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Besga Marroquín (2012)

Armando Besga Marroquín  (2012). ‘Sobre la barbarie de los vascones en los primeros siglos de la Edad Media y algunas cuestiones de método’.Letras de Deusto, 42-136:9-87

Aviso: Los fragmentos que se reproducen a continuación llevan incorporadas la práctica totalidad de las notas a pie de página. La versión fragmentada (tomada de Wkilittera) es un documento destinado a la extracción de datos y hechos significativos (proyecto NeLHi). Para la lectura ordinaria se recomienda las versión íntegra original del autor en PDF (Dialnet no ofrece versión en línea ya que la revista Letras de Deusto no dispone de un servidor en abierto; además la publicación de la revista ha sido temporalmente interrumpida).

Este artículo de Armando Besga Marroquín (2012) es una respuesta al de Mikel Pozo Flores (2011) ‘La barbarie como explicación histórica y sus problemas. Los vascones de los siglos VI y VII’. A continuación se reproduce el contenido de las últimas páginas de Besga (75-87).

  1. En las fuentes de la época de los reinos germánicos no se llama “bárbaros” a los vascones n162
  2. n162 [Con algunas excepciones.] En el Ymnus de profectione exercitus, elaborado para ser cantado en la ceremonia de despedida de un ejército que sale a campaña y mientras dura ésta, hay una referencia a gentes bárbaras e impías (vv. 31-32: gentes barbaricas cornibus uentilet/ac planta terat impios), que Manuel C. Díaz y Díaz, editor del texto, considera que se refiere a los vascones.
  3. n162 De la misma manera, la gens barbara que Eugenio de Toledo menciona en el Himnus ad pacem se ha considerado que se refiere a los vascones (Federico-Mario Beltrán Torreira, “El concepto de barbarie en la Hispania visigoda”, p. 58).
  4. n162 Más clara es la mención de las inimicas et barbaras gentes del Laude Pampilone, que, sin duda, son los vascones, que aparecen poco después. El problema en este caso es que no todos admiten la cronología visigoda de esa composición, que es la teoría tradicional.
  5. n162 En todo caso, el testimonio prueba que los pamploneses no sólo dejaron de considerarse (y de ser considerados) vascones, sino que les llegaron a tener por enemigos.
  6. n162 Finalmente, Venancio Fortunato llamó “país bárbaro” al territorio de los vascones (Carmina, prefatio, 4).
  7. n162 Cuando se ha dado tanta importancia a este poeta en la creación del tópico de los vascones, hay que tener en cuenta también que no hablaba de oídas, porque probablemente atravesó el Saltus Vasconum, dado que parece que visitó a san Fructuoso en Galicia (M. Reydellet, Venance Fortunat, I, pág. 14; S. Quesnel, Venance Fortunat, p., IX). En todo caso, no parece criticable que una persona como Venancio Fortunato considerara un país bárbaro a un territorio que —entre otras cosas— carecía de ciudades y en el que se hablaba una lengua que resultaba ininteligible
  8. Pero no cabe duda de que en el reino visigodo, como en el franco, se les consideró como tales. Y no tiene sentido discutirles el juicio.
  9. Estamos en un periodo que ha sido llamado la “época de la Europa bárbara” (Pozo 2011:199).
  10. En esos siglos, las fuentes atestiguan la existencia de bárbaros por doquier.
  11. Para los bizantinos, lo fueron todos los que vivían fuera de las fronteras de su imperio, incluidos los persas.
  12. Para los hispanovisigodos, todos menos ellos y los bizantinos, y, por tanto, consideraron bárbaros a los francos, que también fueron tenidos por tales por Gregorio de Tours y los autores de la Crónica de Fredegario, pese al aprecio que sentían por ellos (Federico-Mario Beltrán Torreira, “El concepto de barbarie en la Hispania visigoda”).
  13. Si esto es así, no hay motivo para extrañarse de que los vascones fueran considerados unos bárbaros.
  14. Es más, lo eran en todos los sentidos: en el sentido etimológico, por su incomprensible idioma; en el técnico, por ser gentes externae; y en el sentido ordinario de la época, “carente de cultura romana.”(Alfons Dopsch, Fundamentos económicos y sociales de la cultura europea (De César a Carlomagno, p. 89, donde incluye al cristianismo en el concepto de cultura romana y señala que no siempre el concepto tenía “sentido peyorativo”.)
  15. La barbarie no es, pues, un tópico de la historiografía contemporánea que ha impedido estudiar correctamente la historia de esas gentes: fue una forma de calificar su atraso social.
  16. San Julián de Toledo llama “feroces” a los vascones n166, como antes lo había hecho Tajón de Zaragoza al relatar la rebelión de Froia (gens effera Vasconum Pyrenaeis montibus).
  17. n166 Feroces Vasconum debelaturus gentes (Historia Wambae regis, c. 9).
  18. n166 Más relevante que el adjetivo “feroces” (al que los historiadores no han dado importancia, y, por tanto, no ha dado lugar a ningún error en la interpretación de los vascones), es el sustantivo “gentes.”
  19. n166 Para Gregorio García Herrero, que ha estudiado las categorías conceptuales empleadas por Julián de Toledo en la caracterización del reino visigodo y de los pueblos que lo componían, la utilización del plural resulta significativa, cuando “gens” “es la palabra preferida” por el obispo toledano para designar a “la población de un reino, por encima de sus anteriores connotaciones raciales o tribales”:
  20. n166 “También a los vascones se les menciona como gens, pero en plural […].
