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Joaquín Gorrochategui (2009)

Estoy en deuda con Aguloscuro por descubrirme esta fabulosa publicación. Pero aún más en deuda estoy con el autor de la ponencia, Joaquín Gorrochategui (2009).

Acta Palaeohispanica XAdelanto que hago estas alabanzas desde la discrepancia, grande en el primer caso y menor en el segundo. Con Joaquín sólo me atrevo a discrepar en lo opinable, porque en lingüística histórica él es indiscutiblemente la autoridad (en el sentido que este término tiene en el mundo académico, no en el castrense). Si el tema de debate fuera la lingüística computacional, me sentiría más confiado que él; pero no es el caso.

Porque hay cuestiones que son opinables y otras que no,  o lo son menos, sobre todo si uno no es «par«, es decir, si no tiene una experiencia similar a la persona con la que discute. Se me ocurren varios ejemplos: el pescador y el pescatero, cuyo género añadimos a la cesta de la compra, entienden seguro mucho más de pescado que nosotros (sobre su estado de salubridad, sazón, o frescura); o el director de orquesta más de la partitura que interpreta; o el médico especialista más del diagnóstico de nuestra dolencia. A quien pretenda lo contrario el diccionario ofrece diversas calificaciones: necio, cretino, majadero… (Espero no hacerme acreedor de ninguna de ellas en el desarrollo de esta entrada.)

Voy a repasar pormenorizadamente la ponencia de Gorrochategui, que no tiene desperdicio.

  • Joaquín Gorrochategui (2009). Vasco antiguo: algunas cuestiones de geografía e historia lingüísticas. Palaeohispánica (9):539.

Son seis secciones. En la primera menciona la falta de datos directos disponibles para conocer el estado del euskera en la Antigüedad (y excluye los falsos de Iruña-Veleia). En la segunda aborda cuestiones metodológicas concernientes a los datos indirectos. La tercera sección, más larga, se dedica a la epigrafía vasca hallada recientemente en Soria. En la cuarta entra a discutir una frontera lingüística observada en la cuenca del río Leizarán. En la quinto aborda la onomástica indoeuropea alavesa y en la sexta rescata tres evidencias en favor de una vasconidad antigua en el País Vasco.

1. Datos directos

Comienza con una referencia a los óstraca hallados en Iruña-Veleia:

Los textos vascos [de Iruña-Veleia], datados por los arqueólogos en una horquilla temporal que iba del s. II al s. V d.C., revolucionarían nuestro conocimiento sobre ese periodo de dos maneras muy precisas:

  • en primer lugar, se acabaría la reiterada polémica sobre la vasconidad antigua de las provincias vascas, en especial de la capital de los caristios, zanjando la cuestión de un modo incontrovertible a favor de su carácter vasco;
  • y por otro, nos proporcionarían datos preciosos sobre el estado de la lengua vasca en esa época, aumentando así considerablemente nuestra perspectiva histórica sobre los orígenes, o al menos, sobre fases verdaderamente antiguas del vascuence.

Es pertinente llamar la atención sobre el primer punto porque es el polémico. Hay que subrayar que Gorrochategui, pese a los embates que recibe de los denominados «veristas» por haber denunciado la falsead de los hallazgos, comparte con ellos la certeza de la vasconidad antigua de la capital de los caristios (o Vitoria la Vieja, como se refería a ella un diputado general de la provincia en el siglo XVI).

Pero es una certeza que muchos otros negamos, al menos hasta el siglo VI (a partir de Voillé, 507), momento en que se produce la vasconización (o aquitanización, como matizaría Azkarate). Por desgracia, los graffiti no ayudan a despejar la incógnita:

Como todo el mundo sabe, los hallazgos se han revelado falsos. No es mi intención dar cuenta ahora de los muchos aspectos relacionados con el desarrollo de la investigación de estos textos, aunque se trate de un capítulo interesante, y hasta apasionante, del descubrimiento de la mayor falsificación moderna de textos antiguos de época romana.

Se lamenta de que la mayoría haya volcado su atención sólo en la polémica de la vasconidad antigua de Iruña-Veleia, frente a otros aspectos tanto o más relevantes para la lingüística histórica vasca.

Pero a los filólogos vascos y lingüistas en general nos interesaba especialmente el segundo aspecto.

