En las últimas semanas se han difundido varios vídeos divulgativos que pretenden ‘desmontar o derrumbar’ (sic) la teoría de la vasconización tardía. Han alcanzado un eco apreciable y algunos de nuestros contactos nos han solicitado una valoración al respecto. El propósito de esta reseña es aprovechar el guión del primero de los vídeos, sencillo, aunque aparentemente bien articulado— para hacer algo de pedagogía y aclarar muchos de los argumentos que en él se emplean.

Los argumentos son de sobra conocidos —incluso, en cierto modo, manidos— y se han reiterado una y otra vez en hemerotecas y foros digitales, tanto para respaldar como para poner en duda la teoría, también en plataformas especializadas como Trifinium. Como es lógico, la bibliografía académica tampoco ha permanecido ajena al debate. En síntesis, los principales argumentos giran en torno a las siguientes cuestiones:
- El silencio epigráfico
- La toponimia mayor
- El vasco común antiguo
- La diversificación dialectal
- La documentación medieval
- La genética
- La expansión vascona altomedieval
Publico el borrador para abrir el debate.
El silencio epigráfico
He dejado un comentario en el vídeo acerca de cómo interpretar el silencio epigráfico, que no es tal, ya que el País Vasco, y en especial la Llanada alavesa, es uno de los territorios peninsulares con más epigrafía de época romana por km².
La toponimia mayor
A mi juicio, constituye uno de los principales argumentos que respaldan la teoría de la vasconización tardía. Orónimos como Amboto, Camaraca, Gorbea, Hernio; hidrónimos como Deva, Nervión, Oca, o Zadorra; poblaciones como Alba, Gebala, Menosca, Morogi… ¿tienen algo de paleovasco? Voy a limitarme a comentar el hidrónimo que se menciona en el vídeo, Zadorra, río que atraviesa la Llanada alavesa y que discurre paralelo a la calzada Ab Asturica Burdigalam. Autores como Luis Mari Mujika o Rafael Varón han señalado que se trata del préstamo latino saburra ‘arena’ —de donde proceden el romance zahorra y el euskera zaborra ‘basura’—. Zahorra es el material empleado como pavimento superficial en la construcción de las calzadas romanas. Difícilmente puede considerarse este hidrónimo, por tanto, un ejemplo sólido para demostrar la antigüedad del euskera en la Llanada alavesa.