  21. n166 Parece también claro, pues, el sentido de «nacionalidad» en el término, aunque en este caso el uso del plural nos remonta a un concepto un tanto más vago e impreciso que en ocasiones anteriores, tal vez más cercano al significado gentilicio propiamente dicho del vocablo:
  22. n166 se alude a las tribus vasconas, no organizadas en un estado territorial estable, o a los diversos pueblos organizados fragmentariamente en territorios montañosos, cambiantes según las circunstancias políticas de cada momento” (“El reino visigodo en la concepción de Julián de Toledo” pp. 392- 394).
  23. Tampoco hay nada extraño en el calificativo [«feroces»].
  24. Es un concepto que se encuentra ligado a la barbarie tanto entonces como hoy, como lo demuestra una de las dos definiciones de esta última palabra del diccionario de la Real Academia Española (“fiereza, crueldad”).
  25. Por eso, los visigodos también consideraron feroces a los francos, como testimonia san Isidoro en Las Etimologías:
  26. “Existe la opinión de que los francos se llaman así por el nombre de alguno de sus jefes. Otros, en cambio, estiman que deben su denominación a la fiereza de sus costumbres, pues no están sometidos a disciplina alguna, y la naturaleza de sus sentimientos es, de suyo, feroz.” n167
  27. n167  IX, 2, 101. Además, también considera feroces a los galos: Gallos natura feroces (IX, 2, 105); Gallicam feritatem (XV, 1, 63).
  28. n167 Nótese el carácter forzado de la definición. E imagínense las especulaciones que se podrían hacer sobre el carácter de tópico de la misma, la influencia de los tópicos en las noticias sobre los francos de san Isidoro y el influjo de éste en los autores posteriores.
  29. n167 Por lo demás, basta con leer la Historia francorum de Gregorio de Tours y la Crónica de Fredegario para comprobar que la ferocidad de los francos era algo más que un tópico.
  30. Además, ¿cómo iban a considerar los visigodos a los vascones, cuando fueron atacados repetidamente por éstos en expediciones de saqueo, y otra relación entre unos y otros se desconoce?
  31. Ciertamente, los visigodos también saqueaban. Y no sólo el territorio enemigo, incluido el de los vascones n168.
  32. n168 Wamba “entra con todo el ejército por tierras de Vasconia donde, durante siete días, por todas partes llevó a cabo la destrucción en sus anchos campos, la hostilidad a los “castra” y el incendio a las casas, con tal rigor, que los mismos vascones, depuesta la fiereza de sus ánimos, entregados rehenes, pedían insistentes, no sólo con ruegos, sino también con dádivas, que se les perdonase la vida y se les concediera la paz.
  33. n168 De donde, recibidos los rehenes, pagados los tributos y ajustada la paz […]” (Historia Wambae regis, c. 10).
  34. n168 Para J. Larrea lo llamativo de este texto es su parecido con el relato de la campaña de Suintilla contra los vascones de san Isidoro y la simplificación de los acontecimientos, propia de un cuadro retórico y de los clichés (“Aux origines…”, pp. 154-155), lo que, a mi juicio, lo único que demuestra es la facilidad del autor para descubrir y magnificar influencias literarias.
  35. n168 No: lo importante de este texto es que se trata a los vascones como enemigos y no como rebeldes: se ajusta una paz, se entregan rehenes y se pagan tributos (lo que no es un hecho reseñable cuando se es súbdito).
  36. n168 Nótense las diferencias con el comportamiento del ejército visigodo en Septimania y el castigo inflingido a los rebeldes, que a continuación narra Julián de Toledo.
  37. n168 Y no se trata de una excepción: los vascones nunca son castigados como rebeldes.
  38. n168 Tampoco se trata de una interpretación personal, sino la conclusión de una monografía sobre la rendición de los vascones: “Las expresiones feroces Vasconum gentes (Hist. Reg. Wambae, c. 9) y feritas animorum (Hist. Reg. Wambae, c. 10), referidas a los Vascones, son de otra índole y tradición.
  39. n168 Indudablemente, no resultaban las más adecuadas para calificar a las gentes de una provincia como la Narbonense, que a su alta romanidad y refinamiento de costumbres unía su pertenencia al reino.
  40. n168 Por el contrario, una parte de los vascones vivía todavía en un marco de salvajismo —que los términos de feritas, ferinus contribuyen a resaltar—, que la independencia de hecho de parte del territorio vascón y sus enfrentamientos con los visigodos, continuadores de los postulados culturales de la romanidad, difícilmente podían haber contribuido a paliar” (R. López Melero, “Una rendición vascona en la Historia regis Wambae de J. de Toledo”, p. 839).
  41. El paso del ejército visigodo por territorio propio también resultaba peligroso para la población, como ha sucedido hasta hace poco con la mayoría de los ejércitos n169. Pero eso resulta irrelevante para la cuestión que nos interesa ahora.
  42. n169 La misma Historia Wambae regis testimonia que, camino de Septimania, el rey tuvo que castigar a los soldados que aprovechaban la ocasión para saquear, violar e incendiar.
  43. n169 Conviene recordar esto cuando tantos tratan hoy de presentar las invasiones germanas como migraciones de campesinos empobrecidos y critican a los romanos por sus exageraciones.
  44. En las fuentes francas, aunque de época carolingia, se acusa también a los vascones de perfidia. n170
  45. n170 Wasconicam perfidiam (Eginardo, Vita Karoli Magni Imperatoris, c. 9) Solitam loci perfidiam habitatorumque gennuinam experti sunt fraudem (Vita Hludovici Imperatoris, c. 37).
  46. n170 La noticia corresponde a la emboscada que sufrió en Roncesvalles el año 824 un ejército franco. Los Anales Reales, al contar esa noticia, se refirieron a la perfidia montanorum (a. 824).
