La «vasconización tardía» o la «expansión vascona altomedieval» (tanto monta, monta tanto) son términos que se refieren a un mismo fenómeno que ilumina aspectos clave de la historia lingüística del País Vasco (Pays basque, Basque Country, Euskal Herria, Vasconia). Un leve matiz diferencia los dos enfoques; digamos por simplificar que el primero es ateo y el segundo agnóstico. ¿Respecto a la existencia de Dios, o la virginidad de María? No, respecto al dogma historiográfico de una supuesta continuidad ininterrumpida de la cultura vasca desde la prehistoria.
El arqueólogo Mikel Unzueta (2004) atribuye esta creencia al también arqueólogo y antropólogo Pere Bosch Gimpera (1923, 1932). El estudioso catalán habría sido el principal artífice de una teoría que ha calado muy hondo en el discurso identitario vasco, llegando a convertirse en dogma. Un dogma perseverante y arraigado, por ejemplo, en los materiales divulgativos y educativos sobre la cultura vasca (vg. Hiru.com, Gipuzkoakultura.net, Kondaira.net). La teoría de Bosch Gimpera se asienta en los siguientes tres pilares:
- el elemento indígena vasco ha permanecido inalterado en el País Vasco desde el paleólitico superior hasta la actualidad;
- es el único superviviente de un «antiguo grupo de la cultura pirenaica cuyos orígenes se remontan al pueblo indígena del norte de España del paleolítico superior»; y
- se ha conservado inmutable frente a «las infiltraciones de otros elementos [culturales] de territorios vecinos» [pese a las abundantes evidencias antiguas de la presencia de estos otros elementos en el propio País Vaso]
Por supuesto la prueba irrefutable de este dogma es la supervivencia del euskera, una lengua preindoeuropea, o simplemente «no indoeuropea», que milagrosamente ha ido sorteando desde tiempos remotos el riesgo a sucumbir ante lenguas más poderosas. A este factor se ha añadido entre nosotros la aceptación más radical de la hipótesis whorfiana, según la cual la lengua sesga profundamente la percepción del mundo (postura que conlleva importantes riesgos ideológicos, como advierte Xabier Zabalza 2006).
Estos dos axiomas, tomados de manera conjunta (la antigüedad de la lengua y la hipótesis de Sapir-Whorf), llevarían a concluir que la cultura vasca es efectivamente continuadora de una «cultura indígena pirenaica de origen paleolítico» (al menos en sus manifestaciones conceptualizadas desde el euskera o que interiorizan una «cosmovisión eusquérica»). Oteiza encarna la figura del intelectual vasco que con mayor convencimiento ha promovido esta creencia, haciéndola trascender de los círculos artísticos hasta impregnar amplias capas de la intelligentsia vasca (como se desprende de la bibliografía crítica sobre su obra: Luxio Ugarte, Carlos Martínez Gorriarán, Jeremy MacClancy, o Miren Vadillo Eguino). Ahora no vamos a ahondar más en ella y deseamos zanjar el debate, al menos provisionalmente, con la siguiente reflexión: no hay elemento del folclore o de la mitología del País Vasco que no tenga parangón en algún otro lugar de Europa (cf. Anuntxi Arana). Incluso iconos, como la txalaparta, que hemos creído excepcional y exclusivo de nuestra tierra, encuentran en Europa expresiones análogas (vg. la toaca y el semantrón de Suiza, Grecia, o Montenegro). Tal vez, después de todo, el único elemento genuinamente singular de la idiosincrasia vasca sea la lengua («una reliquia paleolítica», como la definían Cardoso y otros 2013 a partir de Mitxelena, Lakarra, Echenique y Urgell 1988). Vamos por ello a ocuparnos de su pasado.