Y ha sido precisamente este lado de la cuestión, es decir, la constatación de que los datos proporcionados por los óstraca de Iruña no avanzaban ni un ápice nuestro conocimiento de la protohistoria del vascuence, lo que hizo que desde muy pronto contempláramos los hallazgos con una fuerte dosis de escepticismo.

En las siguientes líneas aporta las tres principales incongruencias que destaparon la falsedad:

  • forma genitival con -n final («atare, entendida como genitivo singular de ata ‘padre’, es lo que uno esperaría para una época alto-medieval»);
  • pérdida de -n- intervocálica y de la aspiración subsiguiente en tercera sílaba ya cumplidos (*arrani > araina);
  • presencia del artículo -a, que es una gramaticalización a partir de pronombre demostrativo de lejanía, al igual que en romance, como los topónimos en -ha, -zaha de la Reja de San Millán han venido a desvelar en «un capítulo verdaderamente relevante en la historia del consonantismo vasco (Igartua 2006)».

Protesta por ello ante las opiniones vertidas — un poco a la ligera— por algunos filólogos:

A nosotros, como especialistas de la Antigüedad y acostumbrados al estudio de textos antiguos, nos parece impensable un divorcio entre ambas caras del documento epigráfico (y en realidad estos falsos han demostrado que hacemos muy bien en estudiar los documentos en todos sus aspectos materiales y formales), pero a ciertos filólogos modernos (y no hablo de simples licenciados), que no han tenido experiencia directa con la documentación epigráfica antigua ni poseen una idea correcta de la evolución que experimentan las lenguas, les parece ‘posible’ que las piezas vascas sean auténticas.

Cita en concreto a un reputado lingüista, premio Euskadi de Investigación, que pese a no ser especialista en lingüística histórica aceptara que «el vasco pudiera ser una especie de lengua fósil, que no ha cambiado significativamente sus estructuras lingüísticas con el correr de los tiempos.»

Asimismo se refiere a un «dr. en filología vasca » que de manera ostentosa «ha defendido la autenticidad de los óstraca vascos de Iruña-Veleia con argumentos aparentemente lingüísticos.» Nótese la fuerza del matiz que introduce con el adverbio «aparentemente».

2. Datos indirectos

Reconoce por otro lado que la falta de datos directos de la situación en la Antigüedad obligan a especular con los datos indirectos para abordar «nuestro objetivo de delimitar geográfica e históricamente la lengua, así como el de describirla lingüísticamente».

Desde el punto de vista de la vasconización tardía, la siguiente afirmación es fundamental (negritas nuestras):

Me parece que está totalmente admitida la idea de que el núcleo territorial del vasco antiguo, comprobado por abundantes datos onomásticos de nítida claridad, se encuentra en los sectores central y occidental de la vertiente septentrional de los Pirineos, bajo la forma que denominamos aquitano.

Hago hincapié en la atemperación de la rotundidad en lo que sigue, porque es donde se concentran las discrepancias:

Me parece también fuera de toda duda la idea de una presencia del vasco antiguo al sur de los Pirineos, especialmente en el territorio propiamente vascón, gracias a documentación onomástica que ha ido apareciendo en la zona a partir de los años 60 del siglo pasado.

Ahora ya no se habla de «nucleo territorial» sino de una presencia al sur de los Pirineos que elementos onomásticos encontrados en décadas recientes parecen atestiguar. Sobre lo que hay discrepancias es sobre la valoración cuantitativa y lo que ello implica desde el punto de vista etnolingüístico. Cualitativamente su valor es inestimable.

Se vuelve de esta forma, en parte, a la idea tradicional, que siempre ha identificado al vascuence como la lengua propia de los Vascones, a partir de la inequívoca vinculación existente entre ambos términos desde los inicios de la documentación medieval.

En este párrafo Gorrochategui ha utilizado una licencia objetable. Diría más, ha utilizado un anacronismo inadecuado (de resonancias extremadamente modernas), vg. definir  «el vascuence como la lengua propia de los vascones» (sic).

Porque lo cierto es que no parece que la mayoría de los vascones se expresaran en euskera a partir del siglo I (y no antes del VI). Y es asimismo muy cuestionable que lo hicieran antes de ese siglo. Las evidencias onomásticas que apuntan a una lengua de tipo indoeuropeo son cuantitativamente muy  superiores a las que se han venido aportando para el euskera.

