayamos por partes, según mi leal saber y entender. Hay un fragmento del Fredegario que es importante desbrozar para comenzar a aclarar un tanto el estado de cosas: “Sed cum a parte imperiae fuerat Cantabria revocata a Gothis, ut super legetur, preoccupatur”. Del tenor del texto, se desprende, a mi entender, que, cuando los visigodos sustrajeron Cantabria al Imperio, el dux Francio tomó precauciones, es decir, se retiró de sus posiciones. O sea, que el año 574, momento en el que Leovigildo sometió la Cantabria cismontana (con capital en Amaya) tras vencer a los “pervassores provinciae”, el dux Francio, que ya llevaba “multo tempore” tributando en la costa a los francos -Asturias de Santillana, Trasmiera y Sopuerta-, dejó el campo libre y retornó a la Gallia. Se trataba de una opción sumamente congruente con el nuevo estado de cosas porque la presencia de los visigodos a sus espaldas -es decir, en el somontano cantábrico- era demasiado peligrosa para cualquier poder plantado en el andén oceánico.

Lo realmente importante al caso que nos ocupa es el alcance de la expresión “multo tempore”, cuyo comienzo yo remontaría al menos a finales del siglo V, tal vez por efecto de las revueltas andanzas de Eurico a uno y otro lado de la barrera pirenaica. A mi parecer, el episodio que describe el Fredegario es digno de confianza pero debe ser abiertamente desconectado del resto de acontecimientos y también, por tanto, de cualquier posible incidencia en la “detonación” arriba mencionada.

Joseba Abaitua: «Hay que imaginarse a los granjeros romanos de la Llanada, descendientes de los prósperos urbanitas de la recién colapsada Veleia, que habían resistido el paso de hordas de vándalos y bagaudas durante el siglo V, adquirir el hábito de fabricar franciscas y enterrarse con ellas a mediados del siglo VI. Todo por súbito contagio cultural. O tal vez tras asistir a un curso de verano en Poitier, o de haber servido de mercenarios en alguna campaña militar de Clodoveo».

¿Roma – godos = desarrollo tecnológico versus indígena = indigencia, incompetencia tecnológica?
Precisamente Agustín Azkarate reflexiona sobre ello: «Uno de los debates más interesantes de la actualidad —el que gira en torno a los procesos de transición entre la antigüedad y el feudalismo, por ejemplo— se articula en formulaciones («romanismo» versus «indigenismo») que parecen una réplica de esa vieja dicotomía nacida de un añejo imaginario historiográfico…»

Del artículo que Joseba mismo enlaza en su propio post,
capítulos:
2.1. Prejuicios históricos e invisibilidad arqueológica.
2.2. «Protohistorización» y «visigotización» del registro arqueológico.

Los indígenas de la Llanada alavesa del siglo V hacía cinco siglos habían abandonado sus castros de media altura (Kutzemendi, Henayo, Urisolo) y adaptado al urbanismo y vida cultural de Roma. Además de la gran urbe Veleia, que llegó a disponer, como se ha conocido recientemente, de un circo con capacidad para 5.000 espectadores, había otras grandes poblaciones que jalonaban el tránsito por el Iter XXXIV hacia Pompelo, singularmente Suessatio (actual Arcaya). Imagino a los descendientes de carietes y venenses asistir fervorosos en el siglo II a las carreras de carros organizadas en Veleia.

Con la crisis del siglo III, la urbe se amuralla y da comienzo el fenómeno de ruralización y creación de villas de explotación agraria. Sus promotores y empleados son los granjeros indígenas de los siglos IV y V a los que me refería antes. Para esta fecha, estos indígenas están completamente inmersos en el modo de vida romano. Algunos resistieron como pudieron el embate de las hordas bárbaras del V. Otros debieron huir a zonas más seguras o refugiarse en abrigos rupestres, como Las Gobas, para iniciar un nuevo tipo de vida más austera. Lo que no es creíble es que estos granjeros del siglo V, de cultura romana, se aquitanizaran de forma súbita, por contacto cultural, como han sugerido algunos autores.

Joseba, cuando dices que no es creíble la «aquitanización de forma súbita», te refieres a la ruralización y nuevas formas de organización que se perciben en Aldaieta, etc?
Pregunto.

No debemos perder de vista que, cuando hablamos de «los romanos en Veleia» (con un circo con capacidad para 5.000 espectadores), no estamos hablando de los «romanos que se desplazaron de Roma». Por romanos nos referimos a una minoría de romanos que, a través de la legiones, ejercían el dominio en nombre del emperador romano de turno sobre las gentes y las tierras.
Porque, en los tiempos dorados de época romana, pongamos siglos II ó III, ¿qué porcentaje de la población de Veleia era “romana de Roma”? ¿un 2%, 3%, 4% de la población total?
No perdamos de vista esta perspectiva: que había habido conquista, dominio; que no había habido desplazamiento, ni sustitución poblacional.
500 años después de aquella conquista, los que labraban y consechaban y cocinaban, los que vivían en la ciudades y en los campos, los mineros y los herreros que trabajaban el mineral, los que hacían las calzadas y reparaban carruajes, incluso prácticamente todas las tropas (auxiliares e incluso legionarias) serían «gente nativa» ¿Que trabajaban para gentes romanas, a sus órdenes, con tecnología romana y vivían a lo romano? Vale. Pero prácticamente todos eran digamos «alaveses», descendientes de «carietes, venenses», de gentes vecinas o venidas de parajes lejanos…y algún licenciado legionario romano «pura sangre».

¿Qué hablarían esas gentes (incluso el pura sangre) en el siglo V ó VI, 500 años después de la conquista y de los tiempos de Cicerón? ¿Latín clásico? !!! Bien !!! ¿Latín “vulgar”? ¿Seguro?…

Comparemos: en las ciudades fundadas por Pizarro y los castellanos en el Perú, pongamos por ejemplo, poco textos “indígenas” habrá en lápidas de cementerios o indicadores de caminos pero ¿sería tan extraño que hubiera un resurgimiento del quechua 500 años después, aupados por un dirigente de nombre Evo Morales, pongamos por ejemplo?

No se si me explico.

Antton, “paradoxa faltsidiko” baten aurrean jarriko zaitut. Badakizu…, Epimenidesek dio kretar guztiak gezurtiak direla. Egia al dio Epimenidesek, bera kretarra dela kontuan hartuta?

Hara, honatx gure paradoxa… Peruk dio: “ni K.o. II. mendeko Veleyako cariete euskaldun bat naiz”. Egia al dio Peruk, kontuan hartuta (a) Antzinatean baskoi = euskaldun, (b) Antzinatean euskaldun = baskoi, eta (d) Peru ez dela baskoia, carietea baizik?

Antes de proseguir la tarea de aclarar los procesos históricos que rodearon la remoción de una parte significativa de los vascones, conviene determinar por qué el dux Francio pudo afincarse con tanta facilidad en la Cantabria litoral hacia finales del siglo V. A tal efecto, cabe recordar dos cosas: de un lado, que Diocleciano desmochó a comienzos del siglo IV la parte septentrional del Conventus Cluniensis, repartiéndola por mitades entre la Provincia Gallaecia (el territorio de los cántabros) y la Provincia Tarraconensis (los territorios de los autrigones, caristios y várdulos); de otro lado, que los suevos se mostraron repetidamente incapaces de controlar el espacio cántabro que acababan de recibir por la obstinada oposición de los ruccones a las campañas de los reyes Miro y Teodimiro.

Esta impotencia de los suevos y el desalojo de los vándalos asdingos del noroeste peninsular dejaron a Cantabria en un inusitado limbo geopolítico desde comienzos del siglo V. Aprovechando tan favorable coyuntura, dicho escenario se convirtió en un espacio apetecible: el dux Francio se apropió del segmento litoral y los pervasores provinciae se adueñaron del somontano. Convertida, finalmente, la situación de la provincia en un serio problema geopolítico para los visigodos, Leovigildo atacó y sometió la cismontana el 574, asustando lo suficiente al dux Francio como para que abandonara el litoral.

El reintegro de la costa del centro-norte peninsular al reino hispanogodo fue realizado el año 613 por el monarca Sisebuto, azuzado por el hecho de que acababan de sublevarse los astures oceánicos, integrados por Leovigildo en el reino hispanogodo el año 585 en el marco del Suevorum Regnum. Para acabar de una vez por todas con tamaño revuelo costero, Sisebuto decidió construir una flota y atacar por mar. Venció a los astures rebellantes, sometió a los ruccones bajo la égida del general Suinthila e incorporó al reino la abandonada Cantabria litoral hasta las inmediaciones del Asón.

En su incontenible ímpetu militar, el monarca se abalanzó sobre la fachada oceánica y, emborrachado por el éxito, creyó vislumbrar poéticamente en el espinazo de la Cordillera la espantosa geta del cantaber horrens y del nivosus vasco, sometidos, sin embargo, ya por Leovigildo respectivamente los años 574 y 581.