  47. Tampoco es un adjetivo injustificable. De hecho, es una característica asociada a la barbarie n171.
  48. n171 F.M. Beltrán Torreira, “El concepto de barbarie…”, p. 54; E. Pagola, “Eginhardo, Suetonio y la perfidia de los vascones”, pp. 431 y 440.
  49. n171 Por cierto, el trabajo de E. Pagola constituye un modelo de lo que debe ser un análisis sobre influencias y tópicos literarios. Se trata de una monografía de 23 páginas de gran formato, que muestra la influencia de Suetonio en la Vita Karoli magni imperatoris, lo que, sin embargo, no le lleva a negar la veracidad de los detalles de la noticia sobre la derrota de los francos en Roncesvalles, que es el pasaje en el que está centrado el estudio.
  50. n171 A mi entender, la teoría de los tópicos sobre los vascones [de Larrea y Pozo] precisa de varias monografías de este tipo para ser creíble y de muchísimas más para ser demostrada.
  51. n171 Mientras tanto, lo significativo es que no se haya hecho ninguna.
  52. Más importante aún: es un calificativo que se ajusta a lo que para los francos eran los hechos fundamentales de los vascones.
  53. En la guerra, los vascones recurrían al engaño: a la emboscada, en su territorio; y a la trampa de la huida fingida —el torna y fuga—, en territorio enemigo.
  54. En la paz, los vascones no respetaban los juramentos contraídos, único medio que tenían los francos para controlarlos.
  55. El famoso comentario desengañado de la Crónica de Fredegario sobre la sumisión de los en el 636, tras la victoria más importante conseguida sobre ellos por un rey merovingio, testimonia que los francos ya tenían por pérfidos a los wascones en el siglo VII:
  56. “Y allí los wascones confirmaron los juramentos, y prometieron ser fieles en todo tiempo a Dagoberto, a sus hijos y al reino de los francos; lo cual lo comprobaron los hechos, según su costumbre y como con frecuencia lo habían hecho.” n172 (IV, 78)
  57. Como la barbarie y la ferocidad, también la perfidia estuvo muy extendida; baste recordar que la posterior época del feudalismo fue también la de la felonía.
  58. Por eso, más significativo que el hecho de que se llame “pérfidos” a los wascones en las fuentes francas, es que no se les califique de esa manera en las visigodas n173.
  59. n173 Por ejemplo, san Julián, que nos da la noticia más extensa sobre una guerra entre vascones y visigodos, sí acusa de perfidia al duque Paulo y a la Septimania, que le secundó en la rebelión.
  60. n173 Si a eso se añade la importancia que tiene la fidelidad en la Historia Wambae regis (A. Barbero y M. Vigil, La formación del feudalismo en la Península Ibérica, pp. 137-140),
  61. n173 hay que concluir que el silencio del obispo toledano es muy significativo, y que su testimonio es otro argumento más contra la pretensión de convertir a los vascones en unos campesinos rebeldes.
  62. Que todos —o casi todos— fueran “bárbaros”, “feroces” y “pérfidos” no significa que fueran iguales y que esos calificativos carezcan de sentido.
  63. Cada uno lo fue a su manera (y en distinto grado). Los vascones fueron los “bárbaros interiores” n174.
  64. n174 El calificativo, que ya empleé en Domuit Vascones, se basa en la tesis de doctorado de M. Rouche (L’Aquitaine des Wisigoths aux Arabes, 418-781), que, sin embargo, no llegó a utilizarlo.
  65. n174 También lo ha visto así J.J. Larrea (“Aux origines…”, p. 130), que ha criticado, con razón, la exageración cometida por M. Rouche al escribir que el vascón de los primeros siglos de la Edad Media había “salido intacto de lo más profundo del Neolítico” (p. 109).
  66. n174 Además, como he demostrado, M. Rouche cometió fallos importantes en sus análisis de las noticias sobre los vascones peninsulares, porque no conocía suficientemente la historia española.
  67. n174 Pero todo ello no afecta a la validez de su estudio sobre los wascones de Francia, cuyos argumentos desconozco que hayan sido criticados.
  68. En todo caso, su barbarie (o subromanización) resulta mucho menos discutible que la de otros.
  69. Ciertamente, esa coincidencia de todos en la barbarie y en los calificativos que se le asocian se explica porque se trata de acusaciones que se hacen al otro, que, además, generalmente es un enemigo.
  70. Y esto es una prueba más de que los vascones no fueron unos campesinos rebeldes, sino gentes externae.
  71. Por consiguiente, aunque se probara que la barbarie es un tópico sin fundamento —que no lo es, como se ha comprobado—, todavía quedaría todo para demostrar que los vascones fueron unos súbditos contumaces.
  72. Finalmente, hay que señalar que los historiadores que hemos estudiado la historia de los vascones en los primeros siglos de la Edad Media nos hemos basado en el análisis de las noticias,
  73. y no en los calificativos que les dieron o en los versos que les dedicaron, que han tenido un lugar secundario y marginal hasta que J.J. Larrea centró su atención en ellos.
  74. Hemos conocido a los vascones por sus obras. No nos han engañado ni versos ni adjetivos.
  75. Habremos cometido errores (y yo he denunciado unos cuantos), pero no ése.

Apéndice: La campaña de Suintilla contra los vascones

  1. San Isidoro señala que Suintilla fue el primer rey que dominó toda la Hispania peninsular.
  2. Este éxito fue consecuencia de la Reconquista de los últimos territorios que los bizantinos poseían en la Península Ibérica.
  3. Esta victoria debió de producirse antes del quinto año del reinado de Suintilla (625-626), que es cuando san Isidoro puso fin definitivo a su crónica n181.
