[Actualizado 22 de julio de 2015]
Equiparar territorios, genes y lenguas es un desafortunado error que suele estar inducido por la forma en que se divulgan algunas investigaciones (como por ejemplo las que vamos a comentar más abajo del grupo BIOMICs de la UPV/EHU, en particular Cardoso y otros 2011, sobre el ADN prehistórico de Santimamiñe, y Cardoso y otros 2013, sobre el supuesto sustrato genético preneolítico de los «vascos«). Cada vez es más frecuente recurrir a análisis filogenéticos para explicar la expansión antigua de determinados grupos étnicos o familias lingüísticas (eg. la expansión de las lenguas indoeuropeas), así como para fundamentar otras cuestiones de singularidad étnica o lingüística, como pueda ser el ampliamente proclamado origen preneolítico del euskera.
Queremos dejar claro, en primer lugar, que absolutamente todas las lenguas actuales poseen un correspondiente predecesor preneolítico, esto es, mesolítico, y son, por así decirlo, igualmente «antiguas» (salvo que sean criollas o pidgin). En segundo lugar, deseamos destacar que algunos paralelismos observados entre expansión territorial, genética y lingüística de ninguna manera permiten concluir que los territorios, ni mucho menos las lenguas, puedan identificarse con determinados linajes genéticos. Las poblaciones migran y se entremezclan a lo largo de los siglos, al igual que las lenguas se expanden o contraen, evolucionan, hibridan o fosilizan. Todos los humanos compartimos el mismo gen que supuestamente nos capacita para el lenguaje, FoxP2, aunque absolutamente ningún rasgo genético nos predispone hacia una u otra lengua. La genética de poblaciones no lleva a este extremo de causalidad la relación entre genes y lenguas, pero lamentablemente algunas publicaciones (como la mencionada de Cardoso y otros 2013) sí propician asociaciones «metonímicas» arriesgadas, como vamos a ver.
Hacemos estas aclaraciones al hilo de un comentario anónimo publicado en Trifinium hace unas semanas (Loiola, 10 de marzo de 2015) que justamente pone en correspondencia el territorio vizcaíno de Urdaiba con el ADN prehistórico de una mandíbula hallada en la cueva de Santimamiñe y la lengua vasca. Aportamos la traducción del comentario (revisada por el autor, salvo la negrita, que es nuestra):
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Según leo, eres seguidor de la hipótesis de la vasconización tardía. De acuerdo con esa hipótesis, los euskaldunes se expandieron por la actual Comunidad Autónoma Vasca en la Alta Edad Media, por medio de unas conquistas que no se han documentado. Es sabido que la historia y la lingüística no son ciencias exactas y que están sujetas a interpretación. Por eso me gustaría saber cómo interpretas el dato que ha aportado una ciencia exacta hace poco, por el que se ha demostrado que los actuales habitantes euskaldunes (vascos) de Urdaibai (en la costa central de Vizcaya) son descendientes de los que vivieron en ese mismo territorio hace más de 4.000 años (noticia de EiTB). Cuando se dieron a conocer estos datos me parecieron bastante decisivos, lo suficiente como para abandonar aquella hipótesis y empezar a interpretar de otra manera los factores que la han promovido (la escasez de testimonios [vascos] para esos territorios en esos tiempos, etc.). Además, por lo poco que la conocemos, tal hipótesis se nos presenta como demasiado difícil y rebuscada. Por eso no entiendo este asunto y me parece que debe de haber algo que desconozco (aparte de la política, sin duda); por ello me gustaría oír las opiniones y argumentos de quienes todavía sostenéis la hipótesis. Muchas gracias.