Hemos planteado en múltiples ocasiones los serios inconvenientes que plantea la presencia antigua de la lengua en el actual territorio del País Vasco, o al menos en su parte occidental y meridional (oeste de Guipúzcoa, Álava y Vizcaya, así como en la Ribera navarra). Dado que se trata de una consideración muy polémica (que genera reacciones airadas en amplios sectores del mundo cultural vasco y, de manera particular, entre compañeros de universidad y del ámbito educativo), vamos a tratar de atemperar los ánimos, aplicando en primer lugar el argumento ad ignoratiam («la ausencia de pruebas no es prueba de ausencia»). De esta forma, aunque estemos convencidos de que existen indicios suficientes de ausencia (cf. Trifinium 06/03/2015), vamos a cambiar el planteamiento del debate con el fin de hacerlo menos tedioso y estéril. Vamos a abordar el fenómeno desde un enfoque menos controvertido, pero igualmente esclarecedor; vamos a centrarlo sobre cuestiones lingüísticas de hondo calado que evidencian una alta cohesión de la lengua en los momentos inmediatos, tanto previos como posteriores, a su «expansión altomedieval»:
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Muchos aspectos troncales de la morfosintaxis vasca (vg. la ergatividad, la flexión verbal, la concordancia en número y persona) han experimentado fuertes cambios estructurales en época relativamente reciente (cf Trask 1977, Gómez y Sainz 1995, Aldai 2000, Lakarra 2006, Martínez Areta 2014); con seguridad no muy anteriores al inicio de la dialectalización (siglo VII).
- La práctica totalidad del vocabulario del euskera es asimismo reciente y en un elevado porcentaje de origen latino (Mitxelana 1974, Segura y Etxebarria 2001), con aportes de otras lenguas de contacto más modernas (de las que procede un nada desdeñable corpus de germanismos, arabismos, occitanismos, hispanismos, así como los más recientes anglicismos).
- Un elemento recurrente en la sintaxis, como es el artículo definido, tanto en sus formas singular como plural, es paralelo al desarrollo del mismo elemento en las lenguas romances, e inmediatamente posterior al proceso de dialectalización (Lakarra 2013 lo ubica con posterioridad al siglo VII).
- La incorporación de la lengua al registro escrito (a partir del siglo XV) ha acentuado el paralelismo vascorrománico, empezando tempranamente por el desarrollo de conjunciones y otros conectores de discurso, que son calcos románicos (Torrens 2014, 2015), y continuando con construcciones complejas y características de la escrituralidad, vg. la estructura inicial de las cláusulas de relativo (Krajewska 2013), además de otras formas de subordinación asimismo replicadas.
- El influjo románico es también palpable en los mecanismos de productividad léxica, como es el caso notorio del sustantivo verbal (Trask 1995, Urgell 2006).
Se tratan todas ellas de innovaciones que han permitido que la lengua responda a las exigencias que los hablantes demandaban en cada momento histórico, en función de las nuevas realidades tecnológicas o sociales, y en consonancia con los desarrollos paralelos que se iban produciendo en las lenguas de contacto. Todas estas transformaciones han hecho posible la supervivencia del euskera desde su contacto con Roma hasta la actualidad.
Como ejercicio de especulación filológica, es posible indagar en el pasado de la lengua, aplicando un proceso de reconstrucción, en sentido inverso al de las innovaciones, con el que podemos llegar a vislumbrar el núcleo prerromano de la lengua. Sin embargo, con seguridad esa forma prerromana, o protovasco, poco o nada tiene que ver con nuestra experiencia de la lengua en su estado actual. El protovasco es tan próximo al euskera moderno como el protoitálico al español actual. O dicho de otra forma, el euskera y el español modernos están hoy en día mucho más próximos entre sí, que el euskera moderno y su antepasado prerromano. Porque en su evolución histórica la lengua ha ido incorporando rasgos de sus vecinas, ha calcado y reproducido innovaciones, se ha hibridado con ellas en aspectos tan determinantes como la textualidad, la pragmática, o la semántica. La huella del latín y sus descendientes románicos en el euskera moderno es incomparablemente mayor que la que podamos vislumbrar del protovasco. El legado de este antepasado genético se limita a un reducido número de raíces léxicas, como las que Joseba Lakarra ha ido juntando en sus ejercicios de reconstrucción. De su morfosintaxis y su gramática poco podemos decir. Por ello, cabe afirmar que la fisonomía de la lengua tal y como la conocemos en la actualidad tiene un desarrollo histórico reciente, en gran medida trazable y constatable, y que situamos en los momentos más próximos, tanto previos como posteriores, a su «expansión altomedieval».