  4. n181 No obstante, se ha defendido en muchas ocasiones que san Isidoro terminó la crónica en el año 624 (C. Rodríguez Alonso, Las historias de los godos, vándalos y suevos de Isidoro de Sevilla, pp. 25 y 27-29).
  5. Con anterioridad, Suintilla habría conseguido otra gran victoria contra los vascones:
  6. “Hizo también al comienzo de su reinado una expedición contra los vascones, que con sus correrías infestaban la provincia Tarraconense; en aquella ocasión estos pueblos, acostumbrados a correr por las montañas, fueron víctimas de tal terror ante la llegada de Suintilla, que al punto, como si reconocieran ser justos deudores, arrojando sus armas y dejando expeditas sus manos para la súplica, doblegaron ante él sus cuellos, suplicantes le dieron rehenes, fundaron la ciudad goda de Ologico con sus prestaciones y trabajo, y prometieron obediencia a su trono y autoridad y cumplir cuantas órdenes les fuesen impuestas”n182.
  7. n182 Historia Gothorum, c. 63. R. López Melero ha propuesto que la ambigua expresión quasi debita iura noscentes sea traducida por “como si conocieran los procedimientos legales establecidos” (“Una deditio de los Vascones”, pp. 465 y 474, n. 23), que ha sido aceptada por S. Segura (Mil años de historia vasca a través de la literatura grecolatina, p. 225).
  8. n182 Aunque la versión reproducida de C. Rodríguez Alonso responde a la lectura mayoritaria (A. García Gallo, K. Larrañaga, A. Pérez Laborda, J.J. Irigay), la traducción de R. López Melero presenta dos ventajas: se acomoda muy bien al relato que sigue y no plantea el problema de que los vascones sean unos rebeldes, calificativo que no se les da en las fuentes visigodas.
  9. n182 Por otra parte, hay que señalar que el artículo de R. López Melero es el único estudio monográfico sobre una campaña visigoda contra los vascones, y de considerable extensión, además.
  10. n182 Pero, desgraciadamente, esto no nos exime del correspondiente análisis, porque dicho estudio está centrado en un solo aspecto de la noticia (las condiciones y caracterización de la rendición de los vascones), sin un planteamiento crítico en un texto tan sospechoso, y algunas deducciones son más que discutibles
  11. De creer a san Isidoro, Suintilla habría conseguido el triunfo más importante sobre los vascones de toda la historia del Reino Visigodo.
  12. Una victoria sencilla, además, ya que habría bastado con la presencia del rey para que los vascones se rindieran.
  13. Y una victoria total, pues, dado que Suintilla disfrutó de todo el dominio de Hispania, la sumisión habría afectado a todos los vascones de la Península Ibérica.
  14. Pero este texto, que proclama una victoria tan rotunda como fácil, plantea problemas de credibilidad.
  15. Que bastara la aparición del rey con su ejército para que se rindieran unos vascones, que aprovechaban las grandes deficiencias del sistema defensivo visigodo, es perfectamente admisible,
  16. pero que esa rendición afectara a todos los vascones, que carecían de articulación política (n183 V. A. Besga, Domuit Vascones, pp. 500-508), no es verosímil y necesita de alguna prueba o argumentación para ser aceptada.
  17. R. López Melero ha demostrado cómo este texto de san Isidoro describe una deditio, es decir, una rendición incondicional que debía de significar la integración de los vencidos en la comunidad política del vencedor n184.
  18. n184 Es una institución jurídica romana, que respondía también al derecho de gentes, y que servía para la incorporación de comunidades políticas soberanas, no sólo mediante una rendición incondicional, sino también por la iniciativa de un pueblo amenazado que buscaba la protección de Roma (“Una deditio…, pp. 470-473).
  19. Ahora bien, dado el carácter de la descripción, cabe preguntarse si el arzobispo sevillano simplemente se limitó a reproducir unos hechos reales o los interpretó, más o menos libremente, para adecuarlos a una deditio.
  20. Y es que existen varios indicios que apuntan en esa dirección. Que la descripción de san Isidoro puede responder a un cliché lo demuestra el hecho de que cuatro siglos después Sampiro se inspiró en este pasaje para dar cuenta de una victoria de Alfonso III (866-910), que la contemporánea Crónica Albeldense se había limitado a enunciar sin ningún detalle n185.
  21. n185 Crónica de Sampiro, redacción Silense, c. 1: Alfonso III “desde allá Oviedo] vino a León y pobló Sublancium al que ahora el pueblo llama Sublancia y también la admirable ciudad de Cea. Pero cuando se hallaba ocupado en esas operaciones llegó un emisario enviado de Álava para comunicarle que alguien había inclinado los corazones de aquellos habitantes en contra de su rey. Por lo cual, en cuanto éste así lo supo, se preparó para ir allá. Los alaveses, atemorizados por ello, depusieron su actitud, recordaron los juramentos prestados e inclinaron sus cervices, dispuestos a la obediencia y fidelidad a sus órdenes y reconociendo su señorío. De ese modo se impuso en Álava. Y a Gilón, que parecía el conde de ellos, se lo llevó a Oviedo cargado de cadenas”.
  22. n185 La redacción de Pelayo de Oviedo sólo difiere en detalles ortográficos, pero nos da un nombre ligeramente distinto para el jefe rebelde, Eylón.
  23. n185 Para advertir mejor ese paralelismo, compárense las frases latinas de una y otra crónica.
  24. n185 Historia Gothorum, c. 63: …terrore aduentus eius perculsi sunt, ut confestim quasi debita iura noscentes remissis telis et expeditis ad percem manibus supplices ei colla submitterent, obsides darent, Ologicus ciuitatem Gothorum stipendiis suis et laboribus conderent, pollicentes eius regno dicionique parere et quicquid imperaretur efficere.
