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Un Atlas para la historia del euskera

El Atlas Lngüístico Vasco (Euskararen Herri Hizkeren Atlasa, EHHA) es una herramienta de inmenso valor para la historia de la lengua (y con ese fin la hemos usado en varias ocasiones, vg. 18/04/2020). Pero el hecho de que contenga solo datos contemporáneos hace que se cuestione su validez en la prospección de los periodos antiguos (Lakarra y otros, apud Urrestarazu, 2021). Sin embargo, los atlas lingüísticos tienen una larga tradición en dialectología, rama de la lingüística particularmente útil para el conocimiento de la historia de las lenguas (cf. Boberg, Nerbonne & Watt, 2018).

Retomo en esta entrada un borrador que había quedado arrinconado por las prisas de las novedades recientes. Merece la pena volver sobre los aspectos de la historia del euskera que pueden documentarse con los datos del EHHA, entre ellos:

  1. La datación y origen del vasco común antiguo (VCA), inmediato antecesor de los dialectos vascos
  2. El origen de las primeras fracturas dialectales
  3. La cronología y evolución de las principales áreas dialectales
  4. El contacto lingüístico a lo largo del tiempo
  5. El continuo dialectal vasco

El vasco común antiguo

El EHHA ofrece una significativa colección de mapas que muestran las voces más antiguas, por documentarse sin apenas variación en todas las áreas dialectales. Son tanto neologismos, como préstamos y sirven, en muchos casos, para orientar sobre su grado de antigüedad. Así, uno de los neologismos más antiguos y prevalentes es zorri ‘piojo’, con estructura CVR + sufijo –i (formalmente análogo a berri, gerri, gorri, harri, herri, jarri, sarri, txerri).

En la entrada de junio de 2016, cuando recién empezaba a publicar cosas sobre el EHHA, recogí otros ejemplos de voces comunes, supuestamente antiguas e igualmente ilustrativas: bele ‘cuervo’, eper ‘perdiz’, zozo ‘mirlo’… Estas, por tener estructura CVCV y VCVC, tal vez sean algo más modernas que las CVC, aunque las duplicaciones, como zozo, zezen ‘toro’, (d)odol ‘sangre’, (d)adar ‘cuerno’, etc. deban incluirse también, como defiende Joseba Lakarra, dentro del patrimonio léxico más antiguo.

Son muy antiguos asimismo neologismos a partir de -bel (arbel, gibel, goibel, gorbel, orbel, sabel…), o –di (erdi, gurdi, ipurdi, izerdi), entre ellos los animales domésticos ‘oveja’ ardi y ‘buey’ idi.

En definitiva, la presencia en todas las áreas dialectales de una misma forma léxica habla en favor de su antigüedad y pertenencia al acervo del vasco común antiguo.

Un lugar significativo lo ocupan formas compuestas como hezur (<*berna-zur) ‘hueso’, egur ‘leña’, elur ‘nieve’, mu(s)tur ‘morro’, leizar ‘fresno’, errape ‘ubre’ (con variantes occidentales derivadas de la forma común, asur <*bernazur, edur <elur, mustur < mutur, lexar < leizar).

Parece razonable ver en errape la forma compuesta < err(o) -pe ‘bajo’, siendo erro la forma antigua de ‘pezón’, desplazada en las areas orientales por el préstamo occitano titi (< tete).

Por otra parte, entre las voces antiguas son especialmente reseñables préstamos como baba ‘haba’ < lat. faba (por la uniformidad en la solución f- > b-), gorputz ‘cuerpo’ < lat. corpus (sonorización de T- inicial, fortición de sibilante final -s > -tz) cuya distribución abarca todas las áreas dialectales, realzando su antigüedad.

Las formas korputz y korpitz son variantes recientes, a partir de un gorputz anterior y general. Las iniciales sonoras sulen considerarse más antiguas que las sordas, por lo que se supone una evolución lat. piper > biper > piper.

En cambio, entre vocales, a diferencia del castellano, la sorda latina en euskera no sonoriza: lat. ioucus, pica > joku, pika, frente a ‘juego’ y ‘pega‘. Pikaraza altonavarra es un préstamo del romance ‘picaza‘, variante de ‘urraca’.

Otro préstamo del latín tardío tegla (latín clásico tegŭla) es tella > teila, con despatalización -ll- > -il- característica del área bajonavarra, fenómeno que se observa también en el préstamo románico ollo > oilo ‘gallina’, que experimenta caída de oclusiva inicial < *bollo < pollo (seguramente a través del navarroaragonés).

