El número 22 de la revista Palaeohispánica (‘revista sobre lenguas y culturas de la Hispania antigua’) ha venido estas Navidades de 2022 cargadito de regalos. Uno de ellos es la descripción por parte de Javier Armendáriz y Javier Velaza del gran hallazgo de la campaña de 2021, ‘Dos nuevas téseras celtibéricas de La Custodia (Viana, Navarra)’, una poliédrica y otra zoomorfa. La lectura de la primera parece clara:
El análisis de la estructura del texto no plantea problemas especiales: consta de un nombre de persona —integrado por un nombre individual memu en genitivo (tema en nasal) y un nombre familiar en genitivo del plural telkaskum— seguido del conocido término kar.
La «vasconización tardía» o la «expansión vascona altomedieval» (tanto monta, monta tanto) son términos que se refieren a un mismo fenómeno que ilumina aspectos clave de la historia lingüística del País Vasco (Pays basque, Basque Country, Euskal Herria, Vasconia). Un leve matiz diferencia los dos enfoques; digamos por simplificar que el primero es ateo y el segundo agnóstico. ¿Respecto a la existencia de Dios, o la virginidad de María? No, respecto al dogma historiográfico de una supuesta continuidad ininterrumpida de la cultura vasca desde la prehistoria.
El arqueólogo Mikel Unzueta (2004) atribuye esta creencia al también arqueólogo y antropólogo Pere Bosch Gimpera (1923, 1932). El estudioso catalán habría sido el principal artífice de una teoría que ha calado muy hondo en el discurso identitario vasco, llegando a convertirse en dogma. Un dogma perseverante y arraigado, por ejemplo, en los materiales divulgativos y educativos sobre la cultura vasca (vg. Hiru.com, Gipuzkoakultura.net, Kondaira.net). La teoría de Bosch Gimpera se asienta en los siguientes tres pilares:
Y es que, como a Lakarra, nos intrigan las novedades que sobre la Vasconia tardoantigua y altomedieval (siglos V-VIII) pueda aportar Mikel Pozo en su tesis. En esos siglos se esconden las claves que explican el origen de los dialectos vascos actuales. En los siglos V-VI situamos el desarrollo del vasco común antiguo (Mitxelena 1981, Zuazo 2010, Lakarra 2014). De ese tronco común se desgaja entre los siglos VI-X la rama occidental, que se expande desde la Llanada Alavesa (o Álava nuclear)hacia la Rioja Alta, zonas limítrofes de Burgos (Mitxelena 1976, Peterson 2010), así como hacia los valles cantábricos, entre las cuencas de los ríos Deba y Nervión (Zuazo 2010).
Nos hemos reunido con Mikel Pozo en un par de ocasiones, así como con su director de tesis, Juan José Larrea, con la esperanza de obtener algún anticipo, pero mutis. Sin embargo, desprovisto de los pormenores, Lakarra en su nota 150 ofrece este sustancioso avance (la traducción es nuestra):
Existe en el siglo V unaformación sociopolítica singular en el territorio que abarca la cuenca de Pamplona y los Pirineos, que se expandirá hacia el oeste en las generaciones posteriores y que tendrá conexión directa con el origen del reino de Pamplona a partir del siglo VIII.
Adelanto que hago estas alabanzas desde la discrepancia, grande en el primer caso y menor en el segundo. Con Joaquín sólo me atrevo a discrepar en lo opinable, porque en lingüística histórica él es indiscutiblemente la autoridad (en el sentido que este término tiene en el mundo académico, no en el castrense). Si el tema de debate fuera la lingüística computacional, me sentiría más confiado que él; pero no es el caso.