Ofrecemos en Trifinium la transcripción de esta fundamental aportación al conocimiento de la antroponimia vasca medieval. Se ruega que cualquier mención al contenido remita a la referencia original del autor:
- ‘Antroponimia vasca altomedieval: la aportación epigráfica’
- David Peterson
- Mundos medievales: espacios, sociedades y poder : homenaje al profesor José Ángel García de Cortázar y Ruiz de Aguirre, Vol. 1, 2012,ISBN 978-84-8102-648-1, págs. 795-806
- http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4144503
El texto que sigue es una transcripción parcialmente enlazada del texto original de David Peterson:
“En la Edad Media aparecen en documentos e inscripciones nombres típicos cuya clasificación y distribución geográfica no está aún suficientemente hecha” (Luis Michelena, Apellidos vascos, 1955:20)
Creo que esta observación de Michelena, hecha hace ya más de medio siglo, es todavía pertinente. En consonancia, el objetivo de este trabajo es el de analizar el corpus de antroponimia epigráfica altomedieval publicado por Agustín Azkarate e Iñaki García Camino en 1996 n1, aunque algunos de los nombres que lo constituyen ya eran conocidos con anterioridad n2. Manejaremos unos 46 nombres de persona datados entre los siglos VIII y XI, la mayoría de ellos hallados en lo que hoy es Vizcaya n3. Este último dato es de singular importancia puesto que nuestro conocimiento de la Vizcaya altomedieval, territorio huérfano de diplomática anterior al año 1050, es tan limitado.
n0 Este trabajo ha sido desarrollado dentro del proyecto de investigación “De los cartularios al territorio, la iglesia y la sociedad: edición digital y estudio crítico del Becerro galicano de San Millán de la Cogolla”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (HAR2010-16368).
n1 Agustín Azkarate e Iñaki García Camino, Estelas e inscripciones medievales del País Vasco (siglos VI-XI). I. País Vasco occidental, Bilbao, 1996.
n2 Por ejemplo, Alfonso Irigoien, “Las lenguas de los vizcaínos: Antroponimia y toponimia medievales”, p. 33 y ss.
n3 En este trabajo sólo contemplo los antropónimos que aparecen en la epigrafía altomedieval del País Vasco. Esto excluye otro grupo de inscripciones estudiadas por Azkarate y García y datadas por ellos al periodo visigodo que aparecen en las paredes de las cuevas de Faido y Laño, pueblos limítrofes entre Burgos y Álava en la vertiente septentrional de la Sierra de Cantabria. Tampoco analizo dos nombres (Centuri, Issamenus) recogidos por Azkarate y García de la literatura sobre estelas hoy perdidas.
Índice de contenidos
- 1 El corpus epigráfico
- 2 Glosario de nombres y formas de interés especial
- 2.1 Acenari
- 2.2 And[e]/ran[i], Anterazoni
- 2.3 Aostarri, Aghostar / Ashostar
- 2.4 Cassiani
- 2.5 Cent[u]le, Centule, Centule[z], Quentule
- 2.6 Cudumeris
- 2.7 Emulus
- 2.8 En[e]go
- 2.9 Hobeconi
- 2.10 Hoitarri-ezo
- 2.11 Iaunti
- 2.12 -inemus
- 2.13 Legoar, Lehoari
- 2.14 Momus, Mominus, [¿y Mo- ?]
- 2.15 Mun(n)io, Monico, Munuto, Munin[co]
- 2.16 Nuninc[o]
- 2.17 Paterna
- 2.18 Quiteri
- 2.19 Sanczius
- 2.20 Senproni
- 2.21 Vigilani
- 2.22 Zeiani
- 3 Reflexiones sobre la antroponimia diplomática
- 4 Caracterización de la antroponimia vizcaína altomedieval
- 5 Conclusiones
p796
La metodología que emplearé es la de comparar el corpus epigráfico con el contenido antroponímico de las colecciones diplomáticas de regiones próximas y cronologías parecidas. Azkarate y García ya utilizaron el registro diplomático a la hora de estudiar estos nombres, que compararon también con la onomástica epigráfica del periodo romano n5. Lo que se pretende aquí es complementar su interesante análisis con una comparación diplomática más completa, y además, invirtiendo el proceso, reevaluar la antroponimia diplomática a la luz de la aportación epigráfica. A la hora de caracterizar la antroponimia de regiones vecinas haremos una distinción entre nombres típicos de Navarra (y la Rioja) y otros característicos de Castilla (y Álava).
n5 Azkarate y García, Estelas e inscripciones, pp. 310-20 – páginas en las cuales los dos autores glosan los antropónimos que encontraron y a las cuales el lector debe dirigirse cuando hacemos referencia genérica a esta obra.