La uniformidad en la adopción de muchos préstamos antiguos es uno de los motivos que llevaron a Mitxelena a proponer la existencia y cronología de una forma de lengua común posterior al contacto con Roma, pero anterior a la diversificación dialectal. Es por ello que para estos préstamos planteamos una horquilla temporal con TPQ del siglo II, momento en el que el contacto con el latín se habría consolidado, y TAQ del siglo VI, a partir del cual la diversificación dialectal estaría a punto de comenzar.

La principal utilidad de los préstamos es que ayudan a establecer horquillas temporales TPQ (momento posterior) y TAQ (momento anterior). Por eso uno de mis mapas favoritos del EHHA es ‘domingo’, aunque los de ‘lución’, ‘camisa de hombre’, ‘patata’ o ‘sábana’ no se quedan muy atrás.

En estos mapas se reconocen muy bien los principales perfiles dialectales cuyos patrones hemos explicado en Abaitua 2018. También algunos neologismos históricos reparten sus variantes siguiendo la distribución de las principales áreas dialectales, vg. ‘ajo’ berakatz (occ)/ baratxuri (general), ‘culo’ ipurdi (general) / üzkü (área suletina), ‘cena’ afari (general) /auhari, aihai (oriental).

Cualquiera de los mapas hasta ahora mostrados da pie a sabrosas reflexiones que dejamos para la sección de comentarios.

El continuo dialectal vasco

En claro contraste con los patrones geolingüísticos más reconocibles, otra importante colección de mapas del EHHA ofrece gran disparidad. Son mapas cuyos contornos cuesta identificar y que difícilmente encajan en las clasificaciones dialectales tradicionales. Para estos cabe plantearse la idea del continuo dialectal. Los mapas de ‘hollín’ y ‘hogar’ ilustran esta idea (en claro contraste con la uniformidad de ke, eke ‘humo’, o su ‘fuego’).

El mapa del ‘hogar’, con las variantes bekosu, suleku, sutondo, sukalde, subaju, lurreko su, sutoki, supazter, suthondo, da motivo para muchas apreciaciones. Tal vez la principal sea constatar la diversificación de formas, una vez iniciado el proceso dialectal, que han ido reemplazando al neologismo más antiguo (tal vez sutondo), al tiempo que se mantienen algunos contornos geolingüísticos reconocibles (supazter, posterior a la delimitación de la frontera francoespañola del siglo XVI, o subaju, que respeta en gran parte el perfil de la frontera navarroguipuzcoana del siglo XIII); pero en lo demás el mapa del ‘hogar’ reafirma la idea de continuo. Por su parte, el mapa del ‘hollín’ muestra lo que parece un neologismo antiguo kedar, que con el avance de la dialectalización se ha diversificado (kear, kelar, keldar, keder, kedarre, kheerrade, gedar) pero sin atender a ninguna de las áreas geolingüísticas principales. Lo contrario sucede con las variantes de ‘golondrina’ y ‘zarza’, que sí respetan las áreas occidental y oriental.

Entre los abundantes ejemplos del continuo dialectal, mi favorito es el mapa de ‘olla’.

El motivo es que sobre un gasconismo antiguo tupin, que aparece como telón de fondo, se superpone el perfil occidental de lapiko diferenciado de eltze en el centro.

También el préstamo antiguo uzta ‘cosecha’ (< bearnés aoustà) subyace en este otro mapa frente a un panorama de continuo dialectal en el que se superponen neologismos y préstamos modernos gariebate, sasoi, labore, itte, kosetxa, ogilan, ogiephaite, ogika, estos últimos derivados de la forma común ogi ‘pan’.

Y como con ‘pan y ‘cosecha’, otro contraste entre la forma antigua y común de ‘horno’ labe, laba frente a las variantes de ‘fermentar’ (altzau, igon, jaiki, arrotu, azi, goratu, hantu, altxatu) y ‘quemar’ (erre, beltzitu), que se reparten a lo largo del continuo dialectal.

Es normal que a partir de una forma común con el paso del tiempo se produzcan variantes. También es esperable que las variantes se distribuyan por áreas dialectales, aunque a veces lo hagan en modo mosaico, de forma en apariencia caótica. Todos estos ejemplos llevan a que nos preguntemos de nuevo ¿qué es lo que hace un dialecto? ¿En qué se distingue un dialecto de un habla local? ¿Son los dialectos hablas o lenguas?