En definitiva, para entender adecuadamente el contexto histórico que ha hecho posible que la lengua haya evolucionado de forma cohesionada antes y después del proceso de dialectalización necesitamos un modelo que lo explique. Así, las innovaciones más tempranas, como la de la flexión verbal, o del ergativo, requieren una situación de lengua más exigente que la de una koiné inducida a partir de un breve y casi esporádico contacto de comunidades hasta ese momento desconectadas y dispersas espacialmente (como ha planteado Lakarra 2014 para el «vasco común antiguo» de Mitxelena 1981). La explicación de semejante proceso de koenización requiere de una comunidad lingüística más concentrada y cohesionada, con suficiente fortaleza y masa crítica para hacer posible la acción transformadora así como la expansión posterior. Resulta por ello poco convincente plantear que innovaciones del calado estructural de las que sucedieron en los estadios previos a la dialectalización del siglo VII tuvieran lugar de forma unísona en espacios tan alejados, incluso dispares culturalmente (a la luz del registro arqueológico) como eran el vizcaíno y el suletino de época prerromana, por no hablar del Alto Garona. Plantear la supervivencia del euskera en términos de perduración de comunidades de hablantes prerromanas es altamente insatisfactorio. La explicación del proceso de dialectalización y expansión altomedieval a partir de una comunidad concentrada durante el periodo romano y altamente cohesionada y robustecida en la etapa inmediatamente posterior es mucho más esclarecedora.
8 respuestas a «La expansión altomedieval del euskera»
Kaixo Joseba.
Gipuzkoara nondik hedatuko zen? Iruñetik abiatuta Leitzaran aldetik Urolaraino? Euskalkiek hori adieraziko lukete, ala?Hegoaldetik Deba bailarara iritsi aurretik? Batera antzera?
Eta Iparraldean? Hegoaldera bidean ala gero berriro Iparraldera joz? Mapan gezi gutxi batzuk gehiago nahi nituzke, hipotesiaren hipotesi mailan bada ere…
Por tzierto, Mikel Pozoren lanaren berririk bai?
Kaixo Imanol:
Ez, ez dakit ezer Mikel Pozoren tesiaz. Juanjo Larreak komentatu zidan apur bat luzatuko zela, eta abisatuko ninduela. Ea aurten aurkezten den!
Gipuzkoako euskararen garapena niretzako misterio bat da oraindik. Barrenak (1989:76) Aralar mendikatean jartzen zuen Gipuzkoako berpopulazioaren abiapuntua «El territorio de Guipúzcoa que presenta la donación de Olazábal es un área rectangular que se propaga desde la Sierra de Aralar hasta los cursos inferiores de los ríos Urola y Oria, comprendiendo los cursos de los ríos Agaunza y Arriarán, afluentes del Oria, e Ibaiederrra y bajo Urola por una parte, y los del Araxes y medio y bajo Oria, por la otra.»
Zuazok badu mapa interesgarri bat Beterrin sortutako berrikuntzeen hedapena erakusten duena:
Mapako geziak argitzen dituzuten hitzok: «Iruñea itsasbazterrarekin lotzen zuen bide aldamenetan sortu ziren Gipuzkoako zenbait hirigune: Tolosa, Andoain, Hernani eta Donostia. Badirudi ardatz horretatik zabaldu direla zenbait berrikuntza. […] XVI. menderako, izkribuzko lekukotasunak agertzen direnerako, bazeuden euskalkiak, baina euskalkiez gainera, beste zatiketa batzuk ere ikusten dira euskararen barruan. Horietatik bi dira esanguratsuak. Alde batetik, Araba, Bizkaia eta Gipuzkoa Nafarroatik eta Ipar Euskal Herritik bereizita agertzen dira» (Euskalkiak.eus)
Bi aipamen kontutan harturik, eta behin behingo hipostesi tentagarri egitearren
No creo que Lakarra aporte gran cosa a la cuestión de la vasconización tardía, aparte de sus infumables reconstrucciones del «protovasco» basadas en su teoría de la foca marsupial (perdón, de la raíz monosilábicas). Por eso no entiendo por qué lo citas tan a menudo.
