Tenemos una hipótesis razonable sobre de dónde y cuándo vinieron, dónde se asentaron, adónde y cuándo se expandieron. También sabemos cómo se llamaban.
En el volumen ASJU (57), en homenaje a José Ignacio Hualde (ver Trifinium 2.02.2025), Mikel Martínez Areta aporta nuevos datos acerca del origen, evolución y expansión del vasco común antiguo (VCA). Es altamente revelador el acervo antroponímico euskaldun de los siglos V-VI que da a conocer en este trabajo: «Casi todos los nombres dejaron una o más huellas toponímicas al pie de los puertos pirenaicos (en la vertiente peninsular) y por este motivo estos valles muestran una densidad muy elevada de topónimos deantroponímicos»:
Los siguientes párrafos son una adaptación al español del original publicado en euskera (PDF). Dice el autor:
En un monográfico que estoy preparando, propongo el siguiente stock onomástico para los hablantes de VCA:
Navarra (principalmente las estribaciones de los puertos pirenaicos)
y el oeste del país (= Álava + Vizcaya + Burgos + Rioja).
Los marcados con asterisco (*Buruto, *Étulu, *Ilundo y *Senito) solo pueden derivarse de topónimos deantrotopímicos. Considero *Senito, por ejemplo, porque Setoain (< documentado Seitoain) es un pueblo del municipio de Esteribar y, además, los elementos Seni- y -to se atestiguan por separado en aquitano cónveno.
Creo que este acervo tuvo un efecto aglutinador dentro del proceso etnogenético que experimentaron los rusticani de Orosio en esos siglos. Una especie de ADN onomástico del VCA que sus hablantes transmitieron de generación en generación y que se extendió hacia occidente. Su reconstrucción es posible a partir de la información aportada por:
los topónimos deantroponímicos,
los diplomas de cartularios altomedievales,
las inscripciones altoimperiales de Aquitania (punto de partida de la expansión), y
las inscripciones altomedievales de Vizcaya (uno de los puntos de llegada de la expansión).
Al igual que toda secuencia de ADN acumula mutaciones a lo largo del tiempo, con el transcurso de los siglos este stock onomástico irá mutando y se irá renovando. Sin embargo, algunos de sus componentes llegarán a los rincones más remotos del occidente de Vasconia, hasta dar su último aliento en la Vizcaya del siglo XI.
Son antropónimos que poseen las siguientes características:
Si bien cada nombre propio (NP) cuenta con una historia particular, en conjunto conforman un grupo cohesionado, evidenciando un patrón de aparición similar en las diversas fuentes citadas.
Casi todos ellos tienen su origen en Convenae o sus alrededores (entre ellos tambien Azter, GardeLe y GenduLe, aunque no sean de filiación aquitana).
Casi todos dejan una huella toponímica —o más— en las proximidades de los puertos de los Pirineos, en su vertiente peninsular, tal como cabe esperar del pasaje descrito por Orosio.
Pertenecen a una cronología concreta.
Todos son masculinos.
Como resultado, los valles de los Pirineos presentan una elevada densidad de topónimos derivados de antropónimos basados en estos NNP, muy superior a lo que podría explicarse únicamente por el azar. Los focos más frecuentes aparecen en las cuencas altas de los ríos Ultzama / Mediano y en la del Arga, como se observa en el mapa de arriba.
La cronología de estos antropónimos se caracteriza por los siguientes rasgos:
son posteriores a los NNP aquitanos atestiguados en la Navarra altoimperial (Umme.sahar, Abisunso-, Narhunges…, que desaparecen sin dejar huellas toponímicas),
pero son anteriores a los que se extienden a partir del 800, García, Lope, Sancho/a, Eneko/Oneka, Ximeno, Otxoa, etc.
los NNP rusticani están vinculados a la Diócesis de Pamplona y, o bien desaparecen en la Antigüedad Tardía, o bien están en decadencia en la Alta Edad Media;
en cambio, García, Lope…, que están vinculados al Reino de Pamplona o proceden de Gasconia, son vigorosos en la Alta y en la Baja Edad Media.
Hay también pruebas de dos cronologías diferentes en el plano fonético: compárese, por ejemplo, el mantenimiento de la ŭ cerrada de Gendule (gasc. Centolle) y Lope (< lat. lŭp-), que entró en euskera después de la apertura de ŭ > ọ en romance (probablemente gascón).
Por último, se trata de un stock onomástico eminentemete masculino. En todos los documentos estudiados, los únicos NNP femeninos de filiación vasco-aquitana proceden de Andere o de sus derivados Anderazo, Anderkina, Andregoto, Andregayla. Pero estos no son originalmente auténticos NNP, sino denominaciones creadas a partir de apelativos. En contraste con los masculinos Aho(i)ztar, Berhatz, *Senito, que proceden de Aquitania, no hay un solo NP onomástico femenino de la misma procedencia. No he encontrado un solo testimonio de Hahan, Hahanten, Edunxe, Hautense, o Silex, en el País Vasco o en Navarra.
Es cierto que en Aquitania se documenta Andere (4) y sus derivados (2 Anderese, 2 Anderex(s)o, 1 Andrecco y 1 Anderitia), pero son una minoría dentro del total (76, según mi recuento). En el País Vasco y Navarra, por contra, los NNP femeninos asociados a los rusticanos son todos del tipo Andere.