La bibliografía sobre esta materia es muy extensa. Los conceptos de lengua y dialecto presuponen también el de habla, pero no a la inversa. Es, en gran medida, una cuestión convencional. Los dialectos, como las lenguas, conllevan un cierto acuerdo social, que habitualmente se plasma de forma literaria, que la mayoría de hablas no alcanzan. Se puede decir por eso que los dialectos, como las lenguas, adquieren carta de naturaleza con el paso de la oralidad a la escrituralidad. Sin apoyo literario, es difícil que un habla se encumbre al rango de lengua o dialecto. Por eso en nuestras publicaciones para referirnos a los perfiles más recurrentes del EHHA hemos utilizado el concepto «área dialectal» y descartado el de dialecto (cf. ‘El continuo dialectal del EHHApdf, diapos, vídeo).

En entradas anteriores hemos tratado otras de las cuestiones para las que el EHHA aporta información:

  • El origen de las primeras fracturas dialectales (entrada de 18/04/2020)
  • La cronología y evolución de las principales áreas dialectales (entrada de 07/11/2017)
  • El contacto lingüístico a lo largo del tiempo (entrada de 28/12/2019)

Todas estas reflexiones se han recogido en tres artículos (Abaitua 2018, 2020, 2021). En el primero (Abaitua 2018) relacionaba el origen de las principales áreas dialectales del EHHA con diferentes hechos históricos:

  • La del vasco común antiguo (mapa del ‘piojo’), con su expansión a partir del siglo VI
  • La del euskera occidental (mapa del ‘domingo’ y la ‘sábana’), con la invasión omeya del siglo VIII
  • La reconexión de Navarra occidental con el resto del área occidental (mapa del ‘lución’), con la conquista del espacio riojano por parte de Pamplona en el siglo X
  • La frontera navarroguipuzcoana (mapa de la ‘camisa’), con la conquista castellana de Guipúzcoa y Álava en el siglo XIII
  • La frontera francoespañola (mapa de la ‘sábana’), con la conquista de Navarra en el siglo XVI

Estas circunstancias históricas han creado las condiciones que explican la reconfiguración del territorio con consecuencias sociolingüísticas reconocibles en el Atlas. Íñigo Urrestarazu (2022) censura este tipo de efoques de historia externa de la lengua en su por otra parte extraordinario artículo ‘Euskara batu zaharraren haustura: oinarri metodologikoak eta literaturaren berrikuspena’. Traduzco alguno de los párrafos que me dedica en la sección 3.3.1.4:

El trabajo de Abaitua (2018) puede abordarse desde varios puntos de vista, pero las principales críticas se relacionan con la metodología. Lo más grave —y el resto se puede ignorar— es que Abaitua (2018) va en sentido contrario al esperado: toma un modelo de historia externa (Pozo 2016) y busca en él aquello que pueda trasladar a la lengua. En lingüística, el camino debería hacerse al revés: para verificar las hipótesis existentes hay que partir de un estudio serio de la lengua, se deben hacer las reconstrucciones necesarias y solo entonces se puede recurrir a sistemas no lingüísticos para reforzar las hipótesis. De hecho, lo contrario implica que el núcleo en la historia de la lengua no es la lengua, sino las personas que hacen la lengua, y si el modelo histórico cae, el modelo de la lengua también caería —cf. lo que pasó con la propuesta de Mitxelena (1981) de situar el vasco común antiguo en los siglos V-VI y que podía relacionarse con el modelo histórico de Barbero & Vigilen (1965). Ese modelo ya no existe y por tanto no existiría ningún argumento (no lingüístico) para ubicarlo en esos siglos, pero sin embargo la necesidad del VCA sigue ahí—

Urrestarazu (2022)

Urrestarazu puede tener razón en que tal vez no haya aportado suficientes argumentos lingüísticos para justificar la atigüedad de la fractura occidental que se plasma en un elevado número de mapas del EHHA, pero la coyuntura histórica descrita por Mikel Pozo (2016) casa como un guante en el origen del euskera occidental y así se ha abordado de forma pormenorizada en nuestro trabajo de 2022 (ver entrada de 19/02/2023). Es revelador que Urrestarazu llegue después de todo a la misma conclusión.