Tras el éxito, Sisebuto tomó decisiones: por un lado, vinculó a los astures para siempre el territorio de los ruccones -es decir, la Cantabria inmemorial localizada a poniente del Sella-, sentando con ello las bases de un inminente Ducatus Asturicensis; por otro lado, otorgó nueva personalidad institucional a la Cantabria inmemorial que restaba, la que mediaba entre el Asón y el Sella, a la que probablemente adjuntó el territorio autrigón, poniendo así los fundamentos de un inminente Ducatus Cantabriae.

Nada de todo esto tuvo que ver, sin embargo, con la creación de ningún Ducatus Vasconiae, que nunca existió, si no -a lo más- con la configuración de un Comitatus Vasconiae, que, a la llegada del Islam, gestionaba un tal Casius, qumis al-tagr.

Al respecto de Sisebuto, ¿qué querría decir con esto?

No escuchamos sino el ruido importuno del hierro y los gritos de miles de soldados; las arengas de los generales nos enardecen y en el foro resuenan clamores de guerra. Suenan las trompetas y conseguimos volar pasando el mar; el vascón desde las nieves y el cántabro en sus montañas no nos dejan reposo alguno, y es precisamente a Nos a quien se ordena ceñir con los laureles del Sol nuestra frente y trenzar, para Nos también, corona de yedra aún más augusta.

¿Cantabros en sus montañas y vascón desde las nieves?

La conocida cita sobre los kantabroi koniskoi como convecinos de los berones, el imponente sobredominio paisajístico de la Sierra de Cantabria sobre un entorno meándrico tan amplio y la mención de unas denominadas civitates cantabrienses en la documentación medieval de Navarra han dado pie a imaginar la existencia en época tardovisigoda de un Ducatus Cantabriae que se extendía desde el curso del Deva astur hasta el Gallicus flumen, englobando tanto la Cantabria y la Autrigonia clásicas como los territorios de los várdulos, caristios, vascones, iacetanos y berones. Por cierto, cabe sustituir con gran provecho en mi último escrito [Cantaber: 05/10/2024, a las 09:16] el apelativo Sella por Deva, el Deva astur.

A nuestro parecer, un Ducatus de ese empaque no existió jamás. Sugerimos al respecto que tanto el topónimo Sierra de Cantabria como el apelativo civitates cantabrienses hacen referencia únicamente a los espacios y aglomeraciones del Ebro medio y de ninguna manera a los territorios canónicos de los cántabros y autrigones. Al expansionarse ulteriormente los navarros por los espacios ribereños se encontraron con que desconocían su denominación y recurrieron al curso del Iber -el antonomásico río cantabriense- para conferirles un nombre.

No hubo, pues, un Ducatus Cantabriae. Pero sí existió, en su lugar, un Comitatus Vasconiae, del cual conocemos dos cosas: de un lado, el nombre de su último titular, Casius, que islamizó ante el califa de Damasco el 714 y concertó con los Omeyas un pacto de wala; de otro lado, su condición de qumis al-tagr, es decir, de titular de un condado fronterizo. Esto último nos permite sugerir que su ámbito de gestión se extendía hasta aquel punto del espinazo pirenaico que separaba a los visigodos de los merovingios o -si se quiere- a los vascones peninsulares de los wascones continentales.

Dado que el tal Casius se convirtió en el epónimo de la dawla banuqasi, hemos de buscar en los desdibujados dominios iniciales de esta familia muladí los restos del antiguo Comitatus Vasconiae, fundado en fechas tardías con la doble finalidad de determinar la divisoria pirenaica del reino visigodo y de operar como un frontón protector contra las recurrentes penetraciones de los merovingios y de otras gentes en el valle del Ebro. A nuestro parecer, dicha circunscripción englobó -mientras pervivió- los territorios de los várdulos, caristios, berones, vascones y iacetanos. De hecho, intuimos que el pacto que concertó Casius con el Islam por intermediación de Muza ibn Nusayr se formalizó en Sekkia, antigua aglomeración de los iakketanos.

En vísperas, pues, de la penetración del Islam en Hispania, el muy extenso horizonte latitudinal encuadrado por los ríos Eo y Gállego estaba administrativamente articulado en dos ducados -el Ducatus Asturicensis (entre el Eo y el Deva astur) y el Ducatus Cantabriae (entre el Deva astur y el Nervión)- y en un condado: el Comitatus Vasconiae (entre el Nervión y el mencionado Gállego).

Aunque alcanzó cotas muy elevadas de tensión por momentos, el tumulto de los bagaudas apenas duró tres lustros, exactamente el tiempo que media entre los años 441 y 454. Nada se sabe de ellos por delante ni tampoco por detrás. Tan es así que su paroxismo apenas era ya otra cosa que un mal recuerdo por el tiempo en que el dux Vincentius gobernaba con cierta apacibilidad la Tarraconensis y el colegio episcopal de la provincia luchaba a brazo partido con los deslices canónicos de Silvano de Calahorra.

El radio de acción de dichas gentes fue siempre el valle del Ebro y, más concretamente, el triángulo que formaban Arakaeli, Tirasona y Caesaraugusta. Coincidía expresamente dicho escenario con las tierras medias y bajas del gran valle, es decir, con aquellos espacios que desde la Iª Edad del Hierro (750 – 350 a. C.) conocían el agropecuarismo, la familia nuclear y las aglomeraciones urbanas. Una parte significativa de los rebeldes podía remontar sus orígenes remotos al segmento llanero -el ager- de la “etnia aborigen” de los vascones y muchos estaban encuadrados todavía en el marco territorial de la “etnia colonial” vascona de los romanos. Pero ninguno de ellos hablaba euskara. Vascones, sí, pero no euskaldunes.

Por su catadura personal, la exacerbación de sus actos, la duración del arrebato y el radio de acción, no hay manera de imaginar otra cosa para calificar el levantamiento de los bagaudas que el de una revuelta campesina, excepcionalmente expresiva -eso sí- de las miserables condiciones en que se desenvolvía la vida de los rústicos en los espacios abiertos a finales del Imperio Romano. Llegados a un punto insoportable de pauperización porque la política fiscal ponía en cuestión la alimentación de la familia y hasta la semilla de la siembra, no pocos integrantes de la pequeña explotación agropecuaria familiar apenas encontraron otra salida para sobrevivir que el abandono del terruño y la rapiña como forma de vida.

En un estado tal de exacerbación, los desclasados no renunciaron al asalto en masa de algunas civitates y la rapiña sistemática de ciertas villae. Su limitada capacitación bélica les obligaba a coaligarse y a aceptar el caudillaje de los más osados o de aquellos personajes cualificados -militares o no- que les garantizaran una mínima coordinación. En la lucha por la supervivencia la colaboración con latrocinantes o con bárbaros era una alternativa más y los bagaudas no podían poner límites a nada que la favoreciera.

Las raíces de tamaña distonía social no tenían nada que ver con las serranías ni con el pastoreo, sino, más bien, con las tierras medias y bajas y con el agropecuarismo. Los datos lo demuestran. El tumulto no sobrepasó nunca las latitudes que marcaban la Llanada Alavesa, la Burunda, la Sakana, el Arakil y la Canal de Berdún, espacios de pequeña producción desde la Iª Edad del Hierro. No hay prueba tampoco de que los bagaudas -vulgarismo de vaccantes, vagabundos- llegaran a implicar en sus desmanes a los soldados-campesinos de las mansiones intermontanas y de los surcos vallejeros intrapirenaicos, pues nada tenían en común con ellos, ya que dichos soldados sobrevivían en lo esencial de las pagas del Estado, ajenos -al menos por el momento- a los problemas de los rústicos.

Como era de esperar, la bagaudia campesina que se alzó el año 443 en el territorium aracellitanum ni se planteó la posibilidad de rapiñar los recursos de los serranos, sino que muy pronto orientó sus movimientos hacia el sur, hacia los espacios abiertos, asociándose el año 449 a los suevos para asaltar Turiaso, donde dieron muerte al obispo León en su propia cátedra.

En cualquier caso, estaba claro que el paroxismo no podía prolongarse. Ni los poderes constituidos ni el propio campesinado estaban por soportarlo porque la rapiña y los destrozos se volvían contra todos. De hecho, en apenas tres lustros el arrebato se desinfló y se escurrió sin dejar huella significativa.