Pero la lengua es una particularidad arriesgada para definir cuestiones de etnicidad. Por la información que tenemos no parece que las etnias prerromanas fueran homogéneas en lo lingüístico y mucho menos monolingües. Incluso hoy en día el monolingüismo es la excepción, salvo en los lugares en los que los esfuerzos de las  políticas culturales uniformadores de los estados-nación han cumplido sus objetivos con éxito.

La crítica a que tal vinculación debiera extenderse también a época antigua, sustentada en la carencia de todo vasquismo perceptible en la Antigüedad, como ya apuntó Gómez Moreno y siguieron otros investigadores, carece de fundamento tras la aparición de documentación positiva en este sentido.

De nuevo el autor se excede en sus valoraciones, aplicando una flagrante metonimia a la interpretación de los datos recogidos. Evidentemente Gómez Moreno tuvo más motivos que nosotros para negar la «vasconidad» de várdulos y caristios, porque hasta la década de 1960 no se encuentra «documentación positiva»; pero la evidencia hallada después de esa fecha es muy parcial (extremadamente parcial) y para nada general como él mismo reconoce:

Quedan abiertos, sin embargo, muchos puntos interesantes que afectan a la verdadera extensión, intensidad y cronología de la presencia de la lengua vasca al sur de los Pirineos, así como a su incidencia en la formación de la etnicidad vascona.

3. Epigrafía vasca en Soria

En este sentido es sumamente relevante la documentación aparecida en las cuencas de los ríos Cidacos y Linares, que son afluentes del Ebro, en la vertiente mediterránea de la orografía soriana (y a la que dedicaremos una entrada monográfica). Se trata de una onomástica que muestra

una situación de frontera lingüística en época romana altoimperial [siglo I a C – III d C] , que como todas ellas pudo variar, es decir, avanzar y retroceder, a lo largo del tiempo según diversas situaciones sociopolíticas y sociolingüísticas.

No descarta que se tratase de una población inmigrada a partir del siglo I, lo cual implicaría

la existencia de un territorio originario en el valle del Ebro y al otro lado del río con un fuerte indigenismo lingüístico vascón.

Lo que sí descarta aparentemete (no he visto que lo haga de forma explícita) es que pudiera traterse de una población inmigrada en época prerromana (anterior al siglo II a C).

4. Frontera de Leizarán

En el siguiente apartado analiza la situación lingüística del territorio de várdulos y caristios, que comienza calificando como controvertida.

Aunque tradicionalmente el País Vasco ha sido considerado como parte integrante del ámbito éuscaro, hay argumentos de relieve que apuntan a una vinculación más estrecha con zonas indoeuropeas de la Meseta norte,

  • en especial la mayoría de la toponimia várdula y caristia trasmitida por las fuentes clásicas,
  • así como la antroponimia de Álava y de la merindad de Estella (Navarra).

Reconoce que estos datos han permitido defender «el carácter originariamente indoeuropeo del País Vasco y, hasta de todo el territorio vascón al sur de los Pirineos». Cita entre los más relevantes a:

Contra la opinión de Villar de atribuir a los hidrónimos Nervión, Plencia, Deva, Urola y Cadagua un origen indoeuropeo antiguo, aduce son

explicables desde el celta (Deva y Nervión) o desde el latín (Plencia es derivación de Placencia, y Cadagua remite como ya explicó Michelena 1981 a un *cap d’agua).

En las líneas siguientes Gorrochategui retoma la frontera cultural y lingüística entre vascones y sus vecinos occidentales en el curso del río Leizarán a la que hacen referencia autores como Xabier Peñalver (2005, 2009). Dicha frontera

  • por un lado es el límite occidental de la distribución de cromlech de altura, que se localizan desde aquí hasta Andorra a ambos lados de la línea axial de los Pirineos y,
  • por otro, es también el límite occidental de los topónimos en -os («considerado como indicativo inequívoco de la aquitanidad del territorio y reflejo de la extensión de la lengua aquitana preromana […] equiparable a sufijos aquitanos presentes en la onomástica (cf. Ilunn-o / Ilunn-os-i)»).

Estos dos datos, añadidos a lo observado en la toponimia, hidronimia y antroponima reforzaría la «divisoria este/oeste entre vascones y sus vecinos occidentales, antes que a una frontera norte/sur a ambos lados de los Pirineos». Esto es justamente lo que esperamos en la hipótesis de la vasconización tardía, porque el flujo vasconizante  debió expandirse por la calzada 34 en sentido poniente.