- Nosotros 11/03/2015 a las 08.40:
Sí, muchas gracias Loiola: También sabemos que no hay marcadores genéticos de las lenguas y que es absolutamente normal que exista vínculo genético entre los actuales habitantes del Cantábrico y los pobladores que vivieron hace 4.000 años, y no solo en Urdaibai, sino también en Asturias, Cantabria, resto de País Vasco o Aquitania. ¿Qué demuestra este estudio genético? Que los europeos occidentales estamos relacionados desde la Edad de Bronce por lo menos, pero me temo que de ahí no se deduce ninguna conclusión lingüística. No al menos en el estudio que mencionas. La territorialidad, la genética de las poblaciones y las lenguas no suelen ir unidas a lo largo del tiempo, salvo en algunas excepciones ‘tramposas’ (bihurri, por usar tus palabras). Los mexicanos de hoy en día y los anteriores a la llegada de Hernán Cortés no son muy distintos genéticamente, y sin embargo la mayoría de los mexicanos contemporáneos solo hablan español. De manera análoga, aunque los actuales habitantes de Gran Bretaña hablen inglés desde hace bastante tiempo, no lo han hablado desde siempre; no al menos desde mucho antes de que tomara posesión el primer rey anglo de Northumbria, Aethelfrith, en el siglo VII; con todo, la mayoría tiene un vínculo genético con los britanos anteriores a la llegada de Julio César en el siglo I a. C., aunque tampoco en exclusiva, como sabemos.
El linaje genético de Santimamiñe
El estudio genético al que alude Loiola compara el ADN mitocondrial de la actual población de la comarca de Urdaibai, en el corazón de Vizcaya, con el de una mandíbula hallada en el interior de la cueva de Santimamiñe, ubicada en la misma comarca, perteneciente a un individuo de finales del calcolítico o inicios de la Edad del Bronce, es decir, de hace unos 4.000 años. El trabajo se dio a conocer en sucesivas fases.
En 2011 se publicó en la revista KOBIE un ejemplar monográfico dedicado a la cueva con una veintena de trabajos de muy diversa índole llevados a cabo entre los años 2004 y 2006 (PDF). Uno de ellos (páginas 383-392), realizado por el grupo BIOMICs de la Universidad del País Vasco, analizaba el linaje mitocondrial de la mencionada mandíbula, que resultó ser del haplogrupo T2b. El trabajo incluía también una comparación de este linaje con haplogrupos de pobladores actuales. El objetivo justificado era «reconstruir la historia biológica de la cornisa cantábrica», porque según los autores hay «evidencias de que estas poblaciones han mantenido un relativo aislamiento reproductor». Con este fin se cotejó el ADN de la cueva con muestras de 242 individuos contemporáneos originarios de los siguientes enclaves:
- 110 individuos del valle de Baztán (norte de Navarra)
- 84 individuos de los valles de Arratia y valle de Goierri (País Vasco)
- 61 individuos del valle del Pas (Cantabria)
Los individuos seleccionados debían tener los cuatro abuelos nacidos en la zona específica del muestreo. Además, en el caso del País Vasco y norte de Navarra, se comprobó el origen vasco de los ocho primeros apellidos de cada individuo. La sorpresa fue que el haplogrupo T2b de la mandíbula de Santimamiñe no se halló en ninguno de los 84 individuos vascos sometidos al estudio, pero sí, en cambio, en siete de los originarios del Baztán y en cuatro de los del valle del Pas.
Cabe pensar en que este primer resultado adverso, o al menos inesperado, llevó al grupo BIOMICs a efectuar en la primavera de 2012 un segundo estudio, esta vez solo con individuos procedentes de las poblaciones más próximas a la cueva (Nabarniz, Gautegiz Arteaga, Ereño y Kortezubi). Se obtuvieron 158 muestras de saliva adicionales y los resultados de los análisis permitieron a los autores divulgar la hipótesis esperada: «la población actual del entorno de Urdaibai desciende de los antiguos pobladores de Santimamiñe”. La noticia recibió una amplia cobertura en la prensa del País Vasco (DEIA 26.04. 2012, Diario Vasco 12.01.2013, etc.), que no fue inmune a la publicación de algunas interpretaciones disparatadas. Valga el siguiente botón de muestra, que resaltamos en negrita y que aparentemente tiene su origen en el propio gabinete de prensa de la Universidad del País Vasco (fuente de la que se sirvieron El País 11.01.2013 y Basque Reserach 15.01.2013):
- «La población de la comarca de Urdaibai se caracteriza por haberse mantenido relativamente estable en la zona a lo largo del tiempo lo que le permite contar con una alta concentración de linajes antiguos como era de esperar basado en hechos como el mantenimiento de apellidos originarios de la zona o en el de compartir expresiones y giros idiomáticos característicos del lugar que ya indicaban la larga presencia de generaciones pasadas en dicho entorno.