  25. n185 Crónica de Sampiro: Terrore aduentus eius compulsi sunt, et subito jura debita cognoscentes supplices colla ei submiserunt pollicentes se regno dicioni eius fideles existere, et quod inperaretur eficere. Sicque Alauam obtentam propio imperio subiugauit. Gilonem uero, qui comes illorum videbatur, ferro vinctum Ouetum secum atraxit.
  26. n185 En cambio, la contemporánea Crónica Albeldense se limitó a decir: Uasconum feritatem bis cum exercitu suo contriuit atque humiliauit.
  27. No obstante, el que un texto corresponda a un cliché sólo es, en principio, un elemento de juicio, pues, existiendo tantos tópicos, un autor siempre puede elegir aquél que mejor corresponda a lo que trata de relatar.
  28. El dato más concreto de la noticia de san Isidoro es la construcción de Ologicus, tercera y última ciudad fundada por los reyes visigodos en España.
  29. Si esta plaza corresponde a Olite, como parece (n186 V. A. Besga, Domuit Vascones, pp. 301-302.), su ubicación no parece hablar a favor de una gran victoria de Suintilla.
  30. Es más: el hecho de que esté situada al sur de Pamplona y de que en las décadas siguientes los obispos de esta ciudad no aparezcan en los concilios de Toledo ha permitido defender la hipótesis de que, realmente, la frontera visigoda había retrocedido en Navarra.
  31. Seguramente esto es excesivo, pues se han encontrado dos monedas de Suintilla en Pamplona y no parece verosímil que un rey que fue capaz de expulsar de la Península Ibérica a los bizantinos, maestros en la guerra de sitios, hubiera tenido problemas para conservar Pamplona (o Reconquistarla, en su caso), cuando el potencial militar de los vascones en el llano está por acreditar (n187 Sobre la situación de Pamplona, v. ibid., 292-301).
  32. Además, J.J. Larrea ha dado, acertadamente, una explicación para la fundación de Olite que no implica la pérdida de Pamplona, pues aquélla se encuentra al pie de un macizo montañoso que permite acceder al llano sin tener que atravesar el valle controlado por la capital Navarra (n188 La Navarre…, pp. 149-150).
  33. Pero si no hubo retroceso en la frontera visigoda, la fundación de Olite indica que tampoco hubo avance n189.
  34. n189 M. Rouche, comentando esta noticia, ha señalado que Suintilla es pues el primero en haber entrado en territorio vasco, porque Olite fue rebautizado enseguida por los indígenas Iriberri (¿ciudad nueva?) (L´Aquitaine…, p. 506, n. 25), lo que conviene tener en cuenta para valorar la autoridad de este autor en asuntos de la historia de España.
  35. Como Leovigildo, Suintilla tras su campaña creyó conveniente fundar una ciudad.
  36. Si esta plaza fortificada hubiera estado en el interior del Saltus Vasconum, su creación podría interpretarse como una medida para articular el control de este territorio, pero su ubicación en la periferia significa el reconocimiento de que el peligro vascón seguía vigente, pues el carácter defensivo y fronterizo es evidente n190.
  37. n190 Para R. Collins, la fundación de Olite indicaría la Reconquista de este territorio por el que se habrían expandido los vascones que buscaban tierras para cultivar, y como “no tenían posibilidades de hacerles retirarse a sus puntos de origen […], imitando precedentes romanos, los visigodos intentaron asimilarlos a unas formas más aceptables de actividad social y económica, por el sistema de fundar ciudades para los vascones” (Los vascos, p. 113).
  38. n190 Pero ninguno de estos supuestos puede probarse.
  39. Por consiguiente, la campaña de Suintilla, provocada por las incursiones vasconas, no parece que tuviera mayores resultados que la de Leovigildo realizada cuarenta años antes, pese al énfasis puesto por san Isidoro.
  40. Ese énfasis tiene, además, una explicación. san Isidoro no sólo escribió el texto que estamos comentando durante el reinado de Suintilla, sino que el relato de los primeros años de ese período tiene mucho más que ver con la apología que la historia n191.
  41. n191 Historia Gothorum, c. 64: “Además de estos motivos de alabanza a la gloria militar de Suintilla, tenía este rey muchísimas virtudes propias de la majestad imperial real: fidelidad, prudencia, habilidad, examen extremado en los juicios, atención primordial al gobierno del reino, munificiencia para con todos, generosidad para con los pobres y necesitados, pronta disposición para el perdón; tanto que mereció ser llamado no sólo príncipe de los pueblos, sino también el padre de los pobres”.
  42. n191 Como ha señalado L.A. García Moreno, son “virtudes todas ellas que se corresponden muy bien con el speculum principis trazado por el sabio hispalense” (España visigoda, p. 223).
  43. n191 El elogio que realiza a continuación del hijo de Suintilla, que, pese a ser niño, fue asociado al trono de una monarquía electiva (que el propio san Isidoro defendía), permite descartar la remota posibilidad de que el retrato trazado del rey godo pueda corresponder a la realidad:
  44. n191 “El hijo de Suintilla, Recimero, asociado por él al trono, comparte la alegría de este mismo trono. En su infancia resalta de tal manera el brillo de su índole sagrada, que se prefigura en él, en sus cualidades y en su rostro, el retrato de las virtudes paternas. Por él se ha de interceder ante el que rige el cielo y al género humano para que, del mismo modo que ahora está asociado en el trono patrio, así también después de un largo mandato de su padre sea dignísimo de la sucesión al reino” (c. 65).
  45. n191 De hecho, los contemporáneos no vieron tantas virtudes, y Suintilla fue abandonado por su ejército cuando trataba de enfrentarse a la rebelión de Sisenando (631-636).