Según mi interpretación, este contraste onomástico solo admite una explicación: los rusticani de la primera generación, al tratarse de tropas ligeras, eran fundamentalmente hombres. Al establecerse en los valles de Navarra, contrajeron matrimonio con mujeres locales que ya llevaban largo tiempo latinizadas y, en consecuencia, las designaron empleando el apelativo puro, el cual, con el tiempo, terminó por evolucionar hacia formas onomáticas. Forster y Renfrew (2011) han demostrado que este fenómeno es un patrón recurrente a nivel global: un pequeño grupo de hombres dinámicos que irrumpen en un territorio —a menudo introductores de un elemento de prestigio, como un nuevo metal o una nueva tecnología— puede ser suficiente para provocar una sustitución de lengua. Este proceso ha sido constatado en diversos casos en los que se constata la correlación entre los haplogrupos del cromosoma Y y ciertas lenguas específicas.
Dado que resulta inviable justificar cada NP de la lista propuesta en este trabajo, me centraré en describir la historia de dos de ellos (Ahoztar y Hoitarriezo) como ejemplo ilustrativo del origen y trayectoria planteados para el conjunto completo. Estos dos NNP siguen todo el recorrido de la expansión del euskera, culminando con su aparición conjunta en un documento de la Alta Edad Media en el Duranguesado.
Aostar y Hoitarriezo, lápida de la necrópolis de Momoitio. Imagen de Mikel Martínez Areta
In dêi n̅(omi)n̅e êgo Aostarri de funto + êgo fic(i) ista petra Hoitarri {F}ezo
En nombre de dios, yo al difunto Aostar hice esta piedra, Hoitarri {F}ezo
Texto del epígrafe en latín altomedieval
Esta lápida del Duranguesado fue hallada por Alberto Santana y García Camino durante las excavaciones llevadas a cabo en el interior de la ermita de San Juan de Momoitio, Garay, en los años ochenta (hoy se encuentra en el Museo Arqueológico de Bilbao). Como todos los epígrafes del mismo conjunto, fue publicado por Azkarate y García Camino (1996). La inscripción es un bloque trapezoidal de arenisca que los editores sitúan en el siglo X, escrita en un tosco latín eclesiástico altomedieval con tipografía visigodo-mozárabe en la que aparecen los nombres del difunto (Aostar) y del autor del epígrafe y/o la lápida (Hoitarriezo). Destaca porque
los NNP indígenas de la epigrafía vizcaína del Alto Imperio habían sido Iarus, Quno (Forua), Melia (Lemona, Zaldu) y Aunia (Llodio),
tras los siglos oscuros aparecen en el Duranguesado nombres de origen aquitano: Aostar, Hoitarriezo, Gendule, Andere y Anterazo.
La pregunta que cabe hacerse es: ¿estos nombres, algunos con aspiración y el sufijo -tar, estuvieron «siempre» en Vizcaya, o acababan de llegar? Vamos a indagar en esta cuestión.
El becerro gótico de Valpuesta ofrece varios testimonios con variantes de Aostar: Affostar (903), Ahostar (911), Afostar (939), Haoztar (956).
Ashostar, otra variante del mismo nombre, es el difunto de una lápida tabular de la ermita de San Iurgi en Izurza, también en el Duranguesado, siglos X-XI.
Lupe Ahoçtarreç, un patronímico que ha llegado con diferentes grafías, aparece como donante en el acta de fundación de San Agustín de Etxebarria en Elorrio, encargada por los condes de Durango en 1053. Es un documento rico en NNP de estratos cronológicos posteriores, pero el padre de un individuo parece haberse llamado Ahoztar. Se trata del último destello del nomenclátor rusticano.
A pesar de los cambios ortográficos y fonéticos, se puede concluir que la forma original es Ahoztar, en la que fácilmente se reconoce el sufijo -tar. Así Azkarate y García Camino (1996) y antes Gorrochategui (1984) relacionaron este nombre occidental con el antiguo Ahoiss de Aquitania. En el trayecto desde Aquitania a Vizcaya, Ahoiss-i se atestigua dos veces, ambas como patronímico:
Ahoiss-i (Nux, comuna de Barran, Gers), no lejos de Convenae, en la región de Ausci.
Ahoiss-i. Inscripción aparecida en la sacristía de una parroquia de Hautes-Pyrénées, hoy en día perdida.
Gorrochategui considera que lo más probable es que este antropónimo surja de la derivación Aho- + -oss(o)- ~ -iss(o). Lo reseñable es que no sólo la base, sino el origen mismo de los Ahoztar occidentales hay que buscarlo en Aquitania. La figura 3 de abajo muestra cuatro pares de NNP aquitanos con y sin -tar que, con el añadido del Ahoztar occidental, suman cinco pares.
El nombre Ahoiss- se corresponde con el topónimo navarro Aoiz (atestiguado como Ahoiz en el siglo XI). Por su parte, Ahoztar es el resultado de procesos derivativos y combinatorios que han tenido lugar en aquitano: la combinación Aho(i)ss- + -tar ocurre en una época en que el sufijo -tar era un procedimiento vigoroso y productivo para la formación de NNP. Más tarde, en cambio, en la nomenclatura rusticana y hasta el siglo XI, el uso de Ahoztar entró en declive, aunque el sufijo -(t)ar sobreviviera fructíferamente en el léxico vasco común.
El otro nombre propio que aparece en el epígrafe de Momoitio es el del autor de la inscripción. Los editores advierten que la F de la última línea ha sido trazada por otra mano en un momento posterior y deducen por ello que el nombre que hay que leer es Hoitarriezo. Hoitar- y -zo son transparentes y lingüísticamente lógicos. El sufijo -zo tiene paralelos en las fuentes altomedievales. En otra inscripción de la misma necrópolis de Momoitio tenemos Anterazoni (es decir, Anderazo en dativo), también del siglo X. Lo destacable es que Hotar- se constate previamente en tres inscripciones aquitanas:
Hotarr-i, Hotarr-is (Cazaril-Laspènes, Alto Garona). Se trata del padre de Bontar en la célebre inscripción de Cazaril-Laspènes. Hotar es el hombre elegantemente esculpido en la lápida.