En el debate de la cronología absoluta hemos tenido alguna duda respecto al orden relativo de los mapas de ‘domingo’ y ‘lución’. Los hechos históricos ofrecen un marco más coherente con la opción que hemos establecido, esto es, primero surge el área dialectal de ‘domingo’ y sobre ella se superpone la de ‘lución’. La toponimia es un argumento de refuerzo decisivo, en nuestra opinión, por el nítido reparto de formantes de origen latino y románico en el área occidental y su ausencia en la central, vg. borin, oste, padur y otros (ver entrada de 07/06/2020).

El mapa de ‘lución’ encuentra en algunos fenómenos morfosintácticos un refuerzo reseñable, vg. el mapa de la distribución de las dos soluciones para el ergativo plural (ollorrak/ollarrek). 

Copio de la entrada de 04/05/2020: «En conclusión, la nueva clasificación de Aurrekoetxea y otros (2019) es insensible a la existencia del conjunto de mapas [con los perfiles geolingüísticos de ‘lución’], con una división vertical del territorio por el eje longitudinal de Pamplona (ver también los mapas de ‘demasiado’ geiegi/sobera y ergativo plural ollarrak/ollarrek). Borja Ariztimuño (30/01/2020) resumen este importante episodio de la gramática histórica vasca en un par de tuits:

Julen Manterola propone una especie de ergatividad escindida (hura/hark vs haiek). El mismo *-ga se gramaticalizó como plural y como ergativo (de ahí las dos funciones de -ak < *haga).

Luego está el *he(ga) para el plural (cf. hauek, horiek, haiek, zuek), que se «especializó»(? no recuerdo los detalles) para el ergativo en la declinación del euskera oriental.

La distribución de las dos soluciones para el ergativo plural (ollorrak/ollarrek) abre el debate sobre la cronología relativa (y para nosotros también absoluta) de los mapas de ‘domingo’ y ‘lución’. La disyuntiva sería:

  1. ¿Es la distribución del ergativo plural coetánea a la gramaticalización del artículo definido (ca siglo VIII)?
  2. ¿O posterior, producto de un proceso de nivelación (siglos X-XII)?

De decantarnos por la primera, habría que adelantar el periodo de activación del patrón de ‘lución’, anteponiéndolo al patrón de ‘domingo’, a un momento de expansión del vasco común antiguo anterior al siglo VIII, previo a la factura occidental y previo a la propia génesis del artículo, lo que la convierte en una opción con más inconvenientes que ventajas.

PD. Hay que recordar que borin es un préstamo romance (< molina) fosilizado en la toponimia, que dejó de usarse como voz común para ‘molino’ en el área occidental en favor de errota hará dos o tres siglos al menos (ver entrada de 27/05/2020). En el resto del territorio nunca se ha usado.

8 respuestas a «Un Atlas para la historia del euskera»

En la zona de Bortziriak ‘zanahoria’ se dice azanhoria.
Veo que el informante es de Etxalar, que tiene muchas palabras utilizadas en Zugarramurdi y Sare.
No hay informantes del resto de Bortziriak.

Gracias, Miguel:

El mapa de la ‘zanahoria’ es muy curioso. Es otro de mis favoritos. Traza muy bien el perfil de la frontera navarroguipuzcoana del XIII, con lo que parece un guipuzcoanismo de libro azenayo, que es una variante del general zanaori, que paradójicamente tuvo más recorrido en Aragón que en Castilla. Hay una misteriosa relación por ahí, ¿efecto Larramendi tal vez?
También se marca muy bien la frontera francoespañola del XVI, con dos variantes pastanarre (occitano pastanaga) hacia la costa y garrota (aranés carròta, francés corotte) por oriente.
Azanoria es una variante de ‘zanahoria’ en castellano también (vg RAE), si no se refleja en el mapa es porque no habrá conseguido el umbral de testimonios requerido. De hecho, para Cinco Villas solo veo mencionados los cuatro informantes de Etxalar, con preferencia por la forma pastanarre, análoga a la de la vecina Azkaine labortana.

Egun on, Joseba:

“Asanoidxue” zein “sanaoidxie” erabiltzen da Bermeon gaur egun. Eta Irunen, joan den mendeko 60ko eta 70eko hamarraldietan bederen, “karrota”.

Aski frantsesa zen orduan Irungo lexikoa: katea «xena», labea «furra»…

Datu horiek ez dute noski euskal dialektologia irauliko, baina tira.