Los Visigodos se asentaron en Tolosa tras establecer un Foedus entre roma y Walia el el 418. El pueblo visigodo se asienta en Aquitania/Galia y optan al reparto de tierras. Me pregunto si esta fue la causa del desplazamiento de los pueblos aquitanos, en concreto los pueblos alrededor de Lugdunum Convenarum. Este desplazamiento se habría realizado en dirección oeste donde existian a lo largo de la via Astorga-Burdigala unas milicias llamadas burgarii, rusticani, limitaneii…
La ciudad de Pamplona situada en un punto estratégico con control de acceso a los pasos del Pirineo, protegida por montañas y amplias zonas de cultivo cereal en el territorio; probablemente aumentó considerablemente el numero de habitante, de hablantes….

Se sabe en en el 407 Constantino III, gobernador de Britania, fue nombrado emperador por sus tropas, pretendiendo ser emperador de la parte occidental del imperio abarcando Britania, Galia e Hispania. Se sabe que las tropas procedentes de Britania sustituyeron a la milicia autóctona que hasta entonces guardaban los pasos/fortificaciones? del Pirineo. Sabemos entonces que había una organización militar previa a la llegada de los Visigodos a Tolosa.

Es probable que la población desplazada aprovechase la seguridad que ofrecia este territorio para asentarse.

El termino agote parece tener su origen en el idioma occitano. En la zona vascofrancesa los agotes eran llamados cagots. Muchos han supuesto que la etimología de la palabra agote derivaría de “gotico”, “godo” , a través del occitano ca got, ‘perro godo.
Estos agotes aparece en la vertiente norte y sur del Pirineo en la Edad Media.
Es posible que tenga relación con el asentamiento visigodo en Tolosa?

Miguel EA.
1. Es un buen punto estudiar las distintas divisiones y subdivisiones en el tiempo de Aquitania. Igual una de ellas afecta a lo que tantas veces se comenta en este blog, por ejemplo (Jokin Lanz Betelu, 2016, EHU): Sin tener la certeza de en cuantas nuevas aglomeraciones
fueron agrupados, se sabe que dos comunidades que antes pertenecían a la provincia Narbonense fueron añadidas a la Aquitania subgarónica, la civitas Consoranni, actual Saint-Lizier y la de Lugdunum Convenarum, actual Saint-Bertrand-de-Comminges (Sayas Abengoechea 1992: 172). La capital de la Aquitania romana en
cambio, no se ubicó en ninguna de las civitates de los aquitanos originales, ya que en un primer momento se estableció en Mediolanum Santonum (Saintes), después en Lemonum (Poitiers) y por último, en fechas anteriores al s. III d.C., en Burdigala (Sayas Abengoechea 1992: 169). Aunque es difícil establecer en qué sentido podría afectar.
2. La diferencia esencial entre lo que se propugna en este blog y lo que la tesis de Mikel Pozo parece sugerir, es que para unos, se trata de rusticani (de alguna manera, traídos, venidos? de fuera), mientras que para Mikel se trata más bien de “cabecillas locales”, gente de prestigio en la comarca, una especie de élites a quien se encomienda la vigilancia del transito por las vías… Mucha diferencia entre una y otra opción (cabría una síntesis? No lo parece). Además, como tu apuntas, al margen de cual fuera su origen, parece que en un momento dado, fueron sustituídas, más complejidad aún…

JavierPH, he leído todas las intervenciones en que me interpelas, comentas o preguntas en esta entrada y la anterior. Se agradece el tono constructivo. Perdón si alguna vez he sonado o sido algo hosco. También hay que tener en cuenta que en internet por escrito a veces parece que estás diciendo de manera solemne lo que sólo pretende ser un mero comentario desenfadado, y además no se puede poner emoticono guiñando un ojo o levantado un pulgar (o al menos yo no me atrevo, por temor a que al publicarlo se vaya al carajo medio texto), como se hace sin problemas en los grupos de wasap, para que al pariente suspicaz le quede claro que te estás refiriendo al significado alegórico, no al literal.

Las cuestiones de Navarra son muchas, y han ido apareciendo en Trifinium, o volverán a aparecer. Pero es que todavía no me queda claro cuál es tu postura en la cuestión occidental. En la anterior hubo el siguiente intercambio:

MM: Si no compartes la asunción de que el euskera tuvo que penetrar en alguno momento de esos cinco siglos, lo siento pero también en ti recae la carga de la prueba (no sólo en los demás), de manera que te pediría que me explicaras cómo es posible que…

JavierPH: Por último (creo que por hoy), como no comparto la asunción… “no recae sobre mi la carga de la prueba”.

Y además mencionaste acto seguido lo del grediente, que suele ser un preludio de defensa del modelo tradicional (en cuanto lo leí me dije: “el gradiente…, ¡peligro!”).

De ahí mi respuesta. Pero en esta entrada parece como que sí, que sólo no estás de acuerdo en la expedición de 541 como elemento detonante (que como dije, me parece la mejor opción, aunque caben más interpretaciones dentro de la hipotésis general). ¿Me lo podrías aclarar? No es que quiera “hacer bandos”, como dices, sino que me gustaría saber cuáles son los puntos de acuerdo y desacuerdo, para saber sobre qué exactamente hay que debatir exactamente (en la cuestión occidental).

Insisto que la pregunta no es tanto ¿crees que en Álava se hablaba algo de euskera en la Antigüedad? cuanto ¿crees que hay una continuidad entre eso que se hablara y el euskera altomedieval en el mismo territorio?

Mikel. Gracias por la aclaración. Comparto lo del tono y esas reflexiones que haces. Hoy ya he dado bastante la lata en el blog. Te contestará en breve. Salud

Mikel. Hay gente como tú o Joseba que tiene capacidad enunciativa, propositiva (y algo provocativa, que no está nada mal). Otros, con un background menor, solemos señalar los puntos débiles de esos enunciados. Lo que ocurre es que a veces, los que criticamos temas puntuales, terminamos también produciendo propuestas más generales, que pasan también a ser proclives a la crítica… y en esas andamos.
En corto: no lo sé. Habrás visto que de territorio hablo bastante, pero de lingüística nada. Si lo que subyace en Alava bajo “el manto de la latinización”, tiene más bien sabor indoeuropeo (poquito de protovasco, siempre que quitemos a Veleia de la ecuación (yo no soy capaz de entender ese galimatías)), es difícil defender una evolución de eso “poquísimo” que había, hacía una “aquitanización general. Muy difícil hasta nuevo aviso. Y la explicación de una “oleada” resulta la más plausible. Además, por la evolución del dialecto occidental que proponéis, y por la cronología, parece muy sensata. No, no veo continuidad.
Mis objeciones, como sabes, están en el lado oriental del País.
El día pasado se lo comenté a Joseba, y lo repito. Creo que sería interesante estudiar la “resurrección” de las dos únicas lenguas que sobrevivieron al Imperio: el británico (galés), y el aquitano (euskara) (por resumir nombres, por favor). Viniera de Cominges, tal y como proponéis vosotros, o estuviera latente más bien en el lado oriental del País, a estos efectos daría igual.
Mi pregunta sería, en esa Britannia completamente latinizada (bueno, hasta al muro Adriano, más al norte, poco había, algunas tribus “britónicas” en las actuales Lowlands), Se dejan ver en la epigrafía, nombres, divinidades britónicas? Salen a la superficie? O no lo están, y las imaginamos latentes? (las imaginamos latentes solamente porque sabemos que posteriormente sobrevivieron).
Seguro que en Batavia o en Helvetia, también lo estarían, más bien al principio, y al final irían despareciendo… tampoco sabemos si permanecieron latentes un tiempo determinado, la cosa es que al “quitar la capa de Roma”, no quedaba nada de lo anterior. Desaparecieron. Entonces, porqué “resucita”, “revive”, en dos sitios concretos? La isla de Gran Bretaña tiene más especificidad territorial, pero el borde occidental del Pirineo? Había muchas regiones recónditas en ese vasto imperio… porque estas dos?
Al desaparecer las legiones de Britannia en el 409, se produjo una cierta “indigenización”, se convirtieron en británicos/romanos?? De esta estripe parece que era el mítico rey Arturo. Lo que sabemos es que desde el minuto 0 tuvieron que enfrentarse a los Anglos, Sajones y Jutos… que poco a poco los empujaron hacia el W (actual Gales y Cornualles). Los empujaron? Hubo asimilación? (en este caso la lengua de los nuevos invasores era muy diferente, germánica). Tú mismo has comentado en el blog como algunos de estos britónicos (ya poco de romano/britónicos?) empujados hacia el W de la isla, decidieron cruzar el mar y asentarse en Bretaña (la francesa), donde se instalaron y llegaron a imponerse varios siglos: y donde puede considerarse que se produjo una “segunda oleada” celta (la primera había sido asimilada por Roma).
Es un interesante proceso. Habría algún punto en el que se pudiera establecer un paralelo con lo que ocurre por aquí? (habida cuenta de que son los dos únicos idiomas que perviven). Yo no me atrevo. Hay puntos hay puntos en los que se intuye similitud, otros en los que no. Hay mucha gente “enunciativa” en este blog.