Al comparar la antroponimia epigráfica vizcaína con la antroponimia diplomática novizcaína tenemos dos variables (espacio y soporte) separando los dos grupos comparados. Esto dificulta enormemente la extracción de conclusiones firmes a partir del ejercicio, incluso antes de que introduzcamos otras variables como la incertidumbre cronológica y la intervención de copistas plenomedievales. No obstante, insisto en que es precisamente la capacidad de rellenar el vacío evidencial que pesa sobre la Vizcaya altomedieval lo que hace importante el análisis de estos nombres. El trabajo se estructura de la siguiente manera.
Primero, en la presentación del corpus antroponímico manejado, resumiré brevemente el contexto (cronología, ubicación, soporte) de cada nombre y la lectura que estimamos «correcta‟. En este sentido, partimos de las lecturas de Azkarate y García, las cuales intentaremos consolidar a partir de la evidencia diplomática. A continuación, glosaré los nombres cuya aparición y / o forma es de especial interés. En el tercer apartado, ya analizando estos nombres en su conjunto, reflexionaré sobre cómo el corpus epigráfico permite re-evaluar la antroponimia diplomática. Por último, resumiré los rasgos más distintivos de la antroponimia vizcaína altomedieval.
El corpus epigráfico
Como ya se ha comentado y como se puede apreciar en la Tabla I, la gran mayoría (40) de los nombres que manejamos proceden de Vizcaya, otros seis de Álava y ninguno de Guipúzcoa. Es más, esta mayoría vizcaína se concentra en un radio de quince kilómetros en los valles sur-orientales de la provincia.
p797
La coherencia geográfica del conjunto vizcaíno se contrasta con la geografía dispersa de los casos alaveses: tres provienen de la periferia provincial y otros dos son de procedencia desconocida n6. También hay proporcionalmente más disparidad tipológica y cronológica entre este pequeño conjunto, por lo cual sería comprensible prescindir de él y centrar el análisis en el más coherente conjunto vizcaíno. No obstante, la epigrafía alavesa nos aporta algunos datos de gran riqueza analítica y tiene además un valor metodológico añadido al confirmar los grandes rasgos observados en el corpus vizcaíno: compatibilidad entre diplomática y epigrafía en cuanto al stock antroponímico, pero desencuentro en cuanto a formas y ortografía. Comparando tan sólo la epigrafía vizcaína con la diplomática no-vizcaína, es imposible diagnosticar si el desajuste debe entenderse como consecuencia de diferencias de soporte o de espacio. En Álava, en cambio, sí disponemos de suficiente diplomática para consolidar la impresión de que la diferencia se debe principalmente a la diferencia de soporte.
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soporte ss. VIII-IX s. IX ss. IX-X s. X ss. X-XI s. XI Estela tabular Piego (762) Cudumeris, Lehoari, Maria, Mominus, Munio, Mu[nio], Quiteri Acenari, Aostarri, Belaza, Centule, Hoitarri-ezo, [Mu]nnio, Senproni, -inemus, Hobeconi Aghostar?, Legoar, Quentule Arment[tar]i, Iaunti, Munio, Zeiani Estela discoidal And[e]ran[i] Belaco, Cent[u]le, Centul[z], Munin[co] Anterazoni, Emulus, Munio, Nuninco En[e]go, Mo-, Monico,Munio Estela Munuiciu Munuto Cubierta sepulcral Momus Paterna Epígrafe Cassiani Albaro (928), Vigilani (939) Sancizius
Tabla I. Distribución tipológico-cronológica de la antroponimia epigráfica vasca (casos alaveses en cursiva, todos los demas son vizcaínos)
n6 Piego procede de Laguardia (Rioja alavesa), Vigilani aparece en el epígrafe conmemorativo de San Román de Tobillas (Valdegobía) y Hobeconi viene de Argote (Treviño), mientras Monico y Munio aparecen en una estela discoidal de procedencia desconocida. Tan sólo Albaro procede de la Álava «nuclear‟, en concreto de Bolibar.