Gorrochategui hace las siguientes puntualizaciones a esta divisoria:

  • La coincidencia entre cromlech y topónimos en -os no es total «ya que los cromlech se localizan en una zona muy estrecha de los Pirineos, en una franja que oscila entre 5 y 40 km. del eje central de la cadena (Peñalver 2004: 230),
  • mientras que la distribución de los topónimos es mucho mayor, abarcando toda la Aquitania, y gran parte de Navarra y Huesca.
  • Además «los túmulos de piedras son de la Edad del Hierro,
  • y no conocemos la cronología precisa de los topónimos: «aunque el origen de la formación debe anclarse en la lengua aquitana, existen topónimos que han sido creados en época plenamente romana, sobre nombres de persona latinos: Baliròs, sobre Valerius, Lauròs, sobre Laurus, Vidalòs, sobre Vitalis, etc. (Rohlfs 1970:30)».
  • Existe además otra circunstancia totalmente llamativa: su gran cantidad, que en principio no sería esperable para topónimos que remontan a una época prelatina, de suerte que uno puede pensar que, al igual que los topónimos galoromanos en -acum conocieron todo su esplendor cuando se integraron en la lengua latina, de igual modo estos topónimos en -os mantuvieron su vitalidad en el latín y romance posterior.
  • Lo que contrasta con  «la carencia total de este sufijo en los topónimos antiguos de Aquitania, a excepción quizá de Boios (documentado en el tardío Itinerarium Antonini)».

En Leizarán coincidirían por tanto dos fenómenos de cronología diferente, lo que en lugar de invalidar su función de frontera la reforzaría «por tratarse de fenómenos que encajan en procesos de más larga duración».

Añade que estos topónimos en -os «debilitan la hipótesis de una vasconización tardía del País Vasco, bien desde el norte o bien desde territorio vascón, en una época en que presumiblemente estuviera en vigor su formación». Pero yo no entiendo muy bien el argumento. Si los topónimos se encuentran al este de la divisoria de Leizarán ¿en qué afectan a la idea de una expansión del euskera hacia occidente en época tardoantigua? Si

  • por un lado, la sufijación en -os de los topónimos se debe a un sustrato vascoaquitano (cf. Ilunn-o / Ilunn-os-i)», y
  • por otro se produce en época y áreas ya romanizadas (como prueban los topónimos derivados de antropónimos latinos: Baliròs, sobre Valerius, Lauròs, sobre Laurus, Vidalòs, sobre Vitalis),

¿no refuerzan estos datos justamente la interpretación más congruente con la hipótesis que defendemos? A saber, que la expansión del fenómeno [sufijo en -os] se produjo como efecto de la romanización en áreas de sustrato o influencia prerromana aquitana, y no en áreas sin sustrato o más alejadas a dicha influencia hasta época muy posterior.

5. Onomástica alavesa

Más adelante, Gorrochategui vuelve a constatar que la onomástica personal en el País Vasco prerromano es de origen indoeuropeo «con excepción de los dos nombres aparecidos en San Roman de San Millán y el problemático de Iruña (Illuna?)» en Álava. Se añade a ello lo ya apuntado sobre los hidrónimos Nervión o Deva, que son celtas, o Plencia y Cadagua, que son latinos. Lo que le lleva a reconocer los «pocos y problemáticos datos antiguos en favor de una presencia vasca en zona caristia«.

6. Evidencias de vasconidad antigua

Con todo, pese a la abrumadora superioridad de evidencias que hacen dudar de la vasconidad antigua, Gorrochategui no da su brazo a torcer y las trata de «relativizar» rescatando tres cuestiones que mantienen vivo el debate («ante la opinión de quienes piensan que este territorio perteneció desde antiguo a la zona lingüística y cultural indoeuropea, habiendo sido vasconizado en época postromana»):