Perdonad que vuelva a insistir con Eduardo Orduña pero si el euskera y el iberico son lenguas tan proximas como lo pueden ser las romances occidentales el matiz de todo es enorme:
El vasco-iberico es muy facil que tuviera reductos en diversos lugares que no han sido documentados todavia y sería una lengua que podía haber estado marginada en la edad antigua hacia los lugares agrestes como sucede vemos en la toponimia durante la edad media .
Las diversas expansiones y la principal que es la que señala Joseba Abaitua serían más faciles de explicar (un modelo similar al de los celtas en Gran Bretaña).
Pero debemos admitir que en Alava tenemos muchísima onomástica antigua y nada euskerico y eso es distinto que lo que vemos entre los vascones y aquitanos.

Pero lo que se propone aquí es una expansión del euskera desde un pequeño reducto, Lugdunum Convenarum y alrededores. Si la propuesta partiera de la zona de los Pirineos Occidentales, por ejemplo, no resultaría tan «complicada» (imposible) de defender. Seguiría habiendo debate y propuestas diferentes, pero no se vería abocada al fracaso y a la necesidad continua de actualización, con argumentos cambiantes y adaptaciones socorridas.

Tiene alguien los datos estadisticos de cuantos nombres indigenas tenemos de las distintas zonas y la proporción de euskoaquitanos entre ellos?

Supongo que la diferencia es de masa crítica. Tengo el vago recuerdo de que Juan Antonio Quirós usó ese argumento para restar relevancia a lo de Aldaieta, pero claro el contraste con San Miguele de Molinilla, en el no muy lejano Lantarón, por ejemplo, es muy significativo en este aspecto.
Un abrazo, amigo Neville

Mikel, zure «paradoxari» bere tokian erantzuteko aukerarik ez dudanez…

…Euskalduna dela badio Peruk, pozten naiz, on dagiola. Euskalduna eta karistiarra (carietea), Nerbioi ibaiondoan jaioa, agian?… Beraz, Bilbotarra !!.
Haratx, carieteak ez direla baskoi, nork esan dizu ezetz? Ez al da dakizu, bilbotar-cariete izanik, edonon jaio daitekela, nahieran? 😉

——–

Epimenides-Peruren paradoxaren aurrean jarri nahi izan nauzu. Paradoxa… Paradoxa askotxo darabilkigu hemen azken boladan, bai.

Epimenidesen paradoxa…
Baina nik Aldaietako hilobiaz egiten dudan irakurketa ez da batere paradoxikoa, oso logikoa baizik.
Arabar-Karistiarrek burdina lantzen aski ongi ikasi izan zutela, eta mendez mende eutsi; Bagoeta eta Aldaietako armak ez direla erromatar pijo baten eskulanak, hori da nire irakurketa.
Aintzinatean hamaika ezpata-motz eta pugio labanak eta pilumak egindakoak izango ziren, Legio VII Gemina-Bikiarentzat, Iruña-Veleia inguruan zebiltzanean erromatarrek.
Burdinlari eta ferratzaile haien birbilobak izango ziren Bagoetako burdinolan (Aldaietatik hurbil) lanean ari zirenak.
V-VI mendean gaude, erromatarrek aldegin zuten baina lanabes berrien eskaria badago. Teknika pitin bat hobetu dugu eta iparraldean ikasitako molde batzuri jarraiki: aizkora “frantziska” arinak eta zorrotzak egiten ditugu orain Bagoetan, lantza mutur luzeak, scramasax laban sendoak eta horrelakoak lantzen ditugu sutan trebeki…Laiak eta golde muturrak ere bai, lur lanetarako, aukeran.

Erromatar señoroek alde egin zuten aspalditxo inguruetatik, buztana hanka tartean, beren zizpa zaharrekin alde egin, baina bizitzak darrai, jauntto berriak ditugu orain paraje hauetan eta betikoek lanari ekin behar…

Seguimos en el intento de perfilar las circunstancias históricas que determinaron el desalojo y ulterior reciclaje en la depresión vasca de un cierto segmento de los euskaldunes que habitaban la vertiente meridional del Pirineo occidental.

Nos parece claro que los bagaudas no pudieron jugar papel alguno al respecto, no solo por su idiosincrasia y peculiar problemática, sino porque su revuelta se circunscribió en lo esencial a los espacios abiertos y fue muy anterior en el tiempo (441-454). Tampoco cabe vincular la detonación de referencia a la presencia del dux Francio en la vertiente oceánica de Cantabria (470-574), pues respondía a dinámicas ajenas a los pirenaicos occidentales. En fin, la formalización del Comitatus Vasconiae no puede aclarar nada porque tuvo que ser posterior al poderoso ataque que capitaneó Suinthila el año 621 contra los vascones que rapiñaban los espacios abiertos del valle del Ebro para sobrevivir. En congruencia con estos acotamientos, las fechas hasta ahora manejadas apenas pueden funcionar de otra manera que como indicadores provisionales de la horquilla cronológica en que debió enmarcarse el acontecimiento de referencia.

En los últimos tiempos, se han incorporado al fondo explicativo los rusticani, soldados/campesinos que, desde época tardoimperial, quedaron implicados en la defensa del Imperio. Lo que se sabe de ellos en nuestro escenario es muy poco: que el año 407 frenaron la caballería de los suevos, vándalos y alanos en los desfiladeros pirenaicos y que el 409 fueron relevados de dicha función por Valente y Geroncio en beneficio de los honoriacos, circunstancia que dio pie a la entrada de los bárbaros en Hispania. Lo que sabemos sobre ellos en otros escenarios del Imperio -bajo la denominación general de saltuarii- es que corrían con la responsabilidad de controlar las andanzas de bandoleros y de contingentes armados por valles y desfiladeros en contrapartida a la recepción de ciertas pagas y algunos terrazgos.

Por lo general, la concertación en una misma persona de la condición de soldado y de pequeño productor era extremadamente precaria, pues tales actividades se contraponían, deparando siempre mediocres soldados y mediocres productores. Podían ser fieles y resultar útiles para tapar agujeros -frenando, por ejemplo, una partida de jinetes bárbaros en los desfiladeros, único escenario donde eran realmente operativos-, pero su limitada solvencia militar les hacía prescindibles en cualquier momento. Se trataba de formaciones irregulares de dudosa capacitación, en general mal pertrechadas, que, por su condición, quedaban abocadas a una romanización y latinización integrales. Difícilmente puede verse en ellos a los apóstoles difusores de una lengua vernácula como el euskara, de la que tenían que prescindir nada más implicarse en la administración romana.

Periclitados hacía tiempo en nuestro escenario los legionarii y aventados recientemente los limitanei de Iulióbriga, Veleia y Lapurdum, los fieles rusticani del 407 fueron sustituidos sin solución de continuidad por los nuevos “soldados” del Imperio -los mercenarios bárbaros-, que, al ocupar su lugar, les despojaron de su razón de ser y precipitaron su disolución. Por lo demás, ¿qué sentido podía tener mantener en el tajo a los rusticani cuando los visigodos del reino de Tolosa entraban y salían libremente por los pasos pirenaicos a mediados del siglo V con la bendición del Imperio para intentar poner fin en Hispania a las correrías de suevos y vándalos?

Cantaber: Por lo general, la concertación en una misma persona de la condición de soldado y de pequeño productor era extremadamente precaria, pues tales actividades se contraponían, deparando siempre mediocres soldados y mediocres productores. Podían ser fieles y resultar útiles para tapar agujeros -frenando, por ejemplo, una partida de jinetes bárbaros en los desfiladeros, único escenario donde eran realmente operativos-, pero su limitada solvencia militar les hacía prescindibles en cualquier momento. Se trataba de formaciones irregulares de dudosa capacitación, en general mal pertrechadas, que, por su condición, quedaban abocadas a una romanización y latinización integrales. Difícilmente puede verse en ellos a los apóstoles difusores de una lengua vernácula como el euskara, de la que tenían que prescindir nada más implicarse en la administración romana.

MM. Esa es una apreciación extremadamente subjetiva. También se puede pensar lo contrario, esto es, que llegar a un pacto con Roma para realizar apaños como controlar vías, pasos de montaña, etc., pero sin integración de individuos concretos en unidades regulares de comitatenses o limitanei (que es lo que diluye la etnicidad en el colectivo de orígenes heterogéneos, favoreciendo la latinización), es la coyuntura perfecta para que una masa poblacional que por las razones que sean ha conservado su lengua indígena hasta el siglo IV, se aglutine en una masa social compacta y la mantenga de ahí en adelante.