Hotarr-is (Barsous, Alto Garona).
Hotarr-i (Géry, Alto Garona).
Hotarri Orcotarris f(ilio) / Senarri Eloni filiae / Bontar Hotarris f(ilius) ex testamento (lápida de Cazaril-Laspènes)
Es muy revelador reparar en el proceso de creación del nombre Hotar. Dada la brevedad de la base Ho-, Gorrochategui sugiere que “posiblemente sea la abreviatura de un nombre más largo, como Bihotar”, que está previamente atestiguado:
Bihotarr-is (Boussens, Alto Garona).
Se trata de una explicación muy convincente ya que este tipo de aféresis (Francisco → Chisco o Carmenxu → Mentxu) fue muy productiva en aquitano:
Bihotar- → Hotar
Anderese → Erese
Anderexso → Erhexo
Eduardo Orduña, que es de la misma opinión, añade otros dos casos:
Belexeia → Lexeia
Andox- → Doxx- (Hagenbach)
La figura 4 sintetiza estos ejemplos de aféresis.
Con esto se deduce que los nombres del epígrafe de la necrópolis de Momoitio son el resultado de un proceso que se produjo en la epigrafía aquitana del Alto Imperio y que podemos rastrear casi en «tiempo real» hasta el momento mismo de la acuñación del nombre Hotar. Así, la combinación de Bihox- + -tar y la aféresis de Bihotar a Hotar son proyectables tanto geográfica como cronológicamente en Convenae durante los siglos I-III. Esto lleva a deducir que dos antropónimos documentados en el corazón de Vizcaya en la Alta Edad Media son el resultado de un proceso lingüístico que tuvo lugar en el aquitano del Alto Imperio. Este hecho no es menor, pues son los primeros testimonios de elementos euskéricos como el sufijo -tar y de la aspiración en la Vizcaya medieval. De este modo, podríamos considerar la inscripción de Momoitio como la ‘pistola humeante’ que respalda el origen aquitano del vasco común antiguo y la difusión del euskera en la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media.
San Juan Bautista de Momoito. Imagen: Andrés Baños
17 respuestas a «También sabemos cómo se llamaban»
Necesito decirlo: llevo tres largos años silenciando esta primicia, esta pistola humeante que Mikel me mostró como prueba, creo que concluyente, del desplazamiento de nuestros antepasados aquitanos hasta el occidente de Vasconia. La destreza filológica que el autor demuestra en este artículo merece toda mi admiración y espero con anhelo que su monografía vea la luz muy pronto.
En esta entrada me he limitado a reproducir el apartado cuarto del artículo. Animo a que se lea el texto completo. Dispongo de un borrador con una traducción mecánica en español que necesita bastantes retoques, pero que puede ser útil para una lectura rápida.
¿A que molan las flechas-pececillo?
Excelente trabajo, Mikel, los datos son muy llamativos, sin duda, y están muy bien expuestos. Por centrarme en un punto quizá marginal, sobre los posibles casos de aféresis, entiendo que implicarían un acento no inicial, quizá en la segunda sílaba. Supongo que la aféresis se manifestaría fundamentalmente en la onomástica, como en castellano y sobre todo en catalán (aunque en recesión), como recurso hipocorístico, y que esa sería, en el marco de tu propuesta, la explicación de que en esa primera onomástica medieval solo tengamos Andere y no Erhe, ya que entraría en un principio solo como apelativo. Sin embargo, es evidente que acabó usándose como nombre propio, pero aún así ya no sufrió aféresis, y los pocos casos de aféresis en la onomástica, si no me equivoco, estarían en esos pocos ejemplos transportados ya con ella desde el alto Garona. ¿Implicaría esa falta de aféresis, en el marco de tu propuesta, que el patrón acentual aquitano se vio alterado por el de la lengua o lenguas de sustrato? ¿Es compatible con la reconstrucción micheleniana del acento, o con la de Hualde?
En cuanto a las flechas-pececillo, quizá en forma de espermatozoide hubieran representado mejor tu propuesta :-), pero bueno, algo se parecen.
Eskerrik asko, Orkeikelaur. Yo entiendo que la aféresis como recurso hipocorístico es un proceso morfológico que no nos dice nada sobre el acento. Lo que sí creo, aunque esto necesitaría de más espacio para ser argumentado, es que el aquitano muestra indicios de tener ya [+2], con sufijos léxicos que pueden atraer el acento más a la derecha (como -tar en Baisothar[). Es decir, con excepciones que pueden tener explicaciones diversas, hay una tendencia a que la aspiración esté vinculada ya al acento tónico y a la segunda sílaba por la izquierda, como se puede intuir por ejemplo al comparar Andere- (una docena de casos con o sin sufijo, siempre sin aspiración tras -r-), con Erhe(-se/xo) (dos casos con -rh-, uno sin aspiración). Es decir, el acento tónico que reconstruía Mitxelena como punto de partida de todos los dialectos históricos. Si entendí bien el discurso de Hualde en su homenaje, éste también daba la razón a Mitxelena, presentando además en su favor un indicio adicional en la acentuación de Goizueta, aunque esto he de escucharlo mejor; por eso me gustaría ver su conferencia por escrito, o que se edite la grabación, para escucharlo con calma (el elemento novedoso serían las conclusiones, no la acentuación de Goizueta, que entra en el planteamiento de Hualde ya desde hace 15 ó 20 años).
