Tenemos una hipótesis razonable sobre de dónde y cuándo vinieron, dónde se asentaron, adónde y cuándo se expandieron. También sabemos cómo se llamaban.
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Se cumplen 20 años de la publicación de ‘¿Reihengräberfelder al sur de los Pirineos occidentales?’, un artículo de Agustín Azkarate que destaca por varios motivos. El primero es que tiene como foco la réplica al estudio que el arqueólogo aleman, Horst Wolfgang Böhme, había publicado dos años antes interpretando Aldaieta como necrópolis de «miembros del ejército franco de Childeberto I y Clotario que, de regreso tras la expedición a Hispania del año 541, perdieron su vida a manos de los visigodos». Otro motivo es la correlación de esta fecha con la entrada del euskera en Álava que proponemos Mikel Martínez Areta, Emiliana Ramos y yo en un trabajo publicado en Palaeohispanica.

Vasconia en la antigüedad tardía (406-711). Lengua, cultura y sociedad es el curso que la Fundación Cursos de Verano de la UPV/EHU ha organizado para los días 16 y 17 de junio de 2022.

Creo recordar al arqueólogo Ismael García-Gómez asentir sobre la rareza del emplazamiento de la vieja Gasteiz en lo alto de un cerro. Habría sido más eficaz establecer la forja de Gaste en algún otro lugar del llano (Abendangu, Adurzaha, Arriaga, Ihurre, Lopeggana…), poblaciones todas ellas cercanas. Y mejor comunicadas, y con menor esfuerzo para el acopio de materia prima, minerales (o más bien ferrones de Bagoeta), leña, agua… Tuvo que ser la seguridad el motivo principal para elevar la forja a lo alto del cerro, un lugar mucho más adecuado para la defensa. En su perímetro lo más probable es que se alzara una empalizada, de la que no queda registro arqueológico, previa al levantamiento de muralla de manpuesto del siglo XII.

Con motivo de la fiesta de San Antón que celebramos hace apenas unos días, voy a transcribir a Trifinium unos apuntes que tomé para un artículo que se publicó en 2016 en MendialdeaPress: ‘Los primeros cristianos se refugian en las cuevas’. Una de las cosas que más me impresionaron de estos cenobios son sus grafitos. En particular el de las Gobas de Laño que reproduce la advocación a San Atanasio, obispo de Alejandría (ca 357), autor de la primera biografía de San Antón Abad. Posteriormente, en 2018, Agustín Azkarate publicó unas «reflexiones sobre arqueología, lingüística e iglesias rupestres» que añaden importantes matices a lo que sabemos sobre estos yacimientos altomedievales (ver extractos). Reproducimos a continuación nuestras anotaciones de 2016.
En la Montaña Alavesa y Treviño se conserva un conjunto de cuevas utilizadas por comunidades de ermitaños de época visigótica de un extraordinario valor patrimonial e histórico. El grupo más destacado se encuentra en Laño (las Gobas, Santorkaria), pero son asimismo valiosas las de Faido (Santa María de la Peña), Marquinez (Larra, Peña Askana), por citar las más importantes. Tal vez su principal tesoro sea una serie de inscripciones y grafitos cuyo estado de conservación es muy deficiente, pero que podemos leer y disfrutar gracias a las reproducciones realizadas por los arqueólogos (Alberto Monreal o Agustín Azkarate), antes de que hayan desaparecido para siempre sin dejar huella. Estas extraordinarias inscripciones nos permiten conocer la filiación ideológica y social de los personajes que ocuparon las cuevas entre los siglos V-IX.