MM. Además, lo que dices tendría aún más fuerza aparente aplicado a la cristianización. Parafraseemos tu última frase en: “Difícilmente puede verse en ellos a los apóstoles difusores de una lengua vernácula como el euskara, de la que tenían que prescindir nada más implicarse en el cristianismo y en la iglesia”. Intuitivamente, inapelable. Pero lo que realmente ocurrió es que los euskaldunes se cristianizaron sin abandonar el euskera, e integrándose su diócesis, la de Pamplona, en la articulación territorial de la iglesia occidental, y a su vez creando un léxico cristiano euskérico, días de la semana en euskera, etc.

Desde luego no fue Pamplona la única diócesis euskaldun sino una de las diócesis. Desde la Edad Moderna las clásicas han sido Calahorra, Pamplona y Bayona, pero debieron de ser muchas más con anterioridad: Huesca, Urgel,
¿Ilerda, Oca, Armentia, Valpuesta? Al otro lado de los Pirineos, Bayona, Dax, Auch, Oloron, Lescar, Comminges, Saint-Lizier… Alguien más experto tal vez pueda mencionar más. La mayoría de ellas son de la Antigüedad y algunas más antigüas que Pamplona. Pamplona no es ni ha sido nunca «la diocesis euskaldun».

Sobre la cristianización:
– El episodio que todos conocéis del obispo Silvano y el conflicto con Zaragoza que acaba Roma. Los candidatos más firmes para esos dos obispos nombrados por Silvano ¿han de ser de Oca y Pamplona?
– San Millan de Montes Distercios y San Felices de Bilibio (su maestro). La cristianización de la epigrafia de deidades indigenas que hemos encontrado cerca, Dercetio y Baelibio, unido a San Prudencio y los habitas en cuevas comunes en Álava y Rioja Alta, señalan una continuidad de relaciones entre esas dos zonas como lo habia sido en la época antigua y sigue siendo en la medieval.

Mikel para ser más concreto a tu pregunta ( y teniendo en cuenta que mis reflexiones son las de un mero aficionado). Existe un trabajo de J.Andreu y A.Jordan» Nuevas reflexiones en torno a las fuentes literarias sobre los vascones en la antigüedad»
En el apartado 2-EN TORNO A LA FAMES CALAGURRITANA
Y LOS VASCONES habla de ello
Y cita numerosos autores clasicos y como se convirtio en un topico literario

Qué duda cabe que los historiadores somos cautivos y deudores de nuestras intuiciones y que éstas son legítimas en la misma medida en que tratan de salvar con hipótesis responsables las deficiencias e insuficiencias de la empiria. Pero esto ni constituye un desafuero ni es exclusivo de las ciencias humanas. Algunos científicos consagrados han valorado la imaginación como un mecanismo excepcional de acceso al conocimiento y es bien sabido que el baúl de los recuerdos de las ciencias de la naturaleza está tanto o más repleto de hipótesis arrumbadas que el baúl de los historiadores y lingüistas. Algún día la sabiduría de otros y los progresos de las ciencias auxiliares darán y quitarán razones científicas, si tal es lo que se persigue con las investigaciones históricas.

Retomando la cuestión del desbrozamiento de los posibles agentes que intervinieron en el desplazamiento de los euskaldunes hacia la depresión vasca, corresponde perfilar ahora el papel que jugó en “mi historia de los euskoparlantes” la cuenca de Pamplona, es decir la civitas y su territorium. Ya señalé desde el momento mismo en que intervine en este blog que dicha cuenca se localiza en lo que denomino tierras medias o -si se quiere- en el segmento latitudinal más septentrional del “ager vasconum”, circunstancia que implica que accedió en el transcurso de la Iª Edad del Hierro (750-350 a. C.) al agropecuarismo, es decir, al novedoso y explosivo pack que conformaban la familia nuclear y una agricultura/ganadería paritaria y a microescala.

Por eso producía excedentes de cereal en los años setenta del siglo I a. C. Por eso recibía sobrantes humanos del pastoralismo trasterminante euskaldún de los altos inmediatos -como revelan algunos epígrafes romanos, entre otros el de Lerga- y por eso atrajo al ejército de Pompeyo, necesitado de víveres. En cualquier caso, el general romano -que tenía su propia idea geoestrategia sobre el control de los pasos pirenaicos- fundó en ella la civitas de su nombre de la nada y lo hizo, a mi parecer, arrastrando gentes de los castra de la zona, a los que seguidamente incendió para que no retornaran a ellos sus antiguos inquilinos, ahora transformados en ciudadanos.

Situada en un carrefour de comunicaciones excepcional -recorrido de punta a punta por una auténtica autopista: la vía Ab Asturica Burdigalam-, la ciudad prosperó y, cuando llegaron los problemas, se rodeó de potentes murallas y se dotó de una guarnición solvente, que el emperador Honorio (395-423) alabó en las décadas iniciales del siglo V por su entereza. Son muchos los epìsodios que cabe valorar de la trayectoria de esta civitas. Por el momento me centraré en prefigurar su papel como motor de romanización y latinización de la zona y en establecer los términos de su elevación a la condición de sede episcopal el año 465.

Hay que asumir con naturalidad el hecho de que Pompelo no fue nunca un emporio o bastión del euskara -como sí lo fue Lugdunum Convenarum, auténtica capital pirenaica de dicha lengua vernácula entre los siglos I. a. C. y IV d. C.- si no, más bien, una aglomeración de fundación colonial que hizo lo que le competía: actuar como punta de lanza de la romanización y de la latinización. Por su posición en un carrefour de gentes, de lenguas y de desarrollo, pronto trituró en su seno a los hablantes de la lengua de la “Mano de Irulegui”, que se fundieron en ella con otros arrastrados por Pompeyo.

Me inclino por intuir que, cuando llegó el general romano a la cuenca, el castro de Irulegui era -como algunos otros de las tierras medias- un importante oppidum de lengua ibera cantabriense -tal y como he definido a ésta en otro lugar de este mismo blog- y que su nombre nativo fue Barskha -la Vacca de San Isidoro-, aglomeración en que habían terminado confluyendo por vía de sinecismo los miembros del khunes/genus (linaje) de los bars, oppidáneos que los celtíberos del Ebro denominaron barskhunes en el siglo VI a. C. ante la necesidad que tenían, como recién llegados que eran, de dar nombre a sus convecinos del norte. Si tal era así, se explica por qué era una ceca de gran entidad en el siglo II a. C. y por qué Pompeyo decidió despoblarla e incendiarla para repoblar Pompelo.

Una pequeña puntualización al último párrafo desde lo que sabemos gracias la paelohispanística: ba(r)skunez, en transcripción celtibérica, o ba(ŕ)śkunes, si se prefiere la ibérica, de ninguna manera puede ser un étnico en nominativo plural, como se deduce de tu afirmación «los celtibéros del Ebro denominaron barskhunes». Si está, como parece, en celtibérico, se trata de un ablativo singular de un tema en nasal, y ese tema necesariamente ha de corresponder al nombre de una ciudad, que sigue sin identificar. No hay monedas acuñadas por etnias. Otra cosa es que el étnico vascones pueda derivar del nombre de esa desconocida ciudad, lo cual es perfectamente posible y quizás hasta probable, por lo cual mi comentario creo que no afecta al núcleo de tu argumentación.

Maravillosamente explicado, Orkeikelaur. Y además, has puesto el dedo en la llaga. Porque entonces, ¿cuál es la consecuencia?

A mi modo de ver, existen dos posibilidades:

(a) Negar la equivalencia entre el ba(r’)s’kunes de la leyenda de las monedas de la ceca (fonéticamente ba(r)skunez, según el celtibérico) y el tribónimo Vascones de las fuentes grecolatinas, arguyendo la incompatibilidad entre b- y w-, y algún otro escollo –en mi opinión menor- que se ha planteado. Esto es un problema formal a tener en cuenta, y si lo consideramos insalvable (yo no lo hago, aunque lo considero una variable del asunto), entonces cabe una posibilidad de que unos Vascones (sea cual fuera su etnicidad, si tenían una sola) fueran anteriores a la llegada de Roma, es decir de se pueda hablar de “vascones prerromanos”. Todavía habría que explicar por qué en las fuentes más antiguas que tratan de Hispania desde la 2ª Guerra Púnica (Polibio, Apiano y todos los libros de Tito Livio que tratan sobre el siglo II a.C.) no aparecen ningunos Vascones, y en cambio aparecen otros 22 tribónimos sólo en el cuadrante nororiental, como ha señalado Pina Polo. Con todo, en este caso sería plausible hablar de “vascones prerromanos” sin incurrir en oxímoron.