No entiendo muy bien lo del sustrato. En aquitano existe Andere, sin o con diversos sufijos, y luego Erhe, Erhexo, Erese. Puede pensarse en un nombre común, “señora”, quizás de origen galo, que además se utiliza como antropónimo. Los Er(h)e(xo/se) pueden ser aféresis de Andere(xo/se/etc.), o bien un elemento aparte, sin And- por delante. En todo caso, cuando esta gente se traslada a Navarra llevan muchos NNP aquitanos masculinos, pero ninguno femenino. Según sugiero, porque son CFM (= Campesinos con Funciones Militares), que se casan con navarras latinizadas y llaman a algunas de ellas por medio del mero apelativo (¡el rapto de las sabinas!). Esto es sólo una interpretación, pero, si no es así, ¿por qué se produce este split? Esto es, ¿por qué en bases de topónimos deantroponímicos, cartularios altomedievales o epigrafía altomedieval vizcaína, hay diversos antropónimos masculinos que proceden de Aquitania (Ahoiz, Ahoztar, Azter, Berhatz, GenduLe, *Senito, Oro, *Ilundo, Ilurdo…), pero en el ámbito femenino sólo el mero apelativo (Andere y derivados)?
Con respecto al topónimo Betelu, en Betelu(Araiz), y Oroz Betelu, podrían estar relacionados con el nombre «Metallum» en relacion a mina o coto minero(M.Urteaga). Ambas zonas con abundante actividad minera documentada en la Edad Media.
Nadie duda que fue una zona minera. Pero para que tu etimología fuera cierta, necesitaríamos, entre otras cosas, que M- se convierta en B- y que hubiera asimilación vocálica, ambas cosas a la vez en dos lugares distintos. Asumir que Betelu es un NP que procede del apelativo lat. vet-éllu “viejecito”, que posiblemente hacía juego con lat. vét-ulu > eusk. NP Étulu “viejecito” (de éste viene cast. viejo), no requiere ningún cambio.
De todas formas, que Betelu procede de lat. vet-éllu > eusk. BeteLu, y que este debió de ser un antropónimo abundante en la Tardoantigüedad y primeros siglos de la Alta Edad Media entre los euskaldunes del VCA, a pesar de no sobrevivir hasta la época de los cartularios alto- y plenomedievales, ni en Navarra ni en occidente, no es una teoría mía. Lo han sostenido ya, como mínimo, Alfredo Oribe (2011) y Alfonso Irigoyen (1986). Éste lo relacionó con Beteluri “villorrio/caserío de Betelu”, barrio de Orozko, y aquél además con un Betalain de Uribarri Arratzua, en plena Llanada Alavesa, para el que reconstruyó un *Betelain (BeteL(u) + -ain). Ahora sabemos, gracias a Elena Martínez de Madina (2019), que Betelain ni siquiera necesita asterisco, porque se atestigua en 1584.
Es decir, que el NP BeteLu se hace todo el periplo Navarra > Álava > Bizkaia (por vía arratiana), entrando hasta la cocina y dejando “miguitas de Pulgarcito” allá donde pasa en forma de construcciones deantroponímicas típicas de cada época y región: Betelu (Navarra, sin derivación) > Betel-ain (Álava) > Betel-uri (Bizkaia).
La charla de Hualde fue muy interesante. Desarrolló el trabajo que publicó en FLV en 2024, Azentua eta hasperena. Comentó que el acento inicial del VCA se hallaba en la segunda sílaba en el léxico patrimonial, y ello provocaba la aspiración en las oclusivas: *eákin, *akhér, *ithúrri, *ethórri, *ekhúsi, *lephó, *bethí….Esta propuesta se puede corroborar en Goizueta, ya que conserva este sistema de acentuación (“Goizueta giltza da”) y, a su vez, permite confirmar la propuesta que ya hizo Mitxelena sobre la reconstrucción del acento vasco. Por otro lado, indicó que en los préstamos del latín, el acento se ubicaba en la primera sílaba: *báke, *záku, *mérke….
Una cuestión que me parece interesante para debatir es si “andere” deriva de un préstamo celta “andera” (ternera) o, en cambio, surge del léxico patrimonial “and” + “erhe”. Un argumento a favor de un origen celta es que en el aquitano no aparece atestiguado ningún #“anderhe”, esperable si su origen fuera “and” + “erhe”.
No entiendo el ejemplo de Goizueta para el sistema de acentuacion, Goizuuieta (s. XII, NEN).
Aquí un artículo de prensa muy sensato sobre la supuesta relación entre los andosinos y Andorra.
Me cuesta ver en qué consiste la sensatez del artículo, salvo advertir que no tenemos certeza absoluta de que los andosinos se relacionen con los andorranos actuales.
Se podría haber ahorrada tantas letras, palabras y frases, en Historia Antigua lo habitual es la falta de certezas absolutas, se trabaja con hipótesis fundamentadas en los datos disponibles. Y los datos disponibles son los que sirven para establecer la relación entre los andosinos de Polibio y los andorranos. No hay datos disponibles que apunte a lo contrario, y supongo que nadie esperará a encontrar una inscripción de la antigüedad que diga: los andosinos son los andorranos actuales, para aceptar la relación.
Se ven más algunos de los tópicos para desacreditar las fuentes primarias escritas (nada menos que al mea pilas de Polibio), que si el hapax de marras, y el irrelevante «and». Cualquier tópico al uso menos contraponer hipótesis basadas en datos disponibles.
Francisco Beltrán Lloris (2008):
aunque no pueda afirmarse con certeza absoluta que el solar de los andosinos coincidía con la Andorra actual, ésta es una hipótesis que, en el estado actual de la cuestión, puede defenderse con toda verosimilitud.