Es bien sabido que tanto los apellidos (los originarios como los importados de zonas limítrofes), como los “giros idiomáticos” de cualquiera de las lenguas habladas en Vizcaya, como en cualquier otro rincón de Europa, tienen una antigüedad que no va más allá de la Edad Moderna (hablamos de «apellidos» y «giros idiomáticos», no de otros fenómenos onomásticos o lingüísticos). Esto es, que como mucho se remontan a la segunda mitad del segundo milenio de nuestra época, muy lejos de los 4.000 años atribuídos al portador de la mandíbula de Santimamiñe.
El refugio franco-cantábrico
El grupo BIOMICs utilizó para el cotejo del linaje genético de la mandíbula los datos recopilados por el primer autor del trabajo, Sergio Cardoso Martín, en su tesis doctoral de 2008. En ella Cardoso estudiaba el ADN mitocondrial de tres poblaciones de la cornisa cantábrica con el objetivo de “esclarecer el papel de dichas poblaciones en la recolonización postglacial de Europa” (aparentemente estas mismas muestras son las que utilizaron después para el primer cotejo del ADN de Santimamiñe). Cardoso (2008) constató que la mayoría de los individuos vascos analizados presentaban haplogrupos mitocondriales característicos de las poblaciones europeas:
- “El estudio confirma la importancia de los linajes H1 y V, y propone además tener en consideración los linajes J1c, U5b y T2b como marcadores genéticos de tan importante hito demográfico en la historia evolutiva de las poblaciones humanas europeas.
- El haplogrupo más frecuente en las muestras del País Vasco y Navarra resultó ser el H, y más concretamente el subhaplogrupo H1. En estas dos poblaciones destacó igualmente la alta frecuencia del linaje J1c, y particularmente, en el caso del norte de Navarra, los linajes U5b y T2b también mostraron frecuencias notables. En el valle de Pas, en cambio, la mayor frecuencia correspondió al haplogrupo V.
- A su vez, la comparación realizada con otras poblaciones europeas mostró que ciertos haplogrupos mitocondriales presentaban su máxima frecuencia en el área del refugio franco-cantábrico.
La reseña de SINC concluye con la incertidumbre de si las mutaciones definitorias de esos haplogrupos en lugar de haberse originado en la zona del refugio franco-cantábrica, no podrían haber sido transportadas por los grupos humanos que se replegaron desde el norte de Europa, aumentando sustancialmente su frecuencia con posterioridad como consecuencia de la deriva genética, fenómeno conocido como “efecto fundador” (SINC 16.10.2008).
La hipótesis del refugio franco-cantábrico (que popularizó Stephen Oppenheimer en su libro de 2006 The Origins of the British) y su relación con la prehistoria de la población vasca ha ido ganando adeptos entre los genetistas poblacionales. Prueba de ello es el artículo ‘El paradigma vasco, evidencia genética de la continuidad materna en la región franco-cantábrica desde época preneolítica’ que firman varios autores encabezados por Doron M Behar (2012), prolífico especialista y responsable de la base de datos mitocondrial del proyecto Genográfico:
- «Hemos caracterizado la ascendencia materna de 908 individuos de origen vasco y no vasco del País Vasco y zonas limítrofes. Tras secuenciar 420 genomas mitocondriales completos, nos hemos fijado en el haplogrupo H. Hemos identificamos seis linajes, autóctonos de la región franco-cantábrica y en especial de la población vascoparlante: H1j1, H1t1, H2a5a1, H1av1, H3c2a, y H1e1a1»
Merecen nuestra atención los interrogantes que los autores plantean en el estado de la cuestión:
- «En una escala genómica amplia, los vascos están muy próximos al resto de europeos y el componente dominante en la población europea se observa en una proporción muy amplia también entre los vascos (Behar y otros 2010, Li y otros 2008, Zlojutro y otros 2006).