p798
Glosario de nombres y formas de interés especial
Acenari
Uno de los relativamente pocos nombres navarros n7 que aparecen en el corpus. Los únicos otros casos son Sanczius y Enego, en total tan sólo tres de cuarenta-seis nombres se pueden considerar típicamente navarros.
n7 Por ejemplo y según García de Cortázar (“Antroponimia en Navarra y Rioja en los siglos X a XII”, pp. 287 y 294), los nombres más frecuentes en la documentación del monasterio navarro de San Salvador de Leire son García, Sancius, Enneco, Fortunius, Lupus, Eximinus y Acenarius. Juntos los siete constituyen el 60% (98 de 163) de las referencias antroponímcas masculinas legerenses entre 900 y 1050.
And[e]/ran[i], Anterazoni
Doble aparición de Anderani, nombre de mujer más corriente en la diplomática referente al País Vasco. La -a- interior es acorde con la variante dialectal occidental, pero ambas formas divergen ligeramente de lo observado en la diplomática n8:
- En el primer caso, la forma conservada es And / ra / n, interpretada por Azkarate y García como And[e] / ra / n[i], lo cual, dado el limitado espacio disponible en el fragmento perdido (se supone una forma regular siguiendo la morfología de las otras estelas discoidales), parece razonable. No obstante, difiere de la forma que toma este nombre en la diplomática donde domina Anderazo/u, con algunas apariciones de Anderquina (forma dominante, en cambio, en Cardeña).
- La ortografía Anterazoni demuestra dos aspectos interesantes: una oclusiva sorda «t‟ donde la diplomática siempre tiene una sonora «d‟; y el sufijo –ni después de –zo / -co (cf. Hobeconi), fenómeno, de nuevo, ausente de la diplomática.
n8 Anderazo aparece 14 veces en la documentación emilianense, Anderazu 12 y Anderquina 3.
Aostarri, Aghostar / Ashostar
El nombre Ahostar aparece tres veces en la diplomática valpositana y de nuevo en el primer diploma vizcaíno que se conserva, y siempre con aspiración (H / F) o Ø entre sus primeras vocales n9. Esto puede ser compatible con el intuido proceso de erradicación de la «h‟ intervocálica, todavía incompleto en el occidente vascófono en periodo altomedieval, según el testimonio alavés de la Reja de de San Millán (Cogolla180, 1025). Si nuestro Aostarri conforma con este patrón, el segundo caso epigráfico se presenta algo más problemático, sobre todo la lectura de Ashostar frente a la fonéticamente más aceptable Aghostar propuesta por Irigoien n10.
n9 Ahostar (Valpuesta8, 911), Affostar (Valpuesta9, 913), Haoztar (Valpuesta32, 956), Ahoçttarreç (Elorrio1, 1053).
n10 Irigoien, “Las lenguas de los vizcaínos”, p. 36; Azkarate y García, Estelas e inscripciones, p. 311.
p799
El nombre no aparece en las colecciones diplomáticas de regiones vecinas (Pamplona, Leire, Albelda, San Millán, Cardeña), ni siquiera en la diplomática emilianense referente a Álava, y en este contexto lo considero propio del País Vasco occidental altomedieval, prácticamente extinguido para cuando empieza a aparecer abundante diplomática referente a Vizcaya. El sufijo –(s)tar es frecuente en la temprana documentación vasca n11 y relacionable con formas observadas en la epigrafía aquitana del periodo imperial.
n11 Por ejemplo, Belastar, Ralistar, ambos del antroponímicamente riquísimo Cogolla64 (952).
Cassiani
Nombre ausente de la diplomática altomedieval del entorno. Si, en cambio, es frecuente al norte de los Pirineos, como indican Azkarate y García, quizás es indicativo de influencia cultural franca en Vizcaya, fenómeno constatado a través de la arqueología tanto en Álava (Aldaieta) como en Vizcaya (Finaga) n12.
n12 García Camino, Arqueología y poblamiento en Bizkaia, siglos VI – XII, p. 326.