Creo que el artículo, de un rigor poco habitual en la prensa generalista cuando trata estos temas, pone el dedo en la llaga de la extraordinaria debilidad del argumento, que se basa no en «los datos disponibles», sino en un único dato, o quizá habría que decir medio dato, porque puestos a construir una hipótesis sobre un hápax, lo menos que cabría exigir es que este tuviera un parecido razonable, o que las diferencias fueran justificables de algún modo. En este caso, que yo sepa, nadie lo ha intentado siquiera. Beltrán acierta, a mi modo de ver, al aislar andos- y relacionarlo con Andossus, y esto es lo más seguro que se puede decir acerca de ese etnónimo, y no es poco, pero con ello en el fondo no hace más que dificultar aún más la posible relación con Andorra. Los paleohispanistas más rigurosos, como Javier de Hoz, sitúan en la Val d’Aran el límite oriental de la presencia de elementos lingüísticos eusquéricos. Y Andorra está muy lejos de Aran, incluso desde Saint-Lizier, el límite oriental de la onomástica aquitana, tienes casi tres horas en coche.
El artículo será riguroso, pero omite el dato más importante: que Andos-in-oi, por muy hápax que sea, contiene un primer formante que es idéntico al antropónimo aquitano con mucho más frecuente en la epigrafía de unos siglos después (dos docenas de Andox-es, con o sin derivación).
Reconozco que en esta cronología ya es muy difícil tener nada parecido a una certeza sobre nada. Pero me gustaría hacer dos observaciones. Polibio, según leí, tenía fama de mal escritor pero historiador riguroso. Y además, estuvo en Hispania, acompañando a Escipión en la campaña final contra Numancia.
Por otra parte, postular que la Ur-ur-heimat del euskera estuvo p’allá tiene otra ventaja.¿No es por allí (no sólo en Andorra) donde se encuentran esos topónimos que suenan tan euskéricos, del tipo Algerri, Esterri, Gerri, Igüerri, que gustaban tanto a Coromines y que explicaba por trasiegos de pastores y comerciantes euskaldunes que seguían rutas trashumantes y comerciales, en la Edad Media? Ahora bien, esos topónimos, aunque suenan euskéricos, no tienen la huella dactilar de la toponimia del euskera histórico: -eta, -aga, -(t)za, -(t)zu, etc., todos estos sufijos. ¿No será que por allí estaba el preaquitano? Al menos desde un punto de vista impresionista, según la estratigrafía del paisaje toponímico (cuanto más claro y entendible es un topónimo o un estrato toponímico para el hablante autóctono, tanto más moderno será), se da justo lo que se tiene que dar para que lo antiguo sea el paleo-paleo-euskera y los demás otros estratos posteriores: la toponimia euskeroide es poco inteligible, la romance lo es algo más. Lo contrario que en la región del euskera histórico, donde la toponimia euskérica es transparente, la celta y la latina más incipiente más oscura.
Bueno, el autor es historiador más que lingüista, ya sería pedirle mucho que conociera el antropónimo aquitano. En cuanto a los topónimos que suenan eusquéricos, en mi opinión también solo suenan. Existe en catalán diferentes tratamientos de la -r final, estudiados por Colomina 1996 («La simplificació dels grups consonàntics finals en català»). Por ejemplo, el rosellonés ferr corresponde en catalán oriental a ferro, pallarés ferre o ribagorzano ferri. En pallarés quizás es más frecuente -e (Escalarre, Bonestarre) y en ribagorzano -i (Llastarri, Benavarri), pero también hay -i en pallarés Esterri y mucho más a oriente. Algunos de estos nombres son claramente románicos, también para Coromines (Escalarre, Ginestarre, Llastarri, de llastó, ‘paja’). Yo tengo una lista de algunos que han pasado desapercibidos y que espero publicar algún día. En general pienso que, aunque algunas bases puedan ser prerromanas, no existe ningún sufijo prerromano -arre/-i, -erre/-i, como mucho podría atribuirse la evolución fonética a algún fenómeno de sustrato. Hay dobletes muy claros, como Siscarri/Ciscar (donde hay cisca, una hierba), Gerri/Ger (este quizás prerromano), Cubilarre/Cubilar (lugar donde duerme el ganado), Toscarri/Toscar (donde hay piedra tosca o toba), Alerre/Aler (alero, un término de los derechos de pasto) o en mi opinión Alcubierre/Alcover, pues el fenómeno se extiende por el alto Aragón (Alerre, Loarre, que es Lobarre en aragonés…). No me creo que los varios Javierre (frente a Javier justamente en Navarra) tengan que ver con etxe berri, no hay más topónimos vascos tan transparentes, aunque no tengo por el momento una explicación alternativa. Y en cuanto a Igüerri, la pronunciación local es Aigüerri, que admite explicaciones muy diferentes de lo eusquérico. Por cierto, hay un dicho curioso: «Els d’Aigüerri, collons de ferri, tringola d’aram, patarrin patarran».
Polibio parece un bandarra si nos atuviéramos a la opinión del artículo, como resultado del obtuso propósito de derribo del primer más importante historiador, condición sine qua non para cuestionar la hipótesis aceptada por los expertos como la mas verosímil (andosinos=andorranos).
Son unos cuántos los burdos tópicos al uso a los que se acude en el artículo, lo que no parece el mejor procedimiento, pero lo inaceptable por faltar a la verdad es la conclusión a la que llega: “la menció [Polibio] als andosins, no podem ni saber si realment arribaran a existir”.
¿Pero cómo que no sabemos si existieron los andosinos?, en fin, sin comentarios.
Mikel, coincido contigo que el “andorrano” bien podría ser preaquitano, o quizá mejor, uno de los componentes que darían lugar a la formación del aquitano convenae, dado que los andosinos eran aliados que sirvieron al estratégico control pirenaico de Roma frente a los púnicos, siendo recompensados por ello. Puede que ésta sea la razón de tanto “and” en la inscripciones cónvenas, ofrendas de las élites entre los que se encontrarían en lugar privilegiado los fieles andosinos recompensados con la fundación de Lugdunum Convenarum foco de atracción de romanidad.