- La distinción cuantitativa de los vascos del resto de europeos ha sido cuestionada expresamente por Laayouni, Calafell y Bertranpetit (2010).
- Un estudio reciente asimismo cuestiona la diferencia previamente observada en el cromosoma Y de vascos y gascones con el resto de europeos (Adams y otros 2008, Alonso y otros 2005), por lo que la antigüedad megalítica atribuida a los vascos también ha sido cuestionada, principalmente por Balaresque y otros (2010).
- Desde una perspectiva del ADN mitocondrial, también se han detectado patrones contradictorios. Todos los haplogrupos observados entre los vascos contemporáneos forman parte de la pileta materna general de Europa (Bertranpetit y otros 1995, Salas y otros 1998, Richards y otros 2000, Alfonso-Sánchez M.A. y otros 2008, García y otros 2011, Prieto y otros 2011).
- Además del haplogrupo H, dominante en Europa y entre los vascos (Achilli y otros 2004, Pereira y otros 2005), tampoco hay diferencias relevantes de otros haplogrupos con el resto de europeos.
- Es destacable que algunas variantes mitocondriales raras de los haplogrupos H2a5, U8a, J1c1 y J2a sí parecen ser autóctonos de la población vasca, aunque tampoco de forma exclusiva (Alfonso-Sánchez 2008 y otros, Alfonso-Sánchez y otros 2009, González y otros 2006).
- Por otra parte, se ha observado que la distancia interna entre diferentes poblaciones vascas es mayor que entre los vascos y otros grupos de población de la península ibérica. Esto cabe interpretarse en clave de aislamiento y escaso flujo genético entre los vascos y las poblaciones circundantes (García y otros 2011).
Ante tal cúmulo de aspectos contradictorios, Behar y otros (2012) admiten que:
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- «la compleja historia demográfica matrilineal de los vascos ha originado opiniones muy divergentes respecto a la presumible continuidad genética entre vascos actuales y europeos paleolíticos, así como respecto al papel que ha jugado el refugio franco-cantábrico en la recolonización posglacial europea»
Con todo, los autores se reafirman en que sus resultados apoyan la hipótesis de una continuidad genética parcial de los vascos contemporáneos con los antiguos pobladores paleolíticos y mesolíticos, a tenor de los «claros indicios de que la expansión de los seis supuestos linajes autóctonos de la región franco-cantábrica y en especial de la población vascoparlante (H1j1, H1t1, H2a5a1, H1av1, H3c2a, y H1e1a1) se remontan a hace 4.000 años, estimando su separación de la pileta genética paneuropea unos 8.000 años antes del presente y con anterioridad a la expansión indoeuropea» (la cursiva es nuestra).
En un estudio más reciente, Cardoso y otros (2013) añaden nuevos resultados gracias a un afinamiento en el estudio de la filogenia de ADN mitocondrial con técnicas de máxima resolución. Esto les ha permitido identificar tres nuevos haplogrupos que presentan como representativos del área franco-cantábrica y singularmente de la población vasca: U5b1f, J1c5c1 y V22.
Una reliquia paleolítica
No vamos a juzgar el mérito de las aportaciones de Cardoso y otros (2013) desde la perspectiva de la genética de poblaciones — avalado por la evaluación interpares de PLOS One–, pero sí cuestionamos el empleo de tópicos antropológicos y lingüísticos para respaldar la pertinencia de los estudios genéticos realizados (la negrita es nuestra):
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- «La población vasca es considerada una reliquia paleolítica que ha habitado en la misma escarpada región desde la Edad de Piedra (Mitxelena, Lakarra, Echenique, Urgell 1988).
- Desde la perspectiva arqueológica hay evidencias de ocupación desde el Paleolítico Superior (Santimamiñe, Ekain, Otsozelaia), con pinturas rupestres que datan del último glacial magdaleniense (ca. 16-11 mil años antes del presente) (Altuna 1994).