Ondo izan

Me sorprende que no incluyan la variante Ezkaratza/Ezkatzie tan querida en Bizkaia, (¿tal vez haga referencia al recinto cocina y no al lar?, ¿tal vez a las ascuas < asca?). La variante sukalde parece un hibrido de fuego y Kalde < lat. Calde /calor, Escaldare, Caldero. Una pena que el batua haya elegido la mas fea de todas. Sut(h)ondo en cambio es muy bonita. Curioso tambien que de Baba < lat. Faba y sin embargo Pagoa < lat. Fagus, digamos que las P para comenzar palabras entre los aquitanos, no eran muy queridas, (Bake < lat. Pacem) así que pudo haber una palabra intermedia Bagoa. Objeto de estudio la fractura para Arotz con los significados tan dispares en dialectos de carpintero y herrero. Por otro lado y barriendo para el terreno de la toponimía….. El aparentemente cristalino Gorozika tan frecuente en Bizkaia (con el Gorosti- acebo), y que Salaberri anota a un Señor Crusso, ¿podría tener algo que ver con Gurutz/cruz del lat. Crux/Crucis?, ¿Villas que exponen su cristiandad?. Agur bat.

Gracias, Dionisio:

Es cierto que sorprende la ausencia de ezkaratza en el mapa para el ‘hogar’ en el área vizcaína, frente a bekosu o sutondo. Solo en la zona de Getxo se recoge eskaratsa junto a sutondo. Entiendo que algo se ha perdido por el camino, tal vez ocasionado por la propia pregunta, pues no es lo mismo preguntar por el ‘hogar’, que por el ‘fogón’ o la ‘cocina’ (estos dos últimos ausentes del cuestionario). Ezkaratza es una voz general, pero de uso secundario, como parece desprenderse de la entrada del OEH.

En sukalde (también sutalde) como en sutondo se añade la -t- o la -k- en composición y significan lo mismo, ‘junto al fuego’.

De latin fagus hay tanto pago como bago (cf Álava Bagoeta y EHHA), seguramente bago es anterior.

Gorozika parece uno más de los múltiples topónimos a partir de nombre de poseedor más sufijo -ika muy productivo en época altomedieval (Delika, Fika, Gernika, Lekerika, Sondika, etc) aunque su origen sea para algunos celta (es también mi opinión) y para otros latino (Salaberri). Es opinión generalizada, que como con los otros sufijos de posesión (-iz, -ana, -ano) indica al dueño o dueña de un lugar.

Eskerrik asko zuri Joseba. Se me ha caído aquí la careta que es el interés toponímico, especialmente del área de Ibarrangelu. El muro con el que chocaba de frente es el de las cronologías, y que me parecía insalvable (¿romanidad?, ahora sé que altomedieval). ¿Son estos -IKA, declinación latina -ICUS/ICA?…. pues así lo parece. Ciertamente las raíces de los mismos son oscuras e incluso diría que algunos parecen con sufijación doble IKA+IZ (deduciendo los IKA, como mas antiguos que los -IZ y estos últimos como fecha de entrada de una nueva savia romance a añadir a Bizkaia). Sondika/Zendokiz (G. de Arteaga). Durikiz (Ibarrangelu, tal vez Turika+iz), o el difunto Cornikiz (Urdaibai sin identificar), excepcionando aparentemente Gerrikaiz a esta regla, tal vez fosilizado. Te agradezco mucho tu respuesta. Intuyo que el departamento de toponimia de la UPV (creo que lo lleva una mujer, pero no recuerdo su nombre) respecto a estas cuestiones debe contener muchas claves aunque no están digitalizados sus archivos. La pregunta a estos temas es por supuesto abierta a l@s lectores del blog que puedan aportar algo. Tengo también la teoría (toponímia espejo la he bautizado), en la que estos topónimos bizkainos son fiel reflejo de topónimos alaveses, tal vez como dice el medievalista Garcia de Cortazar por un excedente demográfico de la Llanada alavesa (con y a pesar de los árabes) en los siglos IX-X que desbordó sus limites. Dejo para otro día numerosos ejemplos. Agur bat ta eskerrik asko ostabe.

Al hilo del mapa de la ‘olla’

que sobre un gasconismo antiguo tupin, que aparece como telón de fondo, se superpone el perfil occidental de lapiko diferenciado de eltze en el centro.

Copio un par de tuits que vienen al caso:

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