  46. n191 Pero lo más significativo es que san Isidoro presidió el IV Concilio de Toledo, convocado para legitimar el poder alcanzado por Sisenando y condenar los crímenes de Suintilla y su familia, que se habían enriquecido gracias a “exacciones de los pobres” (canon 75).
  47. n191 Más que apología, san Isidoro lo que había hecho era una alabanza servil de Suintilla.
  48. n191 Esta circunstancia, reconocida por todos, ha sido aprovechada por J.J. Larrea para cimentar su hipótesis sobre el carácter tópico de las referencias sobre los vascones:
  49. n191 “Es difícil no creer que el Sevillano haya magnificado unos acontecimientos: el solo hecho de apoderarse de algunas bandas de pobres diablos aventurados más lejos que de costumbre en sus rapiñas y de afectarlos al cuidado de la viejas murallas romanas [de Olite] habría sido suficiente para hacer de Suintilla un nuevo Pompeyo”.
  50. n191 Pero ni la manipulación de este pasaje (el más favorable para las tesis de J.J. Larrea) puede extenderse al resto de informaciones, ni la caracterización de los que infestaban la Tarraconense como pobres diablos puede aceptarse simplemente porque la narración de Isidoro sea exagerada.
  51. n191 Entre san Isidoro y J.J. Larrea (que pretende reducir las incursiones vasconas a la zona de Olite, porque ése es el único lugar mencionado) existe un amplio término medio en el que hay que situar la campaña de Suintilla.
  52. Ahí se encuentra la clave de las diferencias entre los relatos de las campañas de Leovigildo y Suintilla.
  53. Un último dato prueba las limitaciones de la victoria sobre los vascones de Suintilla.
  54. Se trata de un pasaje de una carta enviada en el año 625 n192 a san Isidoro en la que san Braulio se disculpa por no haber podido escribir antes:
  55. […] “no sólo la ruina provocada por las malas cosechas, sino también los desórdenes de las incursiones del enemigo me han impedido escribirte […]. Ahora […] como si tras un prologado tiempo de desventura hubiera despertado de su pesado sueño, me atrevo a presentarte en esta carta un saludo respetuoso” (n193 Luis Riesco Terrero, Epistolario de San Braulio, Universidad de Sevilla, 1975, III).
  56. n192 652 es la fecha argumentada por J. Madoz (Epistolario de San Braulio, pág. 40) y Ch. Lynch y P. Galindo (San Braulio, págs. 52-53), y aceptada por autores como E.A. Thompson (Los godos…, pág. 193 y 420) y J. Orlandis (Historia de España, pág. 142); no conozco una crítica en sentido contrario.
  57. Esos enemigos, que realizan incursiones que amenazan la comarca de Zaragoza, sólo pueden ser los vascones (rebeldes por este tiempo en Francia n194 Luis Riesco Terrero, Epistolario de San Braulio, Universidad de Sevilla, 1975, III.) sobre los que, según san IsidoroSuintilla había alcanzado una gran victoria “en el verano del 621, o todo lo más del 622” (n195 V. A. Besga, Domuit Vascones, pp. 192-194).
  58. Por ello, hay que señalar, como E.A. Thompson, que durante el reinado de Suintilla se produjeron dos invasiones vasconas de la Tarraconense n196.
  59. n196 Los godos…, pp. 193-194. La existencia de una segunda invasión suele ser obviada en las obras sobre este período. En su día, y con el intento de conciliar la información de san Isidoro con la carta de San Braulio, analicé otras posibilidades pero sin resultados (Consideraciones…, pp. 40-41).
  60. Por tanto, la victoria de Suintilla en los comienzos de su reinado no debió de ser más importante que las logradas por otros reyes visigodos (y merovingios) n197.
  61. n197 Partiendo de la circunstancia de que después de la campaña de Suintilla narrada por san Isidoro son mucho más escasas las noticias de guerras con los vascones,
  62. n197 y estas tienen otra naturaleza (en tres de los cuatro casos pueden formar parte de guerras civiles del reino visigodo), R. López Meleroconcluye que hay que “atribuir a la acción de Suintilla una eficacia que no debe ser cuestionada” (“Una deditio…”, p. 470).
  63. n197 L.A. García Moreno se ha expresado en términos parecidos: “Posiblemente con ello [fundación de Ologicus] procedió a la organización de una sólida línea de defensa del valle del Ebro y de vigilancia de los movimientos imprevistos de las poblaciones serranas vasco-Navarras.
  64. n197 Porque lo cierto es que en los años sucesivos no volveremos a oír hablar de nuevas incursiones de dichos montañeses en el valle del Ebro” (España visigoda, I, p. 223).
  65. n197 Estas conclusiones no pueden admitirse. En primer lugar, hay que señalar que R. López Melero no se plantea en ningún momento la cuestión de la credibilidad de la información de san Isidoro.
  66. n197 En segundo lugar, esta autora se deshace de la contradicción que supone para sus conclusiones las incursiones vasconas implícitas en la carta de san Braulio del año 625 (que L.A. García Moreno no tiene presente en su exposición) señalando, sin más, que son las mismas que las relatadas por san Isidoro, cuando hay tres o cuatro años por medio y con este lapso difícilmente el primero podría haber justificado el retraso de su carta al obispo de Sevilla.
  67. n197 Y en tercer lugar y, sobre todo, el que tengamos un menor número de noticias de guerras entre visigodos y vascones no significa necesariamente que se hubieran producido menos enfrentamientos, porque desde el 625 carecemos de crónicas hispanogodas que den cuenta de ellas, y, por tanto, esa reducción del número de conflictos podría deberse a las carencias de la documentación.