- Asimismo, algunas tradiciones espirituales y folclóricas hondamente arraigadas parecen tener conexión con las antiguas sociedades cazadoras recolectoras (Frank 2008).
- Otro rasgo sociocultural altamente distintivo de los vascos es su cuidadosamente preservada lengua, el euskera. La lengua ha sido considerada un vestigio preindoeuropeo de antigüedad paleolítica (Renfrew 1991).
- En añadidura a los factores sociolingüísticos, el aislamiento poblacional de los vascos puede haber sido condicionado además por barreras físicas en forma de profundos y estrechos valles separados por escarpadas cumbres (Cavalli-Sforza 1988)»
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Como hemos avanzado arriba, nos parece inadecuado traer a colación aspectos socioculturales o etnolingüísticos para justificar el análisis genético. Los motivos que se aducen resultan irrisorios: ¿es la población vasca más «reliquia paleolítica» que la pasiega? ¿Son más paleolíticas las cuevas del País Vasco que las de Cantabria o el Périgord? ¿Son más magdalenienses las pinturas de Ekain que las de Lascaux o Altamira? ¿Son más angostos los valles de Guipúzcoa que los de Liébana? ¿Es más antiguo el euskera que el bable? Absolutamente no: ya hemos advertido al principio que todas las lenguas tienen un antecesor mesolítico, tanto en el caso del euskera (al que llamamos preprotoeuskera y del que sabemos muy poco), como en el del bable, el protoitálico, del que por el método comparativo se ha podido reconstruir algo más.
El corpus utilizado por Cardoso y otros (2013) contiene muestras de ADN de 487 individuos de un área que abarca desde la provincia de Burgos hasta la región francesa de la Dordoña. Los resultados obtenidos para uno de los haplogrupos más distintivamente vascos, el U5b1f, ofrece esta curiosa tabla de resultados:
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- Lapurdi: 24.1%
- Noreste de Navarra: 23.6 %
- Zuberoa: 17.7%
- Noroeste de Navarra: 17.0%
- Norte de Navarre: 15.2%
- Chalosse (distrito de Dax): 15.0%
- Bearne: 12.5%
- Guipúzcoa: 11.8%
- Suroeste de Guipúzcoa: 9.5%
- La Bigorra: 9,5 %
- Bajanavarra: 8,2%
- Centro y oeste de Navarra: 7.8%
- Burgos: 4.2%
- La Rioja: 3.8%
- Vizcaya: 3.6%
- Zaragoza: 2.5%
- Cataluña: 0.7%
- Álava: 0.05%
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El haplogrupo U5b1f no se halló en ninguna de las muestras procedentes de las Encartaciones vizcaínas, Valle del Pas, Cantabria, Aragón, Madrid o la Dordoña.
Son resultados «curiosos» por lo disparatado de las conclusiones a las que pueden dar lugar: ¿hace la distribucón actual del haplogrupo U5b1f más «vascos» a los labortanos que a los vizcaínos? ¿Tan poco vascos a los alaveses como a los catalanes? ¿Se puede extrapolar la ubicación actual de los datos del muestreo a la distribución mesolítica, de hace 6.000 años? ¿La sede de aquellos cazadores-recolectores nómadas puede identificarse con el lugar de su eventual sedentarización en la Edad del Hierro? ¿No se han movido desde entonces? ¿Es la distribución de este haplogrupo «genuinamente vasco» congruente con la de otros haplogrupos también identificados como vascoides, V22, T2b (el de Santimamiñe), J1c, HV4a1a (según Gómez-Carballa y otros 2012), o los subhaplogrupos de H1 más vascos, H1j1, H1t1, H2a5a1, H1av1, H3c2a, y H1e1a1 (detectados por Behar y otros 2012)? ¿En qué proporción? ¿Con qué grado de singularidad?
Además de todos estos interrogantes, hay que resaltar la escasa representatividad del muestreo: 12 individuos de Labort, 3 de Vizcaya nuclear, 4 de las Encartaciones, 3 guipuzcoanos, 5 alaveses de La Llanada y 6 de la Rioja Alavesa. Con tan exiguos datos las premisas en clave etnolingüística establecidas en el estudio de Cardoso y otros (2013) no solo nos parecen irrisorias, sino especialmente irresponsables.