Cent[u]le, Centule, Centule[z], Quentule
Después de Muño, Centule es el nombre más frecuente en la epigrafía vizcaína y de una manera llamativamente desproporcionada con su discreta presencia en la diplomática, donde aparece tan sólo nueve veces, concentrado sobre todo en tierras vascófonas n13. Si a esto sumamos su repetida aparición entre la toponimia navarra, como Guendulain, podemos considerarlo un nombre paradigmático del espacio vascófono.
n13 En Álava, Gendulli (Cogolla64, 952), Oveco Centolle (Cogolla145, 1012), Centolle (Cogolla213, ca. 1037); en Navarra, Sancio Guenduliz (Leire14, 1002); Sancio Guentuliç (Leire45, 1049); Guendule (Pamplona28, 1074), comite Centullo in Tirrasona (Pamplona153, 1125): en Burgos, Centolle (Cogolla27, 940), Gendulli (Cardeña115, 964); y en la Rioja Alta, Gendulli (Rioja2b, 972).
Cudumeris
Aparece poco en contextos castellanos n14 y en cambio es relativamente frecuente en tierras navarras n15, una distribución algo atípica tanto para este corpus como para un nombre de supuesto origen germánico.
n14 En sus únicas manifestaciones burgalesas aparece como Gudemero: Cogolla61 (951), Cardeña111 (963).
n15 Albelda2 (924), Cogolla202 (ca. 1034), Leire108 (1080), Cogolla2/77 (1084), Cogolla2/155 (1087), Cogolla2/171 (1088), Cogolla2/183 (1088), etc., Pamplona238 (1142).
Emulus
De lectura dudosa según Azkarate y García, quienes mencionan como alternativas Emulius y Emilius. En la diplomática alavesa hallamos un Emulatus (Cogolla10, 871), pero por lo demás no se observan nombres que empiecen Em-, la parte más segura de la lectura, salvo Emeterio y Emilianus, nombres que ni parecen coincidir con esta inscripción ni suelen aparecer como antropónimos sino como hagiónimos.
p800
En[e]go
Muy frecuente en la diplomática de Navarra y de la Rioja, y mucho menos en tierras antroponímicamente castellanas (Bureba, Burgos y Álava). En Vizcaya, durante la segunda mitad del siglo XI (el primer periodo para el cual tenemos diplomática), aparece cuatro veces, abundancia relativa que vinculamos con el auge de la familia condal de Lope Ennecones. Como tal, a partir de la evidencia diplomática, optamos para el final del periodo señalado por Azkarate y García (ss. X – XI). Aquí el nombre aparece con oclusiva sonora intervocálica (-g-), una característica poco frecuente en de la diplomática n16.
n16 Se observan algunos casos aislados, como Sancii Ennego de Matute (la Rioja), Cogolla2/454 (1187).
Hobeconi
Parece razonable asociarlo con el nombre Oveco, tan frecuente en la diplomática, aunque casi siempre sin h- inicial. Esta aspiración, tan característica de la onomástica vasca antigua, sí aparece, en cambio, en la forma toponímica Hobecori de la «Reja de San Millán‟ (Cogolla180, 1025), y es compatible con la etimología a partir de hobe = «mejor‟ favorecida por Lakarra y Gorrochategui n17. Por su parte, el sufijo «-coni‟, tampoco observada con este nombre en la diplomática, recuerda la hipótesis de Michelena de un nombre relacionado con Enneco, cuya forma patronímica habitual es Enneconis.
n17 Gorrochategui y Lakarra, “Comparación lingüística y reconstrucción”, p. 412.
Hoitarri-ezo
Azkarate y García argumentaron que las letras «ezo’ que aparecen en la línea por debajo de Hoitarri deberían entenderse como la continuación del nombre. El antropónimo resultante es atípicamente largo, pero quizás esto se debe a la presencia de un doble sufijo, cf. Anterazoni y quizás Hobeconi. El nombre raíz guarda cierta similitud con Aostarri (del mismo epígrafe) y Ashostar-Aghostar, glosados arriba, y más genéricamente con varios nombres con la terminación –tar observados en la diplomática.