(b) Ahora bien, si la leyenda ba(r’)s’kunes (fonéticamente ba(r)skunez) y el tribónimo de las fuentes grecorromanas Vascones son lo mismo (en mi opinión la cuestión de b-/w- y alguna otra no son insalvables), entonces la única secuencia lógica de los hechos es que, antes del periodo de las emisiones monetales (150-75 a.C.), algo como ba(r)sko(n)- fuera un lugar, es decir un punto en el mapa (estuviera donde estuviera). Entonces, durante el periodo de las tercera guerra celtíbera (152-133) y décadas sucesivas en que van organizando mentalmente el territorio y específicamente el valle del Ebro, los romanos (que sin duda hablarían con los indígenas y entenderían las leyendas monetales, a pesar de estar escritas en signario ibérico), interpretan ese ablativo singular de tema en nasal celtibérico como un nominativo plural latino, y pasan a denominar b/wa(r)scones a los habitantes de esa franja entre el Ebro y los Pirineos por la que fluyen en abundancia las monedas con esa leyenda, fuera cual fuera su etnicidad o cóctel étnico (pues posiblemente había por lo menos dos o tres lenguas, además del latín). Es decir, que el tribónimo nacería como un reanálisis que hacen los romanos entre 150-75, y como un concepto geográfico, no étnico.

Muy interesante.
Tengo entendido que en el termino de Viana donde se supone estaria Vareia la ciudad principal de los Berones la moneda mas abundante que se ha encontrado es la de Barskunes mas de 50 monedas creo y contextualizadas ( lo que es dificil con la metalisteria tan poco abundante en los museos y tan abundante en subastas online).
¿Pero hay algún antecedente de cecas en alguna parte del imperio en que se incluya un concepto geográfico?
Asi de primeras se me hace extraño ya que la acuñación de cecas es en si un hecho político-estatal?

¿Cómo «algún antecedente»? Hay montones de casos en que la leyenda indica el lugar o ciudad de emisión de la moneda.

Perdon no te habia entendido tu hipotesis es que los romanos leyeron en las monedas el termino barskunes que debía ser una ¿ciudad? y lo convirtieron en un concepto etnico ¿.No?

Para comprender el proceso de fundación de la sede de Pampilona el año 456 es básico trasponer adecuadamente el contenido de este fragmento del contencioso que se ventiló a mediados del siglo V entre el metropolitano de Tarraco y el obispo de Calagurris, Silvano: “Denique… alterius fratris nostri presbyterum… in eodem loco, qui illi fuerat destinatus, cui invito et repugnanti imposuerat manus et… episcopum fecit”. Nosotros presumimos que el tal Silvano impuso las manos y consagró obispo a un presbítero -que se resistió a aceptarlo- en el lugar en que había sido destinado poco antes por un titular sufragáneo innominado de la Provincia Eclesiástica Tarraconense.

Dado que el pontífice más escandalizado de todos con las actuaciones anticanónicas de Silvano fue el de Zaragoza -que decidido denunciar su comportamiento ante las autoridades civiles y eclesiásticas-, sospechamos que fue éste el burlado por Silvano. Y dado que el III Concilio de Toledo del 589 reconoció como nuevas sedes de la Tarraconense a las de Auca y Pampilona, consideramos que fue en esta última donde Silvano cometió tamaño desafuero. En resumidas cuentas: el obispo de Caesaraugusta se encontraba ya embarcado en la tarea de fundar una sede en Pampilona -para cuya preparación había enviado por delante a un presbítero suyo- cuando el pontífice de Calagurris se le adelantó sin miramiento alguno. Dado que los prelados de esta época eran eminentemente misioneros, no nos parece desaforado presuponer que el de Calahorra -ciudad referencial de los vascones no euskaldunes del ager y sede primada de la referida «etnia colonial», probablemente desde el 365- hizo lo posible y lo imposible para hacerse con su gestión diocesana y para emprender la ardua tarea de convertir a los únicos que aún permanecían paganos en su seno: los euskaldunes del saltus.

Para iniciar el expediente de consagración de una aglomeración como sede episcopal eran imprescindibles cuatro condiciones: la existencia de un colectivo nativo culturalmente homogéneo, de una civitas de cierto empaque, de una cierta masa crítica de catecúmenos y de centros de culto y de un prelado elegido por el clero y por el pueblo. Probablemente todo esto -menos lo último- se cumplía ya en Pampilona a finales del primer tercio del siglo V.

A nuestro parecer, las sedes pioneras -Tarraco y Caesaraugusta- recibieron el encargo de gestionar su correspondiente horizonte conventual, estrategia ligada al aliento misionero que sobredominaba en el valle del Ebro a la Iglesia del momento. A los obispos competía impulsar sin tregua ni desmayo la intensificación catecumenal y la densificación jurisdiccional. De esta manera se vino a consolidar en cada espacio conventual un proyecto de expansión diocesana que imponía la iniciativa de la sede primada en la creación de un emparrillado de proyección arborescente. Esto fue lo que cortó en seco en el Conventus Caesaraugustanus la abrupta interposición del obispo Silvano y le ganó por varios siglos la enemiga del pontífice de la gran capital del Ebro.

En definitiva, pues, Pampilona fue elevada a la condición de sede episcopal el año 456, circunstancia que no pudo por menos que venir a confortar a los ciudadanos en los muchos frentes que tenían abiertos durante la crisis y caída del Imperio Romano. Para desgracia de todos, carecemos de información sobre la actividad pastoral y, cuando afloran algunos indicios sobre los intereses de su curia, tanto a la caída del Imperio como durante el período visigodo, parecía menos preocupada por la misionerización de los euskaldunes que por la participación en las querellas que cuarteaban a la Provincia Ecclesiástica Tarraconensis -ignorando a tal efecto determinadas convocatorias sinodales y conciliares- y en jugar el juego de las facciones políticas que tanto socavaron los fundamentos del estado hispanogodo en los últimos momentos. Ante la ausencia de datos, nuestra intuición nos arrastra a suponer que la sede pampilonense apenas se enganchó a la conversión de los vascones euskaldunes del saltus, circunstancia que nos lleva a descartarla como entidad implicada en la salida de una significativa fracción de los mismos hacia la depresión vasca.

No tengo muchas ganas de preparar una entrada sobre indigenismo paleo-euskérico (ver entrada de 27.04.2016 en la que arremetía contra el «dogma historiográfico de una supuesta continuidad ininterrumpida de la cultura vasca desde la prehistoria»), pero ayer, la publicación del libro Irati. El arte de la película, así como algunos comentarios que han ido apareciendo por aquí, me hizo darle un par de vueltas a esta idea. Ya sabemos que la película está basada en un cómic (El ciclo de Irati de J. Muñoz Otaegui y Juan Luis Landa), sin pretensión de tener veracidad histórica, pero muchos de los mitos que se recogen son tomados como ciertos por gran parte de la opinión pública vasca: llegada tardía del cristianismo, pervivencia del paganismo, esencias preindoeuropeas de la cultura vasca (prácticas funerarias en dólmenes sic, culto a Mari, etc.). En fin, mi visión del siglo VIII dista mucho de lo que se plasma en esa, por otra parte bellísima, obra de Paul Urkijo.

Joseba, ezagutzen al duzu bere kontakizunetan fantasia eta mitoak sartu ez dituen herririk?
Adibidez, datorren larunbatean Hispanitatearen eguna ospatzera behartuta gaude han eta hemen eta, arraioa !, nolako ospakizunak gainera: autoritate gorenak, uniformeak, armak, indar erakustaldia…
Urteroko Hispanitate esentzialista horrekin konparatuz, Irati pelikula poesia da, poesia hutsa. Ez zaizu iruditzen?

Zure lagun batek Twiterren, duela ez asko, esan zuena: mitoekin sartzen hasi eta beti euskal mitoekin sartu behar hori ere…

Pilarikako Ama Birginak bene-dika (on zori?) gaitzan. Gabon.

No es que sea exagerada o estereotipada la imagen de unos paleoeuskaldunes resistiendo a la cristianización en las montañas, como último rescoldo del paganismo. Es que los hallazgos arqueológicos y epigráficos de los últimos años apuntan más bien a la direccionalidad opuesta: son los euskaldunes los que, jerarquizados a partir de la diócesis euskaldún de Pamplona, en su expansión del siglo VI euskaldunizan y a la vez cristianizan primero Álava (donde construyen la basílica con baptisterio de Dulantzi), y desde allí, pasando a la vertiente atlántica, el “saltus” occidental, erigiendo pequeñas iglesias privadas que acompañan a los poblados en medias laderas (denominadas “monasterios” en los documentos alto- y plenomedievales), a veces junto a necrópolis cuyas estelas nos transmiten los primeros antropónimos con formantes euskéricos y a la vez los primeros testimonios de cristianismo: In dei nomine ego Nuninco…, con sufijo paleoeuskérico -ko (esto es lo que pone en la estela discoidal de Abadiño, repito que es una leyenda urbana que en la misma ponga Iauninco).

Itinerario cristianizante (más que “cristianizador”, es obvio que difícilmente podríamos hablar de una Álava o Bizkaia paganas en los siglos VI-VIII), jalonado por el hilo conductor del culto a San Martín (San Martín de Dulantzi, San Martín de Finaga, San Martín de Tours de Forua…), santo patrón de los merovingios y héroe civilizador de nuestro folklore.