Lo que hay que saber sobre el haplogrupo H1
Buscamos fuentes que nos permitan entender el haplogrupo más abundante de la población vasca (27,8%), el H1, y encontramos lo siguiente (fuente Wikipedia):
- H1 es el subclado de H más importante, ampliamente expandido en Europa, África del Norte y Asia Occidental. Las frecuencias más altas están en Europa Occidental, con un máximo entre los vascos (27,8%), pasiegos y en Bearne. También es frecuente en Noruega, España, Portugal, Norte de África (bereberes) y Cerdeña. Es común (10%) en otras partes de Europa como Francia, Italia, Islas británicas, Alpes, Escandinavia, Europa Oriental y Rusia; y en menor medida (5%) en el Cáucaso, Medio Oriente y Asia Central.
- El haplogrupo H es el haplogrupo matrilineal más característico de toda Europa (excepto en los sami), predominando en Europa Occidental. Entre todos los subclados, H1 y H3 han sido estudiados más detalladamente y asociados a la expansión magdaleniense desde el Medio Oriente hace 13.000 años.
- Los cálculos teóricos afirman que tendría un origen probable en el Medio Oriente hace unos 30.000 años, migrando a Europa hace 20.000 a 25.000 años durante un pico de la edad de hielo.
- Otros cálculos le dan una antigüedad de 15.000 a 20.000 años y dado que la mayor diversidad se encuentra en el Cáucaso, parte de Europa Oriental y Medio Oriente, el origen más probable estaría en Asia Menor o zonas adyacentes.
- Por el momento, el haplogrupo H propiamente dicho solamente se ha encontrado en Europa, aunque con baja frecuencia, en restos humanos a partir del Neolítico temprano, hace 7.450 años: tres variantes de H1, así como H23, H26, H46 y H88.
- La diversidad del haplogrupo H en Europa aparece a partir del Neolítico Medio, en restos de hace aproximadamente 6.100 a 5.500 años en los cuales se han encontrado también los haplogrupos H3, H5, H7, H10, H16 y H89.
- Una mayor diversidad y el aumento de la frecuencia fue el resultado de contribuciones genéticas sustanciales de sucesivas culturas paneuropeas y en particular la cultura del vaso campaniforme, que se expandió desde la península ibérica en el Neolítico Tardío, hace unos 4.800 años.
- A partir de entonces se difundieron H2, H3, H4, H11, H13, H16, además de H1.4
Eupedia ofrece esta cronología aproximada de la evolución de los linajes mitocondriales (resaltamos en negrita los haplogrupos más frecuentes en la población vasca actual):
- N => 75,000 years ago (arose in North-East Africa)
- R => 70,000 years ago (in South-West Asia)
- U => 60,000 years ago (in North-East Africa or South-West Asia)
- pre-JT => 55,000 years ago (in the Middle East)
- JT => 50,000 years ago (in the Middle East)
- U5 => 50,000 years ago (in Western Asia)
- U6 => 50,000 years ago (in North Africa)
- U8 => 50,000 years ago (in Western Asia)
- pre-HV => 50,000 years ago (in the Near East)
- J => 45,000 years ago (in the Near East or Caucasus)
- HV => 40,000 years ago (in the Near East)
- H => over 35,000 years ago (in the Near East or Southern Europe)
- X => over 30,000 years ago (in north-east Europe)
- U5a1 => 30,000 years ago (in Europe)
- I => 30,000 years ago (Caucasus or north-east Europe)
- J1a => 27,000 years ago (in the Near East)
- W => 25,000 years ago (in north-east Europe or north-west Asia)
- U4 => 25,000 years ago (in Central Asia)
- J1b => 23,000 years ago (in the Near East)
- T => 17,000 years ago (in Mesopotamia)
- K => 16,000 years ago (in the Near East)
- V => 15,000 years ago (arose in Iberia and moved to Scandinavia)
- H1b => 13,000 years ago (in Europe)
- K1 => 12,000 years ago (in the Near East)
- H3 => 10,000 years ago (in Western Europe)
Conclusiones