  1. En las zonas indoeuropeas vecinas, occidentales y meridionales, en las que la onomástica celtibérica o de origen razonablemente celta es mayoritaria, ésta viene trasmitida frecuentemente a través de denominaciones onomásticas en las que la mención a la gentilidad es muy importante. Solo hallamos una mención de gentilidad (más alguna otra muy problemática) en toda la abundante onomástica céltica de la llanada Alavesa y este de Navarra; se trata de epígrafe de Iruña CIL II 5819 (Elanus Tu/raesami/cio Ambati / f(ilius) an(norum) XX).23
  2. Topónimos terminados en -ica (Gernika, Sondika, Gabika) con sufijo céltico -ico/-a (como los várdulos Gabalica, Tullica), que pasan al latín con sonorización (Luzaga < Lutiaca).
  3. Topónimos vascos con rasgos fonéticos latinos de bastante antigüedad: Guircu (que mantiene el timbre vocálico de la -i breve), Getaria (procedente del latín caetaria ‘fábrica de pescado’)

Todos estos datos (sic) van en contra, en mi opinión, de una introducción tardía del vascuence en el País Vasco, digamos en época visigoda o franca (trayendo a veces a colación los hallazgos de influencias francas y aquitanas de las necrópolis de Aladayeta o Fínaga), debiendo ser lengua hablada en la zona en los dos últimos siglos del Imperio.

(La cursiva y el adverbio sic son nuestros.) Los considero tres datos traídos por los pelos, aunquen admito carecer de conocimientos para valorar la relevancia del primero (la ausencia de la mención de gentilidad en la onomástica alavesa). El segundo se refiere a la evolución vasco-romana de topónimos celtas y el tercero a dos topónimos latinos difíciles de explicar desde la evolución fonética romance, pero coherentes con la vasca. ¿No es ésta una forma extrema de defender la vasconidad antigua del País Vasco?
Pese a la argumentación esmerada de Gorrochategui (y con la decepción del fraude veleiense todavía humeante, un par de hapax onomásticos atribuibles al euskera sólo permiten demostrar la regla con la excepción, es decir, el carácter indoeuropeo del País Vasco prerromano, como han postulado tantos especialistas (Gómez Moreno, Villar, Almagro Gorbea y otros).
Conclusión
Estamos conformes con la conclusión final de Gorrochategui (2009):

Como ocurre en las zonas fronterizas, las lenguas pueden avanzar y retroceder, y si además son bilingües, ganar o perder prestigio. Si contemplamos todo el territorio pirenaico y sus extensas zonas llanas a uno y otro lado de la cadena hasta los valles del Ebro y el Garona, vemos que en una perspectiva de larga duración ha habido avances y retrocesos de la lengua éuscara desde sus núcleos pirenaicos a las tierras bajas como en una especie de movimiento en acordeón.

Porque hasta que las poblaciones no se sedenterizaron definitivamente, la práctica de la trashumancia debió hacer a los territorios que abarcan desde el Cantábrico oriental hasta el curso Alto del Ebro singularmente variables y variados en lo etnolingüístico, con aportaciones que no excluyen las transpirenaicas vascónicas (como las halladas en Soria) en épocas muy antiguas.

En la ponencia se constata la profunda huella indoeuropea en el País Vasco, así como los exiguos y discutibles vestigios vascos anteriores a la romanización. Por lo que, pese a los inconvenientes que con esmero ha reunido Gorrochategui, considero que los cuatro primeros argumentos en los que se basa la hipótesis de la vasconización tardía han salido reforzados:

  1. Profunda indoeuropeización anterior a la romanización
  2. Ausencia de vestigios vascos anteriores a la romanización
  3. Profunda romanización  (tanto del ager como del saltus)
  4. Expansión del euskara en la Alta Edad Media

Dedicaremos, con todo, sendas entradas a los contra-argumentos 2 (Almoike/Alboniga) y 3 (Getaria/Cedaria) arriba apuntados, que pondrán a prueba nuestra competencia en gramática histórica (with a little help of our friends). ¿Algún voluntario echa un cable (comentando la reseña)?

7 respuestas a «Joaquín Gorrochategui (2009)»

Se mencionan ejemplos de hidronimia celta como Deba o Nervión y se nos olvidan algunos otros menores, como el Burzaco.

Despachar las evidencias de Gorrochategui sobre topónimos en -ika y en velar que se mantienen hasta la actualidad con un «El segundo se refiere a la evolución vasco-romana de topónimos celtas y el tercero a dos topónimos latinos difíciles de explicar desde la evolución fonética romance, pero coherentes con la vasca. ¿No es ésta una forma extrema de defender la vasconidad antigua del País Vasco?» me parece, cuando menos, pueril.