Ya sé que todo esto está cogido con hilvanes pero la Iglesia de la llanada alavesa y la de la Rioja Alta ya tenían relaciones anteriores: San Prudencio siglo VI, San Felices siglo V, San Millán siglo VI. Y ya en el año 759 el monasterio del alto Tirón con monjas con nombres euskaldunes. Y aunque no se pueda afirmar nada con seguridad el que tanto el templo de San Felices de Bilibio y San Millán esten relacionados con deidades indígenas del siglo I o II es indicativo de la antigüedad en la relación religiosa de las dos áreas.

No puedo evitar hacer publicidad de un trabajo de un buen amigo: IGLESIAS RUPESTRES VISIGOTICAS EN ALAVA. La Capadocia del País Vasco o el complejo rupestre más importante de Europa. La Gran Enciclopedia Vasca 1976.

El complejo de grutas, capillas e iglesias rupestres situado al norte de la sierra de Cantabria en terreno de Álava y del condado de Treviño…

En mi mensaje ya estaba matizado lo de “cristianizar” en los siglos VI-VII. Al menos en referencia a Álava. Al otro lado de Barazar, Urkiola y Arlabán, a saber en qué creían y cómo. Supongo que en el dios Dialco, ya no. Pero seguro que, a quien oraran, lo hacían ya en latín provincial. Lo que he dicho es que el vector euskaldunizador de los siglos VI-VII es también un vector cristianizador en el sentido de que propaga una forma organizada de cristianismo, católica (frente a la arriana que domina en la península hasta Leovigildo), y que se expande jerarquizadamente desde Pamplona, con el culto a San Martín como estandarte y a juego con la fragmentación dialectal (Vasco Común > Vasco Occidental, etc.). En lo demás, como casi siempre que me interpelas, deslizas varios “red herrings” que nada tienen que ver con lo que digo, o con la cronología y/o ubicación a la que me refiero.

Perdona otra vez ya voy a tratar de evitarlo.
Lo que quería debatir era que existían «cuevas cristianas» en Alava en conexión con el mismo fenómeno de la Rioja-Alta-Sonsierra en ese periodo.
El Arrianismo no fue dominante en la sociedad hispana.
Solo entre la élite visigótica. Los concilios de Toledo del siglo IV,V,VI son todos católicos.
No pudo haber una expansión del catolicismo frente al arrianismo

Por otro lado el culto a San Martin de Tours que señalas es significativo porque ese culto es bien recibido entre los sectores priscilianistas (una herejía que sabemos estuvo extendida en el norte hispánico y aquitania).
Se piensa incluso que San Martín pudo haber sido cripto-priscilianista (cf. SAN MARTIN DE TOURS Y EL PRISCILIANISMO, Antonio García Masegosa. Universidade de Vigo).

El priscilianismo es un fenomeno condenado expresamente en creo todos los concilios hispanos de la época visigotica. Prisciliano, obispo de Ávila, condenado por Roma y ejecutado (nunca había ocurrido algo así, lo que convulsionó todo el cristianismo universal).

Seguro que San Prudencio tuvo que sacarse su correspondiente perfil de riojano alto (C1) para poder «inundar» con su elocuencia a toda la diócesis calagurritana y aledaños…

Nos mantenemos en el compromiso de buscar y, si es posible, encontrar al sujeto o conjunto de sujetos históricos susceptibles de dar cuenta razonada de la detonación que provocó la salida de una cierta fracción de los vascones euskaldunes desde la fachada meridional del Pirineo occidental hacia la depresión vasca. Hasta el momento, hemos negado capacitación como inductores de la misma a la civitas de Pamplona por su ensimismamiento romanizante (desde los años setenta del siglo I a. C.), a los rusticani por su endeble entidad y operatividad (407/409), a los bagaudas por su hoja de ruta (441-454), a la sede pampilonense por su dispersión de atenciones (desde el 465), al dux Francio por su ámbito de acción (470-574) y al Comitatus Vasconiae por su tardía configuración (621-711).

Antes de seguir adelante con este apasionante escrutinio histórico, debemos establecer con la máxima precisión posible en beneficio del lector el muy diferente contenido espacial que venimos atribuyendo al territorio vascón en la prehistoria avanzada y durante la romanización. Hasta el Bronce Final hemos caracterizado a estas gentes como una “etnia aborigen”, encuadrada al norte por la línea de cumbres del Pirineo occidental, al sur por el curso del Ebro, al oeste por el río Leizarán y los bordes orientales de la Cordillera Ibérica y al este por el “Aragus flumen” (el Aragón Subordán). De este notable escenario, el tercio septentrional -correspondiente a las tierras altas: el “saltus”-, era de lengua euskaldún y de economía predominantemente pastoril y los dos tercios restantes -prorrateados por las tierras medias y bajas: el “ager”-, de lengua ibera cantabriense y de economía prioritariamente cerealícola.

En tiempos de los romanos, por contra, hemos definido a los vascones como una “etnia colonial”, es decir, creada artificialmente por la potencia conquistadora mediante la adicción de los segmentos montanos y llaneros de dos “etnias aborígenes” arrumbadas: la de los propios vascones y la de los iacetanos. Se extendía por un escenario ecogeográfico y económico parecido al arriba descrito para época tardoprehistórica en lo que respecta a los tres primeros puntos cardinales, pero se prolongaba hacia levante hasta el curso del “Gallicus flumen”. Sugerimos que esta configuración colonial fue ideada y llevada a la práctica por Pompeyo en el contexto de la reordenación geoestratégica que realizó de la Cordillera Pirenaica tras su victoria sobre Sertorio.

Como cabe fácilmente comprobar, en esta entrada del blog hemos circunscrito nuestra atención al espacio vascón de época romana (Vasconia más Iacetania) y, dentro de él, al segmento montano occidental, objetivo prioritario de nuestro interés científico actual. Ahora bien, el ámbito vascón de época romana era -como ya hemos adelantado- mucho más que eso. Y antes de proseguír la tarea prospectiva que tenemos entre manos, merece la pena que echemos un vistazo geohistórico al resto del tramo montano. Para ser operativos, cabe diseccionarle, en primera instancia, en dos horizontes latitudinales: uno coincidente con la línea de cumbres y otro con la vertiente meridional. En segunda instancia, cabe diseccionar esta vertiente meridional en dos segmentos longitudinales: uno, centro-occidental, encuadrado por el borde Atlántico y la vertical de Pamplona, y otro, centro-oriental, limitado por dicha vertical y el curso del río Gállego.

En todas las ocasiones en que hemos hablado de detonación nos hemos referido exclusivamente a los habitantes del segmento centro-occidental de la vertiente meridional, Ahora, queremos aclarar que también tuvieron historia propia tanto los inquilinos de la línea de cumbres arriba mencionada como los del tramo centro-oriental de la vertiente meridional. Una historia que se desarrolló conjuntamente con la que viene centrando nuestra atención y probablemente impulsada por las mismas causas. En efecto, por el tiempo en que los vascones atlánticos de la vertiente meridional del Pirineo occidental recibían la detonación que les habría de desplazar hasta el País Vasco actual, los vascones de la línea de cumbres mantenían una actividad bélica muy agitada -ataques a la comitiva de Muza Ibn Nusayr el 714, a la retaguardia de Carlomagno el 778 y a la aceifa de Abderrahman I del 781- y los vascones del segmento centro-oriental de la fachada meridional practicaban el bandidaje social bajo dos formatos sucesivos: primero, rapiñando las campiñas del Ebro -a lo que respondieron Ervigio el 610 y Suinthila el 621- y, después, pactando mercenariatos con el mejor postor: caso de Froya el 652, de los coaligados contra Wamba el 673 y de los enemigos del rey Rodrigo el 711.

La historia de los vascones es, pues, bastante más que la historia de los que habrían de desplazarse hacia el País Vasco actual y ni tan siquiera la de éstos es la más impresionista y fascinante. Así, en tanto que a los desplazados apenas les mencionan las fuentes, a los de las cumbres les califican de “pérfidos” y a los del segmento centro-oriental de “gens effera”. Tres reacciones, pues, bien distintas de los vascones a la ruptura de su mundo tradicional: unos emigraron forzadamente, otros se asilvestraron aún más y otros se transformaron en “latrocinantes”.

Hace tiempo ya cambiaron las tornas del todo. Si en un tiempo bastante anterior los comentarios de índole política se encontraban en un cierto espectro de científicos (quizás comprensible tras 40 años de una dictadura en la que era mejor no decir ciertas cosas) hace bastante que los comentarios politiqueros sin venir a cuento se hallan ABRUMADORAMENTE en el otro espectro. Trifinium es uno de los casos más sonoros

Joseba, quiero agradecerte por este foro de primera categoría referencia en red.