En resumidas cuentas, los europeos compartimos en esencia los mismos linajes genéticos que heredamos de aquellos ancestros comunes que recalaron en Oriente Medio hará unos 50.000 años tras su salida de África. Estos grupos humanos trajeron consigo el antecesor lingüístico de las lenguas pre y protoindoeuropeas, que en los sucesivos milenios se irán expandiendo por el continente. Hemos visto que ese origen común se manifiesta en rasgos genéticos ampliamente compartidos por la mayoría de los europeos modernos, de los que la población vasca actual participa sin solución de continuidad. La búsqueda de sublinajes con trazas de «vasquidad» tal vez tenga sentido para la comprensión de fenómenos como el del refugio franco-cantábirco, pero las deducciones en clave entnolingüística que hemos visto publicadas nos parecen altamente controvertibles. Entendemos asimismo que correlacionar estadios culturales con áreas geográficas de haplogrupos (ver mapa arriba) tiene utilidad a efectos didácticos o ilustrativos, pero siempre que se relativice. También aceptamos que los datos que aporta la genética poblacional ayudan a visualizar este tipo de correspondencias, pero para escalas espacio-temporales muy amplias, difusas e imprecisas, y, desde luego, nunca deterministas.
En entradas anteriores hemos advertido sobre la grave incertidumbre que los estadios prehistóricos de la lengua plantean para su reconstrucción. Los especialistas más audaces se refieren a ellos con nombres como paleovasco o preprotovasco. El problema es que cualquier mirada retrospectiva que supere los 3.000 años se encuentra con un vacío de registro lingüístico absoluto. La reconstrucción debe hacerse partiendo de principios internos, que son en esencia inseguros, imponderables e indemostrables. Solo a partir de los primeros testimonios epigráficos y literarios es posible realizar conjeturas contrastables. A esta empresa se dedicó parcialmente Koldo Mitxelena y posteriorente sus discípulos, entre quienes destaca Joseba Lakarra.
El legado lingüístico vasco que ha llegado a nuestros días solo es realmente discernible a partir de los últimos 500 años; de los 1.500 años anteriores apenas atisbamos unos pocos datos dispersos; y nada, si miramos más atrás. Es por otra parte una situación que a grandes rasgos no difiere en exceso de la que tenemos para las lenguas indoeuropeas. Para indagar en sus antecedentes es necesario remitirse a un hipotético estadio, que denominamos protoindoeuropeo, antecesor de toda la familia indoeuropea, ubicable en un intervalo temporal amplísimo e imposible de precisar, de entre 6.000-10.000 años antes del presente. Con estas premisas, el abolengo de lenguas modernas como el español, francés o alemán solo puede sondearse con seguridad hasta el de sus antecesores más directos, cuyos primeros testimonios no superan en un milenio la antigüedad de la información que poseemos para el euskera.
Las consideraciones que acabamos de hacer no son óbice para que
- Valoremos los métodos comparativos de la lingüística histórica en la identificación y eventual reconstrucción de propiedades lingüísticas de un antecesor común, como el protoindoeuropeo para la familia de lenguas indoeuropeas, o el preprotovasco anterior al contacto con las lenguas célticas
- Aceptemos la utilidad de la información que la genética de poblaciones proporciona al conocimiento de las rutas de migración y expansión cultural o lingüística de los diferentes grupos humanos en amplios márgenes espacio-temporales de la prehistoria
- Reconozcamos el interés del denominado «efecto fundador» y su localización en la geografía, para trazar la evolución de determinados linajes genéticos, como se postula en el caso del refugio franco-cantábrico
Lo que a nuestro juicio es inadmisible (además de altamente preocupante, por sus implicaciones ideológicas) es que se presenten estos instrumentos en clave determinista, dando por sentada la asociación inequívoca entre linajes genéticos, territorios y rasgos socioculturales o etnolingüísticos. Porque parafraseando la popular consigna:
[Más apuntes 1, 2]