  68. n197 El hecho de que las guerras que conocemos del último período del reino visigodo se deban a noticias incidentales aboga claramente a favor de esta segunda posibilidad.
  69. Además, hay una glosa de Las Etimologías de san Isidoro que si es de ésta época, como parece, confirmaría esta conclusión: Vacceos invictos a nulla gentes obtentos n198.
  70. n198 Según K. Larrañaga podría ser “una de las adiciones que entre 628 y 630 hizo Braulio de Zaragoza al texto de Las Etimologías” (“Sobre el obispado…”, p. 312).
  71. n198 Para este autor, semejante glosa “sería expresiva de estados mentales de ciertos círculos de la intelectualidad hispanogoda de la época, menos obligados que Isidoro a los dictados de la historia oficial”.
  72. Pero tampoco se debe caer en el extremo contrario y sugerir, como ha hecho K.Larrañaga, que en la segunda etapa del reinado de Suintilla se produjo el inicio del desmoronamiento n199 de las posiciones que mantenían los visigodos frente a los vascones.
  73. n199 El autor dice literalmente “relajo” (“Sobre el obispado…,” p. 305), pero, teniendo en cuenta la forma prudente (e imprecisa) con la que enuncia la hipótesis y los datos con los que la acompaña, no creo haber traicionado el sentido de la exposición de K. Larrañaga sustituyendo su ambiguo término.
  74. Desmoramiento de las posiciones visigodas que continuaría en las décadas siguientes, lo que podría explicar la escasez de las noticias posteriores sobre enfrentamientos entre vascones y visigodos:
  75. […] “puestos a pensar, cabría igualmente conjeturar que la falta, durante esos años, de una actividad historiográfica parangonable a la isidoriana o a la de Julián de Toledo, es justamente el reflejo de la política vacilante y medrosa de una realeza goda atrapada en sus propias contradicciones, e incapaz de protagonizar hechos como los que llevaron a cabo los Leovigildo, Recaredo, Suintilla, etc;
  76. porque lo cierto es que no faltan, referidos a ese período intermedio, indicios textuales que sugieren y aun denuncian clamorosamente aires de tormenta en el ámbito norteño” (n200 “Sobre el obispado…”, p. 301).
  77. Creo que, en este caso, la vehemencia puesta en la refutación de las tesis de J.J. Larrea, en que se inserta este argumento, ha traicionado a K. Larrañaga, porque relacionar la ausencia de un historiador n201 con la supuesta decadencia del reino visigodo n202 es algo indemostrable que el propio autor no intenta siquiera razonar n203.
  78. n201 Nótese que lo que diferencia el período comprendido entre el 590 y el 625 del que viene después (san Julián sólo escribió una historia de la rebelión del duque Paulo) es que en el primero tenemos a un cronista y en el segundo, ninguno; no que una etapa floreciente de la historiografía sea sucedida por otra de decadencia, lo que tampoco probaría nada (sin la pertinente argumentación) sobre la situación del reino visigodo.
  79. n202 A mi juicio, la invasión de los musulmanes (que habían terminado con el imperio de la Persia sasánida y arrebatado a los bizantinos dos tercios de sus dominios) ha contribuido decisivamente a presentar el siglo VIIdel reino visigodo como una etapa de decadencia para explicar mejor su brusca desaparición.
  80. n202 Pero lo cierto es que los visigodos mantuvieron intactas sus fronteras y rechazaron las invasiones de los francos que pretendían conquistar la Septimania.
  81. n202 Y en el interior, los reyes visigodos, generalmente, se impusieron a los rebeldes.
  82. n202 En este sentido, conviene recordar que entre el año 415(fecha de la primera aparición de los visigodos en España) y el 569 (entronización de Leovigildo) siete reyes visigodos fueron asesinados, dos muertos en batalla, uno destronado y posteriormente ejecutado, y sólo cuatro fallecieron de muerte natural;
  83. n202 y que entre el 569 y el 711 sólo un rey murió asesinado (Witerico), otro en batalla (Rodrigo), trece de muerte natural y cuatro fueron destronados (uno de los cuáles fue posteriormente ejecutado) [he tratado posteriormente la cuestión en “Consideraciones sobre el fin del reino visigodo de Toledo”].
  84. Porque, además, la drástica reducción del ritmo de las guerras entre visigodos y vascones de las que tenemos noticia antes aboga por una disminución del peligro vascón, como han hecho R. López Melero y L.A. García Moreno (n204 V. supra n. 197),
  85. n203 J.J. Larrea no perdió la oportunidad de realizar una crítica contundente de esta teoría (“De nuevo…”, pp. 322), que K. Larrañaga se resiste a abandonar (“A vueltas…”, pp. 45-46). 
  86. que por el supuesto contrario, que sólo tiene un argumento sólido en las ausencias de los obispos de Pamplona a los concilios visigodos de las siguientes décadas, cuya discusión conviene dejar para mejor ocasión.
  87. Pero la disminución real es la de las fuentes disponibles, pues después del año 625 carecemos de informaciones cronísticas escritas por autores hispanovisigodos.
  88. Por eso, no se puede admitir, sin la argumentación correspondiente, que el peligro vascón aumentara o disminuyera a partir de los años finales del reinado de Suintilla.
  89. Y tampoco que este rey no diera respuesta a las invasiones citadas por san Braulio, si éstas son diferentes, como parece probable, de las atestiguadas por san Isidoro.
  90. El silencio de éste no es óbice porque, o bien terminó su obra cuando san Braulio escribió su carta, o bien san Isidoro, como en casos anteriores, no consideró relevante dar cuenta de una nueva campaña militar, que, además, contradecía lo que acababa de escribir.