Iaunti
Nombre conocido a partir de la diplomática y que parece tener una etimología vasca relativamente transparente (iaun = «señor‟) n18. Sin embargo, su distribución diplomática es casi exclusivamente occidental n19, lo cual concuerda con la observación de Michelena de que el sufijo -ti es frecuente en nombres “de la zona castellano-vasca” como Dolquiti, Niqueti y Lakenti, además de Iaunti n20.
n18 Cf. Iaunso (Valpuesta32, 956), otro probable hipocorístico con sufijo vasco.
n19 En Álava, Cogolla64 (952), Cogolla323 (1062), Cogolla2/93 (1084), Leire222 (1109); en Castilla, Valpuesta9 (913), Cardeña8 (915), Cardeña14 (921), Cogolla51 (953) y Cogolla99 (986). La cosecha navarro-riojana, en cambio, es muy pobre sino nula: Albelda2 (924) es una falsificación, mientras en otras fuentes navarro-riojanas los textos donde aparece el nombre refieren siempre a Álava (Leire222, 1109) o a Castilla (varios ejemplos emilianenses).
n20 Michelena, Apellidos vascos, p. 152 (#556).
p801
-inemus
Azkarate y García sugieren [C]inemus, lo cual, intuyendo una confusión metatética m/n, relacionan tentativamente con el nombre navarro Scemenus. Sin la solución metatética, no encontramos paralelos para este fragmento, si realmente lo es, en el registro diplomático, ni siquiera limitándonos a secuencias breves de las letras más legibles (–ine-, -nem-), pero la atribución de una letra inicial concreta parece algo arbitraria.
Legoar, Lehoari
Parece probable que tenga su origen en la voz latina legionarius, “con rasgos fonéticos que delatan su uso por hablantes vascos” como la pérdida de la «n‟ intervocálica n21. En la diplomática encontramos una gran variedad de ortografías n22 para un nombre con gran arraigo en tierras castellanas del vascófono límite riojano-burgalés, apareciendo, por ejemplo, cuatro veces en Grañón (Cogolla95, 979). Además de estas dos apariciones epigráficas, el nombre aparece también en la relativamente escasa diplomática vasca, tanto la vizcaína como la alavesa n23.
n21 Irigoien, “Las lenguas de los vizcaínos”, pp. 33 y 37.
n22 Por ejemplo, el mismo señor, L. Sánchez de Cañas, aparece como Leioar, Leoharri, Liar, Ligoar, Liguar y Luar – Cogolla251, Valvanera33, Leire (docs.74, 78, 109, 119 190, 218), todos textos de finales del siglo XI.
n23 En Vizcaya, Ligoarius (Cogolla279, 1051), Lifuar (Cogolla2/58, 1082). En Álava, Lifuare (Cogolla24, 937), Lihoarrez (Cogolla403, 1072).
Momus, Mominus, [¿y Mo- ?]
Este nombre, que también aparece relacionado con Vizcaya en el Códice de Roda n24, tiene mayor presencia en la epigrafía que en la diplomática, donde su perfil es muy discreto n25. Teniendo en cuenta la relativa abundancia de datos diplomáticos (miles de antropónimos altomedievales), el contraste resulta llamativo. Una explicación es que estamos ante una diferencia geográfica: que éste es un nombre esencialmente vizcaíno (al margen de un posible origen romano n26), ausente por tanto de la diplomática alavesa y en decadencia ya cuando comienza la diplomática vizcaína. Otra solución quizás encontremos en los escriptorios monásticos. Los diplomas que manejamos son generalmente copias hechas durante el siglo XII, en las cuales aparece tanto la forma Munio como Monio, ambas en ocasiones con geminación de la «n‟. En cambio, en la epigrafía vizcaína sólo aparece la forma con Mu- inicial.
n24 Momi comiti bizcahiennsis, Códice de Roda, 17.
n25 Tan sólo lo encontramos en Cardeña105 (962), Cardeña172 (977) y Leire222 (1108).
n26 Irigoien, “Las lenguas de los vizcaínos”, p. 33.
p802
¿No podría ser que los copistas confundiesen el vizcaíno y minoritario Momo por Monio? En la minúscula diplomática la distinción entre «m‟ y «n + i‟ no es nada clara. Esta hipótesis explicaría la ausencia de Momos en el registro diplomático y demuestra las alternativas interpretativas que nos brinda la epigrafía. En este contexto, me parece acertado que cuando aparece el fragmento Mo- Azkarate y García lo vinculan también con Momo, puesto que en la epigrafía vizcaína Mo- conduce hacia Momo y no hacia Munio.
p803
Mun(n)io, Monico, Munuto, Munin[co]
Muño es por mucho el nombre más común en el occidente vascófono altomedieval, un lugar privilegiado que se confirma en la epigrafía, aunque ahora con gran variedad de hipocorísticos ausentes de la diplomática.
