[Artículo originalmente escrito para la revista Ibernalo 28, mayo 2011]
La singularidad del topónimo Tolga de Bujanda (municipio de Campezo) ha atraído mi interés desde el día en que lo oí nombrar por primera vez. Dentro del actual municipio de Campezo perduran muchos términos cuya antigüedad se atestigua desde los primeros documentos escritos (a partir de 1256: carta pueblas, concordias, amojonamientos, etc.). Abundan sobre todo hagiónimos (Santa Eufemia, Santa Sola, Santa María, Santa Lucía, San Pedro, San Juan, San Cristóbal, San Jorgea) y entre los que no lo son, destacan algunos por su especial singularidad, como es el caso de Tolga.
Excavaciones arqueológicas recientes de restos de ocupación de los años oscuros de la Alta Edad Media (siglos VII a XII) parecen avalar lo que las fuentes escritas posteriores reflejan para casi toda Álava: una población muy diseminada y repartida en pequeñas aldeas dedicadas a actividades ganaderas o agrarias. Campezo, participa de este fenómeno y Tolga fue una de esas aldeas altomedievales, como documenta el medievalista José Ramón Díaz de Durana (2003).
La etimología de Tolga es muy oscura, porque no puede explicarse ni por el euskera (a diferencia de Izki, Alda o Arana), ni por el romance (de donde proceden la mayoría de los términos de Campezo). Tampoco es árabe (que sí explicaría en cambio Alcasara –citado en el fuero– o Zarracín, entre Bujanda y Genevilla). Hablando de ello con mi amigo arqueólogo Mikel Unzueta, me propuso una lectura muy estimulante: «acaso sea el Tullica que menciona el geógrafo griego del siglo II Claudio Ptolomeo junto a Veleia y Suessatium, como civitas de la tribu de los carietes» (también conocidos como caristios).
No parece haber duda de que Veleia debe de ser Iruña-Veleia. Pero hay muchas dudas con respecto a Suessatium y Tullica. Por parecidos fonéticos se han asociado respectivamente a Zuazo y Tuyo, ambas poblaciones cercanas a Iruña-Veleia y relativamente próximas a la ruta Iter XXXIV, Ab Asturica Burdigalam, que atravesaba la Llanada procedente de Burdeos con destino a Astorga, León. Pero ambas interpretaciones se han descartado. Para empezar porque por ninguna de ellas pasa la calzada romana ni tampoco se han encontrado yacimientos romanos ni prerromanos.
El arqueólogo Ramón Loza Lengaran (1997) propuso identificar Suessatium con Arcaya, donde él mismo había hallado restos de unas termas destinadas a los viajeros, legionarios la mayoría, en tránsito por la calzada. En la actualidad existe un amplio consenso de que Suessatium es Arcaya. Queda por resolver el enigma de Tullica.
¿Puede ser Tolga? Desde el punto de vista fonético la asociación es perfecta, ya que la abertura de la vocal u en o y la sonorización de la consonante k en g son fenómenos absolutamente normales en el paso del latín al romance (holgar < fullicare). Además la etimología de Tullica puede relacionarse con la de Tullonium, también citado por el geógrafo Ptolomeo, y que según el especialista canadiense Leonard Curchin proviene de la raíz tul- que significa «protuberancia, loma». El sufijo -ika es asimismo celta con significado genitivo de lugar: «la de la loma» (lo que en euskera suele ser garai o guren y en romance “otero” o “somo”).
No se han hecho prospecciones arqueológicas en el actual término de Tolga, pero independientemente de que se encuentren allí restos altomedievales o incluso más antiguos, muy bien podría relacionarse con el cercano castro prerromano de la Edad de Hierro del Portillo de la Casilla, entre las peñas de El Santo y La Muela. Fue algo habitual que poblados prerromanos abandonaron los altozanos para ocupar los valles en época romana, retomando habitación a media altura en época tardoantigua.
Antes de terminar quisiera mencionar la disputa que en 1741 sostuvieron los concejos de Antoñana y Bujanda por el aprovechamiento de pastos, aguas y leñas de Tolga. El pleito se resolvió a favor de estos últimos, apadrinados ante los altos tribunales del Consejo de Castilla nada menos que por su Eminencia Reverendísima Álvaro de Mendoza Caamaño Sotomayor, obispo de Calahorra y patriarca de la Indias Occidentales. Supieron los charrines buscarse un buen padrino en épocas convulsas (recién se había resuelto la Guerra de Sucesión Española a favor del candidato borbón Felipe V). Así que nombraron a su obispo señor espiritual de Bujanda, persona de altísima potestad que apenas unos meses antes había intervenido como cardenal y emisario real en el largo cónclave del que resultó elegido papa Benedicto XIV.