Dichos fenomenos sólo se pueden explicar desde el euskera o desde otra lengua en la que se hayan mantenido los sonidos originarios.
Dentro de tus comentarios acerca del artículo de Gorrochategui, ese es, sin duda, el más pobre. Anda, cúrratelo un poco…

«evidencias de Gorrochategui» el mismo que decía que uxama podía tener origen euskaro, o helasse, etc.
Sería mejor en su trabajo si dejase su ideología y demás fantasía en el cajón.
Buen curro Joseba, ojala hubiera encontrado este sitio antes.

«Topónimos vascos con rasgos fonéticos latinos de bastante antigüedad: Guircu (que mantiene el timbre vocálico de la -i breve), Getaria (procedente del latín caetaria ‘fábrica de pescado’)»

No parecen ser pruebas muy fiables, y lo mismo que tenemos en México El Encinar y Hontanar siguiendo las evoluciones fonéticas del español, tales topónimos no demuestran sustrato español en México; lo mismo se pensaría para con préstamos ya desaparecidos en el vasco actual (casi como el dialectal ‘kürkürü’, único remanente del latín ‘circulus’).

Amigo Abaitua; en relación al controvertido tema del carácter eusquérico de los Caristios, Várdulos y Autrigones que enlaza con el tema de la Vasconización Tardia y el Vascoiberismo y anunciando previamente que no soy ni mucho menos experto en la materia quisiera apuntar un nuevo elemento para el debate.
En el castro de la Campa Torres tristemente célebre por noticias que no vienen ahora al caso; castro ocupado por la gens cilúrniga -en celta, los caldereros- quizás el oppidum Noega y muy cerca de la actual ciudad de Gijón se ha localizado en las excavaciones que tuvieron lugar restos de un comercio antes de la presencia romana con el área galaica pero también de zonas mas alejadas tanto del Atlántico como del Mediterráneo concrétamente kylix ático, cerámicas campanienses, ánforas greco-itálicas y recipientes kalathoi del área ibérica.
Esto se interpreta como la existencia de rutas comerciales marítimas muy antiguas aprovechadas con posterioridad por los fenicios.
Lo singular del caso es que a partir del siglo II a.C y con la decadencia fenicia se constata la persistencia de un comercio con la zona Atlántica Oriental Cantábrica (ánforas Pascual 1 y las ya mencionadas kalathoi ibéricas de la zona catalana).
Debido a los restos de fauna marina encontrados en el castro Campa Torres se ha llegado a la conclusión de que los cilúrnigos no dominaban el arte de la navegación en alta mar pero se confirma la existencia de una navegación de cabotaje en dirección este-oeste desde el actual País Vasco y Aquitania hacia la zona mencionada e incluso mas allá.
Resumiendo; se sospecha, hay fundadas evidencias, de una ruta marítima de cabotaje entre Burdeos hasta al menos Gijón que aprovecha productos originarios del levante mediterráneo a través del Valle del Ebro.
No hace falta ser muy inteligente para relacionar el tema del vasco-iberismo con Aquitania y las antiguas zonas euskéricas en torno al valle del Ebro tanto en la hipótesis de una relación directa genética entre el Akitano y el Ibérico como en la hipótesis de que el Íbero sea una lengua «pidging», una «lingua franca».
Asi tendria una explicación satisfactoria la extraña situación del íbero-aquitano comprimido entre las zonas de habla indoeuropea en el resto de la Península y en el resto de la actual Francia.
Tendria un significado comercial una lengua no indoeuropea desde Aquitania a través del Valle del Ebro hasta la zona catalano-levantina englobando claro está al sureste francés.
Asi pues si hubiera algo de cierto en este apunte que te hago, amigo Abaitua, se podria conjugar el carácter primitivo indoeuropeo de unos supuestos Várdulos, Caristios y Autrigones -en realidad interpretatios étnico-administrativas romanas con una presencia del eusquera anterior a la supuesta vasconización tardia que pudo darse también y de paso se explicaria asimismo ciertos indicios de rasgos eusquéricos a lo largo de toda la cornisa cantábrica incluso en Galicia; mas débiles cuanto mas se avanza hacia las zonas occidentales.
En fin espero no haberte aburrido pero creo que merece la pena tomarse en consideración este asunto.

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