Nuninc[o]
Aunque esta forma (hipocorística?) no aparece en la diplomática, el aparente nombre raíz (Nuño) concuerda con el contexto antroponímico, y por tanto aceptamos la lectura novedosa de Azkarate y García frente al antaño canónico Iauninco n27. El hipocorístico reconstruido (falta la «o‟) es en sí problemático (la tercera nasal no tiene precedentes), pero parece que de nuevo la epigrafía nos depara una forma diminutivo-afectiva cuando en la diplomática sólo aparece el nombre raíz. En cuanto a su distribución, en la diplomática Nuño es otro nombre esencialmente castellano: muy frecuente en Álava, Valpuesta, la Bureba y el alfoz de Burgos, pero con una presencia mínima en tierras navarras.
n27 Comprendido como una referencia a Dios – literalmente «señor en alto‟, Azkarate y García, Estelas e inscripciones, p.143.
Paterna
La lectura propuesta por Azkarate y García en corrección de la antes consensuada Baterria, también encaja mejor desde nuestra perspectiva diplomática. Estamos ante un nombre de transparente etimología latina que aparece con cierta regularidad en las fuentes castellanas, sobre todo en la documentación de Valpuesta, pero no en La Rioja y sólo residualmente en Navarra. En la diplomática alavesa aparece dos veces n28, en acorde con una distribución más castellana que navarra.
n28 Cogolla10 (871) y Cogolla100 (988).
Quiteri
No tan infrecuente como sugieren Azkarate y García, y además con una concentración muy llamativa entre la escasísima diplomática vizcaína n29. Con éste son ya tres los nombres donde la epigrafía prefiere oclusivas sordas iniciales cuando en la diplomática lo habitual es la sonorización (Tabla II).
n29 Munnio Gideriz en Bermeo (SJPeña107, 1053); Gideri Momez en Elorrio (Elorrio1, 1053); y Jaun Gisea Gideriz en Mundaka (SJPeña51, 1070). También: en Navarra, Garsea Gideriz de Yggori (SJPeña50, 1020-30), Lope Guideriç de Ocariç (Irache23, 1062), Guideri Guideriz (Irache27, 1055-63), y Santio Gideriz de Çaualegui (Leire81, 1067); en la Rioja Alavesa, senior Ghideri Ghideriz (Cogolla2/42, 1081); en Miranda, Kideri Kideriz (Cogolla378, 1070); y en Castilla, Guitier (Cardeña14, 921) y Guitero (Cogolla198, 1033).
p804
Diplomática | Epigrafía |
Gudumeri | Cudumeris |
Gideri, Kideri | Quiteri |
Genduli, Guendule, Centolle | Cent(u)le, Centule, Centule[z], Quentule |
Tabla II. Preferencia epigráfica por las oclusivas sordas iniciales
Sanczius
A partir de argumentos paleográficos y la presencia de su atípica combinación consonantal interior, Azkarate y García propusieron una cronología tardía (siglo XI) para este epígrafe. Esto concuerda con lo que se observa en la diplomática vizcaína del periodo 1051-1100, donde Sancho supone nada menos que el 12% de los nombres, lo cual creemos el resultado de la navarrización del stock antroponímico vizcaíno a lo largo del siglo XI, ya que los nombres típicamente navarros escasean tanto en las inscripciones datadas en periodos anteriores, como en la diplomática vasca (exclusivamente alavesa) anterior a 1050.
Senproni
En la diplomática se observa una distribución más castellana que navarra de Senproni, con repetidas apariciones en Cardeña, Valpuesta e incluso en la Rioja Alta n30, pero sin aparecer en Pamplona, Leire o Albelda n31. No aparece en la diplomática referente al País Vasco donde, en cambio y según Azkarate y García, abunda en la epigrafía del periodo romano.
n30 Cogolla184 (1028); Cogolla2/189 (1089); Cogolla2/198 (1090); Cogolla2/272 (1098).
n31 La única aparición «albedense‟ (Albelda1) en realidad hace referencia a Cardeña en Burgos.