  91. Y es que el dato más claro en esta cuestión es que San Braulio da por terminados “los desórdenes de las incursiones de los enemigos”.
  92. Además, no resulta verosímil suponer que Suintilla no pudiera rechazar, otra vez, a los vascones y mucho menos que el que conquistó Cartagena a los bizantinos no pudiera arrebatar Pamplona a los vascones en el improbable caso de que éstos se hubieran apoderado de la capital Navarra.
  93. Finalmente, y dado que vamos a entrar en un período más oscuro, conviene aprovechar en la medida de lo posible los detalles proporcionados por las noticias que hemos comentado:
  94. 1. Las invasiones de la Tarraconense confirman la interpretación de que la iniciativa corresponde a los vascones y que, por tanto, los ataques visigodos son campañas defensivas, lo que tenía su mejor fundamento hasta ahora en las inruptiones de la época de Recaredo.
  95. 1. Que la comarca de Zaragoza se viera amenazada nos indica que estas incursiones no se limitaban a las inmediaciones del Saltus Vasconum, como se ha hecho en función del dato de la fundación de Ologicus, que, mientras no se intente demostrar lo contrario, no puede ilustrarnos sobre la geografía de la campaña de Suintilla (n205 J.J. Larrea, La Navarre…, p. 149).
  96. 2. La coincidencia de una época de malas cosechas con las incursiones referidas por san Braulio podría darnos una pista sobre los motivos de los vascones, conjetura que, pese a su debilidad, me atrevo a formular porque, como veremos en su momento, carecemos de datos para explicar las causas de estas invasiones.
  97. 3. La expresión del plural populi para designar a los vascones es un indicio (más) de la falta de unidad de estas gentes, que ha merecido el siguiente comentario de R. López Melero:
  98. “Los Vascones que se rinden ante Suintilla reciben el calificativo de populi, que es el término más vago que se les puede aplicar.
  99. 3 Tanto en Isidoro como en Juan de Biclaro, populus carece de sentido político y no tiene otro significado que el de “población”, utilizado en singular cuando se hace referencia a una unidad definida, y en plural cuando se alude a unidades varias.
  100. 3 Por consiguiente, el empleo del plural para designar a un grupo relativamente poco numeroso y homogéneo, como es el de los Vascones de nuestro texto, indica que se les contempla como una población no sólo carente de un Estado y de la entidad que expresa el término gens, sino incluso dispersa y falta de la cohesión de un populus.
  101. 3 Su forma de poblamiento y sus acciones protagonizadas en general por grupos pequeños, y quizá también un cierto desconocimiento de sus mecanismos de articulación interna, deben de haberles propiciado esa imagen, que les confería uno de sus rasgos peculiares de primitivismo.” (n206 “Una deditio…”, p. 484)
  102. Seguramente, a los autores que han acuñado recientemente el concepto de “circumpirenaico”, para referirse a la gran Vasconia de la que han hablado sin recato los publicistas nacionalistas n207, les parecerá excesivo el rendimiento que se le puede sacar a un plural que podría responder a razones de índole literaria.
  103. n207 Y pontificado también como, por ejemplo, en el libro Vasconia de B. Estornés, que imagina a los vascones refugiándose en Pamplona tras el ataque de Suintilla (p. 41).
  104. 3 Pero cuando otros indicios apuntan en el mismo sentido y no tenemos elementos que permitan especular con la articulación política de los vascones (lo que contribuyó, por cierto, a preservar su independencia), no considero que puedan pasarse por alto este detalle y el comentario de R. López Melero, que, en mi opinión y en principio, es el más conveniente.
  105. 4. El calificativo de montivagi confirma el carácter de pueblo montañés de los vascones y, en opinión de R. López Melero, “cierta movilidad coincidiendo con el de vagus, aplicado al vasco por Venancio Fortunato” (n208 “Una deditio…”, p. 484), que puede explicarse tanto por la naturaleza seminómada que tuvo probablemente su vida ordinaria, como por las incursiones que realizaban de vez en cuando.
  106. Ciertamente, se puede alegar que esa caracterización obedece a un tópico literario.
  107. Pero a este tipo de objeciones siempre se puede responder que, existiendo numerosos tópicos, el autor ha utilizado uno que conviene a la realidad que quiere referir, y, en buena lógica, la necesidad de la prueba adicional debe recaer en los que defienden la impertinencia del tópico.
  108. Mas no es necesario recurrir en este caso a una argumentación defensiva, pues, como ya hemos visto y veremos, el monte es el hábitat que se asocia al vascón y el llano a sus correrías y derrotas.
  109. 5. Como ha señalado R. López Melero, “la expresión remissis telis revela la naturaleza del armamento de los Vascones […] armas arrojadizas primitivas”(n209 “Una deditio…”, pp. 484-485. No obstante, algunas de las frases de su comentario podrían matizarse).
  110. No hay razones para rechazar este dato y el comentario apuntado. Existen, como veremos, otros indicios en el mismo sentido.
  111. Es verosímil porque se ajusta al nivel de desarrollo de los vascones, cuyo armamento nadie ha pensado que fuera pesado.
  112. Y nos da una explicación para los éxitos y fracasos de los vascones pues es un armamento suficiente para realizar emboscadas victoriosas e incursiones en el llano mientras las fuerzas militares del enemigo se reúnen lentamente, e incapaz de hacer frente a un ejército real.
  113. La misma táctica del torna y fuga empleada con éxito ante los ejércitos francos n210 confirma lo dicho.
  114. n210 Al comienzo de las batallas, los vascones fingían la retirada para atraerse al enemigo, sobre el que volvían de improviso. Es una táctica, propia de la caballería ligera, que ha sido empleada por numerosos pueblos

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