Me parece interesante también investigar la toponimia y la datación antigua al sur de los Pirineos, con posibles nexos con el paleo-euskera, para poder analizar diferentes posibilidades Me parece que habría que reparar en el topónimo Gracchurris, ciudad fundada por Tiberio Sempronio Graco en el 179 a. C, y con significado “ciudad de Graco”, muy posiblemente. En esta población se ha encontrado en signario paleohispánico la inscripción “lueikar+[—] “.
Ballester (2008, 200-201) indica que la secuencia “-eikar” recuerda poderosamente a la que aparece en la fórmula del defensor saluiense de la Tabula Contrebiensis (l. 16) [—]assius “[-]eihar”. La equiparación de los elementos no es mayor problema si se admite, como propone Ballester, que el silabograma ka simple esté grafiando aquí una fricativa glotal sorda, para lo que aporta el interesante paralelo del uso de g en alfabeto cirílico para /h/, como Tegerán para Teherán.
17 respuestas a «También sabemos cómo se llamaban»
Necesito decirlo: llevo tres largos años silenciando esta primicia, esta pistola humeante que Mikel me mostró como prueba, creo que concluyente, del desplazamiento de nuestros antepasados aquitanos hasta el occidente de Vasconia. La destreza filológica que el autor demuestra en este artículo merece toda mi admiración y espero con anhelo que su monografía vea la luz muy pronto.
En esta entrada me he limitado a reproducir el apartado cuarto del artículo. Animo a que se lea el texto completo. Dispongo de un borrador con una traducción mecánica en español que necesita bastantes retoques, pero que puede ser útil para una lectura rápida.
¿A que molan las flechas-pececillo?
Excelente trabajo, Mikel, los datos son muy llamativos, sin duda, y están muy bien expuestos. Por centrarme en un punto quizá marginal, sobre los posibles casos de aféresis, entiendo que implicarían un acento no inicial, quizá en la segunda sílaba. Supongo que la aféresis se manifestaría fundamentalmente en la onomástica, como en castellano y sobre todo en catalán (aunque en recesión), como recurso hipocorístico, y que esa sería, en el marco de tu propuesta, la explicación de que en esa primera onomástica medieval solo tengamos Andere y no Erhe, ya que entraría en un principio solo como apelativo. Sin embargo, es evidente que acabó usándose como nombre propio, pero aún así ya no sufrió aféresis, y los pocos casos de aféresis en la onomástica, si no me equivoco, estarían en esos pocos ejemplos transportados ya con ella desde el alto Garona. ¿Implicaría esa falta de aféresis, en el marco de tu propuesta, que el patrón acentual aquitano se vio alterado por el de la lengua o lenguas de sustrato? ¿Es compatible con la reconstrucción micheleniana del acento, o con la de Hualde?
En cuanto a las flechas-pececillo, quizá en forma de espermatozoide hubieran representado mejor tu propuesta :-), pero bueno, algo se parecen.
Eskerrik asko, Orkeikelaur. Yo entiendo que la aféresis como recurso hipocorístico es un proceso morfológico que no nos dice nada sobre el acento. Lo que sí creo, aunque esto necesitaría de más espacio para ser argumentado, es que el aquitano muestra indicios de tener ya [+2], con sufijos léxicos que pueden atraer el acento más a la derecha (como -tar en Baisothar[). Es decir, con excepciones que pueden tener explicaciones diversas, hay una tendencia a que la aspiración esté vinculada ya al acento tónico y a la segunda sílaba por la izquierda, como se puede intuir por ejemplo al comparar Andere- (una docena de casos con o sin sufijo, siempre sin aspiración tras -r-), con Erhe(-se/xo) (dos casos con -rh-, uno sin aspiración). Es decir, el acento tónico que reconstruía Mitxelena como punto de partida de todos los dialectos históricos. Si entendí bien el discurso de Hualde en su homenaje, éste también daba la razón a Mitxelena, presentando además en su favor un indicio adicional en la acentuación de Goizueta, aunque esto he de escucharlo mejor; por eso me gustaría ver su conferencia por escrito, o que se edite la grabación, para escucharlo con calma (el elemento novedoso serían las conclusiones, no la acentuación de Goizueta, que entra en el planteamiento de Hualde ya desde hace 15 ó 20 años).
No entiendo muy bien lo del sustrato. En aquitano existe Andere, sin o con diversos sufijos, y luego Erhe, Erhexo, Erese. Puede pensarse en un nombre común, “señora”, quizás de origen galo, que además se utiliza como antropónimo. Los Er(h)e(xo/se) pueden ser aféresis de Andere(xo/se/etc.), o bien un elemento aparte, sin And- por delante. En todo caso, cuando esta gente se traslada a Navarra llevan muchos NNP aquitanos masculinos, pero ninguno femenino. Según sugiero, porque son CFM (= Campesinos con Funciones Militares), que se casan con navarras latinizadas y llaman a algunas de ellas por medio del mero apelativo (¡el rapto de las sabinas!). Esto es sólo una interpretación, pero, si no es así, ¿por qué se produce este split? Esto es, ¿por qué en bases de topónimos deantroponímicos, cartularios altomedievales o epigrafía altomedieval vizcaína, hay diversos antropónimos masculinos que proceden de Aquitania (Ahoiz, Ahoztar, Azter, Berhatz, GenduLe, *Senito, Oro, *Ilundo, Ilurdo…), pero en el ámbito femenino sólo el mero apelativo (Andere y derivados)?