Vigilani
La forma Vigila, que parece tener antecedentes visigodos, es conocida de la diplomática castellano-alavesa altomedieval n32 n33. Lo que es novedoso aquí es la terminación en –ni, observada y comentada en otros casos epigráficos (Hobeconi), pero poco frecuente en la diplomática.
n32 Salaberri, Euskal deiturategia, p. 159.
n33 Cogolla46 (942), Valpuesta19 (950), Valpuesta20 (950), Valpuesta22 (950), Cogolla278 (1051), Cogolla2/89 (1084), Cogolla2/149 (1080-6).
p805
Zeiani
Los únicos nombres parecidos que se observan en la diplomática se concentran en el País Vasco n34, y si se admiten los dos casos pinatenses (Zianna, Zianno) como esencialmente el mismo nombre, éste se convertiría en uno de los más distintivos del País Vasco atlántico. No está claro si aquí la terminación en –ni debe considerarse como otro ejemplo de un sufijo hipocorístico.
Reflexiones sobre la antroponimia diplomática
Los dos conjuntos coinciden en términos generales en cuanto al elenco de nombres, lo cual afirma la validez de la metodología comparativa, pero sorprendentemente poco en cuanto a las formas empleadas para representar esos nombres.
Las ortografías alternativas de la epigrafía nos brindan muchas posibilidades analíticas, ya glosadas arriba (por ejemplo, Hobeconi con «H‟ inicial). Con Albaro, en cambio, nos encontramos con la forma que acostumbramos a ver en la diplomática (por lo tanto no se glosa arriba), y notamos que esto sucede cuando el nombre aparece no en una estela funeraria sino en un epígrafe conmemorativo, un registro más cercano a la diplomática notarial.
Aunque con algunos nombres minoritarios como Lifuar la ortografía puede tornarse muy heterogénea, en general las formas diplomáticas son más regulares que las epigráficas. Esto sugiere que los escribanos de la diplomática ejercieron una labor homogeneizante sobre la representación gráfica de la onomástica popular, labor análoga a la frecuentemente observada intervención cultista de los mismos escribanos. Recordemos que las inscripciones manejadas son generalmente funerarias, y aunque también habría una función pública detrás de tales recordatorios– notemos el dominio de onomástica masculina-, ante tanto hipocorístico parece razonable pensar que las formas onomásticas epigráficas pertenecen a un registro más íntimo y familiar que la diplomática. Como consecuencia, las formas epigráficas, aunque excepcionales, podrían estar más cercanas a la realidad fonética y social de los nombres que sus equivalentes diplomáticas.
Sin embargo, el caso de Centul / Gendul nos obliga a cuestionar esta hipótesis nada más formularla: pues la forma epigráfica (Centul) es más fiel a la supuesta etimología latina del nombre (centum) quela fonéticamente vasconizada Gendul que predomina en la diplomática.
n34 Zeiane en Álava (Cogolla213, 1037) y Zianna y Zianno en Guipúzcoa y Vizcaya respectivamente (SJPeña, 1053) – estos tres citados por Azkarate y García -, a lo cual añadimos un posible caso castellano, Zayane (Cardeña127, 965).
p806
n35 Irigoien, “Hipocorísticos en la onomástica medieval de área vascónica”, pp. 13-17.
En la diplomática, en cambio, conviene hacer una distinción entre la antroponimia masculina y la femenina: abundantes hipocorísticos femeninos, prácticamente ninguno masculino. Para ilustrar esto contemplemos las formas que toma el nombre masculino Muño en la diplomática emilianense. Entre sus 269 apariciones apenas se perciben hipocorísticos, acaso Munnizu o Monnoz, pero en ningún caso alcanzarían el 1% del conjunto: Mon(n)io (136 apariciones), Mun(n)io (107), Mun(n)ius (9), Munnionis (7), Munno (6), Monnioni, Monnoz, Munione, Munnizu. En cambio, las formas hipocorísticas son mucho más frecuentes entre la onomástica femenina, hasta el punto de dificultar la identificación del nombre raíz equivalente: Munnata (7 apariciones), Munnina (7), Monnina (5), Monnia (3), Monneca (2), Munna (2), Munnia (2), Monnoza, Munia, Munnate, Munnoza. Cuando se trata de onomástica femenina, parece suspenderse la percibida práctica de estandarización ortográfica.
