Oña ofrece el marco perfecto para reflexionar acerca de una cuestión de historia lingüística de extraordinaria relevancia. Este enclave forma parte de un área de contacto secular de lenguas en la intersección de las actuales provincias de Álava, Burgos, Cantabria y Vizcaya. Se trata de un territorio que fue escenario en los siglos VIII-XI de la formación del castellano –en su evolución local a partir de un latín vernáculo– y simultáneamente del surgimiento y etapas iniciales de los dialectos vascos. Para muchos estudiosos, el contacto vascorromántico explica algunas de las principales singularidades tanto del castellano, dentro de lo que se ha venido en llamar ‘continuo dialectal norteño’, como de los dialectos vascos, más particularmente de la variante occidental de euskera, también conocida como euskera vizcaíno.
Categoría: La toponimia
Salvador Velilla Córdoba
(noviembre, 2018)
Reflexiones ante la decisión del Instituto Geográfico Nacional de denominar oficialmente ‘sierra de Toloño’ a toda la cadena montañosa
No tenía intención de intervenir, incluso tras conocer la decisión oficial de extender el nombre “sierra de Toloño” a toda la cadena, desde las Conchas de Haro hasta la Peña de Lapoblación. Pero como quien calla otorga, no voy a callar y trataré de seguir paso a paso la secuencia de hechos que han conducido a este desenlace, y procurando, aunque sea tarea difícil, ser breve. Conste que no hubiera dado un paso si las conversaciones con gentes de Rioja Alavesa y de la Montaña, los acuerdos de Ayuntamientos y Asociaciones Culturales, así como de la Cuadrilla de Laguardia-Rioja Alavesa no hubieran apoyado desde el primer momento que la sierra que está al sur de Álava se ha conocido y se conoce con los nombres de sierra de Toloño, sierra de Cantabria y sierra de Codés, siendo el más usado y popular el de sierra de Cantabria para toda ella.
En los años setenta-noventa nadie cuestionaba la denominación de la cadena montañosa situada al sur de Álava:
Seguramente fue un sincero y legítimo sentimiento de desatención lo que movió al entonces cura de Bernedo, José Antonio González Salazar, a sacar una nota en el órgano de la Academia de la Lengua Vasca Euskaltzaindia reivindicando para el nombre Toloño una mayor consideración. Partía el sacerdote y etnógrafo de la constatación de la preponderancia que tenía desde la cartografía antigua la denominación sierra de Cantabria frente a la de Toloño, que él creía más legítima. Habla en todo momento de impresiones y pareceres y seguramente ni de lejos sospechaba que toda la maquinaria académica se pondría en marcha hasta pretender desterrar la denominación cultista pero popular, antigua pero no primigenia (“creada tardíamente ex novo”) de la sentenciada sierra de Cantabria. Informes posteriores de la comisión de Onomástica de Euskaltzaindia dieron el rango de dictamen a aquella primera nota y se sucedieron otros que instaban a las autoridades al cambio en la denominación oficial de la sierra. Han pasado casi tres décadas de un empeño absurdo de desterrar por ilegítima, cultista, libresca, exógena y no sabemos cuántos pecados más a una denominación antigua y muy arraigada en el uso actual de alaveses y riojanos, especialmente los más cercanos a la sierra. Es llamativo que sea la Academia de la Lengua Vasca, en nombre de la tradición popular, la que abandere esta “reconquista” de un nombre que ellos mismos en sus informes reconocen “no vasco”, los mismos que acaban de rebautizar al San Mamés bilbaíno con un Santimami sacado no se sabe de dónde o que retiraron a regañadientes el fantasma Biasteri como denominación de Laguardia solo cuando se oyeron voces de juzgado. Ahora dicen que fue un error de comunicación. No haría mal la Academia si dedicara sus mejores saberes y energías a la publicación de una gramática del euskara que tanto años llevamos esperando, labor a la que específicamente se dedican, junto al diccionario, las academias de la lengua, y no a promover controversias totalmente ajenas a su quehacer. Ha pretendido sentenciar y zanjar, con la promoción y edición de un libro para el que no ha escatimado medios y con atribuciones que no le corresponden, una polémica que ellos mismos han encendido. Pero la realidad y la historia son muy tozudas y el pueblo muy amante de sus usos y costumbres.
Ander Ros y Joseba Abaitua
Nos hacemso eco en Trifinium de la polémica en torno a los orónimos Cantabria y Toloño al hilo del libro de José Ángel Chasco, editado y distribuido por Euskaltzaindia (7.300 ejemplares), Sierra de Toloño, nexo de la montaña y la Rioja Alavesa. Dice el autor «el nombre de Sierra de Toloño, constatado en la zona occidental desde el siglo XIII y en las zonas central y oriental desde el siglo XVIII, ha llegado vivo en el habla popular hasta la generación de nuestros padres y abuelos. El nombre Toloño hace referencia a un lugar concreto, a la sierra en la que hubo un castillo y santuario; la denominación Cantabria es un error que está fuera de todo contexto geográfico e histórico. La Cantabria más cercana a Toloño es un cerro que hay junto a Logroño, que no tiene que ver con nuestra sierra» (Noticias de Álava, 23.11.2017).
¿Pero podemos admitir sin réplica el juicio de que «nada tiene que ver el nombre Cantabria con nuestra sierra»? ¿Cabe calificar de error un topónimo documentado y ampliamente utilizado desde hace al menos 200 años? (cf.»la gran sierra de Cantabria y Toloño al N. y el río Ebro al S» expresión con la que se sitúa la Rioja Alavesa en el Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal de Sebastián Miñano y Bedoya, que se terminó de publicar en 1829).
La basílica bautismal tardoantigua hallada en 2009 en una intervención de urgencia por Miguel Loza y Javier Niso en la calle Nuestra Señora de Aiala de Alegría-Dulantzi aporta información clave para la reconstrucción histórica de Vasconia en los siglos oscuros entre el final de Roma y el principio de la Baja Edad Media (siglos V-XI). Es asimismo un elemento que ilumina y da cohesión a nuestro conocimiento de la diacronía del euskera y la evolución de sus dialectos, en particular al origen de la variedad occidental (según la denomina Koldo Zuazo, también llamada ‘dialecto vizcaíno’ o bizkaiera).
Uno de los aspectos más destacados de la basílica es la sepultura privilegiada de una mujer, hallada en la parte izquierda del ábside o sanctuarium, que Miguel Loza interpreta como la probable reliquia de una santa, posiblemente además aristócrata y mártir. La sepultura de la santa es la mayor y una de las dos más antiguas del yacimiento (primera mitad del siglo VI) y sería anterior a la construcción de la propia basílica protoparroquial y, por supuesto, muy anterior a la iglesia románica del XII, con advocación a San Martín.