Con respecto al topónimo Betelu, en Betelu(Araiz), y Oroz Betelu, podrían estar relacionados con el nombre «Metallum» en relacion a mina o coto minero(M.Urteaga). Ambas zonas con abundante actividad minera documentada en la Edad Media.
Nadie duda que fue una zona minera. Pero para que tu etimología fuera cierta, necesitaríamos, entre otras cosas, que M- se convierta en B- y que hubiera asimilación vocálica, ambas cosas a la vez en dos lugares distintos. Asumir que Betelu es un NP que procede del apelativo lat. vet-éllu “viejecito”, que posiblemente hacía juego con lat. vét-ulu > eusk. NP Étulu “viejecito” (de éste viene cast. viejo), no requiere ningún cambio.
De todas formas, que Betelu procede de lat. vet-éllu > eusk. BeteLu, y que este debió de ser un antropónimo abundante en la Tardoantigüedad y primeros siglos de la Alta Edad Media entre los euskaldunes del VCA, a pesar de no sobrevivir hasta la época de los cartularios alto- y plenomedievales, ni en Navarra ni en occidente, no es una teoría mía. Lo han sostenido ya, como mínimo, Alfredo Oribe (2011) y Alfonso Irigoyen (1986). Éste lo relacionó con Beteluri “villorrio/caserío de Betelu”, barrio de Orozko, y aquél además con un Betalain de Uribarri Arratzua, en plena Llanada Alavesa, para el que reconstruyó un *Betelain (BeteL(u) + -ain). Ahora sabemos, gracias a Elena Martínez de Madina (2019), que Betelain ni siquiera necesita asterisco, porque se atestigua en 1584.
Es decir, que el NP BeteLu se hace todo el periplo Navarra > Álava > Bizkaia (por vía arratiana), entrando hasta la cocina y dejando “miguitas de Pulgarcito” allá donde pasa en forma de construcciones deantroponímicas típicas de cada época y región: Betelu (Navarra, sin derivación) > Betel-ain (Álava) > Betel-uri (Bizkaia).
La charla de Hualde fue muy interesante. Desarrolló el trabajo que publicó en FLV en 2024, Azentua eta hasperena. Comentó que el acento inicial del VCA se hallaba en la segunda sílaba en el léxico patrimonial, y ello provocaba la aspiración en las oclusivas: *eákin, *akhér, *ithúrri, *ethórri, *ekhúsi, *lephó, *bethí….Esta propuesta se puede corroborar en Goizueta, ya que conserva este sistema de acentuación (“Goizueta giltza da”) y, a su vez, permite confirmar la propuesta que ya hizo Mitxelena sobre la reconstrucción del acento vasco. Por otro lado, indicó que en los préstamos del latín, el acento se ubicaba en la primera sílaba: *báke, *záku, *mérke….
Una cuestión que me parece interesante para debatir es si “andere” deriva de un préstamo celta “andera” (ternera) o, en cambio, surge del léxico patrimonial “and” + “erhe”. Un argumento a favor de un origen celta es que en el aquitano no aparece atestiguado ningún #“anderhe”, esperable si su origen fuera “and” + “erhe”.
No entiendo el ejemplo de Goizueta para el sistema de acentuacion, Goizuuieta (s. XII, NEN).
Aquí un artículo de prensa muy sensato sobre la supuesta relación entre los andosinos y Andorra.
Me cuesta ver en qué consiste la sensatez del artículo, salvo advertir que no tenemos certeza absoluta de que los andosinos se relacionen con los andorranos actuales.
Se podría haber ahorrada tantas letras, palabras y frases, en Historia Antigua lo habitual es la falta de certezas absolutas, se trabaja con hipótesis fundamentadas en los datos disponibles. Y los datos disponibles son los que sirven para establecer la relación entre los andosinos de Polibio y los andorranos. No hay datos disponibles que apunte a lo contrario, y supongo que nadie esperará a encontrar una inscripción de la antigüedad que diga: los andosinos son los andorranos actuales, para aceptar la relación.
Se ven más algunos de los tópicos para desacreditar las fuentes primarias escritas (nada menos que al mea pilas de Polibio), que si el hapax de marras, y el irrelevante «and». Cualquier tópico al uso menos contraponer hipótesis basadas en datos disponibles.
Francisco Beltrán Lloris (2008):
Creo que el artículo, de un rigor poco habitual en la prensa generalista cuando trata estos temas, pone el dedo en la llaga de la extraordinaria debilidad del argumento, que se basa no en «los datos disponibles», sino en un único dato, o quizá habría que decir medio dato, porque puestos a construir una hipótesis sobre un hápax, lo menos que cabría exigir es que este tuviera un parecido razonable, o que las diferencias fueran justificables de algún modo. En este caso, que yo sepa, nadie lo ha intentado siquiera. Beltrán acierta, a mi modo de ver, al aislar andos- y relacionarlo con Andossus, y esto es lo más seguro que se puede decir acerca de ese etnónimo, y no es poco, pero con ello en el fondo no hace más que dificultar aún más la posible relación con Andorra. Los paleohispanistas más rigurosos, como Javier de Hoz, sitúan en la Val d’Aran el límite oriental de la presencia de elementos lingüísticos eusquéricos. Y Andorra está muy lejos de Aran, incluso desde Saint-Lizier, el límite oriental de la onomástica aquitana, tienes casi tres horas en coche.
El artículo será riguroso, pero omite el dato más importante: que Andos-in-oi, por muy hápax que sea, contiene un primer formante que es idéntico al antropónimo aquitano con mucho más frecuente en la epigrafía de unos siglos después (dos docenas de Andox-es, con o sin derivación).