La gran mayoría no sería capaz, hoy, de llevar adelante este proyecto en común, la dedicación que implica, el interés que despierta. Tolerancia paciencia extrema y respeto que demuestras durante tanto tiempo. Todo un ejemplo digno de admiración y envidia.

Hoy, las redes padecen del clima de nuestro tiempo donde la verdad, la racionalidad y el pensamiento crítico no venden. Parece natural la mala educación y falta de respeto.

Gracias, Paloma. El mérito es vuestro, de las y los participantes. Se ha congregado mucho conocimiento y talento en Trifinium. Me siento muy honrado. A ver si somos capaces de mantener el tono civilizado del debate. ¡Un abrazo!

Avanzamos a marchas forzadas hacia el desenlace del escrutinio de los factores que provocaron el estallido del mundo pirenaico euskaldún y, si bien conocemos ya el tremendo impacto que provocó en dichas gentes -“unos emigraron forzadamente, otros se asilvestraron aún más y otros se transformaron en ‘latrocinantes”-, estamos todavía bien lejos de poder fijar la causa.

Muchos hemos sido los que hemos conferido -yo, también, y no hace tanto- una importante capacidad centrifugadora a los procesos bélicos que se abatieron sobre el espacio que nos ocupa. Para percibirlos mejor, los ordenaremos en dos grandes conjuntos: los que incidieron desde el norte y los que lo hicieron desde el sur.

Entre los protagonistas de aquéllos, cabe rememorar a los alamanes en tiempos de Galieno (260-268), a los visigodos de Ataulfo y Valia en torno al 318 y a los suevos, vándalos y alanos entre los años 407 y 409, inicialmente contenidos por los rusticani. Son de reseñar, igualmente las campañas de Eurico desde el 473 y de los visigodos contra los suevos a mediados de la quinta centuria, al igual que la imparable migración de los visigodos (478-507). Para concluir, mencionaremos con énfasis la entrada el 541 por la vertical de Pamplona de una hueste merovingia de cinco reyes, capaz de rapiñar durante cincuenta días el valle del Ebro pero incapaz de asaltar Cesaraugusta.

Entre las acometidas meridionales rememoraremos las idas y venidas de los suevos a la Gallia (443), los movimientos de Eurico en la segunda mitad del V y sus repetidos enfrentamientos con la aristocracia de la Tarraconense, los retornos de los visigodos a su reino tras desmantelar a los suevos, el aplastamiento de los cinco reyes merovingios en los desfiladeros por iniciativa de Teudis y bajo la dirección del general Teudiselo, y, finalmente, el ataque de Leovigildo el 581 que deparó la ocupación de “partem Vasconiae”.

Tamañas agresiones no son para nada menospreciables, pero tampoco cabe magnificarlas: no fueron producto de un plan, ni estuvieron coordinadas, fueron en su mayoría meros tránsitos de tropas y de gentes por las vías romanas intramontanas, sin repercusión en los valles colaterales, y entre ellas hubo ciertos períodos de tranquilidad.

De hecho, las dos más potentes no parecen haber molestado excesivamente a los euskaldunes intrapirenaicos: la hueste del 541 debió procurarles -más bien- grandes cantidades de armas abandonadas en los desfiladeros por los masacrados merovingios y la conquista de Leovigildo no afectó a los pirenaicos sino -más bien- a los inquilinos del somontano del País Vasco actual, solo consignable como vascón por esas fechas en la medida en que se percibía como parte del Condado de Vasconia en incipiente construcción.

A nuestro parecer, solo cabe emprender el estudio de la ruptura de los equilibrios internos del mundo euskaldún bajo dos premisas metodológicas: tomando en consideración la totalidad del mismo -es decir, tanto la vertiente continental del Pirineo occidental (Wasconia) como la peninsular (Vasconia, por entendernos)- y otorgando prioridad operativa en el tiempo a la primera de ellas.

Al norte, los detonantes fueron -casi a un mismo tiempo- la campaña de Clotario I el 581 contra los wascones bajo la fallida dirección del general Bladastes y la conquista de Ludgunum Convenarum el año 585 por iniciativa de Gundowaldo. Esta primacía del norte en el desajuste de referencia se encuentra reforzada, además, por el intento de penetración de Gontrán de Borgoña en Hispania el 586, que no cuajó por la ineptitud del general Bossón.

Los efectos de estas agresiones de sentido norte/sur son bien conocidos, unos directos y otros inducidos. Así, en la vertiente continental, se produjo el intempestivo descenso de los wascones de los montes el año 587 y, en la vertiente peninsular, las rapiñadoras incursiones de los vascones que se encontró Recaredo el 588.

Con no poco sentido geoestratégico, el monarca hispanogodo decidió meter su ejército en el corazón del saltus -entre Roncesvalles y el litoral atlántico- para cortar en seco los movimientos de los régulos merovingios y poner coto a las iniciativas de los nativos. Contra éstos puso en marcha la estrategia centrifugadora que parece transmitir el texto de San Isidoro: “ubi non magis bella tractasse quam potius gentem quasi in palaestrae ludu pro usu utilitatis videtur exercuisse”.

Sugerimos que Recaredo acosaba a los euskaldunes desde dentro con maniobras programadas -útiles, variadas, repetitivas y sistemáticas, a la manera de las que habitualmente se planifican y ensayan en la palestra-, encaminadas a clarear demográficamente el saltus. Se trataba, en definitiva, de la aplicación de una cierta modalidad de “tierra quemada”, ya que era la presencia de inquilinos en la vertiente sur la que atraía la atención de los dinastas de la fachada septentrional.

Estas maniobras surtieron efecto en un tiempo prudencial, provocando, entre otros, la migración de un relevante contingente de pastores euskaldunes hacia la depresión vasca, pero no en seguimiento en este caso de la Vía Aquitana, sino de los caminos que llevaban al espacio intermediado por los bordes septentrionales de la Llanada Alavesa y el litoral cantábrico, dejando huella de su paso -con reihengräberfelder, según los casos- en Kortézubi (Santimamiñe), Basauri (Finaga), Garai (Momoitio), Hueto de Arriba (Los Goros), San Adrián de Arguiñeta y Nanclares de Gamboa (Aldaieta).

Se trataba de euskaldunes -y, muy probablemente, de colectivos asociados- que en los espacios más despejados se transformaron por necesidad en agropecuaristas y se convirtieron al cristianismo en el decurso de la centuria que media entre los años 588 y 673, cuya expansión geográfica venía determinada por el desdoblamiento demográfico generacional que imponía su nueva forma de organización de la supervivencia: la pequeña explotación agropecuaria familiar. Cabe identificarles -a nuestro parecer- con las gentes que Wamba atacó desde “Cantabria” -desde el Ducatus Cantabriae- el año 673 con la intención de contenerles dentro de los márgenes espaciales del Comitatus Vasconiae recién fundado.

Es manifiestamente evidente que esta explicación/descripción de porte tan general deja en el aire no pocos importantes aspectos sectoriales y de detalle, que intentaré abordar en este blog con calma, si las condiciones lo permiten. De momento, me tomaré un respiro. Entretanto, tal vez puedan servir de alguna ayuda a los interesados en la dinámica de tan fascinante problemática las páginas salteadas que dediqué hace ya algún tiempo al tema de los euskaldunes en este libro descargable.

Muchísimas gracias, Cantaber. Veo que a través del enlace es posible descargarse el libro en PDF. Realmente aportas información que enriquece enormemente el debate. ¡Un muy afectuoso saludo!

¡Buenos días! Hoy es 15 de octubre de 2024 y, aprovechado que a propuesta de la Organización Mundial de la Salud se celebra el día mundial de la Higiene de Manos, voy a hacer un poco de limpieza, con permiso de Paloma, Arandio, Antton y Adrían. Voy a echar para atrás (que no a borrar) algunos de los comentarios fuera de tono que se han producido estos últimos días y reubicar el debate sobre el nombre oficial de la Sierra de Cantabria en esta página, donde podemos seguir intercambiando opiniones y datos en relación con esa polémica, dejando libre este espacio para Aldaieta.

Te agradezco el gesto, Joseba. Creo que, aunque algunos me consideréis una mosca cojonera, no suelo sobrepasar ciertos límites. Podré tirar de un poco de ironía y de sarcasmo, pero creo que dentro de unos niveles aceptables, no ofensivos. Otra cosa es que cuando a uno le contradicen sus ideas eso le ofenda, pero es problema suyo.
Repito, te agradezco que me toleres aquí, te agradezco el gesto de haber reorganizado los últimos comentarios, y te agradezco también que compartas con los demás tus ideas.
Por cierto, si algún día se me fuera la pinza a mí, que lo veo difícil, me gustaría que tuvieses la centésima parte de tolerancia de lo que has tenido en esta ocasión.
Agur bero bat ta eskerrik asko.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.