Caracterización de la antroponimia vizcaína altomedieval
Nombres que podemos considerar distintivamente vizcaínos son Ahostar, Centule, Guideri, Momus y quizás Zeiane, pues aunque Muño es el nombre más frecuente, en esto no se distingue Vizcaya de otras regiones cercanas. Se observa una presencia importante de nombres de aparente origen latinos, más (Legoar) o menos (Centule) adaptados fonéticamente al euskera, y formas que recuerdan las observadas en la epigrafía imperial aquitana (-tar), como comentaron Azkarate y García. En cambio, ni visigodos ni árabes dejan apenas huella antroponímica en Vizcaya, ausencias que evocan el comentario de la Crónica de Alfonso III “[tierras] siempre poseídas por sus nativos” n36.
n36 “a suis incolis reperiuntur semper esse possesse”, Crónica de Alfonso III (ad Sebastianum), 14.
Si volvemos a la distinción expuesta en la introducción entre la antroponimia navarra y la castellana, el corpus epigráfico se inclina más hacia el oeste. Es claramente el caso con los pocos casos alaveses (Álvaro, Muño, Oveco, Vigila), pero también con la antroponimia vizcaína (Andera-, Ionti, Lifuar, Muño, Nuño, Sempronio y Paterna).
Ahostar, uno de los nombres que consideramos más característicos de Vizcaya, sólo reaparece en Valpuesta, y en este contexto resulta paradigmática la antroponimia de un texto como Valpuesta8 (911): los nombres de sus cuatro protagonistas (Ahostar, Simpronius, Paternus y Uigila) aparecen entre nuestro reducido conjunto epigráfico, coincidencia que demuestra la sintonía entre esta onomástica, de cronología siempre incierta, y la del extremo occidental del espacio vascófono a principios del siglo X.
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Intuyo que este aspecto castellano se debe más a la exportación de nombres vía emigración que a la importación de modelos culturales, pues faltan muchos de los nombres más característicos de Castilla (Diego, Gómez, Gonzalo, Tello).
Por su parte, algunos nombres típicos de Navarra también aparecen en Vizcaya (Aznar, Enneco, Sancho), pero en proporciones inferiores a lo que se observará en la posterior diplomática vizcaína.
En este caso, el desajuste entre los dos registros parece ser diacrónico: una navarrización cultural asociable con la extensión de hegemonía política pamplonesa hacia el oeste a partir del reinado de Sancho III (1004-1035). En este contexto recordemos que, con la excepción de Acenari, se ha atribuido cronologías relativamente tardías a las apariciones epigráficas de estos nombres.
También cabe pensar que el desajuste antroponímico entre los dos registros se deba en parte a la presencia desproporcionada en la documentación de sucesivos Lopes y Ennecos de la casa condal alavesa, patrocinadora de San Millán de la Cogolla de donde proviene la mayor parte de la diplomática referente a Vizcaya.
La relativa escasez de nombres navarros no pone en entredicho la naturaleza vasca de la antroponimia epigráfica vizcaína. Observamos la fonética vasca trabajando sobre nombres de etimología alóctona (Legoar), sufijos típicos (-co, -tar, –ti, -za, -zo) y raíces comprensibles a partir de voces comunes (Ander, Bela, Iaun)]]. Por último, es importante subrayar que todas estas consideraciones vienen condicionadas por la exigüidad de la muestra epigráfica.
Conclusiones
La epigrafía nos ofrece una perspectiva alternativa de la antroponimia, tanto en su conjunto como en respecto a nombres individuales, una perspectiva quizás más cercana a la realidad cotidiana de estos nombres que generalmente nos llegan filtrados y sospecho que homogeneizados por los escribanos de la diplomática. Esta idea conduce a la segunda lección extraíble: como reflejo del quehacer de los escribanos monásticos. Por último, el hecho de que se concentran estos nombres en Vizcaya, un territorio por lo demás huérfano de testimonios escritos altomedievales, aumenta enormemente su valor. En torno al cambio de milenio, vemos un espacio aparentemente vascófono pero también más cercano onomásticamente a los territorios al poniente y con menor incidencia de la antroponimia típica de Navarra que, sin embargo, dominará la diplomática del mismo espacio en los siglos sucesivos.
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