Reconozco que en esta cronología ya es muy difícil tener nada parecido a una certeza sobre nada. Pero me gustaría hacer dos observaciones. Polibio, según leí, tenía fama de mal escritor pero historiador riguroso. Y además, estuvo en Hispania, acompañando a Escipión en la campaña final contra Numancia.
Por otra parte, postular que la Ur-ur-heimat del euskera estuvo p’allá tiene otra ventaja.¿No es por allí (no sólo en Andorra) donde se encuentran esos topónimos que suenan tan euskéricos, del tipo Algerri, Esterri, Gerri, Igüerri, que gustaban tanto a Coromines y que explicaba por trasiegos de pastores y comerciantes euskaldunes que seguían rutas trashumantes y comerciales, en la Edad Media? Ahora bien, esos topónimos, aunque suenan euskéricos, no tienen la huella dactilar de la toponimia del euskera histórico: -eta, -aga, -(t)za, -(t)zu, etc., todos estos sufijos. ¿No será que por allí estaba el preaquitano? Al menos desde un punto de vista impresionista, según la estratigrafía del paisaje toponímico (cuanto más claro y entendible es un topónimo o un estrato toponímico para el hablante autóctono, tanto más moderno será), se da justo lo que se tiene que dar para que lo antiguo sea el paleo-paleo-euskera y los demás otros estratos posteriores: la toponimia euskeroide es poco inteligible, la romance lo es algo más. Lo contrario que en la región del euskera histórico, donde la toponimia euskérica es transparente, la celta y la latina más incipiente más oscura.
Bueno, el autor es historiador más que lingüista, ya sería pedirle mucho que conociera el antropónimo aquitano. En cuanto a los topónimos que suenan eusquéricos, en mi opinión también solo suenan. Existe en catalán diferentes tratamientos de la -r final, estudiados por Colomina 1996 («La simplificació dels grups consonàntics finals en català»). Por ejemplo, el rosellonés ferr corresponde en catalán oriental a ferro, pallarés ferre o ribagorzano ferri. En pallarés quizás es más frecuente -e (Escalarre, Bonestarre) y en ribagorzano -i (Llastarri, Benavarri), pero también hay -i en pallarés Esterri y mucho más a oriente. Algunos de estos nombres son claramente románicos, también para Coromines (Escalarre, Ginestarre, Llastarri, de llastó, ‘paja’). Yo tengo una lista de algunos que han pasado desapercibidos y que espero publicar algún día. En general pienso que, aunque algunas bases puedan ser prerromanas, no existe ningún sufijo prerromano -arre/-i, -erre/-i, como mucho podría atribuirse la evolución fonética a algún fenómeno de sustrato. Hay dobletes muy claros, como Siscarri/Ciscar (donde hay cisca, una hierba), Gerri/Ger (este quizás prerromano), Cubilarre/Cubilar (lugar donde duerme el ganado), Toscarri/Toscar (donde hay piedra tosca o toba), Alerre/Aler (alero, un término de los derechos de pasto) o en mi opinión Alcubierre/Alcover, pues el fenómeno se extiende por el alto Aragón (Alerre, Loarre, que es Lobarre en aragonés…). No me creo que los varios Javierre (frente a Javier justamente en Navarra) tengan que ver con etxe berri, no hay más topónimos vascos tan transparentes, aunque no tengo por el momento una explicación alternativa. Y en cuanto a Igüerri, la pronunciación local es Aigüerri, que admite explicaciones muy diferentes de lo eusquérico. Por cierto, hay un dicho curioso: «Els d’Aigüerri, collons de ferri, tringola d’aram, patarrin patarran».
Polibio parece un bandarra si nos atuviéramos a la opinión del artículo, como resultado del obtuso propósito de derribo del primer más importante historiador, condición sine qua non para cuestionar la hipótesis aceptada por los expertos como la mas verosímil (andosinos=andorranos).
Son unos cuántos los burdos tópicos al uso a los que se acude en el artículo, lo que no parece el mejor procedimiento, pero lo inaceptable por faltar a la verdad es la conclusión a la que llega: “la menció [Polibio] als andosins, no podem ni saber si realment arribaran a existir”.
¿Pero cómo que no sabemos si existieron los andosinos?, en fin, sin comentarios.
Mikel, coincido contigo que el “andorrano” bien podría ser preaquitano, o quizá mejor, uno de los componentes que darían lugar a la formación del aquitano convenae, dado que los andosinos eran aliados que sirvieron al estratégico control pirenaico de Roma frente a los púnicos, siendo recompensados por ello. Puede que ésta sea la razón de tanto “and” en la inscripciones cónvenas, ofrendas de las élites entre los que se encontrarían en lugar privilegiado los fieles andosinos recompensados con la fundación de Lugdunum Convenarum foco de atracción de romanidad.
Me parece interesante también investigar la toponimia y la datación antigua al sur de los Pirineos, con posibles nexos con el paleo-euskera, para poder analizar diferentes posibilidades Me parece que habría que reparar en el topónimo Gracchurris, ciudad fundada por Tiberio Sempronio Graco en el 179 a. C, y con significado “ciudad de Graco”, muy posiblemente. En esta población se ha encontrado en signario paleohispánico la inscripción “lueikar+[—] “.
Ballester (2008, 200-201) indica que la secuencia “-eikar” recuerda poderosamente a la que aparece en la fórmula del defensor saluiense de la Tabula Contrebiensis (l. 16) [—]assius “[-]eihar”. La equiparación de los elementos no es mayor problema si se admite, como propone Ballester, que el silabograma ka simple esté grafiando aquí una fricativa glotal sorda, para lo que aporta el interesante paralelo del uso de g en alfabeto cirílico para /h/, como Tegerán para Teherán.