Hola Octavià. Estoy citando a Lakarra desde que empecé a hincarle el diente a su farragoso artículo de 2014, en el que arremete sobre todo contra la aportación de Koldo Zuazo al conocimiento de los dialectos vascos. En ese artículo de 2014 Lakarra por fin se dedice a acometer el estudio del vasco común antiguo (Michelena 1981, EBZ en nomenclatura lakarrense), así como el fenómeno inmediato de la ramificación dialectal. Lakarra descalifica a Zuazo injustificadamente, en mi opinión. La sola intuición de que el euskera occidental tuvo su núcleo de formación y expansión en la Llanada alavesa tras la invasión musulmana (siglos VIII-XI) es para mi de muchísimo más valor que todos los palos de ciego que Lakarra da a su empeño en esbozar un diagrama de bifurcaciones binarias del proceso de dialectalización. Un empeño valdío a todas luces aplicado a la microhistoria lingüística, es decir, a periodos cortos en los que se producen varios ciclos de divergencias y nivelaciones, previos a la fijación de nuevas formas comunes, o koinés, algunas de las cuales a su vez se expanden y otras no (como se está viendo con el denominado continuo romance norteño).
No sé si me explico, pero sé que él me entiende, porque hablamos de ello en un tribunal de tesis reciente (dedicada a la toponimia de Zalla, de Alberto Otxoa). Lo de la centralidad de la Llanada alavesa en la evolución del euskera occidental ya lo había adelantado Blanca Urgell 2006, pero Zuazo se atreve a poner una fecha y una explicación al comienzo de la fractura entre los núcleos de Pamplona y Vitoria. Yo soy más partidario de situar el núcleo alavés en Alegría-Dulantzi, por razones que expliqué en otra entrada.
La cita de Zuazo (2010:192) que tanto valoro:
Como pudo Alava alejarse del reino de Navarra en el siglo VIII si no había estado unida (que sepamos)?
Juan José Larrea habla de las tres iglesias de los vascones: la catedral de Pamplona, la basílica bautismal de San Martín Dulantzi y San Martín de Fínaga. Es en esos siglos, V-VII que la Llanada alavesa está conectada con la cuenca de Pamplona, cuando las élites vasconas y vascongadas expanden el vasco común antiguo del que luego surgirán los dialectos actuales. Se entierran con armas, a diferencia de sus vecinos hispanogodos. Es el tema de la tesis del discípulo de Larrea, Mikel Pozo que defendió en diciembre de 2017.
Cometemos un error utilizando el término de «Navarra» para aquella época. El territorio de «Alaua» y el de «Pamplona» compartían unas características comunes que son la «´materia prima» de esta investigación, de esta línea interpretativa en este foro.
«Navarra- Nafarroa» aparecería después, y como corónimo de un reino en el siglo XII, si no me equivoco.
Hola, Joseba, acabo de leer el artículo y en general comentas cosas que me parecen de lógica, pero no deja de preocuparme que por intentar mantener viva una teoría que, desde mi punto de vista, cojea de bastantes patas, llegues a escribir esto:
«…Resulta por ello poco convincente plantear que innovaciones del calado estructural de las que sucedieron en los estadios previos a la dialectalización del siglo VII tuvieran lugar de forma unísona en espacios tan alejados, incluso dispares culturalmente…»
Ya sé que para los vascos Euskal Herria nos parece lo más grande del mundo, pero en realidad es un lugar muy pequeñito. Sí, se dan en poco espacio sustanciales cambios orográficos que provocan diferentes zonas climatológicas y con ello diversas fórmulas de laborío y sustento familiar y diversas soluciones de estructuras poblacionales, pero es un país lo suficientemente pequeño como para que los cambios culturales, eso de la teoría de ondas, recorran de extremo a extremo en un santiamén. Por no hablar ya de lo de dar por hecho el que la dialectalización del vasco se hubiera dado en tal o cual siglo, lo insinúe Trask, Mitxelena o Lakarra. Ir construyendo teorías sobre teorías, sobre más teorías, sin haber quedado demostrada ninguna anterior, es difícil que dé nada bueno.
Tal vez comparando la dialectalización de otras lenguas, como las latinas, germanas, o incluso las célticas, por ejemplo, que se dieron en espacios geográficos inmensos, con la del vasco lo podríamos entender mejor.
Agur bero bat